Groucho Marx es de los personajes más citados de las últimas décadas. Probablemente tiene que ver en ello su popularidad ganada en el cine. La simpleza de la mayoría de sus sentencias. Su concepto un poco klennex del decir. Todo ello encaja muy bien con la humanidad del siglo XX y, mucho mejor aún, con la del siglo XXI. Una de las citas más recurrentes del tío del bigote pintado es aquella que dice “estos son mis principios y si no le gustan, no se preocupe, tengo otros”.
Creo que encaja como un guante en la sociedad actual. Probablemente cuando él la pronunció resultó chocante, hiriente incluso. Ahora es simplemente chispeante. Pero lo peor de todo es que encaja perfectamente con casi todos nuestros políticos. A uno y a otro lado.
¡Qué cosas se dijeron de aquellas imágenes de la plana mayor del PSOE acudiendo a la prisión de Guadalajara a acompañar el ingreso de Barrionuevo y Vera! ¡Qué cosas se han dicho de los paseíllos del PNV camino del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco! Y ahora descubrimos que le ha llegado el San Martín al PP. Venga, no valen con los sucesivos actos de desagravió organizados a lo largo de las últimas semanas a la mayor gloria de Francisco Camps. No. Había que ir todos siguiendo la estela roja de Rita Barberá a montar el numerito ante la puerta grande del Tribunal Superior de Justicia de Valencia.
Muy mal tienen que estar las cosas para que el PP del nuevo Rajoy se pliegue a semejante despropósito. Pero claro, ahora que lo pienso, el bueno de Mariano, como las buenas de María Dolores y de Soraya, estaba muy ocupado rechazando la dimisión de Federico Trillo, que si de principios hablamos podemos encontrar el principio… de su vida política pero, a este paso, no vamos a encontrar el final ni cuando la palme.
Vale que nadie le pidió que dimitiese así, motu proprio. Vale que él no sólo no se lanzó a un cese irrevocable que era lo suyo. Vale que, sin venir a cuento, se presentase a leer un comunicado que a nadie importaba y que nadie le había pedido y no venía a cuento. Vale. Pero una vez que pone, hasta tres veces, sus cargos a disposición de sus variados jefes y jefas, no me puedo creer que ninguno se la aceptase. Puedo entender, en un alarde de comprensión por mi parte, que todos no se la admitiesen, pero, coño, ¡uno por lo menos!
Es que no se entiende. Pues claro que tiene que dejar la política y dedicarse a otra cosa. Don Federico, que es hábil abogado y hábil político y hábil dialéctico y hábil estratega ha montado un argumento tan sugerente como poco sólido. He ganado dos veces las elecciones en mi circunscripción y eso liquida mis responsabilidades políticas. Y ahí están sus corifeos pregonando la máxima.
Pues no, mire usted. Cuando en España se llegue al caso de elección por circunscripción personal ese argumento será válido. En ese caso, cada político dará la cara por sus decisiones y sus comportamientos y los electores podremos besársela o partírsela a nuestra conveniencia. Pero mientras el eje electoral sigan siendo los partidos y la condena las listas cerradas, nos comemos un sistema donde los filetes tienen más gordo y menos carne que nunca.
A usted, que tanto le gusta presumir de la cocina mediterránea y de los arroces levantinos, no le queda ni adorno, ni caldo, ni paellera. Por no tener, no tiene ni butano con el que cocinar. Y el arroz, así duro, no hay quién se lo trague.
jueves, 21 de mayo de 2009
martes, 19 de mayo de 2009
AMIGUITOS Y PALABRAS
Escuchaba, esta mañana, una entrevista con Jordi Sevilla.
Estoy seguro de que, más de uno, habrá tenido que pararse a pensar un minuto quién es este buen señor. No es que tenga un nombre común y anodino. No. Es que hace ya unos meses que casi no sabíamos de él. Estuvo en muchos platos durante buena parte de lo que llevamos de siglo. Fue uno de los fundadores de ese equipo originario de Zapatero, aquello que se dio en llamar Nueva Vía. Y fue de los primeros que se garantizó una cartera en el primer ejecutivo de Zapatero.
Oyéndole hablar, mientras me duchaba, me dio por pensar en ello. Saben mis amigos que en el baño es donde se me ocurren las pocas cosas que se me ocurren. Y la ducha es uno de los invernaderos más fructíferos de mi lenta y poco fértil cocorota. Pensando pensando, me di cuenta de con qué rapidez y con qué limpieza se había desprendido de aquellos primeros apoyos nuestro presidente.
Muchos de ellos formaron parte de su círculo íntimo en la primera legislatura. Hace de esto cinco años. Y todos ellos han sido barridos del mapa. Últimamente han florecido algunos brotecillos en forma de Trinidad. Ya veremos lo que dura. Ahora, el presidente prefiere a otros, a los que ha ido conociendo una vez en el poder. A los que se han convertido en su guardia, sus asesores y demás. Ahí están la másquevice, Miguel Qué, la Bibi,… Y ya no están ni Caldera, ni Aguilar, ni Sevilla, ni Micaela,…
¿ Será esa la verdadera y cruel forma de actuar del amable ZP?. Ya veremos. Vamos viendo de hecho.
Fíjese. Hace una semana, sólo una semana, Zapatero le cambió la baraja a Rajoy en el discurso del Debate sobre el Estado de la Nación. A Rajoy y a casi todos los portavoces. Asumió buena parte de las demandas manifestadas en los últimos meses por los distintos grupos. Dio cuartelillo tanto a diestra como a siniestra y los dejó a todos en bragas. Pasado el trance, puso a sus acólitos, al fiel amigo de la infancia José Antonio Alonso, a darle a la cesión y al “lo que tu digas”.
