Cualquier día se va a sorprender a si mismo. Es más, estoy seguro de que ya ni se conoce cuando se afeita por las mañanas. Ha cambiado tanto de peinado, de maquillaje, de sastre. Ha pasado tantas veces por el cirujano que comparte con Belén Esteban y se ha dejado fotografiar desde tantos ángulos diferentes y ha posado en tantas posiciones (algunas inverosímiles) que ni se acuerda de cual es su cara, su peinado, su yo más íntimo.
En esta ocasión, con legitimidad absoluta, volverá a contestar que está haciendo lo que todo el mundo (la inmensa mayoría) le ha pedido. Y tendrá parte de razón. Pero lo habrá hecho de nuevo tarde. Va a terminar por desandar todo lo han dado durante sus casi 7 años de presidencia. Al menos en materia económica porque no le veo derogando la Ley del Aborto o la del Matrimonio Gay. Pero todo es posible.
De muchos políticos se ha dicho aquello de que “sólo acierta cuando rectifica” y en el caso de Zapatero ni siquiera esto es cierto. Cuando rectifica, llega tarde. Se resiste, trata de sobrevivir. Y al final termina cediendo. A regañadientes. Con mala cara. Anunciándolo a destiempo. Y así no vale. Esa forma de rectificar, como casi todo lo que hace, es un chorro de agua oxigenada en una herida abierta en el abdomen por una mina antipersona. Es como esas películas del oeste donde, sangrando a borbotones por el estómago después de haber recibido varios tiros, viene el compadre de turno y te da un trago de güisqui. Seguro que daño no te hace pero ayudar no ayuda un capullo.
Es posible que en estos mismos momentos esté pensando en adelantar las elecciones. Total, lo ha negado tantas veces que se acerca la hora de rectificar también en eso. Es posible que crea llegado el momento de anunciar que no se vuelve a presentar. Total, ha insistido tantas veces en que todavía no ha adoptado una decisión que seguro que ya lo tiene claro. Es posible, incluso, que baraje la posibilidad de cesar y dejar que otra persona del PSOE trate de enderezar el rumbo. Pero también es posible que la metamorfosis no dé para tanto.
En todo caso, y sólo para tratar de hacer memoria colectiva, no podemos olvidar que el presupuesto para el año que viene, aunque sea una ñorda, está todavía a debate. Lo digo porque ya está incumpliéndolo sin siquiera haberlo reformado durante la tramitación en curso. Que va a pasar cuando ya esté aprobado? Pues lo mismo, que será un montón de folios para las hemerotecas sin ninguna otra validez.
No podemos olvidar que cuando el PP privatizó empresas públicas siguiendo un plan ordenado era “vender las joyas de la abuela” y ahora se va a liquidar una parte importante de lo que queda sin ninguna estrategia y por pura necesidad y parece que es la octava maravilla de la política moderna. No podemos perder de vista que si se hubiese sabido anticipar un poco el lío que se nos venía encima podríamos estar en unas condiciones extraordinariamente mejores y, sobre todo, sin esta sensación de sin vivir que nos acongoja.
No soy yo de los que opina que todo se arregla convocando elecciones. No. Pero el precedente cercano, muy cercano, de las catalanas me deja una única impresión. La huida hacia adelante es tan vertiginosa y desordenada que nada se va a tener en cuenta. Ninguna opinión, ningún hecho, ninguna persona parece en condiciones de interrumpir la firme voluntad de José Luis Rodríguez Rectificador de acabar con nosotros a la par que con la legislatura.
Por eso, aunque no soy yo de rezar, que dios nos coja confesados.
jueves, 2 de diciembre de 2010
sábado, 27 de noviembre de 2010
OTRA VEZ TARDE
La idea no era mala. La imagen hubiese sido tranquilizadora en otras circunstancias. Incluso las palabras eran las necesarias en tales circunstancias. Pero algo falla. Algo que es tan peligroso como inamovible ya. Al presidente Zapatero ya no le cree nadie y ese es un lastre del que no es fácil desprenderse.
Los principales empresarios de España arropando al presidente es, en principio, una imagen potente. Es todo un mensaje. Pero luego resulta que ves a todos los hombres del presidente en la primera fila de la sala de prensa y transmiten la sensación de claro escepticismo. Por utilizar un símil que sea del agrado del presidente, cuando Guardiola da instrucciones a sus jugadores o planifica un partido, todos los jugadores se muestran convencidos de que eso es lo que hay que hacer. A lo mejor no entienden el por qué. A lo mejor tienen otras opiniones. Pero se dejan llevar porque confían plenamente en el mister.
Viendo a Rubalcaba, Salgado, Monteira, Campa y compañía durante la rueda de prensa de este sábado daba la impresión de que estaban pensando más en como iban a arreglar los desaguisados que están sobre la mesa porque saben que lo de hoy no ha servido nada más que para completar la galería de fotos de Zapatero. Tenían el cuerpo en la sala de prensa de Moncloa pero la cabeza en otro sitio. Las palabras de Zapatero les eran tan ajenas como las que se han pronunciado en la reunión. Nada saldrá de ellas.
Y la clave vuelve a estar en el mal calculo de los tiempos. Parece mentira que alguien que ha sido tan bueno manejando los tiempos en su carrera política haya perdido el tacto. Llegó tarde a aceptar la realidad de la crisis. Llegó tarde a afrontar las reformas y ha vuelto a llegar tarde ante la segunda oleada de la crisis de la deuda soberana. No vio venir el embate de los mercados. No se dio cuenta de que la urgencia de las reformas es máxima. No quiso asumir que su despliegue de buenas palabras ya no convence a nadie.
Para salir de la reunión y decir que es necesario el esfuerzo de todos, que las reformas se harán y que España no está en riesgo no es necesario montar este sarao en Moncloa.
Mucho más efectivo hubiese sido, presidente, que hubiesen salido Alierta., Botín, Ortega y alguno más y todos a coro hubiesen dicho aquello de “sabemos lo que estamos haciendo, sabemos lo que hay que hacer, lo vamos a hacer. Saldremos de esta”. Pero claro. Eso hubiese transmitido el peor de los mensajes. Zapatero no es de fiar y menos mal que hay otras personas a los mandos en España. Si ese hubiese sido el mensaje, la conclusión tendría que ser Qué pinta Zapatero en Moncloa?. Y eso no quiere aceptarlo o asumirlo nadie.
Y en esas estamos. Zapatero donde siempre. Pero tarde. Y España donde casi siempre, estos últimos años. En riesgo.
Los principales empresarios de España arropando al presidente es, en principio, una imagen potente. Es todo un mensaje. Pero luego resulta que ves a todos los hombres del presidente en la primera fila de la sala de prensa y transmiten la sensación de claro escepticismo. Por utilizar un símil que sea del agrado del presidente, cuando Guardiola da instrucciones a sus jugadores o planifica un partido, todos los jugadores se muestran convencidos de que eso es lo que hay que hacer. A lo mejor no entienden el por qué. A lo mejor tienen otras opiniones. Pero se dejan llevar porque confían plenamente en el mister.
Viendo a Rubalcaba, Salgado, Monteira, Campa y compañía durante la rueda de prensa de este sábado daba la impresión de que estaban pensando más en como iban a arreglar los desaguisados que están sobre la mesa porque saben que lo de hoy no ha servido nada más que para completar la galería de fotos de Zapatero. Tenían el cuerpo en la sala de prensa de Moncloa pero la cabeza en otro sitio. Las palabras de Zapatero les eran tan ajenas como las que se han pronunciado en la reunión. Nada saldrá de ellas.
Y la clave vuelve a estar en el mal calculo de los tiempos. Parece mentira que alguien que ha sido tan bueno manejando los tiempos en su carrera política haya perdido el tacto. Llegó tarde a aceptar la realidad de la crisis. Llegó tarde a afrontar las reformas y ha vuelto a llegar tarde ante la segunda oleada de la crisis de la deuda soberana. No vio venir el embate de los mercados. No se dio cuenta de que la urgencia de las reformas es máxima. No quiso asumir que su despliegue de buenas palabras ya no convence a nadie.
Para salir de la reunión y decir que es necesario el esfuerzo de todos, que las reformas se harán y que España no está en riesgo no es necesario montar este sarao en Moncloa.
Mucho más efectivo hubiese sido, presidente, que hubiesen salido Alierta., Botín, Ortega y alguno más y todos a coro hubiesen dicho aquello de “sabemos lo que estamos haciendo, sabemos lo que hay que hacer, lo vamos a hacer. Saldremos de esta”. Pero claro. Eso hubiese transmitido el peor de los mensajes. Zapatero no es de fiar y menos mal que hay otras personas a los mandos en España. Si ese hubiese sido el mensaje, la conclusión tendría que ser Qué pinta Zapatero en Moncloa?. Y eso no quiere aceptarlo o asumirlo nadie.
Y en esas estamos. Zapatero donde siempre. Pero tarde. Y España donde casi siempre, estos últimos años. En riesgo.
domingo, 21 de noviembre de 2010
ME EQUIVOQUÉ
Los liberales están de moda. Ya sea para proclamarse como tal o para convertirlos en objetivo de críticas. Pasa un poco con ellos como pasaba con los socialdemócratas hace 30 años. Que muchos se proclamaban como tales con orgullo y otros los criticaban por el mero hecho de serlo, sin entrar demasiado en el fondo de sus argumentos y de sus principios. Luego, pocos años después, los socialdemócratas tuvieron que reciclarse a marchas forzadas si no querían ser objeto de mofa. Y ahí seguimos.
Los liberales están de moda, decía, y como toda moda empieza a dar lugar a múltiples familias de lo más variopinto. Tal es así que, en muchos casos, da la impresión de que el calificativo de “liberal” es como una piel de cordero bajo la que se esconde lo mismo un lobo, que un ulises, que vete tú a saber el qué.
Alguien tan poco sospechoso como Esperanza Aguirre, que se autoproclama liberal desde los tiempos en que el éxito era de los socialdemócratas y los liberales, en España, eran una “rara avis”, sigue empuñando la bandera liberal. Es más, presume al colocarle esa etiqueta a cualquiera de las medidas que adopta, como la reciente reducción del número de empresas y entidades públicas en la Comunidad de Madrid o como la reducción del número de horas sindicales. Sin embargo, mantiene otras muchas políticas muy poco liberales.
Por ejemplo, el férreo control que ejerce sobre otros entes públicos como Telemadrid o el Canal de Isabel II. Ya podría aplicar ahí un poco de ese liberalismo que pregona y derrocha en otras partes. Y no le dejo de reconocer cierta coherencia cuando ha sido discrepante con su partido para defender aspectos complicados como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero me da la sensación que ahí pesaba más el saco de votos que los principios liberales.
De hecho, ya he dejado escrito en otro párrafo de este mismo blog (hace ya meses, la verdad) que los principios se han convertido más en una frase, en un elemento de los discursos, que en un elemento que rige el comportamiento interno de las personas. También de los políticos. Resulta que son legión los que autoproclamándose liberales han respaldado las intervenciones de grandes empresas durante esta crisis para evitar la quiebra. Han sido favorables a lanzar miles de salvavidas, en forma de fajos de billetes, para evitar naufragios que no sabemos a quién se hubiesen llevado por delante.
Por otra parte, no son pocos los que se autoproclaman de izquierdas y que por ello habrían de respaldar esos rescates pero los han criticado porque beneficiaban a esos empresarios que nos habían, según ellos, llevado a la ruina. No dejo de percibir cierta esquizofrenia en esta situación. Los que siempre han defendido la tesis del estado mínimo están encantados de que ese mínimo estado se destine a salvarles el culo. Y los que han preconizado el estado máximo son reticentes a que ese máximo sirva para mantener a flote las empresas que les han permitido disfrutar de las bondades de occidente sin las maldades del comunismo.
Me da un poco de miedo, la verdad, comprobar esos comportamientos. Son los propios de quien trata de justificarse y salir para adelante sin asumir sus propios errores. Sin decir aquello tan sencillo de “me equivoqué”. Todos se equivocaron estos últimos 25 ó 30 años. Y por esos errores estamos donde estamos. Unos más que otros, puede ser. Pero todos se equivocaron y cuando ninguno quiere reconocerlo me inclino a pensar que es porque ya tienen preparado el siguiente engaño. Y lo volveremos a pagar entre todos.
Quizás es por cosas como estas por las que cada vez desconfío más de todos los que hablan. Por eso me estoy volviendo tan suspicaz o tan escéptico, vete tu a saber. Pero es que no te dejan muchas opciones. Y cada vez que alguien abre la boca para hablar de sus principios o de la incoherencia de los principios del otro, me entran ganas de sacar la podadora y “sanear” el asunto para que florezca de nuevo, con brío y con fuerza, que es lo que necesitamos. Porque, no sé si te has dado cuenta, pero llevamos más de un siglo sin ideas, sin aportaciones realmente interesantes y adaptadas a los tiempos que vivimos y eso sólo demuestra que estamos en una fase de una enorme pobreza intelectual. Somos grandes destrozando las ideas de los demás de una forma apocalíptica, pero no tenemos la más mínima capacidad para llenar el hueco que dejamos con nada nuevo, nuestro, con futuro.
Los liberales están de moda, decía, y como toda moda empieza a dar lugar a múltiples familias de lo más variopinto. Tal es así que, en muchos casos, da la impresión de que el calificativo de “liberal” es como una piel de cordero bajo la que se esconde lo mismo un lobo, que un ulises, que vete tú a saber el qué.
Alguien tan poco sospechoso como Esperanza Aguirre, que se autoproclama liberal desde los tiempos en que el éxito era de los socialdemócratas y los liberales, en España, eran una “rara avis”, sigue empuñando la bandera liberal. Es más, presume al colocarle esa etiqueta a cualquiera de las medidas que adopta, como la reciente reducción del número de empresas y entidades públicas en la Comunidad de Madrid o como la reducción del número de horas sindicales. Sin embargo, mantiene otras muchas políticas muy poco liberales.
Por ejemplo, el férreo control que ejerce sobre otros entes públicos como Telemadrid o el Canal de Isabel II. Ya podría aplicar ahí un poco de ese liberalismo que pregona y derrocha en otras partes. Y no le dejo de reconocer cierta coherencia cuando ha sido discrepante con su partido para defender aspectos complicados como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero me da la sensación que ahí pesaba más el saco de votos que los principios liberales.
De hecho, ya he dejado escrito en otro párrafo de este mismo blog (hace ya meses, la verdad) que los principios se han convertido más en una frase, en un elemento de los discursos, que en un elemento que rige el comportamiento interno de las personas. También de los políticos. Resulta que son legión los que autoproclamándose liberales han respaldado las intervenciones de grandes empresas durante esta crisis para evitar la quiebra. Han sido favorables a lanzar miles de salvavidas, en forma de fajos de billetes, para evitar naufragios que no sabemos a quién se hubiesen llevado por delante.
Por otra parte, no son pocos los que se autoproclaman de izquierdas y que por ello habrían de respaldar esos rescates pero los han criticado porque beneficiaban a esos empresarios que nos habían, según ellos, llevado a la ruina. No dejo de percibir cierta esquizofrenia en esta situación. Los que siempre han defendido la tesis del estado mínimo están encantados de que ese mínimo estado se destine a salvarles el culo. Y los que han preconizado el estado máximo son reticentes a que ese máximo sirva para mantener a flote las empresas que les han permitido disfrutar de las bondades de occidente sin las maldades del comunismo.
Me da un poco de miedo, la verdad, comprobar esos comportamientos. Son los propios de quien trata de justificarse y salir para adelante sin asumir sus propios errores. Sin decir aquello tan sencillo de “me equivoqué”. Todos se equivocaron estos últimos 25 ó 30 años. Y por esos errores estamos donde estamos. Unos más que otros, puede ser. Pero todos se equivocaron y cuando ninguno quiere reconocerlo me inclino a pensar que es porque ya tienen preparado el siguiente engaño. Y lo volveremos a pagar entre todos.
Quizás es por cosas como estas por las que cada vez desconfío más de todos los que hablan. Por eso me estoy volviendo tan suspicaz o tan escéptico, vete tu a saber. Pero es que no te dejan muchas opciones. Y cada vez que alguien abre la boca para hablar de sus principios o de la incoherencia de los principios del otro, me entran ganas de sacar la podadora y “sanear” el asunto para que florezca de nuevo, con brío y con fuerza, que es lo que necesitamos. Porque, no sé si te has dado cuenta, pero llevamos más de un siglo sin ideas, sin aportaciones realmente interesantes y adaptadas a los tiempos que vivimos y eso sólo demuestra que estamos en una fase de una enorme pobreza intelectual. Somos grandes destrozando las ideas de los demás de una forma apocalíptica, pero no tenemos la más mínima capacidad para llenar el hueco que dejamos con nada nuevo, nuestro, con futuro.
lunes, 8 de noviembre de 2010
UNA HIPOTESIS
¿Qué esconde la entrevista con Felipe González en El País?. La he leído con atención y hay unas cuantas cosas que no termino de entender. Para empezar, por qué la han publicado en el periódico después de haberla promocionado como parte de la revista del domingo. Máxime teniendo en cuenta que los panegíricos de Juan José Millás se publican siempre en la revista y no en el periódico. No termino de entender ese cambio si no se acepta que hay un objetivo, una intencionalidad en esa forma de publicación. Y cuál puede ser ese objetivo, esa intencionalidad? No creo tener respuesta a esa cuestión. Al menos, de momento.
