lunes, 5 de mayo de 2008

CUESTIÓN DE JUSTICIA

"Parajodas" de la vida, los mismos uniformados que interrumpieron su sesión de investidura son los que, en el mismo Congreso de los Diputados, le han escoltado, protegido y rendido honores. Podríamos decir que Don Leopoldo era así, "parajódico".
Siendo ferviente católico, de los de verdad, de los de ir a misa los domingos, no dudó en que fuese su gobierno el que impulsase la ley del divorcio. Una conquista social ampliamente reclamada. Siendo consciente de que la televisión no era su medio no quiso aprovecharse de la posibilidad que le daba ser presidente del gobierno y ofreció el periodo, breve periodo, de mayor pluralidad que nunca se haya vivido en una televisión pública, y probablemente nunca se vivirá. Siendo, como era, un presidente efímero y de paso (nunca pensó en aferrarse al cargo, hasta el punto de que no quiso encabezar la lista de UCD en las generales de 1982), quiso dejar resuelto el tema del 23F y no escatimó esfuerzos para que el juicio fuese una realidad en tiempo récord y para que luego, la vía civil, aumentase las penas impuestas.
Bien visto, la mayor de las paradojas es que siendo un presidente tan breve, con tan poco tiempo para actuar, con el lastre de saberse efímero inquilino de La Moncloa, tuviese los redaños de afrontar todos los retos que consideró imprescindibles para España, tuviesen el coste que tuviesen para él. En más de una ocasión le he oído decir, al que fuera vicepresidente con Suárez, Alfonso Osorio, que el primer gobierno de Suárez hizo en un año tantas cosas como otros muchos en toda una legislatura; que la actividad, en aquellos días, era frenética para el ejecutivo. Algo parecido se podría decir de los 20 meses de ejecutoria de Calvo-Sotelo.
España empezó a encontrar su sitio en occidente gracias a su decidida apuesta por la OTAN. El modelo autonómico cuajó en forma de LOAPA gracias a su decidido impulso. Todos sus colaboradores coinciden en destacar (y no sólo ahora que se ha muerto) que era una persona organizada, que no dejaba para mañana lo que había que hacer hoy, que tenía una capacidad especial para dar prioridad a los temas verdaderamente importantes.
Definitivamente, cuanto más lo pienso, cuanto más leo sobre él, cuanto más se reposa su ausencia, más me lamento de que España haya dejado pasar 26 años sin dar el reconocimiento que Don Leopoldo merecía. Y me paro a pensar. Si el mejor presidente, el más capaz, el mejor preparado, el único de verdadero nivel internacional, es el único que no salió de una votación en las urnas, si es el único que no ha podido repetir en el cargo, si es el peor valorado y el más olvidado, ¿qué pasa con los españoles, que nos conformamos con cualquier cosa, y dejamos pasar a los verdaderamente capaces?.

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