Sí, nada de 24.000 euros de tope. Quién ha dicho nada de rebajar el impuesto de sociedades, vaya tontería. Venga va, lo de los 2.000 euros pa comprar coche lo vemos más tarde,… Todo lo que cada uno quería oír con tal de sacar las resoluciones para adelante. No deja de ser curioso que las resoluciones de este tipo de debates no valen para nada. Casi siempre se quedan en papel mojado, pero se ve que después de semanas flirteando con la soledad parlamentaria y un año después de haber hecho gala de ser envestido en solitario y en segunda vuelta, Zapatero necesitaba un poquito de calorcito ajeno. Y eso que estamos apurando el mes de mayo.
Los titulares de mañana oscilarán entre “El PSOE le pasa la soledad parlamentaria al PP” y “Zapatero descafeína sus resoluciones para sumar el apoyo de los minoritarios”. Pero lo cierto es que un paquete de medidas que habían agitado algunos sectores de la economía se han quedado en pocas palabras de un discurso que ha envuelto los bocadillos de este fin de semana. Y eso no es gobernar.
Estoy seguro de que, más de uno, habrá tenido que pararse a pensar un minuto quién es este buen señor. No es que tenga un nombre común y anodino. No. Es que hace ya unos meses que casi no sabíamos de él. Estuvo en muchos platos durante buena parte de lo que llevamos de siglo. Fue uno de los fundadores de ese equipo originario de Zapatero, aquello que se dio en llamar Nueva Vía. Y fue de los primeros que se garantizó una cartera en el primer ejecutivo de Zapatero.
Oyéndole hablar, mientras me duchaba, me dio por pensar en ello. Saben mis amigos que en el baño es donde se me ocurren las pocas cosas que se me ocurren. Y la ducha es uno de los invernaderos más fructíferos de mi lenta y poco fértil cocorota. Pensando pensando, me di cuenta de con qué rapidez y con qué limpieza se había desprendido de aquellos primeros apoyos nuestro presidente.
Muchos de ellos formaron parte de su círculo íntimo en la primera legislatura. Hace de esto cinco años. Y todos ellos han sido barridos del mapa. Últimamente han florecido algunos brotecillos en forma de Trinidad. Ya veremos lo que dura. Ahora, el presidente prefiere a otros, a los que ha ido conociendo una vez en el poder. A los que se han convertido en su guardia, sus asesores y demás. Ahí están la másquevice, Miguel Qué, la Bibi,… Y ya no están ni Caldera, ni Aguilar, ni Sevilla, ni Micaela,…
¿ Será esa la verdadera y cruel forma de actuar del amable ZP?. Ya veremos. Vamos viendo de hecho.
Fíjese. Hace una semana, sólo una semana, Zapatero le cambió la baraja a Rajoy en el discurso del Debate sobre el Estado de la Nación. A Rajoy y a casi todos los portavoces. Asumió buena parte de las demandas manifestadas en los últimos meses por los distintos grupos. Dio cuartelillo tanto a diestra como a siniestra y los dejó a todos en bragas. Pasado el trance, puso a sus acólitos, al fiel amigo de la infancia José Antonio Alonso, a darle a la cesión y al “lo que tu digas”.
Sí, nada de 24.000 euros de tope. Quién ha dicho nada de rebajar el impuesto de sociedades, vaya tontería. Venga va, lo de los 2.000 euros pa comprar coche lo vemos más tarde,… Todo lo que cada uno quería oír con tal de sacar las resoluciones para adelante. No deja de ser curioso que las resoluciones de este tipo de debates no valen para nada. Casi siempre se quedan en papel mojado, pero se ve que después de semanas flirteando con la soledad parlamentaria y un año después de haber hecho gala de ser envestido en solitario y en segunda vuelta, Zapatero necesitaba un poquito de calorcito ajeno. Y eso que estamos apurando el mes de mayo.
Los titulares de mañana oscilarán entre “El PSOE le pasa la soledad parlamentaria al PP” y “Zapatero descafeína sus resoluciones para sumar el apoyo de los minoritarios”. Pero lo cierto es que un paquete de medidas que habían agitado algunos sectores de la economía se han quedado en pocas palabras de un discurso que ha envuelto los bocadillos de este fin de semana. Y eso no es gobernar.
lunes, 18 de mayo de 2009
BOTÁNICA O ECONOMÍA
Mi primo y yo solíamos ganarnos a pulso las broncas y los castigos. No éramos ni mejores ni peores que otros críos. Quizás nos faltaba ese puntito de maldad o de picardía para que no se notase la trastada de turno. Como solía ocurrir hace unos años, el verano era periodo propicio para que los chavales nos fuésemos a pasar una temporada al pueblo. Tan lejos de los estrictos padres (no como ahora) como cerca de los permisivos abuelos (igualito que en estos días).
En nuestro caso, ni nuestros padres eran tan estrictos ni nuestros abuelos tan permisivos. En cualquier caso, no hacía falta mucho para que la liásemos parda. Si cualquier pueblo es un reducto propicio para los rumores, uno del norte de España, más. Y sí a ello sumamos que es de los pequeños, pues todo se aliaba en nuestra contra. Si no comíamos unas uvas en alguna viña, no pasaban horas antes de que nuestro abuelo estuviese al cabo de la calle. Si nos liábamos a mamporros en cualquier claro del monte, la abuela no tenía que vernos los arañazos para saber por dónde habíamos pasado. Para que seguir.
