miércoles, 23 de abril de 2008

COSAS DE CARTAS

Yo no soy jugador de cartas. Es más, no me gusta jugar a las cartas. Sólo, cuando jugaba de crio con mis abuelos, me reía un poco. Pero no me gustan las cartas. En la facultad no jugué nunca. Nunca he aprendido a jugas al mus, o al bridge, o al poker. Ni ganas que tengo. Como normal general, los jugadores de cartas, los que lo hacen por afición, por gusto y por pasión, me parecen falsos, embusteros, fanfarrones y malos perdedores.
Descargan toda su habilidad en disimular su juego, tratar de descubrir el del contrario y, en todo caso, ser más osado que el contrincante. Suelen ser personas solitarias, poco dadas a jugar en equipo y, cuando juegan en pareja, es porque no les queda más remedio (el juego manda). Pero no lo aceptan de buen grado y utilizan a su pareja como si fuese poco más que un subalterno. Peor para quien se deja someter.
Los jugadores de cartas, aunque sean mujeres, suelen tener un punto testosterónico muy acusado. Aquello de comer una y contar 20, o la mía es la más larga y la más grande, o te voy a meter de todo menos miedo. Fanfarroneo puro y duro que no va a ningún sitio más allá de palabras huecas. Hay pocas cosas tan lamentables como escuchar a personas adultas y supuestamente inteligentes hablando de sus partidas de mus o de poker y de como ganaron y/o engañaron al contrario.
Y casi lo peor de todo es que no pueden contenerse. Venga o no venga a cuento se lanzan al pavoneo. Es más, no se cortan a la hora de utilizar las cartas como simil sistemáticamente y no se dan cuenta de lo que tal comparación lleva implícita,... o sí.

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