Hace unos meses, el mismo escritor, por encargo del mismo diario, preparó otra andanada que en algunos de nosotros disparó las alarmas, ya sea pública o privadamente. Entonces, el panegírico fue dedicado a Alfredo Pérez Rubalcaba. Semanas después de aquello, un experto en las conspiraciones de la segunda mitad del siglo XX español, Luis María Ansón, dio una interpretación para aquel esfuerzo de propaganda. Se estaba preparando el relevo ordenado de Zapatero y el primer paso era lanzar la personalidad de Rubalcaba como la idónea para sustituir al presidente del Gobierno. En paralelo. José Blanco recuperaría las riendas del partido socialista para ordenar la sucesión. Hace sólo unos días, Blanco se ha quitado de encima el peso muerto de Leire Pajín.
Tal vez, esta nueva entrevista personal, amable y laudotoria entronque de alguna manera con esa operación de largo alcance. No tengo ni la información ni la capacidad de Ansón, pero la desconfianza es algo que se ha pegado a mi como una segunda piel.
Por otra parte, a nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que a González se le han escapado respuestas que, en realidad, no quería dar. A estas alturas, nadie puede pensar que el ex presidente del Gobierno puede dar un traspiés de tal calibre si tenerlo preparando. Sin tener un propósito. Pero, por qué dice ahora González lo que dice?.
Sin duda, no se trata de una confesión, largamente esperada, por otra parte. Sin duda, no se trata de una reivindicación de su labor. Ni es el momento, ni le hace falta, ni va a sacar ningún provecho de ello. Sin duda sabía que iba a desatar una tormenta entre la oposición. Y aún así lo hizo. ¿Por qué?
Hay otra cosa que me inquieta igualmente. González ha permanecido en un prudente segundo plano silencioso desde su retirada allá por 1997. Ha sido discreto en su quehacer incluso en los momentos en los que muchos esperaban que marcase la pauta de un partido a la deriva, tanto antes de la llegada de Zapatero como después. Tanto antes de recuperar el poder como después. Y sin embargo, el fue fiel a su silencio y a su discreción. Pero desde hace unos meses, Felipe ha ido recuperando cuota de presencia pública. Y eso está haciendo ahora. Pero, con qué propósito?
Sólo como hipótesis me atrevo a lanzar la siguiente. Vamos a suponer que, efectivamente, la entrevista de hace unos meses a Rubalcaba está en la misma línea estratégica que la de este fin de semana a González. Vamos a suponer que, efectivamente, todo son pasos de un propósito que sólo culmina a primeros de 2012. Si es así, es posible pensar que González, como Rubalcaba, estén participando en una gran operación para distraer la atención de los ciudadanos con la inestimable colaboración del PP.
Hablando de otras cosas, particularmente de temas relacionados con el pasado, cercano pero distante y cerrado, se deja de hablar de economía y de los problemas de los ciudadanos. Y lo peor es que queda la sensación de que es el propio PP el que está cambiando el tablero, lo cual supone del mayor interés para los socialistas y para el gobierno. Es una hipótesis que entroncaría perfectamente con las palabras que el propio Felipe pronunció junto a Zapatero en una reciente reunión del grupo socialista en el Congreso. En aquella ocasión, Felipe se mostró dispuesto a arrimar el hombro en lo que hiciese falta porque era el momento de la fidelidad absoluta al partido, según dijo.
Creo que está en ello. Y no sabemos hasta donde nos van a llevar. Hasta donde va a llegar.
Hace unos meses, el mismo escritor, por encargo del mismo diario, preparó otra andanada que en algunos de nosotros disparó las alarmas, ya sea pública o privadamente. Entonces, el panegírico fue dedicado a Alfredo Pérez Rubalcaba. Semanas después de aquello, un experto en las conspiraciones de la segunda mitad del siglo XX español, Luis María Ansón, dio una interpretación para aquel esfuerzo de propaganda. Se estaba preparando el relevo ordenado de Zapatero y el primer paso era lanzar la personalidad de Rubalcaba como la idónea para sustituir al presidente del Gobierno. En paralelo. José Blanco recuperaría las riendas del partido socialista para ordenar la sucesión. Hace sólo unos días, Blanco se ha quitado de encima el peso muerto de Leire Pajín.
Tal vez, esta nueva entrevista personal, amable y laudotoria entronque de alguna manera con esa operación de largo alcance. No tengo ni la información ni la capacidad de Ansón, pero la desconfianza es algo que se ha pegado a mi como una segunda piel.
Por otra parte, a nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que a González se le han escapado respuestas que, en realidad, no quería dar. A estas alturas, nadie puede pensar que el ex presidente del Gobierno puede dar un traspiés de tal calibre si tenerlo preparando. Sin tener un propósito. Pero, por qué dice ahora González lo que dice?.
Sin duda, no se trata de una confesión, largamente esperada, por otra parte. Sin duda, no se trata de una reivindicación de su labor. Ni es el momento, ni le hace falta, ni va a sacar ningún provecho de ello. Sin duda sabía que iba a desatar una tormenta entre la oposición. Y aún así lo hizo. ¿Por qué?
Hay otra cosa que me inquieta igualmente. González ha permanecido en un prudente segundo plano silencioso desde su retirada allá por 1997. Ha sido discreto en su quehacer incluso en los momentos en los que muchos esperaban que marcase la pauta de un partido a la deriva, tanto antes de la llegada de Zapatero como después. Tanto antes de recuperar el poder como después. Y sin embargo, el fue fiel a su silencio y a su discreción. Pero desde hace unos meses, Felipe ha ido recuperando cuota de presencia pública. Y eso está haciendo ahora. Pero, con qué propósito?
Sólo como hipótesis me atrevo a lanzar la siguiente. Vamos a suponer que, efectivamente, la entrevista de hace unos meses a Rubalcaba está en la misma línea estratégica que la de este fin de semana a González. Vamos a suponer que, efectivamente, todo son pasos de un propósito que sólo culmina a primeros de 2012. Si es así, es posible pensar que González, como Rubalcaba, estén participando en una gran operación para distraer la atención de los ciudadanos con la inestimable colaboración del PP.
Hablando de otras cosas, particularmente de temas relacionados con el pasado, cercano pero distante y cerrado, se deja de hablar de economía y de los problemas de los ciudadanos. Y lo peor es que queda la sensación de que es el propio PP el que está cambiando el tablero, lo cual supone del mayor interés para los socialistas y para el gobierno. Es una hipótesis que entroncaría perfectamente con las palabras que el propio Felipe pronunció junto a Zapatero en una reciente reunión del grupo socialista en el Congreso. En aquella ocasión, Felipe se mostró dispuesto a arrimar el hombro en lo que hiciese falta porque era el momento de la fidelidad absoluta al partido, según dijo.
Creo que está en ello. Y no sabemos hasta donde nos van a llevar. Hasta donde va a llegar.
lunes, 1 de noviembre de 2010
CANDIDATOS Y PRESIDENTES
Mañana, a esta hora, EE UU estará en plena efervescencia electoral. Son las conocidas como Elecciones de Medio Mandato ya que coinciden con el ecuador de los cuatro años del presidente de turno en el cargo. En este caso, parece que los electores van a censurar la labor de Barack Obama restándole apoyos al Partido Demócrata tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado de la Unión. Los analistas mejor informados están convencidos de que eso es lo que va ocurrir. Lo que no tienen tan claro es cuál será el alcance de ese giro y cuáles las consecuencias para la política de EE UU y para el futuro de Obama en concreto.
No es la primera vez que algo así ocurre. Las más recordadas son las recientes de Bill Clinton y Ronald Reagan en el último tercio del siglo pasado. Pero lo cierto es que es bastante habitual que, mediado el primer mandato de un presidente, los electores agudicen el contra poder de las cámaras legislativas para que los contrapesos del sistema americano funcionen de la mejor manera posible. Lo que llama la atención, en casos como el de Obama, es que, en tan poco tiempo, se haya desmoronado la ola que le llevó a la Casa Blanca como si fuese al última verdad revelada.
Las cualidades de Barack Obama como candidato eran indudables, hace dos años. Era un tío joven, apuesto, negro, con facilidad para leer los discursos y, parecía, con algo más en la cabeza que el cowboy cervecero de Texas. La ilusión que despertó fue pareja con esas características y con las de un país cansado, aburrido y bastante tenso. Y ganó. Desde entonces, salvedad hecha del inmerecido Premio Nobel de la Paz, nunca más se supo. Ha intentado algunas cosas, se ha cansado de dar discursos, cada vez con menos impacto y su figura y su labor se han ido desdibujando sin remedio.
No me atrevo, a estas alturas, a pronosticar si logrará la re-elección o no. Y mucho menos a predecir cuál será el balance de su presidencia. Lo que si me ronda la cabeza es una de esas ideas recurrentes cada vez que hablamos de los políticos. Un buen candidato hace un buen presidente? Un mal candidato puede hacer un buen presidente?
Tenemos ejemplos para todos los gustos. En nuestro reciente periodo democrático podemos coincidir en que tanto Suárez como González fueron tan buenos candidatos como presidentes. Calvo Sotelo no fue candidato pero si un buen presidente. De haber sido candidato, probablemente habría sido nefasto. Aznar no destacó como candidato y tuvo visos de buen presidente en muchas facetas, otras es mejor olvidarlas. Y Zapatero lució como candidato y se eclipsó totalmente como presidente.
No sería descartable que, si vuelve a ser candidato, volviese a mostrar sus mejores cualidades. Lo que es seguro es que si logra un tercer mandato su presidencia sólo ahondará su mala gestión. Mirando al otro lado, está claro que Rajoy ha sido y es un mal candidato pero queda una duda razonable sobre su capacidad como presidente. Quizá nunca tengamos ocasión de saberlo.
Pero lo que más me interesa de esta reflexión es la trampa perversa que esconde. Si los votantes nos dejamos guiar por las bondades del candidato corremos el riesgo cierto de sufrir a un mal presidente y si nos fiamos de las futuras cualidades de un presidente tenemos la obligación de apostar por un mal candidato confiando en una ruleta que no sabemos exactamente como gira. Malas condiciones para asegurar la apuesta. Y no tenemos, los electores, muchas más alternativas toda vez que se nos hurta la posibilidad de elegir a un buen candidato con la seguridad de que sea un buen presidente.
Así, nos encontramos con que la elección política tiene más de juego de azar que de decisión reflexiva y meditada. Sin embargo, unos y otros se empeñan en apelar a nuestra capacidad de raciocinio. Nos piden que seamos prudentes y evaluemos nuestra decisión. Y es lógico ya que las consecuencias van a ser importantes para nosotros y para el conjunto de nuestra sociedad. Pero ¿con que cartas jugamos de verdad?.
No es la primera vez que algo así ocurre. Las más recordadas son las recientes de Bill Clinton y Ronald Reagan en el último tercio del siglo pasado. Pero lo cierto es que es bastante habitual que, mediado el primer mandato de un presidente, los electores agudicen el contra poder de las cámaras legislativas para que los contrapesos del sistema americano funcionen de la mejor manera posible. Lo que llama la atención, en casos como el de Obama, es que, en tan poco tiempo, se haya desmoronado la ola que le llevó a la Casa Blanca como si fuese al última verdad revelada.
Las cualidades de Barack Obama como candidato eran indudables, hace dos años. Era un tío joven, apuesto, negro, con facilidad para leer los discursos y, parecía, con algo más en la cabeza que el cowboy cervecero de Texas. La ilusión que despertó fue pareja con esas características y con las de un país cansado, aburrido y bastante tenso. Y ganó. Desde entonces, salvedad hecha del inmerecido Premio Nobel de la Paz, nunca más se supo. Ha intentado algunas cosas, se ha cansado de dar discursos, cada vez con menos impacto y su figura y su labor se han ido desdibujando sin remedio.
No me atrevo, a estas alturas, a pronosticar si logrará la re-elección o no. Y mucho menos a predecir cuál será el balance de su presidencia. Lo que si me ronda la cabeza es una de esas ideas recurrentes cada vez que hablamos de los políticos. Un buen candidato hace un buen presidente? Un mal candidato puede hacer un buen presidente?
Tenemos ejemplos para todos los gustos. En nuestro reciente periodo democrático podemos coincidir en que tanto Suárez como González fueron tan buenos candidatos como presidentes. Calvo Sotelo no fue candidato pero si un buen presidente. De haber sido candidato, probablemente habría sido nefasto. Aznar no destacó como candidato y tuvo visos de buen presidente en muchas facetas, otras es mejor olvidarlas. Y Zapatero lució como candidato y se eclipsó totalmente como presidente.
No sería descartable que, si vuelve a ser candidato, volviese a mostrar sus mejores cualidades. Lo que es seguro es que si logra un tercer mandato su presidencia sólo ahondará su mala gestión. Mirando al otro lado, está claro que Rajoy ha sido y es un mal candidato pero queda una duda razonable sobre su capacidad como presidente. Quizá nunca tengamos ocasión de saberlo.
Pero lo que más me interesa de esta reflexión es la trampa perversa que esconde. Si los votantes nos dejamos guiar por las bondades del candidato corremos el riesgo cierto de sufrir a un mal presidente y si nos fiamos de las futuras cualidades de un presidente tenemos la obligación de apostar por un mal candidato confiando en una ruleta que no sabemos exactamente como gira. Malas condiciones para asegurar la apuesta. Y no tenemos, los electores, muchas más alternativas toda vez que se nos hurta la posibilidad de elegir a un buen candidato con la seguridad de que sea un buen presidente.
Así, nos encontramos con que la elección política tiene más de juego de azar que de decisión reflexiva y meditada. Sin embargo, unos y otros se empeñan en apelar a nuestra capacidad de raciocinio. Nos piden que seamos prudentes y evaluemos nuestra decisión. Y es lógico ya que las consecuencias van a ser importantes para nosotros y para el conjunto de nuestra sociedad. Pero ¿con que cartas jugamos de verdad?.
miércoles, 20 de octubre de 2010
SACADME DE AQUÍ
El domingo, en Ponferrada, lanzó el mensaje "vamos a remontar y vamos a ganar las elecciones de 2011 y las de 2012". Minutos después se dio cuenta de lo que había dicho a los suyos y pensó "y eso como coño se hace". Y, con el desparpajo que le caracteriza gritó "sacadme de aquí". Y, como si fuese el séptimo de caballería, ahí han aparecido Rubalcaba, Jauregui, Aguilar y Trini para echarle no una sino todas las manos del mundo para salvar las elecciones que se avecinan.
No voy a ensañarme en los análisis que todos han hecho ya. Rubalcaba es el hombre fuerte y se rodea de fieles para tener controlado el grupo parlamentario, demasiados dolores de cabeza ha dado ya el bueno de Toño Alonso; y el partido, lo de Leire era como Perea en el Atleti. Trini tenía que tener un premio por ser la tonta útil de la operación fallida contra Tomár Gómez. Aguilar le achica el espacio político a la izquierda del PSOE (alguien se acuerda de la absorción de Nueva Izquierda hace unos años en parecidas circunstancias). La renuncia de Zapatero a las esencias de Zapatero también es palmaria. Adiós a la paridad, adiós a las cuotas femeninas, adiós a las carteras ministeriales de diseño, adiós a todo lo que había ido sacando de la chistera durante estos siete años.
Me llama la atención que, pese a todo, el presidente del gobierno sigue teniendo una gran habilidad, o sexto sentido, o lo que quiera que sea para enredar y sacar beneficio siempre. Las tentaciones sucesorias de Rubalcaba (evidentes en la portada de El País de el miércoles)

quedan cortocircuitadas con su patada hacia arriba. Con la mayor soltura, se quita de encima la losa de Pajín que no ha podido meter más la pata porque no tiene más luces, porque intentar lo ha intentado. Y consigue la paradoja de degradar a Aido sin mandarla a su casa aprovechando que la buena muchacha no tiene ni oficio ni beneficio. Pero pasa inadvertido. Increíble.