En una ocasión, nos dio por subirnos a unos árboles tiernos que había cerca de casa. No puedo decir de qué especie eran, y ya tiene delito la cosa. Lo cierto es que eran de tronco extremadamente flexible. Descubrimos que subidos bien alto y balanceando las copas con cuidado pero con constancia, podíamos irnos acercando al suelo. No sé por qué, a esa tontería la llamamos “hacer el helicóptero”. En una de esas andábamos cuando algún vecino del pueblo nos vio y corrió con el cuento al abuelo. La charla que nos cayó fue de las que hacen época. Y por mucho que el abuelo insistía en que era peligroso, que nos podíamos caer y matarnos, yo no podía dejar de pensar que lo que de verdad le preocupaba era el árbol de los cojones.
Le había visto como los cuidaba. Con que mimo los atendía, les hacía los injertos, les aplicaba ese barro, bien amasado, que ayudaba a cicatrizar las heridas. Sabía con que cuidado revisaba cada manzana o cada pera para ver cómo iba su maduración. Aquellas manos descomunalmente grandes, que parecía que no se podrían cerrar nunca dado el tamaño de los dedos, trataban con sumo cuidado las plantas, como si fuesen un tesoro. Con esos antecedentes, no podía creer que nosotros le importásemos más que el árbol de los demonios.
Así aprendí lo mucho que significa para la gente del campo el ciclo de la vida animal y vegetal. Y así aprendí también que la mano del hombre no puede hacer casi nada para que surjan las yemas, para que broten las hojas o las flores, para que los árboles vayan a más. Pueden hacer un poquito para encauzarlos y, en todo caso, mejor no entorpecer el curso natural de las cosas.
Cuando oigo hablar de brotes verdes en la economía, me da la risa. Si de verdad piensan en botánica, que tomen nota. Y si piensan en economía, que se dejen de brotes verdes y se pongan a currar. Los brotes verdes pueden ser muy poéticos y bucólicos, pero tienen poco que ver con la pela, el PIB, los mercados, la bolsa o las hipotecas basura.
En nuestro caso, ni nuestros padres eran tan estrictos ni nuestros abuelos tan permisivos. En cualquier caso, no hacía falta mucho para que la liásemos parda. Si cualquier pueblo es un reducto propicio para los rumores, uno del norte de España, más. Y sí a ello sumamos que es de los pequeños, pues todo se aliaba en nuestra contra. Si no comíamos unas uvas en alguna viña, no pasaban horas antes de que nuestro abuelo estuviese al cabo de la calle. Si nos liábamos a mamporros en cualquier claro del monte, la abuela no tenía que vernos los arañazos para saber por dónde habíamos pasado. Para que seguir.
En una ocasión, nos dio por subirnos a unos árboles tiernos que había cerca de casa. No puedo decir de qué especie eran, y ya tiene delito la cosa. Lo cierto es que eran de tronco extremadamente flexible. Descubrimos que subidos bien alto y balanceando las copas con cuidado pero con constancia, podíamos irnos acercando al suelo. No sé por qué, a esa tontería la llamamos “hacer el helicóptero”. En una de esas andábamos cuando algún vecino del pueblo nos vio y corrió con el cuento al abuelo. La charla que nos cayó fue de las que hacen época. Y por mucho que el abuelo insistía en que era peligroso, que nos podíamos caer y matarnos, yo no podía dejar de pensar que lo que de verdad le preocupaba era el árbol de los cojones.
Le había visto como los cuidaba. Con que mimo los atendía, les hacía los injertos, les aplicaba ese barro, bien amasado, que ayudaba a cicatrizar las heridas. Sabía con que cuidado revisaba cada manzana o cada pera para ver cómo iba su maduración. Aquellas manos descomunalmente grandes, que parecía que no se podrían cerrar nunca dado el tamaño de los dedos, trataban con sumo cuidado las plantas, como si fuesen un tesoro. Con esos antecedentes, no podía creer que nosotros le importásemos más que el árbol de los demonios.
Así aprendí lo mucho que significa para la gente del campo el ciclo de la vida animal y vegetal. Y así aprendí también que la mano del hombre no puede hacer casi nada para que surjan las yemas, para que broten las hojas o las flores, para que los árboles vayan a más. Pueden hacer un poquito para encauzarlos y, en todo caso, mejor no entorpecer el curso natural de las cosas.
Cuando oigo hablar de brotes verdes en la economía, me da la risa. Si de verdad piensan en botánica, que tomen nota. Y si piensan en economía, que se dejen de brotes verdes y se pongan a currar. Los brotes verdes pueden ser muy poéticos y bucólicos, pero tienen poco que ver con la pela, el PIB, los mercados, la bolsa o las hipotecas basura.
viernes, 15 de mayo de 2009
PENSAR DEBERÍA SER LO PRIMERO
Los humanos nunca dejamos pasar la ocasión de meter la pata, de decir tonterías de lo más solemne. Tiene delito cuando se trata de una intervención oral. Resulta casi imperdonable cuando es un texto escrito. ¡Qué decir cuando nos referimos a un texto elaborado por los mejores redactores que se puedan juntar con todo el tiempo del mundo para hacerlo y con los objetivos más importantes en la cabeza!.
Con la solemnidad de los tontos o de los inconscientes, algunos de nuestros políticos no tienen reparos en decir cosas como que “El centralismo es lo que más desigualdad provoca”, Zapatero dixit. Él mismo ha firmado otras muchas de distinto pelaje pero igual contundencia: “Bajar los impuestos es de izquierdas”, “Prohibir fumar es progresista” o “El objetivo para esta legislatura es el pleno empleo”. No se sulfuren los progresistas que del otro lado también hay. “Sabré ser generoso con los terroristas”, dijo Aznar, coleccionista de estas frases que podríamos calificar como ornamentos de la nada o de cualquier otra manera. El mismo Aznar dijo aquello de que “España había salido del rincón de la historia”. Fuera de nuestras fronteras también hay quienes se esfuerzan por dejar su huella en esa colección de naderías. Quién ha olvidado aquello de “La vieja y la nueva Europa”.
