La papeleta de Ibarretxe es blanca y verde. El rojo, el tercer color de Euskadi y del propio PNV no está impreso en ella. Pero está. El Lehendakari no se ha descuidado. No. Lo tiene claro. El rojo está implícito en esa papeleta. Lo aporta la sangre de ETA. La sangre que los terroristas derraman sin miramientos desde hace más de 40 años. Esa sangre que a Ibarretxe, palabrería al margen, le importa un pepino si no puede utilizarla para sus fines políticos.
Este tipo se pasa por el forro a la dirección de su partido, a los vascos, a los españoles, a la ley y a todos y cada uno de los heridos y asesinados por los etarras. Si fuese un ser humano tendría la entrepierna irritada como el culito de un recien nacido. Pero no es un ser humano. Por primera vez, en casi un año, lamento que este blog no sea un poco más conocido. Con un poco de suerte, ese individuo se enteraría de lo que opino de él. Aunque no fuese de gran importancia, seguro que no le gustaría lo que digo. Seguro que le dolería, aunque fuese un poquito. Y yo dormiría un poco más tranquilo esa noche.
No seré yo quien diga que Ibarretxe es como los terroristas. No. Pero sí que hace casi todo lo que puede por arrimarse lo más posible a ellos. Y eso ya sería bastante malo por si mismo. Pero es que, además, lo hace para justificar su comportamiento político. Lo hace para obtener réditos políticos. Lo hace para conseguir lo que sabe que no puede conseguir con la ley, que es lo que nos diferencia de los terroristas, precisamente. Así que no está tan lejos de esos que matan. Ibarretxe quiere "matarnos" legalmente.
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Mayor Oreja no puede seguir ocultándose. Uno de los dirigentes del PP que más ha maniobrado para minar a Mariano Rajoy le niega su aval. Está en su derecho. Más de uno (yo por ejemplo) pensará... que se lo guarde donde quiera. Aún más, ha filtrado que está contemplando la posibilidad de fundar un partido democratacristiano. Que lo haga. Él que siempre se ha caracterizado por su "tirón" electoral probaría de su propia medicina. Pero no caerá esa breva. Mayor Oreja es tan maniobrero como negado para ser cartel electoral. Lo suyo es aprovecharse de la maquinaria de un gran partido para aparentar que es un político con capacidad. Pero, en realidad, es un democratacristiano. Un político de esos que siempre está conspirando y preparando estrategias subterráneas que sólo son destructivas.
No se le conoce ninguna aportación positiva, imprescindible para el futuro de su partido o de España, creadora de corrientes positivas. Sólo es capaz de la crítica más destructiva con los mejores modales, eso sí. Tras el 9M ha desplegado, a través de subalternos de lujo, eso sí, una operación de acoso y derribo de Rajoy de lo más sucio que se recuerda en Génova. Esperanza Aguirre fue, como suele ir, de cara. Planteó sus propuestas, insinuó sus aspiraciones y se retiró, tácticamente, a la espera de que las circunstancias fuesen más propicias. Mayor Oreja no. Él está lanzando torpedos a la línea de flotación del presidente del PP sin miramientos. Le está haciendo más daño a Rajoy del que podamos ser capaces de evaluar en estos momentos. Pero él sabe muy bien lo que hace. No es la primera vez y, más que probablemente, no será la última. Y no está nada claro que no vaya a tener éxito. Otras veces lo ha tenido.
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A todo esto, Zapatero ya habla de crisis. Le echa la culpa a sus analistas, faltaría más, pero ya no necesita ocultar la realidad bajo el manto de la desaceleración controlada gracias a nuestra magnífica situación en economía comparada. Milongas. Nos estamos dando una de mucho cuidado y la culpa es tanto suya, por mentirnos, como nuestra, por creérnoslo.
Ahora, deberíamos confiar, desear, todos que acertase. Ya que no tiene que mentirnos hasta dentro de unos largos meses, que haga lo que de verdad hay que hacer y no lo que piensa hacer. Es más, que haga algo para que salgamos de esta situación porque lo que ha hecho hasta ahora es lo mismo que hacen los que caen en arenas movedizas, moverse para todos los lados sin saber por qué, ni para qué, con el inevitable resultado de que se hunde más y más hasta el final inevitable. Pero, en este caso, los ahogados vamos a ser nosotros.
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