Tal vez nos hemos confundido al no inculcar en nuestros jóvenes el valor del esfuerzo y el del trabajo. Se lo hemos puesto tan fácil que hemos despreciado estos valores y ahora lo estamos notando. Algo parecido a esto es lo que dijo el honorable José Montilla la pasada semana. Pocas veces he estado tan de acuerdo con una declaración de un político en los últimos tiempos. Lástima que hayan tenido que pasar décadas para escuchar algo como esto a un político español, de la izquierda española para ser más exactos. Pero, ya se sabe. Más vale tarde que preñada.
Hace años que estoy diciendo eso mismo. Y no lo decía por decir. Lo más chocante, para muchos de los que me escuchaban por entonces, es que yo podría encuadrarme entre ese colectivo de jóvenes que estábamos siendo pervertidos por la “vida fácil” que nos querían dibujar. No pocas discusiones me vi obligado a mantener por esa cuestión.
Efectivamente, se nos ha estado dibujando un panorama de color de rosa. Donde todo se podía conseguir porque sí. Porque nos lo merecíamos por el mero hecho de ser jóvenes. Han estado inculcándonos ese principio según el cual, sólo teníamos derechos, no obligaciones. Las obligaciones eran de otros, en particular de nuestros mayores. Nosotros éramos tan jóvenes, estábamos tan preparados, teníamos tanta suerte y éramos tan guapos que, como si estuviésemos tocados por los dioses teníamos derecho a todo, y punto.
La izquierda era la principal impulsora de ese axioma. Si no aprendíamos unos mínimos, la culpa era del sistema y de los maestros que nos lo ponían muy difícil. Si no éramos felices era porque no teníamos suficientes cosas. Si no encontrábamos trabajo era porque los mayores nos estaban cortando el paso e impidiendo nuestro desarrollo. Si no fuese tan dramático, podría resultar chusco. Nuestra única obligación parecía ser disfrutar de todo y quejarnos de que no teníamos suficientes facilidades.
Pero, ahora, empezamos a recoger los frutos de esa prolongada situación. Y hasta el muy honorable Montilla se ha dado cuenta. Ojo, cuando Pablo de Tarso se cayó del caballo él fue su única víctima pero, también, su principal beneficiado. De esta caída del caballo de Montilla (y, ojalá que del resto de la izquierda chupiguay) todos los jóvenes de los últimos 30 años vamos a ser las víctimas y, ya veremos si él va a ser el principal beneficiado.
Estos días se está hablando también mucho de la importancia de los valores para superar la crisis económica. De recuperar esos valores (esfuerzo, pero también honradez, decencia, generosidad,…) que llevan años minusvalorando y que han sacado de los programas de estudio y de los principios educativos de las propias familias. Hoy mismo, sin ir más lejos se lo he escuchado decir a Manuel Pizarro en una radio y se lo he leído a Juan Costa en un periódico. Y me he preguntado, ¿qué hemos hecho para ponerle remedio en estos últimos 25 años?.
Estoy de acuerdo en que son cuestiones capitales, importantísimas, decisivas, pero nadie pasa de las palabras a los hechos ni “en horas 24”, “ni en años 25”. Y no vale escudarse en que fueron reformas de la izquierda las que socavaron esos valores y pervirtieron la educación. Ustedes, que en su momento pudieron, tampoco hicieron nada. Por inacción son igual de responsables.
Esta es la primera crisis en la que evaluamos a la primera generación que no tiene el sentimiento de culpa, el dolor de darse cuenta que han hecho las cosas mal, que no se han esforzado lo suficiente. Y lo peor, es que somos la primera generación que no sabemos asumir las responsabilidades de nuestros actos. Llevamos meses mirando a ver a quién le echamos la culpa. Pero eso no es una solución. Eso es una vergüenza. Pero no sentimos vergüenza porque no nos han educado para sentirla. Triste, muy triste.
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