Volvemos al principio y repito, como nos gusta dejar pasar la ocasión de estarnos callados. Si lo pensásemos un minuto nos daríamos cuenta de que no tenemos ni podemos tener una opinión sobre todo. Es imposible. Ni siquiera podemos tener algo que decir sobre cualquier asunto. De hecho, lo razonable sería que pensásemos primero y hablásemos después. Pero, claro, eso implicaría que nos tendríamos que parar a pensar sobre las cosas, en lugar de decir lo primero que se nos pasa por la boca. Además, estaríamos dando por supuesto que tenemos la capacidad de pensar. Esa que, no sabemos quién, nos ha adjudicado a los humanos, por el mero hecho de ser humanos. Y sobran ejemplos para poner en cuestión esa tesis.
El debate sobre el estado de la nación de esta semana y la polémica por la Ley del Aborto (la primera que se pone en trámite en España digan lo que digan los papanatas) nos ha dejado un cúmulo de ejemplos realmente ilustrativo. También muy variado, porque ni unos ni otros se cortan un pelo en hablar en absolutos cuando se trata de estas cosas. “He ganado por goleada” dicen que dijo Rajoy. Será haciendo solitarios en tu casa, majo, pensará más de uno. “El aborto es un asesinato”, dicen otros muchos. Y no tienen, luego, ningún problema de conciencia para dormir. “Por fin vamos a ser las mujeres las que tengamos el control sobre nuestros embarazos” y no sufren ningún idem al pronunciar semejantes palabras y en semejante sucesión.
Llegando a este punto, me acabo de dar cuenta de que, en alguna otra ocasión ya he escrito sobre esto. Pero no tengo ganas de buscar el precedente. Afirmo, en cualquier caso: pensemos un poquito antes de hablar, por favor.
Con la solemnidad de los tontos o de los inconscientes, algunos de nuestros políticos no tienen reparos en decir cosas como que “El centralismo es lo que más desigualdad provoca”, Zapatero dixit. Él mismo ha firmado otras muchas de distinto pelaje pero igual contundencia: “Bajar los impuestos es de izquierdas”, “Prohibir fumar es progresista” o “El objetivo para esta legislatura es el pleno empleo”. No se sulfuren los progresistas que del otro lado también hay. “Sabré ser generoso con los terroristas”, dijo Aznar, coleccionista de estas frases que podríamos calificar como ornamentos de la nada o de cualquier otra manera. El mismo Aznar dijo aquello de que “España había salido del rincón de la historia”. Fuera de nuestras fronteras también hay quienes se esfuerzan por dejar su huella en esa colección de naderías. Quién ha olvidado aquello de “La vieja y la nueva Europa”.
Volvemos al principio y repito, como nos gusta dejar pasar la ocasión de estarnos callados. Si lo pensásemos un minuto nos daríamos cuenta de que no tenemos ni podemos tener una opinión sobre todo. Es imposible. Ni siquiera podemos tener algo que decir sobre cualquier asunto. De hecho, lo razonable sería que pensásemos primero y hablásemos después. Pero, claro, eso implicaría que nos tendríamos que parar a pensar sobre las cosas, en lugar de decir lo primero que se nos pasa por la boca. Además, estaríamos dando por supuesto que tenemos la capacidad de pensar. Esa que, no sabemos quién, nos ha adjudicado a los humanos, por el mero hecho de ser humanos. Y sobran ejemplos para poner en cuestión esa tesis.
El debate sobre el estado de la nación de esta semana y la polémica por la Ley del Aborto (la primera que se pone en trámite en España digan lo que digan los papanatas) nos ha dejado un cúmulo de ejemplos realmente ilustrativo. También muy variado, porque ni unos ni otros se cortan un pelo en hablar en absolutos cuando se trata de estas cosas. “He ganado por goleada” dicen que dijo Rajoy. Será haciendo solitarios en tu casa, majo, pensará más de uno. “El aborto es un asesinato”, dicen otros muchos. Y no tienen, luego, ningún problema de conciencia para dormir. “Por fin vamos a ser las mujeres las que tengamos el control sobre nuestros embarazos” y no sufren ningún idem al pronunciar semejantes palabras y en semejante sucesión.
Llegando a este punto, me acabo de dar cuenta de que, en alguna otra ocasión ya he escrito sobre esto. Pero no tengo ganas de buscar el precedente. Afirmo, en cualquier caso: pensemos un poquito antes de hablar, por favor.
martes, 12 de mayo de 2009
ESFUERZO, SUDOR Y ALGUNA LÁGRIMA
Decía ayer cómo esperaba que fuese el debate de hoy en el Congreso. Obviamente, me equivoqué. La gran Lucía Méndez termina la suya de hoy en El Mundo con esta frase: “El debate será a cara de perro y nada me gustaría más que equivocarme”. Sinceramente creo que también ella se ha equivocado. Aunque, por más que le doy al F5, la portada de la edición digital de su diario dice “Duro choque entre Zapatero y Rajoy con los parados como argumento”.
Creo que no ha sido para tanto. No he podido seguir el debate con la atención absoluta de años anteriores pero hay algún elemento que me lleva a pensar más bien lo contrario. Por ejemplo, no ha habido esas tensas réplicas desde el escaño con el que se han cerrado esos otros debates. Por ejemplo, no ha habido una cuestión en la que se hayan enzarzado con gesto bronco como en otras ocasiones. Por ejemplo, no ha habido grandes abucheos y sí han primado las ovaciones.
Lógicamente ha habido acusaciones, argumentos rebuscados para atacar al oponente y un poquito de sal en las heridas del otro. Pero el tono general me ha parecido más civilizado y prudente que el que casi todos esperábamos, el que muchos pronosticaban y el que hemos vivido en muchas ocasiones anteriores, casi todas para ser sinceros.