Lo del peso político es una cosa. Lo de afrontar las elecciones con un cierto optimismo de recuperación es una cosa. Y lo que ha hecho Zapatero es un aparatoso juego floral que, como casi todos los suyos, tendrá la duración de un centro de flores del día de la madre. Otra cosa es lo que muñe y remuñe Rubalcaba (insisto, sublime El País recuperando la loa de Millas, publicada en el Dominical de junio a los pocos minutos de saltar la noticia) con calma pero sin pausa.
Y, por cierto, todo a cuenta de la salida pactada de Corbacho. A quién sustituye un tal Valeriano que estuvo manifestándose antes de ayer contra la reforma laboral que ahora tiene que aplicar. Sublime.
Digo yo, SACADME DE AQUÍ!
No voy a ensañarme en los análisis que todos han hecho ya. Rubalcaba es el hombre fuerte y se rodea de fieles para tener controlado el grupo parlamentario, demasiados dolores de cabeza ha dado ya el bueno de Toño Alonso; y el partido, lo de Leire era como Perea en el Atleti. Trini tenía que tener un premio por ser la tonta útil de la operación fallida contra Tomár Gómez. Aguilar le achica el espacio político a la izquierda del PSOE (alguien se acuerda de la absorción de Nueva Izquierda hace unos años en parecidas circunstancias). La renuncia de Zapatero a las esencias de Zapatero también es palmaria. Adiós a la paridad, adiós a las cuotas femeninas, adiós a las carteras ministeriales de diseño, adiós a todo lo que había ido sacando de la chistera durante estos siete años.
Me llama la atención que, pese a todo, el presidente del gobierno sigue teniendo una gran habilidad, o sexto sentido, o lo que quiera que sea para enredar y sacar beneficio siempre. Las tentaciones sucesorias de Rubalcaba (evidentes en la portada de El País de el miércoles)

quedan cortocircuitadas con su patada hacia arriba. Con la mayor soltura, se quita de encima la losa de Pajín que no ha podido meter más la pata porque no tiene más luces, porque intentar lo ha intentado. Y consigue la paradoja de degradar a Aido sin mandarla a su casa aprovechando que la buena muchacha no tiene ni oficio ni beneficio. Pero pasa inadvertido. Increíble.
Lo del peso político es una cosa. Lo de afrontar las elecciones con un cierto optimismo de recuperación es una cosa. Y lo que ha hecho Zapatero es un aparatoso juego floral que, como casi todos los suyos, tendrá la duración de un centro de flores del día de la madre. Otra cosa es lo que muñe y remuñe Rubalcaba (insisto, sublime El País recuperando la loa de Millas, publicada en el Dominical de junio a los pocos minutos de saltar la noticia) con calma pero sin pausa.
Y, por cierto, todo a cuenta de la salida pactada de Corbacho. A quién sustituye un tal Valeriano que estuvo manifestándose antes de ayer contra la reforma laboral que ahora tiene que aplicar. Sublime.
Digo yo, SACADME DE AQUÍ!
jueves, 23 de septiembre de 2010
LOS SECUNDARIOS
Hubo un tiempo en el que las películas lucían tanto por sus protagonistas como por sus secundarios. Si Humphrey Bogart llenaba "El tesoro de Sierra Madre", había un hueco de sobra para Walter Huston. Las mejores pelis americanas de Alfred Hitchcock cuentan con presencias como las de Leo G. Caroll o Thelma Ritter para apuntalar. Walter Brennan, Elsa Lanchaster, Ward Bond, Charles Coburn,... La lista sería interminable.
En España también fuimos especialistas en combinar grandes protagonistas con mejores secundarios. Las hermanas Caba Alba, Xan das Bolas, Manolo Morán,... En uno y en otro caso, lo más importante es que había protagonistas de fuste y segundarios sólidos.
Con los años (y no se me puede tachar de nostálgico en esto) hemos perdido a los protagonistas. La industria o lo que sea ha ido dejando paso a jovencitos sin fundamento que se ve que tienen tirón para la taquilla (que venden entradas vamos) pero que no sostienen una película o una obra de teatro ni de coña. El remedio más inmediato suele ser rodearlos de grandes secundarios y ahí si que no fallamos.
Es curioso porque es un ciclo un poco sorprendente. Empiezan jóvenes y lamentables, pero protagonistas. Se van haciendo como mucha lentitud y no menos trabajo. Y cuando están en el momento óptimo, dejan paso a nuevos imberbes que los convierten en secundarios más que aceptables. Entre tanto, no pocas veces, comienzan a refugiarse en las tablas, que es donde se terminan de dorar lejos de las cámaras que son devoradoras por naturaleza.
Este proceso es muy evidente en el caso del cine y del teatro, probablemente porque están expuestos muchas horas ante el público y nos enteramos de muchos entresijos. Pero voy dándome cuenta de que es un proceso que se amplía a otros campos. Cada vez a más campos para ser exactos.
Últimamente, incluso, afecta a la política. Me saltó la alerta cuando leí que Antonio Asunción volvía a la política. Ese hombre que tiene en su haber el ser un ministro dimisionario por coherencia con sus obligaciones. Esa persona a la que no creo que nadie pueda acusar de haber levantado la voz o de haber dicho nada inapropiado o injurioso nunca en su vida. Al hilo de ello y de la proliferación de las primarias en el PSOE [ojo al parche porque cuando el PSOE entra en primarias suele ser síntoma de que está en crisis aguda que tarda en superar] me he dado cuenta de que en su estrategia de férreo control del partido, Zapatero se ha deshecho de todos los posibles líderes potentes en las autonomías. Eso le viene muy bien, internamente, mientras no hay elecciones. Porque con personas de medio pelo se libra de tener que debatir y se mueve en un remanso de paz.
Pero cuando llegan las elecciones se encuentra que esos sinsubstancia que ha estado alimentando no tienen fuste para lidiar con las urnas y le entran las prisas y los agobios y los problemas. Pero como ha escogido protagonistas de desecho no tiene margen de maniobra. Los secundarios pueden ser más que buenos (en muchos casos lo son) pero están fuera del hilo principal de la historia.
En España también fuimos especialistas en combinar grandes protagonistas con mejores secundarios. Las hermanas Caba Alba, Xan das Bolas, Manolo Morán,... En uno y en otro caso, lo más importante es que había protagonistas de fuste y segundarios sólidos.
Con los años (y no se me puede tachar de nostálgico en esto) hemos perdido a los protagonistas. La industria o lo que sea ha ido dejando paso a jovencitos sin fundamento que se ve que tienen tirón para la taquilla (que venden entradas vamos) pero que no sostienen una película o una obra de teatro ni de coña. El remedio más inmediato suele ser rodearlos de grandes secundarios y ahí si que no fallamos.
Es curioso porque es un ciclo un poco sorprendente. Empiezan jóvenes y lamentables, pero protagonistas. Se van haciendo como mucha lentitud y no menos trabajo. Y cuando están en el momento óptimo, dejan paso a nuevos imberbes que los convierten en secundarios más que aceptables. Entre tanto, no pocas veces, comienzan a refugiarse en las tablas, que es donde se terminan de dorar lejos de las cámaras que son devoradoras por naturaleza.
Este proceso es muy evidente en el caso del cine y del teatro, probablemente porque están expuestos muchas horas ante el público y nos enteramos de muchos entresijos. Pero voy dándome cuenta de que es un proceso que se amplía a otros campos. Cada vez a más campos para ser exactos.
Últimamente, incluso, afecta a la política. Me saltó la alerta cuando leí que Antonio Asunción volvía a la política. Ese hombre que tiene en su haber el ser un ministro dimisionario por coherencia con sus obligaciones. Esa persona a la que no creo que nadie pueda acusar de haber levantado la voz o de haber dicho nada inapropiado o injurioso nunca en su vida. Al hilo de ello y de la proliferación de las primarias en el PSOE [ojo al parche porque cuando el PSOE entra en primarias suele ser síntoma de que está en crisis aguda que tarda en superar] me he dado cuenta de que en su estrategia de férreo control del partido, Zapatero se ha deshecho de todos los posibles líderes potentes en las autonomías. Eso le viene muy bien, internamente, mientras no hay elecciones. Porque con personas de medio pelo se libra de tener que debatir y se mueve en un remanso de paz.
Pero cuando llegan las elecciones se encuentra que esos sinsubstancia que ha estado alimentando no tienen fuste para lidiar con las urnas y le entran las prisas y los agobios y los problemas. Pero como ha escogido protagonistas de desecho no tiene margen de maniobra. Los secundarios pueden ser más que buenos (en muchos casos lo son) pero están fuera del hilo principal de la historia.
martes, 21 de septiembre de 2010
DESPISTES
Hasta ahora habíamos conocido casos diferentes de padres que dejaban a sus hijos en el coche (voluntariamente o por despiste) con el resultado de la muerte de los menores. Trágico olvido o trágica negligencia. Hoy hemos conocido un caso que revive aquello de que los extremos se tocan. El dueño de una residencia de ancianos de la madrileña localidad de Ciempozuelos asegura que un cúmulo de circunstancias le hizo olvidar que tenía a dos abuelos de 80 años en la furgoneta. Entre tanto él siguió haciendo sus cosas y cuando se acordó de los ancianos, estaban muertos.
Luis Miguel Aranda, que así se llama el hombre, se escuda en una llamada de teléfono que le distrajo de su rutina. La verdad es que si fuésemos honrados todos deberíamos reconocer que hemos tenido despistes, olvidos, distracciones,... El problema es que no todas acaban con una muerte (dos en este caso). Cuando hay muertos de por medio, todo es diferente. Todos queremos una cierta dosis de venganza en forma de pago, de indemnización. No es que no entendamos el descuido o el olvido, es que preferimos creer que a nosotros no nos va a pasar y que no debería pasar.
La verdad es que hay muchas cosas que no debería pasar y pasan. No deberían confundirse nunca derechos con obligaciones. Son elementos que discurren paralelos, entre otras cosas, porque nunca se tocan. No se pueden tocar. Pero no es menos cierto que cada vez con más frecuencia hay quien intenta que se confundan, mejor dicho, que saltemos de uno a otro como si no hubiese inconveniente. Y claro que los hay. ¡Vaya que si los hay!.
Este mismo año hemos visto como en España pasábamos de que el aborto fuese un delito a ser un derecho de la noche a la mañana. Como quien se acuesta mujer y se levanta hombre. O quien se acuesta alto, guapo y negro y se levanta pequeño, feo y blanco.
Con el derecho a la huelga está pasando un poco lo mismo. El principio que pretenden imponer los sindicatos es el de que "como trabajador tienes derecho (obligación) a la huelga" cuando ellos lo deciden. Y si no te gusta, te jodes. Haces huelga igual. Y no sólo es que lo piensen, que lo piensan, y que lo digan, que lo dicen. Lo más llamativo es que pretenden legalizarlo por la fuerza de los hechos. Pretenden que los servicios mínimos sean no servicios. Y que los piquetes informativos actúen a sus anchas.
Claro, sin la valiosa información de los piqueteros (sustituye información por lo que mejor te parezca) las huelgas serían lo que son, minoritarias por lo general y pacíficas por lo general. Pero los sindicatos y los sindicalistas quieren que se hable de ellos aunque sea bien. Es la única forma que tienen de demostrar que sirven para algo, la verdad. Cuando en un día de huelga no hay incidentes es como si no hubiese habido huelga y ellos eso no se lo pueden permitir. Y el 29S menos. Así que la van a liar. Más vale que te vayas preparando. Pero que lo intenten hacer con la anuencia de los servicios mínimos me parece la leche.
O sea, que si tu vienes de Parla a Madrid a currar en el cercanías, tienes derecho (no vaya a ser que no llegues a tiempo de formar parte del piquete y de la inevitable manifestación). Pero si vas de Madrid a Zaragoza a trabajar en AVE entonces no tienes derecho. O si vuelas de Málaga a Melilla. Insisto es para partirse de risa. Pero partir, lo que se dice partir, había que partirle la cara a más de uno. Y mira que la tienen dura.
Y a todas estas, nuestro presidente, ese que en los primeros años de Gobierno no salía de España porque le daba vergüenza y porque en casa se estaba muy calentito, ahora no deja de darse rulos por el mundo. Y ahora, hoy mismo, desde Naciones Unidas respalda la propuesta de una tasa (o varias) sobre los vuelos y las operaciones financieras para atajar la pobreza en el mundo. JA. Y si en lugar de seguir tocándonos los perendengues a los de siempre empezasen por cerrar la Alianza de Civilizaciones y por limitar los gastos innecesarios de tantos organismos, como la propia Naciones Unidas, qué tal?.
Lo dicho, el que no haya tenido nunca un despiste, una distracción o un olvido, que levante la mano.
Luis Miguel Aranda, que así se llama el hombre, se escuda en una llamada de teléfono que le distrajo de su rutina. La verdad es que si fuésemos honrados todos deberíamos reconocer que hemos tenido despistes, olvidos, distracciones,... El problema es que no todas acaban con una muerte (dos en este caso). Cuando hay muertos de por medio, todo es diferente. Todos queremos una cierta dosis de venganza en forma de pago, de indemnización. No es que no entendamos el descuido o el olvido, es que preferimos creer que a nosotros no nos va a pasar y que no debería pasar.
La verdad es que hay muchas cosas que no debería pasar y pasan. No deberían confundirse nunca derechos con obligaciones. Son elementos que discurren paralelos, entre otras cosas, porque nunca se tocan. No se pueden tocar. Pero no es menos cierto que cada vez con más frecuencia hay quien intenta que se confundan, mejor dicho, que saltemos de uno a otro como si no hubiese inconveniente. Y claro que los hay. ¡Vaya que si los hay!.
Este mismo año hemos visto como en España pasábamos de que el aborto fuese un delito a ser un derecho de la noche a la mañana. Como quien se acuesta mujer y se levanta hombre. O quien se acuesta alto, guapo y negro y se levanta pequeño, feo y blanco.
Con el derecho a la huelga está pasando un poco lo mismo. El principio que pretenden imponer los sindicatos es el de que "como trabajador tienes derecho (obligación) a la huelga" cuando ellos lo deciden. Y si no te gusta, te jodes. Haces huelga igual. Y no sólo es que lo piensen, que lo piensan, y que lo digan, que lo dicen. Lo más llamativo es que pretenden legalizarlo por la fuerza de los hechos. Pretenden que los servicios mínimos sean no servicios. Y que los piquetes informativos actúen a sus anchas.
Claro, sin la valiosa información de los piqueteros (sustituye información por lo que mejor te parezca) las huelgas serían lo que son, minoritarias por lo general y pacíficas por lo general. Pero los sindicatos y los sindicalistas quieren que se hable de ellos aunque sea bien. Es la única forma que tienen de demostrar que sirven para algo, la verdad. Cuando en un día de huelga no hay incidentes es como si no hubiese habido huelga y ellos eso no se lo pueden permitir. Y el 29S menos. Así que la van a liar. Más vale que te vayas preparando. Pero que lo intenten hacer con la anuencia de los servicios mínimos me parece la leche.
O sea, que si tu vienes de Parla a Madrid a currar en el cercanías, tienes derecho (no vaya a ser que no llegues a tiempo de formar parte del piquete y de la inevitable manifestación). Pero si vas de Madrid a Zaragoza a trabajar en AVE entonces no tienes derecho. O si vuelas de Málaga a Melilla. Insisto es para partirse de risa. Pero partir, lo que se dice partir, había que partirle la cara a más de uno. Y mira que la tienen dura.
Y a todas estas, nuestro presidente, ese que en los primeros años de Gobierno no salía de España porque le daba vergüenza y porque en casa se estaba muy calentito, ahora no deja de darse rulos por el mundo. Y ahora, hoy mismo, desde Naciones Unidas respalda la propuesta de una tasa (o varias) sobre los vuelos y las operaciones financieras para atajar la pobreza en el mundo. JA. Y si en lugar de seguir tocándonos los perendengues a los de siempre empezasen por cerrar la Alianza de Civilizaciones y por limitar los gastos innecesarios de tantos organismos, como la propia Naciones Unidas, qué tal?.
Lo dicho, el que no haya tenido nunca un despiste, una distracción o un olvido, que levante la mano.
jueves, 9 de septiembre de 2010
JODIDOS POR LA GRAN PUTADA
Dice Fernández Toxo, preboste de CC OO, que la huelga general es una gran putada. Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con él. La huelga general del 29-S es una gran putada que se podían y se debían ahorrar. No lo van a hacer. Peor para todos.
Una gran putada es tener que aguantar a los sindicatos. Con sus privilegios, con sus obsesiones y con su arcaico sentido de la sociedad. Propongo al INE que incluya a los sindicatos en su próxima encuesta sobre los problemas de los españoles. A lo mejor así, los políticos bajan una posición.
