martes, 20 de mayo de 2008

LOS MEJORES O EL NAUFRAGIO

Nuestras madres siempre piensan que somos los mejores. Vaya por dios. Por eso son madres.
Nosotros siempre necesitamos que, al menos, nuestra madre nos diga que somos el mejor. Que remedio.
Como será la cosa que la mía piensa que este blog está muy bien y que hay demasiada gente que todavía no lo ha descubierto. Desengáñate madre. Las cosas son así. Éste es sólo uno más.
Madres al margen, ser el mejor es una cuestión claramente subjetiva. Discutible cuanto menos. Mirando hacia el fútbol, tan de moda estos días, para muchos es indiscutible que Raúl es el mejor, pero está fuera de la Eurocopa. Más aún, el Numancia es el mejor... equipo de segunda, lo cual no es decir mucho. Y la Ponferradina, el mejor del grupo segundo de la segunda división B. Menos aún. Ser el mejor, pues, depende mucho de quien opine, cuales sean sus referencias, con que parámetros se compara,... Ser el mejor no es un valor absoluto.
El PP lleva dos meses buscando a los mejores. Y al mejor entre los mejores. No se ponen de acuerdo. Y no me extraña. Es posible que incluso después del congreso de junio en Valencia, tampoco alcancen un acuerdo. Tampoco me extrañaría. A falta de elementos objetivos, que ya hemos dicho que no existen, para elegir a los mejores, hay que guiarse por elementos menos incuestionables.
Indudablemente, Rajoy tiene un problema grave para defender que es el mejor entre los mejores. Ha perdido dos veces en las dos únicas ocasiones en las que ha encabezado el cartel electoral. Bajo su batuta, el PP sólo ganó las municipales y autonómicas de 2007 y, en ese caso, no se puede anotar para sí todo el mérito.
En esa misma línea, pocas personas en el PP pueden presentar un saco de victorias electorales equiparable al de Alberto Ruiz-Gallardón. Victorias en Madrid, comunidad, desde 1991. La primera por mayoría simple, las dos siguientes por mayoría absoluta. Más absoluta cada vez. Sin solución de continuidad, dos victorias seguidas en el ayuntamiento de la capital, aumentando cada vez el margen de su victoria. Sus resultados son incontestables. Pero se le contesta. Sobre todo, desde dentro de su propio partido. Por eso Gallardón no es catalogado entre los mejores por buena parte de los propios militantes del PP.
Todo lo contrario ocurre con su hermanísima Esperanza. Incontestables son sus resultados cada vez que optó al senado, aunque casi siempre se desprecian esos resultados como todo lo que tiene que ver con la cámara alta. No menos incontestables son sus dos victorias en las dos últimas autonómicas de Madrid. Tan incontestables que han hecho olvidar la cara de susto que se le quedó tras perder la mayoría absoluta que le había dejado Alberto, en mayo de 2003. Sólo el tamayazo le devolvió tersura a su sonrisa.
Resumiendo, que me lío. ¿Cuáles son los parámetros para definir al mejor en el PP?. Porque la incuestionable calidad moral de María San Gil ha sido contestada, sonoramente, en el propio PP vasco con más abstenciones que votos a favor. ¿Y esa es la mejor opción en Euskadi?. Pues vaya. Un saquito de abstenciones que viene muy al hilo de sus resultados globales en las autonómicas de hace 3 años.
Insisto, ¿dónde está el mejor?. Aznar decidió que el mejor entre los mejores era, en los 90, Francisco Álvarez Cascos. Años después, ya no. Era mejor Javier Arenas. Acertó de pleno. El PP pasó de la mayoría absoluta a la oposición. También Aznar decidió que el mejor, antes de llegar al poder, era Alejo Vidal-Cuadras para dirigir el partido en Cataluña. Luego ya no. Luego, el mejor era Alberto Fernández Díaz, más luego aún, el mejor era Josep Pique. Y el PP sigue buscándose desde que Alejo se refugió en Waterloo. La última gran designación de Aznar fue la de Mariano Rajoy como mejor entre los mejores. Y en esas están.
Buscando buscando a los mejores, el PP se puede encontrar con que no hay mejores. Eso queda muy bonito para los álbumes de cromos de los críos y para el libro Guinness de los récords. Pero no es el caso.
¿Cuándo va alguien a decir, en el PP, claro, que lo que necesitan es dejarse de puñaladas y tonterías y ponerse todos a trabajar en la misma dirección?. Como esas traineras que tanto abundan en las aguas del Cantábrico. Todos a remar porque el éxito será de todos, pero la derrota también. Y una derrota, en trainera, puede acabar en naufragio.

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