No me caben muchas dudas de que, una vez más, la conclusión de los diarios mañana será que Zapatero ganó el debate. Y esa conclusión y la crisis y el paro como ejes del debate serán los elementos que pasen a la pequeña historia de estos debates. No me parece el mejor resumen, pero asumo que lo será. Rajoy, buen parlamentario, debería buscar otros asesores para concretar sus intervenciones parlamentarias de calado. No encuentra el flanco por el que entrarle a Zapatero con repercusión en la opinión pública.
No logra encontrar el mensaje, la frase, la propuesta que se conviertan en palo maestro del debate. Se deja comer el terreno, no sólo por el presidente, que podría ser hasta lógico, sino por algunos de los otros portavoces. Esta vez, muy especialmente, por los de CiU y el PNV. Estos últimos lo tenían fácil y lo venían anunciando. Iban a ser inmisericordes por el cambio en la Lehendakaritza y Josu Erkoreka no ha tenido remilgos en aplicarse a fondo. Pero Zapatero ha estado hábil. No ha entrado al trapo de la pelea y se ha limitado a mostrarse comprensivo. Claro que es lógico que estén ustedes enfadados, faltaría más, ya se les pasará, es cuestión de tiempo,… Una táctica que deja mal al PNV.
Durán i Lleida ha seguido en su línea netamente económica que le va dando resultados. Es ésta, probablemente, la que debería seguir Rajoy, pero se dispersa. Durán, que estuvo brillante por la mañana al calificar el discurso inicial como “la tómbola de Zapatero” ha hecho un discurso de auténtico líder de la oposición. No es su papel, pero lo desempeña con dignidad. Tanto que Zapatero se ha tenido que calzar unos guantes de 13 libras que ya empezaba a quitarse.
Las propuestas del presidente, por la mañana, siguen la línea de actividad del gobierno durante este casi año de crisis lacerante. Se adoptan las decisiones tarde. Se presentan como propias cuando son de otros y no tienen el coraje de reconocer la autoría. No siguen ninguna línea coherente porque se mueven en un sentido y el contrario. En muchos casos entran en contradicción con otras tomadas semanas antes… Menudo catálogo.
Zapatero sigue moviéndose en parámetros de aquí y ahora. De salir del paso. Como el alumno que piensa en junio para aprobar la asignatura. O en septiembre, si las cosas pintan mal. Pero que en ningún momento está evaluando que es lo que quiere estudiar en el futuro inmediato. Por eso me parece especialmente acertada la referencia de Durán al discurso de Churchill en los comunes hace casi 70 años. Como bien dijo Durán, sangre aparte, hace falta lo mismo: esfuerzo, sudor y alguna lágrima.
Todo eso y algo más nos va a hacer falta. Todo eso y un líder, un presidente del gobierno, que hable con esa claridad a los españoles. Con esa claridad con la que sólo Durán ha hablado en este debate sobre el estado de la nación. Pero Durán no gobierna ni en Cataluña.
Creo que no ha sido para tanto. No he podido seguir el debate con la atención absoluta de años anteriores pero hay algún elemento que me lleva a pensar más bien lo contrario. Por ejemplo, no ha habido esas tensas réplicas desde el escaño con el que se han cerrado esos otros debates. Por ejemplo, no ha habido una cuestión en la que se hayan enzarzado con gesto bronco como en otras ocasiones. Por ejemplo, no ha habido grandes abucheos y sí han primado las ovaciones.
Lógicamente ha habido acusaciones, argumentos rebuscados para atacar al oponente y un poquito de sal en las heridas del otro. Pero el tono general me ha parecido más civilizado y prudente que el que casi todos esperábamos, el que muchos pronosticaban y el que hemos vivido en muchas ocasiones anteriores, casi todas para ser sinceros.
No me caben muchas dudas de que, una vez más, la conclusión de los diarios mañana será que Zapatero ganó el debate. Y esa conclusión y la crisis y el paro como ejes del debate serán los elementos que pasen a la pequeña historia de estos debates. No me parece el mejor resumen, pero asumo que lo será. Rajoy, buen parlamentario, debería buscar otros asesores para concretar sus intervenciones parlamentarias de calado. No encuentra el flanco por el que entrarle a Zapatero con repercusión en la opinión pública.
No logra encontrar el mensaje, la frase, la propuesta que se conviertan en palo maestro del debate. Se deja comer el terreno, no sólo por el presidente, que podría ser hasta lógico, sino por algunos de los otros portavoces. Esta vez, muy especialmente, por los de CiU y el PNV. Estos últimos lo tenían fácil y lo venían anunciando. Iban a ser inmisericordes por el cambio en la Lehendakaritza y Josu Erkoreka no ha tenido remilgos en aplicarse a fondo. Pero Zapatero ha estado hábil. No ha entrado al trapo de la pelea y se ha limitado a mostrarse comprensivo. Claro que es lógico que estén ustedes enfadados, faltaría más, ya se les pasará, es cuestión de tiempo,… Una táctica que deja mal al PNV.
Durán i Lleida ha seguido en su línea netamente económica que le va dando resultados. Es ésta, probablemente, la que debería seguir Rajoy, pero se dispersa. Durán, que estuvo brillante por la mañana al calificar el discurso inicial como “la tómbola de Zapatero” ha hecho un discurso de auténtico líder de la oposición. No es su papel, pero lo desempeña con dignidad. Tanto que Zapatero se ha tenido que calzar unos guantes de 13 libras que ya empezaba a quitarse.
Las propuestas del presidente, por la mañana, siguen la línea de actividad del gobierno durante este casi año de crisis lacerante. Se adoptan las decisiones tarde. Se presentan como propias cuando son de otros y no tienen el coraje de reconocer la autoría. No siguen ninguna línea coherente porque se mueven en un sentido y el contrario. En muchos casos entran en contradicción con otras tomadas semanas antes… Menudo catálogo.
