Siempre he admirado a Loyola de Palacio. Tuve una cierta relación profesional con ella y siempre me pareció una persona extraordinariamente amable, trabajadora y, sobre todo, con una capacidad de empatía enorme. Entre otros muchos recuerdos, guardo dos relacionados con sendas fotografías de Loyola en distintos momentos de su vida.
El primero se corresponde con la etapa en la que el PP apuraba los argumentos para ganar las elecciones a Felipe González. Loyola, apasionada del deporte, se fue a las rías bajas gallegas a practicar uno de los ejercicios veraniegos que más le gustaba, el surf (su favorito era el submarinismo, la verdad). Aquella foto de la ruda parlamentaria embutida en un traje de neopreno y subida a una tabla velada fue objeto de más de un chascarrillo entre políticos y periodistas. Ella, con esa seguridad que dan las fuertes convicciones, no hizo el menor caso.
El segundo es más reciente, de su etapa en el ministerio. Alguien cercano a ella la convenció para que posase para unas fotos del Magazine de El Mundo de una guisa poco habitual en una mujer como ella. Demasiado pintada, sentada en el suelo y reclinada sobre su brazo, como si estuviese en una fiesta romana. Aquella foto no era inocente. Puede ser que no causase gran efecto ni en ella, ni en su entorno, ni en la gente que podía votarla (de hecho, meses después ganó las elecciones europeas). Pero mi impresión fue que aquella imagen se la podía haber ahorrado. No le aportó nada a su vida política ni a su vida personal. Sobraba.
Sabe, el que tiene la paciencia de acercarse a este cuaderno con cierta frecuencia, que tengo una cierta tendencia a estudiar las imágenes de los periodicos y llevo una semana dandole vueltas a la famosa foto de los culos. Supongo que no tengo que dar más detalles de a que imagen me refiero. Si alguien quiere hacer el ejercicio puede poner en google imágenes la palabra "culo" y ver el resultado. Encontrará una variedad casi infinita, pero no la fotografía tomada en las escalinatas de La Zarzuela.
Si esa es la foto que queda de una cumbre bilateral, igual que si la imagen que quedó de aquella cumbre del G-8 fue la de Bush y Aznar con los píes sobre la mesa, es que esas cumbres son perfectamente suprimibles. Lo que más me llama la atención es que la instantánea fue captada y distribuída por varias agencias y colocada por varios medios (casi todos) en sus resúmenes de esa jornada o de la semana. No salgo de mi asombro.
Pero, claro, si hay países que se pasan una semana hablando de como tienen que tener las tetas las candidatas al parlamento europeo y el resto de sus vecinos se suman (nos sumamos) a ese interesantísimo debate, está todo dicho. Todos hemos tenido fotografías de tetas o de culos entre nuestros iconos en uno u otro momento de nuestras vidas. Pero cuando hablamos de trabajo y de trabajar por la mejora de un país, no le veo el interés. Como dice mi padre, no hay que confundir el culo con las teémporas.
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