Una gran putada es tener que aguantar un Gobierno que no acierta cuando decide, ni cuando rectifica. Un Gobierno, el único del que tengamos noticia, del que los ministros están deseando salir voluntariamente. Un Gobierno que ni cuando se está quieto, tranquiliza a sus ciudadanos.
Una gran putada es tener a unos políticos que no dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen, ni hacen lo que deben, ni deben hacer lo que hacen.
Una gran putada es que Argentina nos dé un bañó en un amistoso y hay quien quiere cargarse al mismo seleccionador que nos ha hecho campeones del mundo por primera vez en la historia. El mismo seleccionador al que hace un mes, sólo un mes, queríamos convertir en el modelo para todos los ejecutivos del país.
Una gran putada es que haya quien utiliza a las personas con el máximo desparpajo. Véase el caso de Jesús Neira. Primero ariete contra Esperanza Aguirre por el trato médico que se le dio en el hospital en las primeras horas tras la agresión. Esos primeros momentos que le llevaron al coma y que muchos pensaron que podía ser un argumento que minase a la presidenta. Luego, rápida de reflejos populistas como siempre, Aguirre lo lleva al Observatorio de nada contra la Violencia Doméstica y, esos mismos, la acusan de utilizar a esa heroica figura. Y ahora, cuando el profesor Neira decide ser un ciudadano políticamente incorrecto, todos lo alejan de sí para acercárselo al otro. No me cae bien el tal Neira, pero debería haberse salido del foco en el minuto cero haciéndole una pedorreta a unos y otros.
Una gran putada es tener que aguantar a los terroristas con sus tonterías asesinas cada 7 u 8 años, como si tuviesen o debieran tener presencia en nuestra sociedad. Todos, yo el primero, lo reconozco, nos volcamos en interpretar y analizar sus comunicados y deberíamos ignorarlos a la par que marginarlos hasta que se muriesen (a poder ser, literalmente) de inanición.
Una gran putada es tener que creernos que estamos saliendo de la crisis cuando la gente sigue quedándose sin trabajo. Hay demasiada gente que tiene que recurrir a la familia y a los amigos para poder comer. Y el deterioro general está alcanzando unos niveles que necesitaremos del orden de veinte años para recuperarnos. Y no me gusta ser agorero.
Con tantas putadas por el medio, no me extraña que nos acabemos de enterar que la última aportación española a la paleontología de los dinosaurios sea un bicho jorobado. Por si no quedaba claro, le han puesto de nombre Pepito. Pepito el Jorobado, se entiende. Pero en este país está jorobado Pepito, Juanito, Jaimito, Paquito, Carlitos, Manolito, Luisito y la madre que nos parió a todos.
Perdón, más que jorobados, JODIDOS.
Una gran putada es tener que aguantar a los sindicatos. Con sus privilegios, con sus obsesiones y con su arcaico sentido de la sociedad. Propongo al INE que incluya a los sindicatos en su próxima encuesta sobre los problemas de los españoles. A lo mejor así, los políticos bajan una posición.
Una gran putada es tener que aguantar un Gobierno que no acierta cuando decide, ni cuando rectifica. Un Gobierno, el único del que tengamos noticia, del que los ministros están deseando salir voluntariamente. Un Gobierno que ni cuando se está quieto, tranquiliza a sus ciudadanos.
Una gran putada es tener a unos políticos que no dicen lo que piensan, ni piensan lo que dicen, ni hacen lo que deben, ni deben hacer lo que hacen.
Una gran putada es que Argentina nos dé un bañó en un amistoso y hay quien quiere cargarse al mismo seleccionador que nos ha hecho campeones del mundo por primera vez en la historia. El mismo seleccionador al que hace un mes, sólo un mes, queríamos convertir en el modelo para todos los ejecutivos del país.
Una gran putada es que haya quien utiliza a las personas con el máximo desparpajo. Véase el caso de Jesús Neira. Primero ariete contra Esperanza Aguirre por el trato médico que se le dio en el hospital en las primeras horas tras la agresión. Esos primeros momentos que le llevaron al coma y que muchos pensaron que podía ser un argumento que minase a la presidenta. Luego, rápida de reflejos populistas como siempre, Aguirre lo lleva al Observatorio de nada contra la Violencia Doméstica y, esos mismos, la acusan de utilizar a esa heroica figura. Y ahora, cuando el profesor Neira decide ser un ciudadano políticamente incorrecto, todos lo alejan de sí para acercárselo al otro. No me cae bien el tal Neira, pero debería haberse salido del foco en el minuto cero haciéndole una pedorreta a unos y otros.
Una gran putada es tener que aguantar a los terroristas con sus tonterías asesinas cada 7 u 8 años, como si tuviesen o debieran tener presencia en nuestra sociedad. Todos, yo el primero, lo reconozco, nos volcamos en interpretar y analizar sus comunicados y deberíamos ignorarlos a la par que marginarlos hasta que se muriesen (a poder ser, literalmente) de inanición.
Una gran putada es tener que creernos que estamos saliendo de la crisis cuando la gente sigue quedándose sin trabajo. Hay demasiada gente que tiene que recurrir a la familia y a los amigos para poder comer. Y el deterioro general está alcanzando unos niveles que necesitaremos del orden de veinte años para recuperarnos. Y no me gusta ser agorero.
Con tantas putadas por el medio, no me extraña que nos acabemos de enterar que la última aportación española a la paleontología de los dinosaurios sea un bicho jorobado. Por si no quedaba claro, le han puesto de nombre Pepito. Pepito el Jorobado, se entiende. Pero en este país está jorobado Pepito, Juanito, Jaimito, Paquito, Carlitos, Manolito, Luisito y la madre que nos parió a todos.
Perdón, más que jorobados, JODIDOS.
domingo, 5 de septiembre de 2010
¡LA QUE NOS ESPERA!
No por esperado deja de producirnos cierto desconcierto. Pero una vez leída la traducción que ellos mismos hacen del comunicado de ETA la espera y el desconcierto se convierten en cabreo, en la tradicional sensación de que nos vuelven a torear.
Después de su torticero repaso a la historia (triste historia) de los últimos 50 años, sólo alcanzan a decir que “ETA hace meses que ha decidido no seguir con las acciones armadas de carácter ofensivo”. Dicho en un español mucho más correcto:
1.- Como nos dan duro y cada vez nos cuesta más atentar, vamos a parar.
2.- Pero como vengan a detenernos, vamos a disparar.
3.- De entregar las armas, tururú.
4.- De entregarnos nosotros, mucho menos.
5.- Si queréis que os dejemos en paz, darnos lo que os pedimos. Estamos débiles pero seguimos exigiendo lo máximo, a ver si suena la flauta.
6.- La comunidad internacional (esa parte que tan bien hace el papel de palmeros que le hemos escrito) se encargará de hacer el papel de buenos.
7.- Por cierto, o nos dejáis presentarnos a las elecciones para seguir teniendo dinerito y alguna cosa más que nos hace falta o, de lo dicho, nada de nada.
8.- Pase lo que pase, vamos a seguir preparándonos para cuando decidamos que estamos en condiciones de volver a mataros.
9.- Los que nos han dejado de lado, nunca han sido de los nuestros. Peor para ellos.
10.- El que no entienda todo esto, con lo clarito que lo estamos diciendo, es que es más tonto que el que asó la manteca.
Con este decálogo tan estimulante nos desayunamos (más o menos) el domingo. Y arrancamos el curso político. ¡La que nos espera!
Después de su torticero repaso a la historia (triste historia) de los últimos 50 años, sólo alcanzan a decir que “ETA hace meses que ha decidido no seguir con las acciones armadas de carácter ofensivo”. Dicho en un español mucho más correcto:
1.- Como nos dan duro y cada vez nos cuesta más atentar, vamos a parar.
2.- Pero como vengan a detenernos, vamos a disparar.
3.- De entregar las armas, tururú.
4.- De entregarnos nosotros, mucho menos.
5.- Si queréis que os dejemos en paz, darnos lo que os pedimos. Estamos débiles pero seguimos exigiendo lo máximo, a ver si suena la flauta.
6.- La comunidad internacional (esa parte que tan bien hace el papel de palmeros que le hemos escrito) se encargará de hacer el papel de buenos.
7.- Por cierto, o nos dejáis presentarnos a las elecciones para seguir teniendo dinerito y alguna cosa más que nos hace falta o, de lo dicho, nada de nada.
8.- Pase lo que pase, vamos a seguir preparándonos para cuando decidamos que estamos en condiciones de volver a mataros.
9.- Los que nos han dejado de lado, nunca han sido de los nuestros. Peor para ellos.
10.- El que no entienda todo esto, con lo clarito que lo estamos diciendo, es que es más tonto que el que asó la manteca.
Con este decálogo tan estimulante nos desayunamos (más o menos) el domingo. Y arrancamos el curso político. ¡La que nos espera!
miércoles, 1 de septiembre de 2010
SEPTIEMBRE YA ESTÁ AQUÍ
Lo mejor para que los brotes afloren es regarlos. Por eso, el ansioso presidente que nos ha tocado en suerte, no ha esperado ni un minuto. Primero de septiembre y a llover se ha dicho. Si el verano no ha sido todo lo bueno que muchos esperaban, adelantemos el otoño. Cualquiera diría que, aprovechando su estancia en Asia (para evitar Rodiezmo) ha convencido a alguna nube monzónica para que se pase por nuestra España a dejar lluvia.
¡Ay -pensará Zapatero- si todo el mundo se mostrase tan colaborador!. Y un poco de razón no le falta. Si CiU no se mostrase tan insistente en que se adelanten las elecciones (ya van a gobernar en Cataluña, aunque Montilla termine convocando las elecciones el fin de semana del Barça-Madrid o en un día de diario, que nada es descartable). Si el PNV apoyase los presupuestos sin poner en solfa el gobierno socialista de Vitoria. Si Mariano Rajoy no se mostrase tan quieto como los bisontes de Altamira y le metiese un poco de presión a la caldera. Si los analistas internacionales dejasen de hacer pronósticos de décadas de crisis. ¡Ay, si todo el mundo se mostrase un poco más patriota! Comenzando por la selección de baloncesto, que parece dispuesta a sumarse a la banda de los agoreros, de la mano de Sergio Scariolo.
Y los periodistas, sobre todo los malditos periodistas que no hacen más que cargar las tintas con el negro otoño que se avecina, con la amenaza de elecciones anticipadas, con el complot de una parte del PSOE contra el hasta ahora intocable Zapatero, con una posible alianza entre CiU y el PNV para hacer caer el Gobierno,...
Si no fuese porque las cosas suelen ser más simples me atrevería a pensar que todo es una gran representación teatral. Que el propio Zapatero está interesado en que parezca que todo está a punto de romperse porque eso le hace más fuerte. Pero no podemos perder de vista, teniendo en cuenta los antecedentes de este nuestro presidente, que podemos estar a punto de vivir unas semanas cruciales para el futuro del país.
¿Hará una de esas concesiones al PNV que todo el mundo considera imposibles? ¿Abrirá la puerta a un nuevo intento de acuerdo con los terroristas de ETA? ¿Estará dispuesto a seguir mirando hacia otro lado y dejando que la situación económica gangrene a los españoles? ¿Será Zapatero capaz de conducirnos a todos al precipicio antes de anunciar que no se presenta a la reelección y “ahí os quedáis con ese muerto?
Yo me atrevo a pensar que, sabiendo como sabemos, le gusta aquello de hacer lo que nadie había hecho antes, es capaz de plantearse gobernar un año más con unos presupuestos prorrogados, dejar que el PSOE se pegue una piña histórica en las municipales y autonómicas de 2011 y, finalmente, anunciar que no se presenta y dejar que el PSOE se desangre en la elección de un sucesor.
Pero a lo mejor me equivoco.
¡Ay -pensará Zapatero- si todo el mundo se mostrase tan colaborador!. Y un poco de razón no le falta. Si CiU no se mostrase tan insistente en que se adelanten las elecciones (ya van a gobernar en Cataluña, aunque Montilla termine convocando las elecciones el fin de semana del Barça-Madrid o en un día de diario, que nada es descartable). Si el PNV apoyase los presupuestos sin poner en solfa el gobierno socialista de Vitoria. Si Mariano Rajoy no se mostrase tan quieto como los bisontes de Altamira y le metiese un poco de presión a la caldera. Si los analistas internacionales dejasen de hacer pronósticos de décadas de crisis. ¡Ay, si todo el mundo se mostrase un poco más patriota! Comenzando por la selección de baloncesto, que parece dispuesta a sumarse a la banda de los agoreros, de la mano de Sergio Scariolo.
Y los periodistas, sobre todo los malditos periodistas que no hacen más que cargar las tintas con el negro otoño que se avecina, con la amenaza de elecciones anticipadas, con el complot de una parte del PSOE contra el hasta ahora intocable Zapatero, con una posible alianza entre CiU y el PNV para hacer caer el Gobierno,...
Si no fuese porque las cosas suelen ser más simples me atrevería a pensar que todo es una gran representación teatral. Que el propio Zapatero está interesado en que parezca que todo está a punto de romperse porque eso le hace más fuerte. Pero no podemos perder de vista, teniendo en cuenta los antecedentes de este nuestro presidente, que podemos estar a punto de vivir unas semanas cruciales para el futuro del país.
¿Hará una de esas concesiones al PNV que todo el mundo considera imposibles? ¿Abrirá la puerta a un nuevo intento de acuerdo con los terroristas de ETA? ¿Estará dispuesto a seguir mirando hacia otro lado y dejando que la situación económica gangrene a los españoles? ¿Será Zapatero capaz de conducirnos a todos al precipicio antes de anunciar que no se presenta a la reelección y “ahí os quedáis con ese muerto?
Yo me atrevo a pensar que, sabiendo como sabemos, le gusta aquello de hacer lo que nadie había hecho antes, es capaz de plantearse gobernar un año más con unos presupuestos prorrogados, dejar que el PSOE se pegue una piña histórica en las municipales y autonómicas de 2011 y, finalmente, anunciar que no se presenta y dejar que el PSOE se desangre en la elección de un sucesor.
Pero a lo mejor me equivoco.
martes, 3 de agosto de 2010
POR NO ESTAR CALLADOS
Vamos a ver si yo me aclaro. Esperanza Aguirre tiene que volver a ganar, por mayoría absoluta, para poder seguir gobernando en la Comunidad de Madrid. En principio, el PSOE tiene suficiente con evitar esa mayoría absoluta para evitar que Aguirre siga en la Puerta del Sol. Sólo si UPyD entrase en al Asamblea de Madrid (algo no del todo descartable) esta ecuación se iría a hacer puñetas.
Teniendo en cuenta que el PSOE lleva 15 años en la oposición en la Comunidad de Madrid, es de suponer que ha tenido tiempo más que de sobra para aprender bien su papel y su labor. Pero en estos 15 años le ha pasado de casi todo y han pasado casi todos por el potro de tortura. Ahora llevan 3 años con un tipo que si se hubiese concentrado en aplicarse a la labor de oposición podría haber tenido opciones.
Pero lo cierto es que ha estado más entretenido en hacer otras cosas que a los ciudadanos les importan más bien una higa. Y a falta de 9 meses para las elecciones a todos les entran las prisas. Pero mis dudas no iban sólo por ahí.
Suponemos que Trinidad Jiménez, como dicen las encuestas, es una de las ministras más valoradas del Gobierno. Eso, tampoco es decir mucho si tenemos en cuenta que es un gobierno de trapillo. Pero es de las más valoradas. Se supone, pues, que está haciendo más o menos bien su labor. Y algún genio ha decidido que es el momento de meterla en una trituradora para que deje de hacer bien lo que está haciendo bien por el bien de todos, para que haga lo que cualquiera podría hacer en beneficio de nadie. No lo entiendo.
Si las cosas le saliesen de cine a la Trini tendría una opción de formar gobierno con IU. Ahí, partimos de la base de que habría sido elegida por la santa voluntad del ministro de Deportes, ZP, tendría que lidiar con las familias ansiosas del socialismo madrileño. Esas familias esperan desde junio de 2003 para hacer el reparto del pastel que entonces quedó interruptus por el tamayazo. A esas familias se ha sumado alguna otra y, además, habría que hacer hueco a las familias de IU que tampoco es manca la cosa.
Si queremos pintar mal el panorama podemos incluir la variable de UPyD y vereomos que la posibilidad de cuadrar las piezas son casi nulas. Y pese a todo hay quien piensa que se puede hacer y que es factible. Y yo sigo sin entender nada. Alguien muy acostumbrado a hacer campañas (a favor y en contra) a gestionar gobiernos y a desmontar enemigos me dijo una vez que lo primero que hay que hacer para sacar a Esperanza Aguirre de Sol es darle duro, siempre, sin miramientos y donde más le duele. Y, al mismo tiempo, preparar la casa propia para cuando llegue el momento de ocupar el puesto que quedaría vacante.