Zapatero sigue moviéndose en parámetros de aquí y ahora. De salir del paso. Como el alumno que piensa en junio para aprobar la asignatura. O en septiembre, si las cosas pintan mal. Pero que en ningún momento está evaluando que es lo que quiere estudiar en el futuro inmediato. Por eso me parece especialmente acertada la referencia de Durán al discurso de Churchill en los comunes hace casi 70 años. Como bien dijo Durán, sangre aparte, hace falta lo mismo: esfuerzo, sudor y alguna lágrima.
Todo eso y algo más nos va a hacer falta. Todo eso y un líder, un presidente del gobierno, que hable con esa claridad a los españoles. Con esa claridad con la que sólo Durán ha hablado en este debate sobre el estado de la nación. Pero Durán no gobierna ni en Cataluña.
lunes, 11 de mayo de 2009
RESUCITA, FRANK CAPRA
Pasan unos segundos de las 12 del mediodía cuando el presidente del Gobierno sube al estrado. En la cara lleva el gesto serio que la ocasión requiere. En la mano derecha unos pocos folios. Muchos menos de los que ha portado en ocasiones similares. Suficientes para el momento que está a punto de producirse. Los murmullos en el hemiciclo se van apagando muy lentamente, demasiado lentamente.
El presidente coloca los folios sobre el atril. La mirada clavada en ellos y en el movimiento de sus manos. Casi de oídas, coge el vaso de agua que acaban de colocarle, se lo acerca a los labios y bebe. El sorbito es breve. En realidad no tiene sed. Cuando el silencio es suficiente inicia su parlamento.
El tono es el de siempre. Firme, serio, mal modulado. Pero los diputados notan que algo es diferente. No saben el qué. La expectación va creciendo. Algunos, que ya habían abierto internet en sus escaños, se olvidan de la pantalla del ordenador. Otros, que se volcaban sobre su libreta de notas, reposan la mano sobre ella sin escribir. Ninguno se atreve a romper ese ritual nuevo. Apenas dos o tres personas en ese habitación, en ese espacio diáfano, saben lo que está pasando, además del orador presidencial.
No hay la tradicional retahíla de datos, de logros, de méritos. No se enumeran las cosas prometidas y cumplidas en este primer año de legislatura. No se anuncian nuevas decisiones o promesas. No se abre el saco de los pétalos de rosa para espolvorear el camino que es está andando. El presidente habla, en pocas y duras palabras, de la situación difícil que vivimos. Asegura que los sacrificios serán tan abundantes como necesarios. Asegura que no muchos sino todos lo pasaremos mal durante meses. Y pasa el folio.
Vuelve a beber. Esta vez si necesita el agua. Y afronta el segundo pliego. Aquí sí hay enumeraciones. Son las medidas que propone a todos los presentes como representantes del conjunto de los que vamos a pasarlo mal. A todos les pide el apoyo porque todos tendrán algo que hacer, algo que perder y algo que aportar. Todos. La enumeración le lleva todo el folio. Es mucho lo que hay que hacer y pocos los minutos que se pueden perder.
Llevamos 10 minutos de discurso. No ha habido ni un sólo aplauso, ni un abucheo. Nada. Otros años, a estas alturas, todavía no habíamos entrado en el meollo de asunto. Éste, el presidente está iniciando el último folio del parlamento. Vuelve a beber. Esta vez, en dos ocasiones. Tiene que pedir disculpas y quiere que suenen claras, firmes, sinceras. Reconoce que ha cometido errores y que está dispuesto a cambiar muchas cosas. Antes de acabar, les pide dos cosas a los portavoces que le van a seguir en el uso de la palabra. Una, que den una respuesta a su oferta. Dos, que aporten las ideas o medidas que consideren necesario añadir al catálogo que acaba de plantear.
Antes de bajarse del estrado, vuelve a beber. Nadie se ha dado cuenta de que ha terminado su discurso. Sólo él y esas otras dos o tres personas son conscientes de lo que acaba de pasar.
Casi cuatro horas después se inicia el carrusel de portavoces. El líder de la oposición es el primero. Se ha pasado tres horas largas, primero acompañado por sus asesores y luego sólo, dándole vueltas a lo ocurrido. Tenía un discurso preparado pero no es el momento de hacerlo. En poco menos de cinco minutos responde a las dos peticiones del presidente. A la primera dice que sí. A la segunda, aporta una serie de ideas. Una decena. Las mismas, más o menos, que lleva aireando desde hace un par de meses. El presidente se lo agradece.
El resto de portavoces sigue una pauta similar. Alguno y alguna tratan de jugar otro juego. El suyo. Ese que les da el oxígeno que ellos creen que necesitan. Ese que les ha llevado a dondes están y que les devolverá a la nada sin que se den cuenta.
Son las ocho y media y todo a terminado. Justo a tiempo para entrar en los informativos televisivos de la noche. Pero ninguna cadena tiene muy claro como contar lo que ha pasado. No tenemos costumbre. Haría falta que Frank Capra saliese de la tumba para ponerle luces, cámara y acción a esta historia y hacérnosla creíble. Una de esas fábulas que todos, alguna vez, deseamos que se convirtiesen en realidad, sabiendo que eran imposibles.
Que le vamos a hacer. Son las doce del mediodía del 12 de mayo de 2009 y vivimos en la realidad.
El presidente coloca los folios sobre el atril. La mirada clavada en ellos y en el movimiento de sus manos. Casi de oídas, coge el vaso de agua que acaban de colocarle, se lo acerca a los labios y bebe. El sorbito es breve. En realidad no tiene sed. Cuando el silencio es suficiente inicia su parlamento.
