Vivo en un país llamado España, o al menos eso creía a esta campaña electoral.
No es que haya perdido el juicio, o sí. Es que, después de haber visto íntegros, completos, sin interrupciones y con la máxima atención los dos debates entre Zapatero y Rajoy, entre Rajoy y Zapatero, tengo la impresión de que los españoles y yo hemos visto dos debates diferentes.
Ya en el primero salí con la impresión de que Rajoy había estado mejor. Más claro en su exposición, más moderado, con más argumentos, más tranquilo. No es que Zapatero estuviese mal, no. Pero me pareció, como casi siempre, más pendiente de decir lo correcto que de decir la verdad. Es cierto que ambos se enredaron demasiado en las cuestiones del pasado, pero, por una vez, tuve la impresión de que Rajoy abría una ventana hacia el futuro, mientras que Zapatero seguía enseñándome la misma habitación en la que vivimos desde hace 4 años y que, necesariamente, necesita una manita de pintura, cambiar algún mueble, bombillas de bajo consumo, acuchillar el parqué,...
Pero claro, veo los sondeos posteriores y me hago el hara-kiri. ¿Qué debate han visto el resto de los españoles que, rozando la unanimidad, aseguran que ganó Zapatero con claridad?, me pregunto. Al día siguiente y en los sucesivos, voy leyendo los periódicos y oyendo varias opiniones, en público y en privado, y me doy cuenta de que la cosa no estaba tan clara. Que, los más entusiastas defensores de Zapatero y los más críticos de Rajoy, reconocen que la cosa estuvo muy igualada. Si acaso un poquito mejor el presidente, pero poca cosa.
Vale, estoy en otro país, pero no tanto.
Pero claro, llegamos al segundo y, desde la misma intervención inicial tengo la conciencia clara de que Rajoy domina la situación, que lleva la iniciativa. Minutos después me reafirmo y voy más allá, Zapatero está molesto, incómodo (y mal maquillado, se le notan las ojeras y el bigote) y está deseando que acabe el debate, la campaña, que se celebren las elecciones, volver a ganar y ver a Rajoy y a otros tantos del PP desfilar hacia el retiro mientras el sigue en Moncloa con la confianza de los españoles. Por momentos me recuerda a aquel González que daba la impresión de estar molesto con los ingratos españoles que no sabían agradecer lo mucho que estaba haciendo por ellos y que le obligaban, cada cierto tiempo, no sólo a presentarse a unas elecciones, si no a ganarlas para seguir gobernando.
Zapatero, por estrategia o no, empieza a interrumpir a Rajoy constantemente, a meterse en sus intervenciones y a tratar de romper el ritmo, como los equipos italianos. Olga Viza, fántástica toda la noche, ve la puerta abierta a la posibilidad de un debate de verdad y deja jugar, como los árbitros ingleses. Pero ni por esas. Rajoy lo tiene claro y como el Manchester de los mejores años, o el Madrid de los galácticos o el Barça del mejor Ronaldinho sigue a lo suyo. Y lo suyo, esta noche, es hacer cuantos más goles mejor. Zapatero tiene lapsus ("ahora vamos a hablar de Andalucia", dice en un momento tras un par de segundos eternos de silencio mirando a los papeles. Zapatero llega a expulsar saliva de la propia tensión que está acumulando. Zapatero no liga un discurso certero en su despedida, no sabe donde terminarlo, no sabe que ha dicho ya y que le queda por decir. Sólo cuando llega al manido Buenas noches y Buena suerte se sonríe. "Uf, por fín, he llegado al final", debió pensar.
Pero incluso ahí, completó su estrategia. Durante el parlamento final de Rajoy, con recordatorio de esa niña que tanto juego ha dado y que él lleva en su cabeza y en su corazón se intuyen los respingos de Zapatero y los meneos de cabeza. Para mí, lo tengo claro, ha ganado Rajoy. Con claridad y sin matices.
...
Pues no. Los españoles consideran, con más claridad que hace una semana, que Zapatero ha sido el rotundo vencedor.
Y yo ya no sé en que país vivo. Les voy a decir una cosa (que diría Alsina), he visto los debates por convicción democrática, porque creía y creo que son interesantes y porque era de los pocos que creía que podrían valer para decidir el voto de los indecisos. Y me he dado cuenta que sólo han servido para reforzar cada uno de los electorados. Hemos dado un paso, tenemos debates que, aunque ya dije que no son un derecho de los ciudadanos, si me parecen un elemento interesante en unas elecciones democráticas. Pero nos falta un largo trecho para saber que hacer con ellos.
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