El PSOE lleva 15 años sin hacer ni una cosa ni la otra en la Comunidad de Madrid y pretende fiarlo todo a la buena de Trinidad Jiménez. ¿Se puede ser más torpe? Si no fuese porque lo sabemos todos me negaría a pensar que en esa estrategia están Zapatero, Blanco y Chaves. Claro que la última implicación directa de Blanco en una campaña (la de las autonómicas de Galicia) ya sabemos como terminó.
Como estas líneas no llevan a ningún sitio me voy a permitir hacer un planteamiento. El que yo haría si tuviese potestad para ello. Dejaría presentarse a Tomás, con todo el apoyo posible. Trataría de lograr el mejor resultado en las presentes condiciones, que no será mucho. A continuación le daría una salida honrosa y pondría a un equipo serio de verdad. Y empezaría con la descrita estrategia inmisericorde de recortarle el terreno en todos los ámbitos a Aguirre. Y en esas condiciones, tal vez, dentro de 4 años, el PSOE no tendría que estar pensando en una estrategia a 12 ó 16 años, que es el panorama que tiene ante sí en este 2010.
Teniendo en cuenta que el PSOE lleva 15 años en la oposición en la Comunidad de Madrid, es de suponer que ha tenido tiempo más que de sobra para aprender bien su papel y su labor. Pero en estos 15 años le ha pasado de casi todo y han pasado casi todos por el potro de tortura. Ahora llevan 3 años con un tipo que si se hubiese concentrado en aplicarse a la labor de oposición podría haber tenido opciones.
Pero lo cierto es que ha estado más entretenido en hacer otras cosas que a los ciudadanos les importan más bien una higa. Y a falta de 9 meses para las elecciones a todos les entran las prisas. Pero mis dudas no iban sólo por ahí.
Suponemos que Trinidad Jiménez, como dicen las encuestas, es una de las ministras más valoradas del Gobierno. Eso, tampoco es decir mucho si tenemos en cuenta que es un gobierno de trapillo. Pero es de las más valoradas. Se supone, pues, que está haciendo más o menos bien su labor. Y algún genio ha decidido que es el momento de meterla en una trituradora para que deje de hacer bien lo que está haciendo bien por el bien de todos, para que haga lo que cualquiera podría hacer en beneficio de nadie. No lo entiendo.
Si las cosas le saliesen de cine a la Trini tendría una opción de formar gobierno con IU. Ahí, partimos de la base de que habría sido elegida por la santa voluntad del ministro de Deportes, ZP, tendría que lidiar con las familias ansiosas del socialismo madrileño. Esas familias esperan desde junio de 2003 para hacer el reparto del pastel que entonces quedó interruptus por el tamayazo. A esas familias se ha sumado alguna otra y, además, habría que hacer hueco a las familias de IU que tampoco es manca la cosa.
Si queremos pintar mal el panorama podemos incluir la variable de UPyD y vereomos que la posibilidad de cuadrar las piezas son casi nulas. Y pese a todo hay quien piensa que se puede hacer y que es factible. Y yo sigo sin entender nada. Alguien muy acostumbrado a hacer campañas (a favor y en contra) a gestionar gobiernos y a desmontar enemigos me dijo una vez que lo primero que hay que hacer para sacar a Esperanza Aguirre de Sol es darle duro, siempre, sin miramientos y donde más le duele. Y, al mismo tiempo, preparar la casa propia para cuando llegue el momento de ocupar el puesto que quedaría vacante.
El PSOE lleva 15 años sin hacer ni una cosa ni la otra en la Comunidad de Madrid y pretende fiarlo todo a la buena de Trinidad Jiménez. ¿Se puede ser más torpe? Si no fuese porque lo sabemos todos me negaría a pensar que en esa estrategia están Zapatero, Blanco y Chaves. Claro que la última implicación directa de Blanco en una campaña (la de las autonómicas de Galicia) ya sabemos como terminó.
Como estas líneas no llevan a ningún sitio me voy a permitir hacer un planteamiento. El que yo haría si tuviese potestad para ello. Dejaría presentarse a Tomás, con todo el apoyo posible. Trataría de lograr el mejor resultado en las presentes condiciones, que no será mucho. A continuación le daría una salida honrosa y pondría a un equipo serio de verdad. Y empezaría con la descrita estrategia inmisericorde de recortarle el terreno en todos los ámbitos a Aguirre. Y en esas condiciones, tal vez, dentro de 4 años, el PSOE no tendría que estar pensando en una estrategia a 12 ó 16 años, que es el panorama que tiene ante sí en este 2010.
sábado, 31 de julio de 2010
PANDILLAS ADOLESCENTES
Hoy voy a hablar de un libro que acabo de leer. Lo compre por dos o tres razones, todas ellas tan absurdas como pintorescas. Primero me llamó la atención el título “Fin”. Al cogerlo y ojearlo y leer la sinopsis me di cuenta de algo que he pensado muchas veces. Yo nunca tuve una pandilla de amigos en la adolescencia. No le echo la culpa a nadie y no hecho de menos esas pandillas pero me hace gracia todos los relatos (libros, cuentos, series de televisión, películas,...) que se pueden armar en torno a un grupo de jóvenes.
El libro va de eso, pero 20 años después. Un grupo de amigos que se reúnen de nuevo de mayores para recordar tiempos pasados. Eso también me atrajo. Pero, sobre todo, me atrajo la editorial Acantilado. La descubrí por casualidad pero he ido comprobando que algunos de los libros que más disfruto (y, normalmente, son los que me encuentro, no los busco) han sido publicados por esta editorial. La cosa es que me lo compré y lo leí y me gustó.
El otro día, leyendo a mi admirado Enric Juliana en La Vanguardia, descubrí con sorpresa que recomendaba el libro. Y me hizo gracia. Admiro a Juliana, no porque piense como él (argumento que suele imperar en nuestra sociedad. El de admirar al que es capaz de exponer los argumentos que nosotros tenemos pero de forma mucho más brillante) sino porque creo que escribe bien y es razonado en sus exposiciones. El artículo en cuestión (lo recomiendo, por él mismo, y por la cantidad de libros interesantes que aconseja) se publicó al día siguiente de la reunión de Zapatero y Montilla en Moncloa.
Desde entonces estoy dándole vueltas a una idea (yo no soy Juliana y necesito de reflexionar mucho más para llegar a mucho menos). El libro de David Monteaguado comienza como una reunión de amigos 20 años después de ser pandilla adolescente. En los primeros capítulos dibuja a cada uno de los personajes en su situación presente. Luego llega la fiesta del re-encuentro, el nudo de la trama, la desaparición de los sucesivos personajes y el desenlace.
Y, de repente, pensé en la minifiesta que se produjo el otro día con motivo de los 10 años de la elección de Zapatero como Secretario General del PSOE. El que tenga curiosidad por leer el libro se dará cuenta que no se da una razón de peso para la celebración de esa fiesta. La cuestión es juntarlos a todos de nuevo. En el caso del PSOE, lo de juntarse de nuevo era más necesario porque eran muchos los que se habían ido quedando por el camino. Se han quedado más de los que siguen juntos.
En el libro, cada uno ha seguido su vida, se reúnen y los protagonistas van desapareciendo. En la realidad, todos se colgaron de un proyecto, que los fue descolgando según las necesidades y luego pretendían reunirse de nuevo como si nada hubiese pasado. Sin revelar el final del libro “Fin” me atrevo a asegurar que Zapatero terminará mirando hacia delante agarrado a la mano que menos sospechamos. Sólo confío en que no pasen otros 10 años y que el paisaje que vea el susodicho sea algo más alentador que el que ven los protagonistas del libro en las últimas páginas.
Y si no nos gusta, siempre tenemos otras opciones de pandillas adolescentes tipo Los Cinco.
El libro va de eso, pero 20 años después. Un grupo de amigos que se reúnen de nuevo de mayores para recordar tiempos pasados. Eso también me atrajo. Pero, sobre todo, me atrajo la editorial Acantilado. La descubrí por casualidad pero he ido comprobando que algunos de los libros que más disfruto (y, normalmente, son los que me encuentro, no los busco) han sido publicados por esta editorial. La cosa es que me lo compré y lo leí y me gustó.
El otro día, leyendo a mi admirado Enric Juliana en La Vanguardia, descubrí con sorpresa que recomendaba el libro. Y me hizo gracia. Admiro a Juliana, no porque piense como él (argumento que suele imperar en nuestra sociedad. El de admirar al que es capaz de exponer los argumentos que nosotros tenemos pero de forma mucho más brillante) sino porque creo que escribe bien y es razonado en sus exposiciones. El artículo en cuestión (lo recomiendo, por él mismo, y por la cantidad de libros interesantes que aconseja) se publicó al día siguiente de la reunión de Zapatero y Montilla en Moncloa.
Desde entonces estoy dándole vueltas a una idea (yo no soy Juliana y necesito de reflexionar mucho más para llegar a mucho menos). El libro de David Monteaguado comienza como una reunión de amigos 20 años después de ser pandilla adolescente. En los primeros capítulos dibuja a cada uno de los personajes en su situación presente. Luego llega la fiesta del re-encuentro, el nudo de la trama, la desaparición de los sucesivos personajes y el desenlace.
Y, de repente, pensé en la minifiesta que se produjo el otro día con motivo de los 10 años de la elección de Zapatero como Secretario General del PSOE. El que tenga curiosidad por leer el libro se dará cuenta que no se da una razón de peso para la celebración de esa fiesta. La cuestión es juntarlos a todos de nuevo. En el caso del PSOE, lo de juntarse de nuevo era más necesario porque eran muchos los que se habían ido quedando por el camino. Se han quedado más de los que siguen juntos.
En el libro, cada uno ha seguido su vida, se reúnen y los protagonistas van desapareciendo. En la realidad, todos se colgaron de un proyecto, que los fue descolgando según las necesidades y luego pretendían reunirse de nuevo como si nada hubiese pasado. Sin revelar el final del libro “Fin” me atrevo a asegurar que Zapatero terminará mirando hacia delante agarrado a la mano que menos sospechamos. Sólo confío en que no pasen otros 10 años y que el paisaje que vea el susodicho sea algo más alentador que el que ven los protagonistas del libro en las últimas páginas.
Y si no nos gusta, siempre tenemos otras opciones de pandillas adolescentes tipo Los Cinco.
jueves, 15 de julio de 2010
POR TONTOS
Después de casi cuatro años esperándola, la sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña nos sorprendió a casi todos. ¿Por qué a las puertas del verano?, ¿por qué con tanta prisa la publicación de los mil folios del fallo y de los votos particulares?, ¿por qué tantas cosas?. Las voces también se dispararon por el momento elegido para publicar esos mil folios. Los más moderados lo entendieron como una provocación a catalanistas e independentistas que se juntaban al día siguiente para restar legitimidad al primero de nuestros tribunales.
Viendo ayer el Debate sobre el Estado de la Nación, me inclino a pensar que, una vez más, el Presidente del Gobierno ha sabido mover los hilos para amoldar la realidad a su conveniencia. Le vino de perlas tener el tema del Estatuto tan abierto y tan reciente para salir airoso de las acometidas de Mariano Rajoy. Le vino de perlas para sacrificar a un moribundo Montilla y a un tocado PSC en el altar de una más que necesaria cercanía con CiU a costa del proclamado catalanismo de Zapatero.
Cierto es que, a priori, no tenía demasiadas dudas de que Zapatero volvería a salir airoso de este debate. Es cierto que la fórmula tiende a favorecer al presidente, sea el que sea, y no es menos cierto que este presidente se maneja mejor en estas lides que en las de gobernar. Pero, pensaba yo, que el éxito, este año, le vendría más por la vía de poner en valor sus rectificaciones en materia económica y por agitar los éxitos deportivos. Pero no. El salvavidas fue el Estatuto.
Salió airoso, con resuello y con opciones de sacar los presupuestos y agotar los 20 meses que quedan de legislatura. No podemos perder de vista que esos 20 meses están adoquinados de procesos electorales y largas campañas que van a condicionar todo el panorama. Aún más, el año que viene, probablemente por estas fechas, tendremos otro debate como éste. El último de la legislatura. Y Zapatero encontrará otro tronco al que asirse, si es que para entonces sigue en riesgo de ahogamiento.
No es descartable que en los próximos 20 meses vivamos una serie de circunstancias que nos lleven a sufrir un nuevo triunfo zapateril y cuatro años más de tortura, degradación y deterioro. Pero no podemos buscar excusas. La culpa será nuestra. Volveremos a comprar una mercancía averiada que nos ha parecido de lo más pinturera en el escaparate, quizás porque la tienda de al lado no tiene bien iluminado el suyo. Pero no podemos acudir de nuevo a la oficina de atención al consumidor con excusas baratas, porque nos van a dar con la puerta en los morros.
Por tontos.
Viendo ayer el Debate sobre el Estado de la Nación, me inclino a pensar que, una vez más, el Presidente del Gobierno ha sabido mover los hilos para amoldar la realidad a su conveniencia. Le vino de perlas tener el tema del Estatuto tan abierto y tan reciente para salir airoso de las acometidas de Mariano Rajoy. Le vino de perlas para sacrificar a un moribundo Montilla y a un tocado PSC en el altar de una más que necesaria cercanía con CiU a costa del proclamado catalanismo de Zapatero.
Cierto es que, a priori, no tenía demasiadas dudas de que Zapatero volvería a salir airoso de este debate. Es cierto que la fórmula tiende a favorecer al presidente, sea el que sea, y no es menos cierto que este presidente se maneja mejor en estas lides que en las de gobernar. Pero, pensaba yo, que el éxito, este año, le vendría más por la vía de poner en valor sus rectificaciones en materia económica y por agitar los éxitos deportivos. Pero no. El salvavidas fue el Estatuto.
Salió airoso, con resuello y con opciones de sacar los presupuestos y agotar los 20 meses que quedan de legislatura. No podemos perder de vista que esos 20 meses están adoquinados de procesos electorales y largas campañas que van a condicionar todo el panorama. Aún más, el año que viene, probablemente por estas fechas, tendremos otro debate como éste. El último de la legislatura. Y Zapatero encontrará otro tronco al que asirse, si es que para entonces sigue en riesgo de ahogamiento.
No es descartable que en los próximos 20 meses vivamos una serie de circunstancias que nos lleven a sufrir un nuevo triunfo zapateril y cuatro años más de tortura, degradación y deterioro. Pero no podemos buscar excusas. La culpa será nuestra. Volveremos a comprar una mercancía averiada que nos ha parecido de lo más pinturera en el escaparate, quizás porque la tienda de al lado no tiene bien iluminado el suyo. Pero no podemos acudir de nuevo a la oficina de atención al consumidor con excusas baratas, porque nos van a dar con la puerta en los morros.
Por tontos.
domingo, 2 de mayo de 2010
UNA DE SINDICATOS
4.600.000 parados según la última EPA conocida el viernes. No más de 10.000 se manifiestan, al día siguiente, con motivo del 1 de mayo. Por pensar bien, podríamos llegar a la conclusión de que, siendo el 1 de mayo la fiesta del trabajo, poco tenían que celebrar el 20 por ciento de los españoles en edad de trabajar que no pueden hacerlo. Por pensar bien, porque si pensamos mal, cabría llegar a la conclusión de que esos 4.600.000 españoles están cansados de los sindicatos.
Motivos, sin duda, tienen. No han sido capaces de alcanzar ningún acuerdo para mejorar las condiciones de contratación en España, con la que está cayendo. No han tenido reparo en respaldar en todo a un Gobierno que no ha hecho nada por mejorar las condiciones laborales de los españoles. Es cierto que estaba demasiado enfrascado en ver de dónde sacaba la pasta para pagar el paro a tanto desempleado. Y no han sido capaces (más bien no han querido) de movilizar a sus afiliados y simpatizantes para dejar claro que un país como el nuestro, así, no puede seguir.
No tienen ningún reparo en seguir enchufándose la parte correspondiente de los ERE que se están registrando en los últimos meses en España. No tienen problema en sumarse a cuanta campaña les parece interesante (para lo cual están en su derecho, desde luego) aunque no hagan aquello para lo que están legitimados en una sociedad estructurada como la nuestra. Pero se han encontrado con que los ciudadanos han pasado de ellos.
