[Colin Powell, el general que dirigió con gloria la primera guerra del Golfo, el primer secretario de Estado de George Bush, el primer negro aceptado en la élite del establishment político, un republicano respetado por todo el país, declaró ayer que Barack Obama será “un presidente excepcional” y anunció que tendrá su voto. Se trata del más sorprendete y decisivo respaldo obtenido hasta la fecha por el candidato demócrata, y del más amargo y contundente golpe recibido en esta campaña por el candidato republicano John McCain.]
Casi tan sorprendente, amargo y contundente, a la par que decisivo es comprobar como los amigos de El País, el antiguo diario independiente de la mañana y ahora periódico global en español, se han olvidado de la más decisiva y clara aportación de Colin Powell a la vida política estadounidense y mundial: su mentirosa y torticera intervención en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para justificar la intervención militar en Iraq.
Anda que no le repartieron al simpático Powell por aquella intervención de la que nunca se arrepentirá bastante y que ha marcado para siempre su vida política.
Para mí, Colin Powell siempre tuvo un cierto atractivo. Quizás mi ingenuidad, mayor si cabe en aquellos años, jugaba a su favor. Cuando fue a dar el salto a la política estuvo dudando entre ambos partidos. Y, cuando fue nombrado secretario de estado por George W. Bush, yo fui de los que pensó que Powell había iniciado su acceso a la Casa Blanca. No fueron pocos los que pronosticaron que sería el primer negro en el despacho oval.
Desgraciadamente, Colin Powell se implicó tan a fondo en la estrategia Bush contra el eje del mal que su carrera quedó marcada pasa siempre. Él mismo lo reconoció meses después de dejar el cargo. Contó sus dudas respecto de los papeles que le prepararon para aquella comparecencia en la ONU. Contó como pidió una y mil confirmaciones y ninguna le sirvió para transmitir suficiente convicción en sus palabras. Contó como entró en la sala del Consejo de Seguridad seguro de que no iba a decir, en el mejor de los casos, toda la verdad. Pero entró. Y habló. Y el ejemplar general Powell escribió su última página.
El País contribuyó a echar todas las paladas de tierra que pudo a su tumba. Pero ahora… ay amigo… ahora apoya al mesías del siglo XXI y El País saca sus mejores armas para recordar lo que le interesa e ignorar lo que le interesa.
Dicen mis padres que no hay peor mentira que una media verdad. Y, ¿quién soy yo para llevarles la contraria?.
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