jueves, 27 de diciembre de 2007

¡¡¡ CÁLLENSE!!!

Como ya sabe el lector inexistente, no soy monárquico. Lo he dejado escrito en ocasiones anteriores. Sí tengo cierta simpatía y reconocimiento por el actual Rey de España.
Nunca he prestado demasiada atención al mensaje de Navidad de Don Juan Carlos, tampoco este año, salvo por cuestiones profesionales que no vienen al caso. Con todo, y precisamente por esas razones profesionales, soy perfectamente consciente de las cosas que Don Juan Carlos ha dicho en los últimos 20 años durante esas palabras de espumillón.
Más allá de referencias concretas a acontecimientos muy importantes del año, el Rey tiene una serie de constantes: apelaciones a la unidad y el consenso; firmeza y unidad de todos contra el terrorismo; condena de los atentados y las agresiones violentas de toda índole; recuerdo de la importancia de la monarquía (a ver); y defensa de la constitución como gran marco de convivencia durante estos años. Repásense, repásense sus palabras y se verá que es cierto.
Durante 10 minutos al año, Don Juan Carlos habla, más o menos, por sí mismo y para todos. Por ello, no deja de molestarme que a todos los partidos políticos (y, últimamente, a algunos grupos sociales) les falte tiempo para salir a comentar-respaldar-criticar-matizar-despreciar las palabras del Monarca. Si, en alguno ocasión, al Rey se le ocurriese comentar las cosas que dicen los políticos, todos saltarían contra él como fieras. Pero nuestros políticos se creen la verdadera esencia de este país y no tienen reparos en comentarlo todo. Hágannos un favor a todos y CÁLLENSE.
Ni en Navidad nos dejan descansar. A fin de cuentas, Don Juan Carlos lleva años diciendo lo que la mayoría de españoles (monárquicos y no) pensamos: acérquense, discrepen, debatan, acuerden, pero no encanallen esta sociedad. Sumen, no resten. Aporten algo, no se aprovechen. Piensen en todos, en España, y no en sí mismos. Sean generosos y no egoístas.
Decía este miércoles en El País Daniel Innerarity que “la política ha entrado plenamente en un horizonte postheroico en el que hay más acuerdo y menos alternativas de lo que parece”, y continuaba “la supuesta crisis de la política no es otra cosa que una crisis de la apoteosis moderna de las seguridades ideológicas, cuyo antiguo garante es hoy más contingente que nunca. Quizás, sea por eso, que los politiquillos (que son los que más abundan en nuestra época) necesitan estar siempre diciendo cosas y aparentando que se diferencian del de al lado, para mantener su condición de tales.
Lo dicho, trabajen un poco más y, de paso, CÁLLENSE.

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