Semana de Pasión. Semana de sufrimiento, de dolor. Una semana en la que El Cristo sufrió todo tipo de daños, humillaciones y penalidades, por los hombres.
Jesús se prestó al martirio para salvar a la humanidad en su conjunto. Ese es uno de los pilares del catolicismo. Una religión que prima el valor de la vida, del sacrificio, de la penitencia. Estamos en esta vida para sufrir, nos dicen.
Haciendo caso a estos mismos principios, deberíamos creer que ha sido la voluntad de dios la que ha hecho que, precisamente, esta semana se haya producido el desenlace del caso Chantal Sebire. Esa mujer francesa cruelmente martirizada por un tumor que le hacía la vida insoportable.
Lo de menos es que le deformase la cara hasta el límite de lo humano. Lo de más, que Chantal sufría espantosos dolores que no tenían ni arreglo ni posibilidad de mejora. Da lo mismo, para los católicos tenía que aceptar la voluntad de dios y sufrir.
En este punto me asoma la indignación, pero tengo que aguantarme. No por nada. Hace un par de días, David Torres escribió un artículo modélico en El Mundo. Modélico por lo que decía y modélico por cómo lo decía. Nada que añadir, nada que quitar.
Sólo manifiesto mi indignación ante los que siguen tratando de imponer sus criterios no racionales, no humanos. Sus criterios religiosos y de fe al resto de los conciudadanos. Esas mismas personas que se indignan, con razón, ante los integristas islámicos, son los que pretenden que la sociedad CIVIL se someta a principios religiosos. Pretenden que lo que ellos consideran una verdad revelada, perfectamente legítima para ellos, que la aceptan por propia voluntad, se mantenga como ley impuesta para todos.
Me indigno porque la eutanasia, como el aborto, como tantas otras cosas, pueden ser anatema para ellos como católicos. Pues muy bien. Pero deberían respetar que los demás actuásemos de acuerdo con nuestras convicciones. No acabo de entender como les puede afectar que yo aborte, o me quite la vida o ayude a morir a la Chantal que tenga cerca. No entiendo que principio fundamental violaría con esas acciones.
Ellos, intransigentes e integristas donde los haya, deberían aceptarnos a los demás. Deberían aprender de la generosidad que tanto predican.
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