Hubo un tiempo en el que las películas lucían tanto por sus protagonistas como por sus secundarios. Si Humphrey Bogart llenaba "El tesoro de Sierra Madre", había un hueco de sobra para Walter Huston. Las mejores pelis americanas de Alfred Hitchcock cuentan con presencias como las de Leo G. Caroll o Thelma Ritter para apuntalar. Walter Brennan, Elsa Lanchaster, Ward Bond, Charles Coburn,... La lista sería interminable.
En España también fuimos especialistas en combinar grandes protagonistas con mejores secundarios. Las hermanas Caba Alba, Xan das Bolas, Manolo Morán,... En uno y en otro caso, lo más importante es que había protagonistas de fuste y segundarios sólidos.
Con los años (y no se me puede tachar de nostálgico en esto) hemos perdido a los protagonistas. La industria o lo que sea ha ido dejando paso a jovencitos sin fundamento que se ve que tienen tirón para la taquilla (que venden entradas vamos) pero que no sostienen una película o una obra de teatro ni de coña. El remedio más inmediato suele ser rodearlos de grandes secundarios y ahí si que no fallamos.
Es curioso porque es un ciclo un poco sorprendente. Empiezan jóvenes y lamentables, pero protagonistas. Se van haciendo como mucha lentitud y no menos trabajo. Y cuando están en el momento óptimo, dejan paso a nuevos imberbes que los convierten en secundarios más que aceptables. Entre tanto, no pocas veces, comienzan a refugiarse en las tablas, que es donde se terminan de dorar lejos de las cámaras que son devoradoras por naturaleza.
Este proceso es muy evidente en el caso del cine y del teatro, probablemente porque están expuestos muchas horas ante el público y nos enteramos de muchos entresijos. Pero voy dándome cuenta de que es un proceso que se amplía a otros campos. Cada vez a más campos para ser exactos.
Últimamente, incluso, afecta a la política. Me saltó la alerta cuando leí que Antonio Asunción volvía a la política. Ese hombre que tiene en su haber el ser un ministro dimisionario por coherencia con sus obligaciones. Esa persona a la que no creo que nadie pueda acusar de haber levantado la voz o de haber dicho nada inapropiado o injurioso nunca en su vida. Al hilo de ello y de la proliferación de las primarias en el PSOE [ojo al parche porque cuando el PSOE entra en primarias suele ser síntoma de que está en crisis aguda que tarda en superar] me he dado cuenta de que en su estrategia de férreo control del partido, Zapatero se ha deshecho de todos los posibles líderes potentes en las autonomías. Eso le viene muy bien, internamente, mientras no hay elecciones. Porque con personas de medio pelo se libra de tener que debatir y se mueve en un remanso de paz.
Pero cuando llegan las elecciones se encuentra que esos sinsubstancia que ha estado alimentando no tienen fuste para lidiar con las urnas y le entran las prisas y los agobios y los problemas. Pero como ha escogido protagonistas de desecho no tiene margen de maniobra. Los secundarios pueden ser más que buenos (en muchos casos lo son) pero están fuera del hilo principal de la historia.
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