El tono es el de siempre. Firme, serio, mal modulado. Pero los diputados notan que algo es diferente. No saben el qué. La expectación va creciendo. Algunos, que ya habían abierto internet en sus escaños, se olvidan de la pantalla del ordenador. Otros, que se volcaban sobre su libreta de notas, reposan la mano sobre ella sin escribir. Ninguno se atreve a romper ese ritual nuevo. Apenas dos o tres personas en ese habitación, en ese espacio diáfano, saben lo que está pasando, además del orador presidencial.
No hay la tradicional retahíla de datos, de logros, de méritos. No se enumeran las cosas prometidas y cumplidas en este primer año de legislatura. No se anuncian nuevas decisiones o promesas. No se abre el saco de los pétalos de rosa para espolvorear el camino que es está andando. El presidente habla, en pocas y duras palabras, de la situación difícil que vivimos. Asegura que los sacrificios serán tan abundantes como necesarios. Asegura que no muchos sino todos lo pasaremos mal durante meses. Y pasa el folio.
Vuelve a beber. Esta vez si necesita el agua. Y afronta el segundo pliego. Aquí sí hay enumeraciones. Son las medidas que propone a todos los presentes como representantes del conjunto de los que vamos a pasarlo mal. A todos les pide el apoyo porque todos tendrán algo que hacer, algo que perder y algo que aportar. Todos. La enumeración le lleva todo el folio. Es mucho lo que hay que hacer y pocos los minutos que se pueden perder.
Llevamos 10 minutos de discurso. No ha habido ni un sólo aplauso, ni un abucheo. Nada. Otros años, a estas alturas, todavía no habíamos entrado en el meollo de asunto. Éste, el presidente está iniciando el último folio del parlamento. Vuelve a beber. Esta vez, en dos ocasiones. Tiene que pedir disculpas y quiere que suenen claras, firmes, sinceras. Reconoce que ha cometido errores y que está dispuesto a cambiar muchas cosas. Antes de acabar, les pide dos cosas a los portavoces que le van a seguir en el uso de la palabra. Una, que den una respuesta a su oferta. Dos, que aporten las ideas o medidas que consideren necesario añadir al catálogo que acaba de plantear.
Antes de bajarse del estrado, vuelve a beber. Nadie se ha dado cuenta de que ha terminado su discurso. Sólo él y esas otras dos o tres personas son conscientes de lo que acaba de pasar.
Casi cuatro horas después se inicia el carrusel de portavoces. El líder de la oposición es el primero. Se ha pasado tres horas largas, primero acompañado por sus asesores y luego sólo, dándole vueltas a lo ocurrido. Tenía un discurso preparado pero no es el momento de hacerlo. En poco menos de cinco minutos responde a las dos peticiones del presidente. A la primera dice que sí. A la segunda, aporta una serie de ideas. Una decena. Las mismas, más o menos, que lleva aireando desde hace un par de meses. El presidente se lo agradece.
El resto de portavoces sigue una pauta similar. Alguno y alguna tratan de jugar otro juego. El suyo. Ese que les da el oxígeno que ellos creen que necesitan. Ese que les ha llevado a dondes están y que les devolverá a la nada sin que se den cuenta.
Son las ocho y media y todo a terminado. Justo a tiempo para entrar en los informativos televisivos de la noche. Pero ninguna cadena tiene muy claro como contar lo que ha pasado. No tenemos costumbre. Haría falta que Frank Capra saliese de la tumba para ponerle luces, cámara y acción a esta historia y hacérnosla creíble. Una de esas fábulas que todos, alguna vez, deseamos que se convirtiesen en realidad, sabiendo que eran imposibles.
Que le vamos a hacer. Son las doce del mediodía del 12 de mayo de 2009 y vivimos en la realidad.
viernes, 8 de mayo de 2009
NO PUEDO ASIMILARLO
He tenido que dejar pasar una semana para asimilarlo. Ha pasado y, durante esa semana, hemos conocido importantes datos como la nueva corrección de las previsiones de la Comisión Europea, o los datos del paro de abril, o la nueva bajada de tipos del Banco Central Europeo, a ver si ésta es la definitiva. Pero sigo sin asimilarlo.
Repasando la prensa de estos últimos días, descubro, además, que España volvió a ser el Primero de Mayo, un caso único en el mundo. Fuimos el único país occidental, avanzado, puntero, normal,… (llamarle como queráis) en el que los trabajadores no se manifestaron contra el Gobierno de turno. Que sí, que sí. El único. Y no puedo asimilarlo.
No soy yo de manifestarme, no lo he hecho nunca y dudo mucho que lo haga en alguna ocasión, pero no logro asimilarlo. Creo que los sindicatos deberían estar más a escuchar a los trabajadores y no tanto a decirles. Si para algo valen los sindicatos es para escuchar a los de abajo y trasmitírselo a los de arriba. En España, últimamente, da la sensación de que están a escuchar al Gobierno de Zapatero para decirle a los trabajadores que es lo que hay.
Lamentable situación.
No se lo pierdan, cualquier situación es susceptible de empeorar, ya se sabe. Y empeora. Desgraciadamente, llevamos meses viviendo entre Expedientes de Regulación de Empleo en toda España, sobre todo en las zonas más industriales. Los ha habido y muy numerosos, en Cataluña, en Andalucía, en Galicia,… Los trabajadores han protestado, pero menos. Se han encerrado, han denunciado lo malos que son los empresarios,… Y ya.
Esta semana se ha anunciado uno en Madrid, en la empresa IVECO. A los sindicatos (¿) les ha faltado tiempo para cargar contra el Gobierno de Esperanza Aguirre. Y no de cualquier manera. Siguiendo sus mejores técnicas de hace años han reventado un pleno en la Asamblea de Madrid y han apedreado el edificio.
