Me veo en la obligación, necesidad de hacer una segunda aproximación al post de ayer. En parte para completarlo y en parte para responder a "El Diablo Cojuelo" que, con una fidelidad a prueba de bomba, no ha tardado ni un minuto en hacer una acotación a mi escrito. Gracias por delante sean dadas a tan fiel seguidor. Y vamos a lo que vamos.
Sin rectificar una coma de lo dicho ayer, el problema no es que nos inviten o nos veten. No. El problema, la verguenza, diría yo, es el lamentable espectaculo de arrastramiento que hemos vivido. Las súplicas del presidente de nuestro Gobierno suplicando, rogando, implorando su presencia en la pomposa cumbre para refundar el campitalismo. Como dejé escrito ayer, esas cosas no se hacen en pública subasta, diciendo que se va a estar, que se tiene que estar, cuando se sabe que no se va a estar porque no se puede estar, no se tiene que estar. Si de verdad quieres lograr el éxito, te lo vas trabajando con discrección, con habilidad y, cuando ya está confirmado el éxito, sales a agradecer el comportamiento de quien te ha invitado. No todo es cuestión de ponerse medallas. Te puedes encontrar en la cómica situación de aquel Magic Andreu que triunfó en los 90 en España a base de ponerse medallas enormes en su solapa asegurando que era el mejor mago del mundo. Andreu, además de mago era un buen humorista y en su espectáculo encajaba ese comportamiento. Zapatero no tiene ninguna gracia y su espectaculo es, con demasiada frecuencia, simplemente lamentable.
Suena un poco a esos patios de vecindad donde los crios nos juntábamos a jugar en la época pre-play station. Eramos muchos, pero, normalmente, sólo uno tenía pelota. Evidentemente, era él quien marcaba las normas, empezando por delimitar quién jugaba y quién no. Claro que era una situación despótica y egoista. Pero era cuestión de pelota. También había siempre alguno que no se cansaba de decir que la pelota era una mierda, que estaba rota, que era vieja y que no era el último modelo. Pero, cuando llegaba el momento del partidillo era el primero que quería jugar. Y, claro, el dueño lo mandaba a hacer puñetas. Era de esperar. El dueño de la pelota era un déspota. El insultador, simplemente un majadero.
Insisto, claro que no tenemos que estar. No hay ningún criterio que nos lleve a estar. No estamos, pues muy bien. Pero no tenemos que estar. Lo que no podemos asumir ni consentir es tener un presidente que, desde una supuesta dignidad, se arrastra sabiendo que no va a obtener ningún resultado salvo convertirse en el punchimbol y hazmerreir de todo el mundo. Eso sí que no, por favor.
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1 comentario:
En esto último sí estoy de acuerdo. El espectáculo es bochornoso y más usando un clon tal como es el señor Moratinos. Lo que me parece demagógico por falaz, es el símil de la pelota. Siguiendolo, hay que explicar que no es que haya un petardo con su balón que merezca que le den con el en los morros y todos le dejen de lado, sino que, siendo así, hubo también quien jugó el papel del lameculos que no sabiendo ni jugar el futbol le hace la pelota al dueño de la misma sólo por estar cerca de él sin ningún beneficio ya que, como digo, ni jugar sabe o quiere. Lo único que le guía es el simple hecho de estar al lado de los que pueden aunque sea más bien debajo que no al lado. Si a continuación viene un alguien que lejos de hacer la rosca, lo que hace es despreciar el balón y la tiranía de tener que doblegarse para jugar y se va a jugar a otra cosa y a otro lado aunque sea sin nada, nunca será perdonado por aquel que de golpe y porrazo se queda sin influencia y además tiene que cargar él solo con su balón que siendo él el único, no sirve ni para tener influencia ni poder ni para jugar.
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