Vaya por delante que si alguien tenía alguna duda, cuando lea este post va a tener claro que soy un sectario. Eso, en el mejor de los casos. Habrá, incluso, quien crea que soy un fascista, un machista, un retrógrado, un... Me da lo mismo. No me considero ninguna de esas cosas ni otras lindezas parecidas y creo tener derecho a manifestar mi opinión, aunque sea amparado en el anonimato de este mi blog.
Nada que ver con el desparpajo que demuestra, en el suyo, la nueva ministra de Igualdad, Bibiana Aido. El suyo Amanece en Cádiz está mucho mejor diseñado, más completo y, sobre todo, ella no tiene que ocultarse para opinar. Espero que desde su ministerio, recién creado, se haga algo por evitar está como otras disfunciones. Sí amigos míos, sí. En este país todavía hay demasiados casos en los que no es lo mismo según que se opine.
Cualquier crítica a una mujer, a su quehacer, a su labor, a su comportamiento, a su vestimenta,... es visto como un síntoma de machismo o de antifeminismo. ¡Qué lástima!. Quizás nuestra Bibiana Aido podría empezar por ahí. Cualquier español puede criticar el nombramiento de cualquier ministro. Va de suyo. Pero si alguno criticamos a las ministras es que tenemos un poso antiguo. Acepto que en no pocas ocasiones, las críticas a las ministras rezuman machismo mal disimulado; que se cae en las bromas facilonas y masculinas que debemos desterrar cuanto antes; que muchas de las críticas o simples comentarios que se están lanzando contra la llegada de Carmen Chacón a Defensa no se sostienen desde un punto de vista lógico y racional. Pero, aceptado todo eso, me niego a aceptar que no se pueda criticar a las ministras. Si somos iguales, y yo no lo creo, veda abierta para la crítica.
No, no creo que seamos iguales. No ya mujeres y hombres. Sino los hombres entre nosotros y las mujeres entre ellas. Afortunadamente no somos iguales y yo no quiero que seamos iguales. Eso no tiene nada que ver con supuestas discriminaciones. Para nada. Siempre he trabajado con mujeres. Me han mandado mujeres. He mandado a mujeres. He tenido y tengo excelentes colaboradoras y colaboradores. He sufrido mujeres torpes y hombres igual de torpes. Pero todos , ellos, ellas y yo, eramos y somos diferentes.
Que manía tienen algunos con la igualdad. Voy a poner un ejemplo sencillo. Yo hecho muchas horas en el trabajo. Mi mujer, mis amigos, las personas que me quieren bien, dicen que demasiadas horas. Probablemente tiene que ver con que me gusta mi trabajo y disfruto haciéndolo. Pero, seguro que también hay un componente de que no soy todo lo bueno que creo que soy y necesito más tiempo que otras personas para desarrollarlo como creo que se tiene que hacer. He tenido compañeros y compañeros de trabajo que, para la misma labor, necesitan echar menos horas o que se organizan mejor el tiempo y no por ello trabajan peor o tienen peores resultados. Todo lo contrario. Son brillantes en su labor.
¿Por qué tenemos que ser iguales o dedicarle el mismo tiempo?. Si hay una mujer que lo hace igual o mejor que yo, pero en menos tiempo, pues mejor para ella y para el resultado final. No seré yo quien diga que se tiene que quedar más horas sólo porque yo soy más lento o más torpe.
Entiendo que se me dirá que el tema de la Igualdad no va por ahí, sino porque ellas tengan las mismas oportunidades que yo. Lo acepto, pero esa cuestión no se soluciona creando un ministerio de Igualdad. He conocido a muchos hombres que siguen teniendo, como primer criterio a la hora de contratar a una mujer, el hecho de comprobar si está buena o no. Eso si es machismo y contra eso, no vale de nada un ministerio de Igualdad. Lo que funciona en esos casos es mandar a esos individuos a la granja de la que nunca debieron salir. Otros, también conozco casos, no las ven con los mismo ojos. Simplemente piensan que nunca deberían haber salido del paritorio y de la cocina de casa.
Contra esos casos, me valdría un ejemplo parecido. Mandémolos a su hogar a hacerse cargo de él. De tener la casa a punto, de hacer las tareas normales en cualquier casa. Sólo con eso, sin tener que trabajar fuera de casa, la inmensa mayoría de los hombres, también de las nuevas generaciones, se morirían antes de cumplir los seis meses. No sabrían ni por donde empezar. Esto, además, nos confirma que no somos iguales. Espero que quede claro mi parecer, aunque sólo sea para unos pocos. La mayoría que me siga tachado de machista, fascista, retrógrado,... merece mis más absoluto desprecio.
Tras todo lo dicho, me gustaría dejar un apunte sobre una de las principales novedades del nuevo gobierno. El nombramiento de Carmen Chacón como ministra de Defensa me llena de dudas. No porque sea mujer, no porque esté embarazada, no porque sea pacifista o no haya hecho la mili. Hemos tenido ministros de Defensa que no eran especialmente belicosos ni habían hecho la mili. Me preocupa su inexperiencia. No su juventud, su inexperiencia.
Ha gestionado más bien poco, por no decir nada. Ha dirigido equipos pequeños, en comparación con lo que es un ministerio y Defensa es una cartera compleja. Que conste que sólo planteo mis dudas, no la critico sin más. Creo que tiene algunos valores a priori como para marcar una etapa interesante, pero necesitará ayuda y suerte para que cuaje. Y uno de los elementos que más me inquieta es la disfunción que existe entre una persona que tiene tendencia natural a los medios y una cartera que es, necesariamente, discreta.
Ejemplos tenemos de lo que pasa cuando una persona con afán de notoriedad pública llega a este ministerio. Ejemplos que mejor sería olvidar. Por eso, sólo me permito decir que Chacón debería pensar en personas como su antecesor, José Antonio Alonso, o Alberto Oliart, o el mismo Narcís Serra, y hacer de ellos un ejemplo a seguir. Si logra aunar esa misma discreción con su probada capacidad política, Chacón hará historia y no sólo por el mero hecho de ser la primera mujer ministra de Defensa. Suerte!
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