No hace mucho tiempo, no más de una década en cualquier caso, el minoritario sindicato USO, que suele ir un poco por libre, juntaba a 2.000 ó 3.000 personas en su celebración del día del trabajo mientras veía que sus hermanos mayores metía en las calles a varios miles. Pero este año no han sido capaces de llenar, con todo su aparataje, la madrileña Puerta del Sol. Mientras que USO volvía a reunir a un millar con su convocatoria. ¿Qué ha pasado?
Es posible que los irreductibles sean siempre más fieles que los ligeros de cascos, pero UGT y CC OO deberían hacérselo mirar. Son, o deberían de ser, una parte importante del estado y vamos teniendo síntomas de que no es así. Deberían tomar nota de que cuando la calle, la gente, los ciudadanos empiezan a pasar de un organismo, un colectivo estructurado, el batacazo suele ser de órdago. Y suele ser difícil recuperarse. Además, quién se arrima demasiado al poder sin ostentarlo suele terminar achicharrado para beneficio del propio poder.
Mal asunto para los sindicatos, desde luego. Pero mucho peor para el conjunto de los trabajadores que se quedarían (nos quedaríamos) más plantaos que un geranio si la sociedad diese la espalda a los citados sindicatos por sus errores estratégicos a corto plazo.
Motivos, sin duda, tienen. No han sido capaces de alcanzar ningún acuerdo para mejorar las condiciones de contratación en España, con la que está cayendo. No han tenido reparo en respaldar en todo a un Gobierno que no ha hecho nada por mejorar las condiciones laborales de los españoles. Es cierto que estaba demasiado enfrascado en ver de dónde sacaba la pasta para pagar el paro a tanto desempleado. Y no han sido capaces (más bien no han querido) de movilizar a sus afiliados y simpatizantes para dejar claro que un país como el nuestro, así, no puede seguir.
No tienen ningún reparo en seguir enchufándose la parte correspondiente de los ERE que se están registrando en los últimos meses en España. No tienen problema en sumarse a cuanta campaña les parece interesante (para lo cual están en su derecho, desde luego) aunque no hagan aquello para lo que están legitimados en una sociedad estructurada como la nuestra. Pero se han encontrado con que los ciudadanos han pasado de ellos.
No hace mucho tiempo, no más de una década en cualquier caso, el minoritario sindicato USO, que suele ir un poco por libre, juntaba a 2.000 ó 3.000 personas en su celebración del día del trabajo mientras veía que sus hermanos mayores metía en las calles a varios miles. Pero este año no han sido capaces de llenar, con todo su aparataje, la madrileña Puerta del Sol. Mientras que USO volvía a reunir a un millar con su convocatoria. ¿Qué ha pasado?
Es posible que los irreductibles sean siempre más fieles que los ligeros de cascos, pero UGT y CC OO deberían hacérselo mirar. Son, o deberían de ser, una parte importante del estado y vamos teniendo síntomas de que no es así. Deberían tomar nota de que cuando la calle, la gente, los ciudadanos empiezan a pasar de un organismo, un colectivo estructurado, el batacazo suele ser de órdago. Y suele ser difícil recuperarse. Además, quién se arrima demasiado al poder sin ostentarlo suele terminar achicharrado para beneficio del propio poder.
Mal asunto para los sindicatos, desde luego. Pero mucho peor para el conjunto de los trabajadores que se quedarían (nos quedaríamos) más plantaos que un geranio si la sociedad diese la espalda a los citados sindicatos por sus errores estratégicos a corto plazo.
sábado, 1 de mayo de 2010
AQUELLAS PELOTAS
Cuando era crio vivíamos en una calle con poco tránsito. En realidad, era una pequeña calle, con nombre de avenida, de la que salían otras dos calles, todavía más pequeñas y sin salida. Para que te hagas una idea, era como si fuese la letra griega pi. En ese cruce de caminos con más coches aparcados que en circulación, a pesar de que había una autoescuela y toda una estación de autobuses en la zona, desarrollábamos nuestros juegos a la que podíamos.
Juegos que siempre estaban encabezados por el fútbol. Ahora que lo pienso, éramos una calle de lo más machista. Recuerdo a alguna moza, pero no la integro en los recuerdos de nuestros juegos. Supongo que mis tratos con el sexo opuesto de mi misma edad no se normalizó hasta muchos años después. Estamos en el fútbol. También había carreras, batallas y peleas en toda regla, pero el fútbol se llevaba la palma. Siempre que hubiese un balón, claro.
En los años de los que hablo no era difícil que alguien tuviese una pelota, auténtico tesoro según los recuerdos de mi padre que no se cansa de hablar de una famosa pelota de trapo, hecha de retales, con la que emularon a Zarra, Ciriaco, Quincoces y compañía él y sus compañeros. Nosotros teníamos siempre alguna. La conmemorativa del mundial de naranjito era un clásico, pero tuvimos alguna de Mikasa y otras.
El problema es que la pelota siempre era de alguien. Bueno, en realidad era que ese alguien solía ser muy malo jugando. Mucho peor que la media, que no pasábamos de ser una mezcla cutre de Arteche, Goicoechea y Migueli. Además, solía ser un mocoso caprichoso y mal criado que, por el mero hecho de aportar la pelota, se creía que tenía derecho a imponer todas las normas. Una versión primitiva del “aceptamos pulpo como animal de compañía”. Nosotros no siempre aceptábamos pulpo, pero cuando nos resistíamos solíamos acabar jugando al pilla pilla o al tú la llevas o a darnos de hostias, sin más contemplaciones.
Éramos críos y no nos gustaba que los mayores se metiesen en nuestras cosas.
Pero a los mayores, también les pasan cosas parecidas. Siempre hay alguno que quiere imponer las normas bajo la amenaza de irse con la pelota, o recordando que su papá es el presidente de la comunidad de vecinos. Siempre hay alguno que no se conforma con ser uno más y asumir las tesis de Coubertain de participar y divertirse. Quieren que siempre sea lo qué ellos quieren, cómo ellos quieren y cuándo ellos quieren.
La pena es que son adultos. Ya no queda bien que los demás se vayan a jugar a otra cosa y los dejen tirados con su tontería. Y mucho peor resulta si la alternativa es partirles la cara. Lo de la violencia está muy mal visto. Pero por mentirosos, egoístas y otras muchas cosas, algunos mayores se merecen, cuando menos, unos azotes. Y estas últimas semanas, más.
Juegos que siempre estaban encabezados por el fútbol. Ahora que lo pienso, éramos una calle de lo más machista. Recuerdo a alguna moza, pero no la integro en los recuerdos de nuestros juegos. Supongo que mis tratos con el sexo opuesto de mi misma edad no se normalizó hasta muchos años después. Estamos en el fútbol. También había carreras, batallas y peleas en toda regla, pero el fútbol se llevaba la palma. Siempre que hubiese un balón, claro.
En los años de los que hablo no era difícil que alguien tuviese una pelota, auténtico tesoro según los recuerdos de mi padre que no se cansa de hablar de una famosa pelota de trapo, hecha de retales, con la que emularon a Zarra, Ciriaco, Quincoces y compañía él y sus compañeros. Nosotros teníamos siempre alguna. La conmemorativa del mundial de naranjito era un clásico, pero tuvimos alguna de Mikasa y otras.
El problema es que la pelota siempre era de alguien. Bueno, en realidad era que ese alguien solía ser muy malo jugando. Mucho peor que la media, que no pasábamos de ser una mezcla cutre de Arteche, Goicoechea y Migueli. Además, solía ser un mocoso caprichoso y mal criado que, por el mero hecho de aportar la pelota, se creía que tenía derecho a imponer todas las normas. Una versión primitiva del “aceptamos pulpo como animal de compañía”. Nosotros no siempre aceptábamos pulpo, pero cuando nos resistíamos solíamos acabar jugando al pilla pilla o al tú la llevas o a darnos de hostias, sin más contemplaciones.
Éramos críos y no nos gustaba que los mayores se metiesen en nuestras cosas.
Pero a los mayores, también les pasan cosas parecidas. Siempre hay alguno que quiere imponer las normas bajo la amenaza de irse con la pelota, o recordando que su papá es el presidente de la comunidad de vecinos. Siempre hay alguno que no se conforma con ser uno más y asumir las tesis de Coubertain de participar y divertirse. Quieren que siempre sea lo qué ellos quieren, cómo ellos quieren y cuándo ellos quieren.
La pena es que son adultos. Ya no queda bien que los demás se vayan a jugar a otra cosa y los dejen tirados con su tontería. Y mucho peor resulta si la alternativa es partirles la cara. Lo de la violencia está muy mal visto. Pero por mentirosos, egoístas y otras muchas cosas, algunos mayores se merecen, cuando menos, unos azotes. Y estas últimas semanas, más.
martes, 13 de abril de 2010
LAS VÍCTIMAS
Hubo un tiempo en el que estaba convencido de que casi todos habíamos sido víctimas del franquismo. Daba lo mismo que sólo hubiésemos compartido el país unos pocos años con el dictador. Daba lo mismo que hubiésemos manifestado públicamente o no nuestras ideas políticas. Daba lo mismo. España, que éramos todos, habíamos sufrido el franquismo y, por lo tanto, éramos víctimas.
Ahora no. Ahora tienes que presentar determinadas credenciales para que te den el carné de víctima del franquismo. Puedes ser, incluso, un auténtico indeseable. Un delincuente, un don nadie, un jeta, una buena persona, un vividor, o, incluso, un auténtico y genuino franquista. Pero, si por un casual, un tío tuyo, un primo, un compañero de trabajo, está enterrado en una fosa común, o fue encarcelado injustamente, puede ser que estos tipejos bien pensantes te otorguen el carné de víctima. Si es así, date por jodido.
Estos que reparten carnés de víctimas del franquismo son los mismos que se han pasado años tratando de diferenciar a las víctimas del terrorismo. Y lo han conseguido. Les interesaba mucho destacar que no todos los asesinados por ETA eran igual. En realidad, pensaban que los supervivientes podían ser buenos (si eran de los suyos y no montaban mucho lío cuando no convenía) o malos, si actuaban por su cuenta y no se callaban cuando no querían callarse (aunque, a veces, hubiese sido mejor que estuviesen en silencio). Pero ellos, ahora, como han hecho muchas veces a lo largo de la historia, se han quedado con la máquina de imprimir y repartir carnés. Son muy listos.
Tan listos que seguimos asumiendo sus tesis, sus denominaciones y sus etiquetas sin inmutarnos y, cuando queremos reaccionar, es necesariamente tarde.
Yo me siento y me declaro víctima del franquismo. Por la misma razón que me siento amparado por la transición española que me ha permitido vivir como vivo y no como unos y otros querían que viviese. Bajo uno u otro totalitarismo, igual de perverso el uno que el otro. Yo sé donde están enterrados todos mis antepasados. Pero me da lo mismo. No voy a los cementerios. No me interesa ese culto a los muertos y me parece absolutamente innecesario.
Entiendo, perfectamente, que todo el mundo tiene derecho a saber donde está enterrado su padre, su hermana, su mujer o su hijo. Y cuando digo todo el mundo, quiero decir y digo todo el mundo. No sólo los que expiden los carnés antedichos. Pero a mi me gustaría saber donde está enterrado Velázquez y no veo ni a Gallardón, ni a Aguirre, ni a Zapatero, ni a Sinde, ni a Garzón muy interesados en el asunto. No. No pretendo comparar. Pero cuando hay quienes llevan años diciendo tonterías, que quieres que te diga, a mi me salen las mías.
Una cosa es tener memoria (y la memoria sólo puede ser histórica, no puede ser futurista) y otra cosa es convertirse en rehén de esa memoria. Otra cosa es vivir en el pasado. Otra cosa, bien distinta, es querer ajustar unas cuentas cuando se cree que se tiene poder para imponer una determinada tesis y eso, lo haga quien lo haga, siempre está mal.
Claro que la transición ofreció muchas soluciones. Muchas. Ninguna perfecta. Ninguna. Pero soluciones, al fin y al cabo. Y la esencia de todas ellas fue simple. Todos cedieron. Todos cedimos. Si ahora hay quienes quieren cambiar las reglas de ese acuerdo, deberían pensar, tener en cuenta y sopesar que todos pueden reclamar lo mismo. Y eso sería un desastre.
Ahora no. Ahora tienes que presentar determinadas credenciales para que te den el carné de víctima del franquismo. Puedes ser, incluso, un auténtico indeseable. Un delincuente, un don nadie, un jeta, una buena persona, un vividor, o, incluso, un auténtico y genuino franquista. Pero, si por un casual, un tío tuyo, un primo, un compañero de trabajo, está enterrado en una fosa común, o fue encarcelado injustamente, puede ser que estos tipejos bien pensantes te otorguen el carné de víctima. Si es así, date por jodido.
Estos que reparten carnés de víctimas del franquismo son los mismos que se han pasado años tratando de diferenciar a las víctimas del terrorismo. Y lo han conseguido. Les interesaba mucho destacar que no todos los asesinados por ETA eran igual. En realidad, pensaban que los supervivientes podían ser buenos (si eran de los suyos y no montaban mucho lío cuando no convenía) o malos, si actuaban por su cuenta y no se callaban cuando no querían callarse (aunque, a veces, hubiese sido mejor que estuviesen en silencio). Pero ellos, ahora, como han hecho muchas veces a lo largo de la historia, se han quedado con la máquina de imprimir y repartir carnés. Son muy listos.
Tan listos que seguimos asumiendo sus tesis, sus denominaciones y sus etiquetas sin inmutarnos y, cuando queremos reaccionar, es necesariamente tarde.
Yo me siento y me declaro víctima del franquismo. Por la misma razón que me siento amparado por la transición española que me ha permitido vivir como vivo y no como unos y otros querían que viviese. Bajo uno u otro totalitarismo, igual de perverso el uno que el otro. Yo sé donde están enterrados todos mis antepasados. Pero me da lo mismo. No voy a los cementerios. No me interesa ese culto a los muertos y me parece absolutamente innecesario.
Entiendo, perfectamente, que todo el mundo tiene derecho a saber donde está enterrado su padre, su hermana, su mujer o su hijo. Y cuando digo todo el mundo, quiero decir y digo todo el mundo. No sólo los que expiden los carnés antedichos. Pero a mi me gustaría saber donde está enterrado Velázquez y no veo ni a Gallardón, ni a Aguirre, ni a Zapatero, ni a Sinde, ni a Garzón muy interesados en el asunto. No. No pretendo comparar. Pero cuando hay quienes llevan años diciendo tonterías, que quieres que te diga, a mi me salen las mías.
Una cosa es tener memoria (y la memoria sólo puede ser histórica, no puede ser futurista) y otra cosa es convertirse en rehén de esa memoria. Otra cosa es vivir en el pasado. Otra cosa, bien distinta, es querer ajustar unas cuentas cuando se cree que se tiene poder para imponer una determinada tesis y eso, lo haga quien lo haga, siempre está mal.
Claro que la transición ofreció muchas soluciones. Muchas. Ninguna perfecta. Ninguna. Pero soluciones, al fin y al cabo. Y la esencia de todas ellas fue simple. Todos cedieron. Todos cedimos. Si ahora hay quienes quieren cambiar las reglas de ese acuerdo, deberían pensar, tener en cuenta y sopesar que todos pueden reclamar lo mismo. Y eso sería un desastre.
martes, 16 de marzo de 2010
LOS AUTODENOMINADOS
Hubo un tiempo en que los intelectuales eran otra cosa. No sólo habían leído más que la media y cosas que no todo el mundo tenía el cerebro necesario para leer. También habían sido capaces de desarrollar ideas propias y de ponerlas al servicio de los demás. Hubo un tiempo en el que los intelectuales eran pocos, selectos, como todo lo realmente importante, y servían de guías a las sociedades de las que formaban parte.
Desde la mitológica revolución del 68, los intelectuales han pasado a ser todos aquellos que aprenden a vivir sin trabajar… demasiado. Esa panda que probablemente ha leído pero que no ha asimilado todo lo que le ha entrado por los ojos. Los que presumen de hacer aquello que el común de los mortales no podemos o no queremos o no nos atrevemos a hacer. La primera perversión nace de la propia denominación. En aquel tiempo, eran otros los que calificaban a los intelectuales como tales. Y a ellos les solía dar reparo el término. Ahora se llaman intelectuales ellos mismos a sí mismos. Y ya hay que tener valor.
En un país como el nuestro, en el que se muere un señor como Delibes y casi nadie le llama intelectual es síntoma de dos cosas. Una, que el propio término “intelectual” está devaluado. Dos, que los que se autodenominan intelectuales tienen claro cuáles son las características que tiene que cumplir un intelectual. Por ejemplo, no ser castellano y estar orgulloso de serlo. No ser cazador, no haber criticado nunca a la izquierda, aunque se lo merezca, no haber tenido 7 hijos (eso suena a opusino y retrógrado),…
Cuando un país como el nuestro sólo ve posible ser intelectual y de izquierdas es que estamos al borde de no tener solución y, quizás, lo mejor sea decir “a la mierda los intelectuales, regenerémonos desde abajo”.
Por mi parte, hace años que siento el mayor de los desprecios cada vez que veo la palabra “intelectual” adosada a lo que sea, pero claro, vamos teniendo sobrado ejemplos de lo que estoy diciendo. Los últimos, los del Guillermo ese diciendo que algo habrá hecho Zapata para estar en la cárcel en Cuba. Me he acordado de la cantidad de veces que decían eso de la gente que asesinaba ETA a finales de los 70, en los 80 y hasta bien entrados los 90.
Hoy mismo leo que una panda de autodenominados que encabeza Pilar Bardem, Juan Diego o Miguel Ríos dicen que es perverso que unos presuntos delincuentes conviertan al juez Garzón en reo. Vaya por dios. Ellos, los mismos que quieren no se qué justicia sobre hechos de hace casi un siglo se niegan a que haya justicia sobre hechos de antes de ayer. Porque de eso estamos hablando, de justicia. Y no nos confundamos. Ningún juez es la justicia. Los jueces, también Garzón, son instrumentos para impartir justicia.
Desgraciadamente, no es la primera vez que en España se juzga a un juez (parece un trabalenguas), ni será la última, si llega el caso. Ni es la primera vez que se condena a un juez, ni será la última, si llega el caso. Y no entiendo, o sí, porque hay tanto alboroto de los radicales folclóricos autodenominados intelectuales. Pero habría que decírselo a la cara, porque ellos no tienen ninguna superioridad moral sobre el resto de los españoles, por mucho que se empeñen. Por cierto, en su torpeza llevan la penitencia. Si esos que han denunciado a Garzón son “presuntos” según sus propias palabras, están en el mismo estatus que Garzón, que sigue siendo “presunto” mientras no sea condenado. Como todos. Ni más ni menos.
Desde la mitológica revolución del 68, los intelectuales han pasado a ser todos aquellos que aprenden a vivir sin trabajar… demasiado. Esa panda que probablemente ha leído pero que no ha asimilado todo lo que le ha entrado por los ojos. Los que presumen de hacer aquello que el común de los mortales no podemos o no queremos o no nos atrevemos a hacer. La primera perversión nace de la propia denominación. En aquel tiempo, eran otros los que calificaban a los intelectuales como tales. Y a ellos les solía dar reparo el término. Ahora se llaman intelectuales ellos mismos a sí mismos. Y ya hay que tener valor.
En un país como el nuestro, en el que se muere un señor como Delibes y casi nadie le llama intelectual es síntoma de dos cosas. Una, que el propio término “intelectual” está devaluado. Dos, que los que se autodenominan intelectuales tienen claro cuáles son las características que tiene que cumplir un intelectual. Por ejemplo, no ser castellano y estar orgulloso de serlo. No ser cazador, no haber criticado nunca a la izquierda, aunque se lo merezca, no haber tenido 7 hijos (eso suena a opusino y retrógrado),…
Cuando un país como el nuestro sólo ve posible ser intelectual y de izquierdas es que estamos al borde de no tener solución y, quizás, lo mejor sea decir “a la mierda los intelectuales, regenerémonos desde abajo”.
Por mi parte, hace años que siento el mayor de los desprecios cada vez que veo la palabra “intelectual” adosada a lo que sea, pero claro, vamos teniendo sobrado ejemplos de lo que estoy diciendo. Los últimos, los del Guillermo ese diciendo que algo habrá hecho Zapata para estar en la cárcel en Cuba. Me he acordado de la cantidad de veces que decían eso de la gente que asesinaba ETA a finales de los 70, en los 80 y hasta bien entrados los 90.
Hoy mismo leo que una panda de autodenominados que encabeza Pilar Bardem, Juan Diego o Miguel Ríos dicen que es perverso que unos presuntos delincuentes conviertan al juez Garzón en reo. Vaya por dios. Ellos, los mismos que quieren no se qué justicia sobre hechos de hace casi un siglo se niegan a que haya justicia sobre hechos de antes de ayer. Porque de eso estamos hablando, de justicia. Y no nos confundamos. Ningún juez es la justicia. Los jueces, también Garzón, son instrumentos para impartir justicia.
Desgraciadamente, no es la primera vez que en España se juzga a un juez (parece un trabalenguas), ni será la última, si llega el caso. Ni es la primera vez que se condena a un juez, ni será la última, si llega el caso. Y no entiendo, o sí, porque hay tanto alboroto de los radicales folclóricos autodenominados intelectuales. Pero habría que decírselo a la cara, porque ellos no tienen ninguna superioridad moral sobre el resto de los españoles, por mucho que se empeñen. Por cierto, en su torpeza llevan la penitencia. Si esos que han denunciado a Garzón son “presuntos” según sus propias palabras, están en el mismo estatus que Garzón, que sigue siendo “presunto” mientras no sea condenado. Como todos. Ni más ni menos.
lunes, 15 de marzo de 2010
PERDÓN POR EL RETRASO
He llegado tarde a muchas cosas en mi vida. Y he de decir que no me ha pasado nada. En algunos casos, es cierto, he pensado más de una vez como hubiese sido si hubiese llegado antes. De todas formas, como tampoco soy de arrepentirme, cierro rápido capítulos y a otra cosa.
Por ejemplo, he pensado más de una vez si hubiese podido llegar a ser un deportista profesional. He practicado varios pero o los empecé un poco tarde, o fui inconstante o no supe aprender de las enseñanzas, o todo ello junto. No me arrepiento. A día de hoy sigo disfrutando y he descubierto otros deportes y me da mucha pereza pensar en los problemas físicos que arrastran los ex deportistas para toda su vida.
Llegué tarde al tema de las chicas. En realidad, sería más correcto decir que ni llegué. Me tope con la indicada a lo que podríamos calificar como una edad provecta y no ha habido ni antes, ni después, ni falta que hace. Pero me causa cierta ternura cuando mis amigos, cada vez más, hablan de sus novias de juventud o comparan lo que tuvieron con lo que tienen. Se me escapan sus reflexiones.
Llegue tarde a los idiomas y, parar ser justos, no me esforcé demasiado. Me dio miedo. Temí al fracaso. Y ahora intento casi cada día ponerle remedio. Me costó mucho quitarme la vergüenza. Me la he quitado. Pero, siendo mucho, no es suficiente. Y conozco mucha gente de mi edad y más mayor que está tomando decisiones drásticas del tipo de me voy unos meses a un país que no conozco para asentar lo que sé y aprender lo que no sé. Tal vez, en esta ocasión sí lo haga. Ya veremos.
Pero una de las cosas a las que llegué tarde y más rabia me da es la lectura. Esa es culpa sólo mía. En casa de mis padres había miles de libros. Soy incapaz de recordar un rincón de casa que no tuviese libros. Todos los días, después del pis del primer minuto, había que coger el periódico que había en la puerta. ¡Qué hermosura!. Y los fines de semana había 3 ó 4 periódicos para elegir, ¡con sus correspondientes revistas!.
Recuerdo la colección de Mortadelos, de Astérix, de Mafaldas, de Rompetechos,… Esos sí que los devoraba, como la prensa, pero el salto a los libros no me fue sencillo. Ni con los Cinco, ni con Guillermo el Travieso,… No fui capaz. Desarrollé una gran habilidad para torear las lecturas obligatorias en el colegio y en el instituto. Es el día de hoy que hay profesores y amigos (no es incompatible) que no se explican cómo pude llegar a la universidad sin haber leído El Lazarillo de Tormes, El Quijote, o Zalacaín. Con esas carencias no es de extrañar que todavía cometa faltas de ortografía. Los milagros no existen por mucho que se empeñe Frank Capra.
Pero aunque llegué tarde, he hecho un gran esfuerzo, uno de los mayores de mi vida, por arreglarlo. Y hay un puñado de personas que me han ayudado, guiado y encauzado bien. Pilar, profesora magnífica que pulsó la tecla precisa en segundo de carrera para interesarme de verdad por los libros. Jose, que sigue siendo un ejemplo a mi lado después de 20 años de amistad. Antonio, que me enseñó a cerrar cualquier libro y pasar a otro que me interesase más.
Y también algunos autores que han dejado páginas que me ha gustado mucho leer. Páginas sencillas, salidas de una mente privilegiada que recogen historias que he sido capaz de interiorizar. Para no perder la tradición que vengo volcando en estas frases, he llegado tarde a la muerte de Miguel Delibes, una de esas personas que me han ayudado. Un tipo, dicen los que le conocieron, tan sencillo como su literatura. Alguien que se merecía el respeto y el cariño de todos nosotros, el que los anónimos han sabido darle y el que algunas autoridades le han dado entre dientes y de mala manera. Ellos sabrán. Peor para ellos.
Gracias, Delibes. Y perdón por el retraso.
Por ejemplo, he pensado más de una vez si hubiese podido llegar a ser un deportista profesional. He practicado varios pero o los empecé un poco tarde, o fui inconstante o no supe aprender de las enseñanzas, o todo ello junto. No me arrepiento. A día de hoy sigo disfrutando y he descubierto otros deportes y me da mucha pereza pensar en los problemas físicos que arrastran los ex deportistas para toda su vida.
Llegué tarde al tema de las chicas. En realidad, sería más correcto decir que ni llegué. Me tope con la indicada a lo que podríamos calificar como una edad provecta y no ha habido ni antes, ni después, ni falta que hace. Pero me causa cierta ternura cuando mis amigos, cada vez más, hablan de sus novias de juventud o comparan lo que tuvieron con lo que tienen. Se me escapan sus reflexiones.
Llegue tarde a los idiomas y, parar ser justos, no me esforcé demasiado. Me dio miedo. Temí al fracaso. Y ahora intento casi cada día ponerle remedio. Me costó mucho quitarme la vergüenza. Me la he quitado. Pero, siendo mucho, no es suficiente. Y conozco mucha gente de mi edad y más mayor que está tomando decisiones drásticas del tipo de me voy unos meses a un país que no conozco para asentar lo que sé y aprender lo que no sé. Tal vez, en esta ocasión sí lo haga. Ya veremos.
Pero una de las cosas a las que llegué tarde y más rabia me da es la lectura. Esa es culpa sólo mía. En casa de mis padres había miles de libros. Soy incapaz de recordar un rincón de casa que no tuviese libros. Todos los días, después del pis del primer minuto, había que coger el periódico que había en la puerta. ¡Qué hermosura!. Y los fines de semana había 3 ó 4 periódicos para elegir, ¡con sus correspondientes revistas!.
Recuerdo la colección de Mortadelos, de Astérix, de Mafaldas, de Rompetechos,… Esos sí que los devoraba, como la prensa, pero el salto a los libros no me fue sencillo. Ni con los Cinco, ni con Guillermo el Travieso,… No fui capaz. Desarrollé una gran habilidad para torear las lecturas obligatorias en el colegio y en el instituto. Es el día de hoy que hay profesores y amigos (no es incompatible) que no se explican cómo pude llegar a la universidad sin haber leído El Lazarillo de Tormes, El Quijote, o Zalacaín. Con esas carencias no es de extrañar que todavía cometa faltas de ortografía. Los milagros no existen por mucho que se empeñe Frank Capra.
Pero aunque llegué tarde, he hecho un gran esfuerzo, uno de los mayores de mi vida, por arreglarlo. Y hay un puñado de personas que me han ayudado, guiado y encauzado bien. Pilar, profesora magnífica que pulsó la tecla precisa en segundo de carrera para interesarme de verdad por los libros. Jose, que sigue siendo un ejemplo a mi lado después de 20 años de amistad. Antonio, que me enseñó a cerrar cualquier libro y pasar a otro que me interesase más.
Y también algunos autores que han dejado páginas que me ha gustado mucho leer. Páginas sencillas, salidas de una mente privilegiada que recogen historias que he sido capaz de interiorizar. Para no perder la tradición que vengo volcando en estas frases, he llegado tarde a la muerte de Miguel Delibes, una de esas personas que me han ayudado. Un tipo, dicen los que le conocieron, tan sencillo como su literatura. Alguien que se merecía el respeto y el cariño de todos nosotros, el que los anónimos han sabido darle y el que algunas autoridades le han dado entre dientes y de mala manera. Ellos sabrán. Peor para ellos.
Gracias, Delibes. Y perdón por el retraso.
lunes, 8 de marzo de 2010
DE NIEVES
No seré yo quien diga que estamos teniendo un invierno de perros pero sí que en mi corta experiencia no recuerdo uno con tantas nevadas. No han sido nevadas imposibles, permanentes, de frío helador e incómodo. No. Pero sí lo suficientemente permanente como para que no se me vaya de la cabeza con facilidad.
Hace 20 años que vivo en Madrid y en este tiempo he visto unas cuantas nevadas. Los primeros años las esperaba, venía yo de zona de costa y no era habitual vivir un invierno blanco, con cierta alegría. Pero no llegaban. Luego se iban sucediendo a un ritmo de año sí, dos años no. Y resultaba entretenido. De un quinquenio para acá nieva todos los inviernos. Una nevadita (en la capital, se entiende) que hace que todos marquemos ese día en el calendario. Más por lo anecdótico que otra cosa. Además, casi todos hacemos alguna foto, como si nunca más fuese a nevar. Y tenemos una colección que ya ya.
Lo de este año está siendo diferente. Que recuerde, ha nevado media docena de veces. En alguno de los días de forma copiosa. Además, si lo normal era que nevase en torno a navidades o en febrero, este año ha nevado antes de fiestas, después de fiestas, en febrero, en marzo,… Y ya veremos si no volvemos a ver la nieve. No ha sido un invierno especialmente crudo, duro o frío. Los recuerdo peores, pero parece que es más fácil recordar la nieve que el frío.
Hablando de recordar, tanta nieve me ha traído a la memoria a un buen amigo que es fanático de los refranes, y de otras muchas cosas. Durante años trabajé con él y lo de buscar refranes para ilustrar lo que quería decir en cada momento se convirtió en una de mis tareas cuando la cosa se salía de lo más habitual. En este caso ha venido a mi cabeza un refrán muy conocido. Aquel que dice “Año de nieves, año de bienes”. Lo he utilizado ya en algunas ocasión en las últimas semanas y no puedo dejar de pensar que los estrategas políticos de Rajoy estarán deseando que en horas 24 no pase de las musas a… la realidad. De lo contrario, les joderá la estrategia para la segunda mitad de la legislatura.
No es probable que las cosas cambien porque en invierno haya nevado pero sí lo es, en mi opinión, que vamos a tener un buen verano en muchos aspectos. El turismo ajustará márgenes y la actividad será importante. Además, el agua caída traerá una excelente primavera que dejará una naturaleza reventona de esas que gusta ver casi tanto como a Charlize Theron en la pantalla. Y todo eso nos animará a todos. Además, es difícil seguir empeorando al ritmo que lo íbamos haciendo, con lo cual empezaremos todos a convencernos de que las cosas empiezan a ir menos mal.
Además, nada más terminar el verano empezaremos el maratón electoral de 18 meses que nos llevará a las generales de 2012 pasando por las catalanas de noviembre, las municipales y autonómicas de 2011 y las que vayan surgiendo por el camino. Y ya sabemos que los periodos electorales son propicios para grandes euforias y sonoros gorrazos. La realidad se maquilla, ya sea para disimular los defectos o para resaltarlos y nunca podemos estar seguros de si lo que estamos viendo es lo que creemos o lo que quieren que veamos.
Por eso, somos tantos los que disfrutamos viendo la nieve. Porque nadie le da forma pero deja un paisaje uniforme, suave, agradable. Hasta que llegamos los demás y empezamos a pisotearlo. ¡Qué le vamos a hacer!.
Hace 20 años que vivo en Madrid y en este tiempo he visto unas cuantas nevadas. Los primeros años las esperaba, venía yo de zona de costa y no era habitual vivir un invierno blanco, con cierta alegría. Pero no llegaban. Luego se iban sucediendo a un ritmo de año sí, dos años no. Y resultaba entretenido. De un quinquenio para acá nieva todos los inviernos. Una nevadita (en la capital, se entiende) que hace que todos marquemos ese día en el calendario. Más por lo anecdótico que otra cosa. Además, casi todos hacemos alguna foto, como si nunca más fuese a nevar. Y tenemos una colección que ya ya.
Lo de este año está siendo diferente. Que recuerde, ha nevado media docena de veces. En alguno de los días de forma copiosa. Además, si lo normal era que nevase en torno a navidades o en febrero, este año ha nevado antes de fiestas, después de fiestas, en febrero, en marzo,… Y ya veremos si no volvemos a ver la nieve. No ha sido un invierno especialmente crudo, duro o frío. Los recuerdo peores, pero parece que es más fácil recordar la nieve que el frío.
Hablando de recordar, tanta nieve me ha traído a la memoria a un buen amigo que es fanático de los refranes, y de otras muchas cosas. Durante años trabajé con él y lo de buscar refranes para ilustrar lo que quería decir en cada momento se convirtió en una de mis tareas cuando la cosa se salía de lo más habitual. En este caso ha venido a mi cabeza un refrán muy conocido. Aquel que dice “Año de nieves, año de bienes”. Lo he utilizado ya en algunas ocasión en las últimas semanas y no puedo dejar de pensar que los estrategas políticos de Rajoy estarán deseando que en horas 24 no pase de las musas a… la realidad. De lo contrario, les joderá la estrategia para la segunda mitad de la legislatura.
No es probable que las cosas cambien porque en invierno haya nevado pero sí lo es, en mi opinión, que vamos a tener un buen verano en muchos aspectos. El turismo ajustará márgenes y la actividad será importante. Además, el agua caída traerá una excelente primavera que dejará una naturaleza reventona de esas que gusta ver casi tanto como a Charlize Theron en la pantalla. Y todo eso nos animará a todos. Además, es difícil seguir empeorando al ritmo que lo íbamos haciendo, con lo cual empezaremos todos a convencernos de que las cosas empiezan a ir menos mal.
Además, nada más terminar el verano empezaremos el maratón electoral de 18 meses que nos llevará a las generales de 2012 pasando por las catalanas de noviembre, las municipales y autonómicas de 2011 y las que vayan surgiendo por el camino. Y ya sabemos que los periodos electorales son propicios para grandes euforias y sonoros gorrazos. La realidad se maquilla, ya sea para disimular los defectos o para resaltarlos y nunca podemos estar seguros de si lo que estamos viendo es lo que creemos o lo que quieren que veamos.
Por eso, somos tantos los que disfrutamos viendo la nieve. Porque nadie le da forma pero deja un paisaje uniforme, suave, agradable. Hasta que llegamos los demás y empezamos a pisotearlo. ¡Qué le vamos a hacer!.
sábado, 9 de enero de 2010
DESAHOGO
Pocas, muy pocas veces he estado tan de acuerdo con Ibarra. Esta semana publicaba uno de esos artículos provocadores suyos que tanta polvareda generan. Este era sobre los famosos derechos de autor. Armaba dos o tres argumentos claramente demagógicos pero no menos esclarecedores el que fuera presidente perpetuo de Extremadura. Digo demagógicos porque soy el primero que, incluso sin ser creador ni autor ni nada que se le parezca (y dios me libre), se da cuenta de que no es lo mismo un tema de Sabina o un libro de Zafón o una película de Trueba que un kilo de naranjas. Ya lo sé.
Claro, el regocijo que me produjo el artículo de Ibarra fue mayor cuando, 48 horas después, comprobé que alguien tan moderado como Muñoz Molina se lanzaba a la yugular del ex político con argumentos igual de demagógicos pero mucho más peregrinos. La pupa que le habían hechos las palabras de Ibarra afloraba desde el primer párrafo en el que llamaba presidente jubilado al socialista. Y después se metía en disquisiciones sobre qué pasaría si Ibarra se llevase el famoso kilo de naranjas de la tienda sin pagarlo.
Pasaría, por supuesto, que sería perseguido y detenido por ladrón. Pero no es eso de lo que hablaba Ibarra ni de lo que hablamos los pobres usuarios. Hablamos de otro robo, aquel al que nos vemos sometidos porque algunos creadores se han hecho fuertes y se han asociado al poder para cogernos por el escroto y no soltarnos. Y eso si que no. No es que le tenga demasiado aprecio a mis testículos, no sirven para gran cosa, la verdad. Es que me molesta tener ahí una mano desconocida con la amenaza perpetua de apretar, porque duele mucho oiga, cuando aprieta.
Qué pasaría si nosotros compramos un libro, un disco, una película o un grabado y cada vez que vamos a leerlo, escucharlo, verla o mirarlo tenemos que pagar. Pues pasaría que estaríamos en un país de locos. Sin embargo, aquí hay una sociedad que cobra cada vez que alguien quiere hacer una versión de una canción; cobra cuando esa versión se graba de forma efectiva; cobra por cada orquesta que graba esa versión; cobra cuando usted compra el disco en cuestión; y cobra cada vez que alguien reproduce ese disco fuera de su ámbito privado (cada vez más circunscrito a su cuarto de baño). Eso es lo que pasa. A la mayoría no nos parece normal pero la inmensa mayoría no hace nada. Ya está bien.
En mi opinión, el problema nace en el mismo planteamiento de los derechos de autor aunque se haya multiplicado ahora con el desarrollo vertiginoso de la tecnología. Vamos a ver en la antigüedad había básicamente dos grupos de “artistas” (por simplificar y llamarlos de alguna manera). Uno de esos grupos estaría formado por aquellos habilidosos que eran contratados para hacer una obra a la mayor gloria de quién los contrataba. Ese podría ser el caso de alguien como Fidias, escultor, pintor, arquitecto de la Grecia clásica que era requerido y cobraba su sueldo o remuneración por ello. Sin salir del panorama clásico, el ejemplo del otro grupo podría ser Homero, recopilador de la tradición oral y autor de dos libros tan leídos, vendidos y citados como La Iliada y La Odisea que no consta que cobrase por ellos ni por sus derechos de autor. Componía sus textos porque se le daba bien, le gustaba y resultaba eficaz. El que esos textos se hayan convertido en libros y en obras de arte de referencia en todo el mundo es secundario.
Hasta aquí tenemos a dos grupos de personas que tienen y desarrollan ciertas habilidades como mejor les parece. Luego existen otros dos grupos que no tienen nada que ver con los anteriores pero que, en algunos casos, van surgiendo al amparo de ellos. Son aquellos que sin tener ninguna habilidad conocida y reconocible pretenden cobrar como Fidias y pasar a la posteridad como Homero. Los jetas, vamos. El segundo de estos grupos lo forman los que quieren aprovecharse del trabajo de los dos primeros grupos para sobrevivir ellos de la mejor manera posible sin tener que aportar gran cosa (nada en absoluto, para ser exactos) al producto final. En este último grupo podemos retomar el caso del kilo de naranjas.
Resulta que cuando nos enteramos que a los agricultores que producen las naranjas les pagan 25 céntimos de euro por kilo aunque nosotros lo paguemos a 3 ó 4 euros cargamos contra esos malvados intermediarios que encarecen el precio, se quedan con la inmensa mayoría del beneficio y tienen sometidos a los pobres agricultores. Pero cuando conocemos que los 20 eurazos que nosotros pagamos por un disco no llegan para mantener al pobre de Alejandro Sanz en su mansión de Miami, ni para que Teddy Bautista pueda seguir comprando edificios con fines no siempre confesables o legales, todo el mundo mira a los que se bajan el disco en cuestión de internet. Resulta que la culpa es de esa gente y de la tecnología. Manda huevos, como si las naranjas se siguiesen trayendo de levante a Madrid en carros de burras y no en potentes camiones frigorífico. Como si no se metiesen en cámaras para poder ampliar la temporada de consumo.
Es tan patético y absurdo que me he permitido, yo también, ser un poco demagógico. Pero creo que queda clara mi postura. A ver si en menos palabras logro lo mismo con otros dos casos que también nos han azotado esta semana. El primero es el de ese petimetre de nombre Juan López de Uralde, a la sazón Director Ejecutivo de Greenpeace España. Este personaje no tuvo reparos en cometer un delito al servicio de los intereses de su asociación. Dicho sea de paso, asociación especialista en cometer todo tipo de delitos (menores desde luego, pero delitos) con el amparo de los loables objetivos (o no) que la animan. Lo estaba cometiendo digo y sabía a lo que se exponía pero, claro, era mucho mayor el beneficio que iba a obtener. Y estaba el negocio completo. Pongo por delante y sin matices que me parece una pasada que se tenga a alguien 20 días entre rejas por entrar en un edificio público. No hay duda. Pero esta gente son unos jetas que se creen con patente de corso y ya está bien. Me gustaría saber qué pensarían todos los defensores y justificadores que les han salido estos días si un día fuesen a entrar en su casa y se encontrasen a alguien en su salón, bebiéndose un par de las cervezas que tenían en la nevera. Claro, ya sé que me olvido que Uralde es de Greenpeace y los ocupas de la casa no. Perdón.
Finalmente, tengo que decir que condeno firmemente la agresión a Hermann Terscht de hace un mes. Firmemente. Y la condeno no porque él sea periodista. No tienen los periodistas, en mi opinión, ningún mérito superior al resto de los ciudadanos. La condeno porque no me parece bien la violencia. Punto. Condeno y denuncio, con la misma firmeza, la campaña de intoxicación lamentable que han generado desde algunos medios y desde algunos ámbitos políticos al calor de este suceso. Lamentable que hayan querido relacionar esta agresión con un enfrentamiento político y/o mediático de la índole que sea. No me gusta el enfrentamiento entre posiciones ideológicas que estamos viviendo en España desde hace años, y lo he dicho, pero no se puede relacionar con una pelea de bar de madrugada que son un clásico en toda la historia. Por cierto, Hermann, deberías volver a la primera versión que diste de la agresión. Aquella moderada declaración que hiciste para Telemadrid el sábado 12 de diciembre, antes de sentirte el mártir protagonista de la cruzada lanzada desde algún edificio importante del centro más importante de Madrid. Una cruzada que ha sido acallada por los hechos y cuyos inventores no han dicho nada en las últimas 48 horas, desde que se ha conocido que el detenido es un broncas profesional entre los borrachos, drogadictos y maleantes de la noche de la capital. Dicho sea sin ofender, Hermann.
Claro, el regocijo que me produjo el artículo de Ibarra fue mayor cuando, 48 horas después, comprobé que alguien tan moderado como Muñoz Molina se lanzaba a la yugular del ex político con argumentos igual de demagógicos pero mucho más peregrinos. La pupa que le habían hechos las palabras de Ibarra afloraba desde el primer párrafo en el que llamaba presidente jubilado al socialista. Y después se metía en disquisiciones sobre qué pasaría si Ibarra se llevase el famoso kilo de naranjas de la tienda sin pagarlo.
Pasaría, por supuesto, que sería perseguido y detenido por ladrón. Pero no es eso de lo que hablaba Ibarra ni de lo que hablamos los pobres usuarios. Hablamos de otro robo, aquel al que nos vemos sometidos porque algunos creadores se han hecho fuertes y se han asociado al poder para cogernos por el escroto y no soltarnos. Y eso si que no. No es que le tenga demasiado aprecio a mis testículos, no sirven para gran cosa, la verdad. Es que me molesta tener ahí una mano desconocida con la amenaza perpetua de apretar, porque duele mucho oiga, cuando aprieta.
Qué pasaría si nosotros compramos un libro, un disco, una película o un grabado y cada vez que vamos a leerlo, escucharlo, verla o mirarlo tenemos que pagar. Pues pasaría que estaríamos en un país de locos. Sin embargo, aquí hay una sociedad que cobra cada vez que alguien quiere hacer una versión de una canción; cobra cuando esa versión se graba de forma efectiva; cobra por cada orquesta que graba esa versión; cobra cuando usted compra el disco en cuestión; y cobra cada vez que alguien reproduce ese disco fuera de su ámbito privado (cada vez más circunscrito a su cuarto de baño). Eso es lo que pasa. A la mayoría no nos parece normal pero la inmensa mayoría no hace nada. Ya está bien.
En mi opinión, el problema nace en el mismo planteamiento de los derechos de autor aunque se haya multiplicado ahora con el desarrollo vertiginoso de la tecnología. Vamos a ver en la antigüedad había básicamente dos grupos de “artistas” (por simplificar y llamarlos de alguna manera). Uno de esos grupos estaría formado por aquellos habilidosos que eran contratados para hacer una obra a la mayor gloria de quién los contrataba. Ese podría ser el caso de alguien como Fidias, escultor, pintor, arquitecto de la Grecia clásica que era requerido y cobraba su sueldo o remuneración por ello. Sin salir del panorama clásico, el ejemplo del otro grupo podría ser Homero, recopilador de la tradición oral y autor de dos libros tan leídos, vendidos y citados como La Iliada y La Odisea que no consta que cobrase por ellos ni por sus derechos de autor. Componía sus textos porque se le daba bien, le gustaba y resultaba eficaz. El que esos textos se hayan convertido en libros y en obras de arte de referencia en todo el mundo es secundario.
Hasta aquí tenemos a dos grupos de personas que tienen y desarrollan ciertas habilidades como mejor les parece. Luego existen otros dos grupos que no tienen nada que ver con los anteriores pero que, en algunos casos, van surgiendo al amparo de ellos. Son aquellos que sin tener ninguna habilidad conocida y reconocible pretenden cobrar como Fidias y pasar a la posteridad como Homero. Los jetas, vamos. El segundo de estos grupos lo forman los que quieren aprovecharse del trabajo de los dos primeros grupos para sobrevivir ellos de la mejor manera posible sin tener que aportar gran cosa (nada en absoluto, para ser exactos) al producto final. En este último grupo podemos retomar el caso del kilo de naranjas.
Resulta que cuando nos enteramos que a los agricultores que producen las naranjas les pagan 25 céntimos de euro por kilo aunque nosotros lo paguemos a 3 ó 4 euros cargamos contra esos malvados intermediarios que encarecen el precio, se quedan con la inmensa mayoría del beneficio y tienen sometidos a los pobres agricultores. Pero cuando conocemos que los 20 eurazos que nosotros pagamos por un disco no llegan para mantener al pobre de Alejandro Sanz en su mansión de Miami, ni para que Teddy Bautista pueda seguir comprando edificios con fines no siempre confesables o legales, todo el mundo mira a los que se bajan el disco en cuestión de internet. Resulta que la culpa es de esa gente y de la tecnología. Manda huevos, como si las naranjas se siguiesen trayendo de levante a Madrid en carros de burras y no en potentes camiones frigorífico. Como si no se metiesen en cámaras para poder ampliar la temporada de consumo.
Es tan patético y absurdo que me he permitido, yo también, ser un poco demagógico. Pero creo que queda clara mi postura. A ver si en menos palabras logro lo mismo con otros dos casos que también nos han azotado esta semana. El primero es el de ese petimetre de nombre Juan López de Uralde, a la sazón Director Ejecutivo de Greenpeace España. Este personaje no tuvo reparos en cometer un delito al servicio de los intereses de su asociación. Dicho sea de paso, asociación especialista en cometer todo tipo de delitos (menores desde luego, pero delitos) con el amparo de los loables objetivos (o no) que la animan. Lo estaba cometiendo digo y sabía a lo que se exponía pero, claro, era mucho mayor el beneficio que iba a obtener. Y estaba el negocio completo. Pongo por delante y sin matices que me parece una pasada que se tenga a alguien 20 días entre rejas por entrar en un edificio público. No hay duda. Pero esta gente son unos jetas que se creen con patente de corso y ya está bien. Me gustaría saber qué pensarían todos los defensores y justificadores que les han salido estos días si un día fuesen a entrar en su casa y se encontrasen a alguien en su salón, bebiéndose un par de las cervezas que tenían en la nevera. Claro, ya sé que me olvido que Uralde es de Greenpeace y los ocupas de la casa no. Perdón.
Finalmente, tengo que decir que condeno firmemente la agresión a Hermann Terscht de hace un mes. Firmemente. Y la condeno no porque él sea periodista. No tienen los periodistas, en mi opinión, ningún mérito superior al resto de los ciudadanos. La condeno porque no me parece bien la violencia. Punto. Condeno y denuncio, con la misma firmeza, la campaña de intoxicación lamentable que han generado desde algunos medios y desde algunos ámbitos políticos al calor de este suceso. Lamentable que hayan querido relacionar esta agresión con un enfrentamiento político y/o mediático de la índole que sea. No me gusta el enfrentamiento entre posiciones ideológicas que estamos viviendo en España desde hace años, y lo he dicho, pero no se puede relacionar con una pelea de bar de madrugada que son un clásico en toda la historia. Por cierto, Hermann, deberías volver a la primera versión que diste de la agresión. Aquella moderada declaración que hiciste para Telemadrid el sábado 12 de diciembre, antes de sentirte el mártir protagonista de la cruzada lanzada desde algún edificio importante del centro más importante de Madrid. Una cruzada que ha sido acallada por los hechos y cuyos inventores no han dicho nada en las últimas 48 horas, desde que se ha conocido que el detenido es un broncas profesional entre los borrachos, drogadictos y maleantes de la noche de la capital. Dicho sea sin ofender, Hermann.
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