En otras ocasiones han acusado al PP de Aguirre, probablemente con razón, de hacer lo que le daba la gana en la Asamblea de Vallecas. Y van ellos y hacen lo mismo pero peor. Y digo peor porque además, van y lo hacen violentamente, agresivamente. Lo lamento y no logro asimilarlo. Como puede ser que se tengan dos varas de medir tan dispares: una para los gobiernos socialistas (ya veremos cuando llegue el próximo ERE en Galicia, una vez que el PP ha vuelto a la Xunta) y otra para los gobiernos populares.
Pero lo del Gobierno de Zapatero se lleva la palma. Ya puede estar tranquilo ya. Y ya puede darle lo que le pidan (que será de todos los españoles, no suyo, por supuesto). Como en algún momento los sindicatos le pidan algo que Zapatero no pueda darles, tendrá los días contados en Moncloa.
Es lo único que le falta.
Repasando la prensa de estos últimos días, descubro, además, que España volvió a ser el Primero de Mayo, un caso único en el mundo. Fuimos el único país occidental, avanzado, puntero, normal,… (llamarle como queráis) en el que los trabajadores no se manifestaron contra el Gobierno de turno. Que sí, que sí. El único. Y no puedo asimilarlo.
No soy yo de manifestarme, no lo he hecho nunca y dudo mucho que lo haga en alguna ocasión, pero no logro asimilarlo. Creo que los sindicatos deberían estar más a escuchar a los trabajadores y no tanto a decirles. Si para algo valen los sindicatos es para escuchar a los de abajo y trasmitírselo a los de arriba. En España, últimamente, da la sensación de que están a escuchar al Gobierno de Zapatero para decirle a los trabajadores que es lo que hay.
Lamentable situación.
No se lo pierdan, cualquier situación es susceptible de empeorar, ya se sabe. Y empeora. Desgraciadamente, llevamos meses viviendo entre Expedientes de Regulación de Empleo en toda España, sobre todo en las zonas más industriales. Los ha habido y muy numerosos, en Cataluña, en Andalucía, en Galicia,… Los trabajadores han protestado, pero menos. Se han encerrado, han denunciado lo malos que son los empresarios,… Y ya.
Esta semana se ha anunciado uno en Madrid, en la empresa IVECO. A los sindicatos (¿) les ha faltado tiempo para cargar contra el Gobierno de Esperanza Aguirre. Y no de cualquier manera. Siguiendo sus mejores técnicas de hace años han reventado un pleno en la Asamblea de Madrid y han apedreado el edificio.
En otras ocasiones han acusado al PP de Aguirre, probablemente con razón, de hacer lo que le daba la gana en la Asamblea de Vallecas. Y van ellos y hacen lo mismo pero peor. Y digo peor porque además, van y lo hacen violentamente, agresivamente. Lo lamento y no logro asimilarlo. Como puede ser que se tengan dos varas de medir tan dispares: una para los gobiernos socialistas (ya veremos cuando llegue el próximo ERE en Galicia, una vez que el PP ha vuelto a la Xunta) y otra para los gobiernos populares.
Pero lo del Gobierno de Zapatero se lleva la palma. Ya puede estar tranquilo ya. Y ya puede darle lo que le pidan (que será de todos los españoles, no suyo, por supuesto). Como en algún momento los sindicatos le pidan algo que Zapatero no pueda darles, tendrá los días contados en Moncloa.
Es lo único que le falta.
martes, 5 de mayo de 2009
EL CULO Y LAS TEMPORAS
Siempre he admirado a Loyola de Palacio. Tuve una cierta relación profesional con ella y siempre me pareció una persona extraordinariamente amable, trabajadora y, sobre todo, con una capacidad de empatía enorme. Entre otros muchos recuerdos, guardo dos relacionados con sendas fotografías de Loyola en distintos momentos de su vida.
El primero se corresponde con la etapa en la que el PP apuraba los argumentos para ganar las elecciones a Felipe González. Loyola, apasionada del deporte, se fue a las rías bajas gallegas a practicar uno de los ejercicios veraniegos que más le gustaba, el surf (su favorito era el submarinismo, la verdad). Aquella foto de la ruda parlamentaria embutida en un traje de neopreno y subida a una tabla velada fue objeto de más de un chascarrillo entre políticos y periodistas. Ella, con esa seguridad que dan las fuertes convicciones, no hizo el menor caso.
El segundo es más reciente, de su etapa en el ministerio. Alguien cercano a ella la convenció para que posase para unas fotos del Magazine de El Mundo de una guisa poco habitual en una mujer como ella. Demasiado pintada, sentada en el suelo y reclinada sobre su brazo, como si estuviese en una fiesta romana. Aquella foto no era inocente. Puede ser que no causase gran efecto ni en ella, ni en su entorno, ni en la gente que podía votarla (de hecho, meses después ganó las elecciones europeas). Pero mi impresión fue que aquella imagen se la podía haber ahorrado. No le aportó nada a su vida política ni a su vida personal. Sobraba.
Sabe, el que tiene la paciencia de acercarse a este cuaderno con cierta frecuencia, que tengo una cierta tendencia a estudiar las imágenes de los periodicos y llevo una semana dandole vueltas a la famosa foto de los culos. Supongo que no tengo que dar más detalles de a que imagen me refiero. Si alguien quiere hacer el ejercicio puede poner en google imágenes la palabra "culo" y ver el resultado. Encontrará una variedad casi infinita, pero no la fotografía tomada en las escalinatas de La Zarzuela.
Si esa es la foto que queda de una cumbre bilateral, igual que si la imagen que quedó de aquella cumbre del G-8 fue la de Bush y Aznar con los píes sobre la mesa, es que esas cumbres son perfectamente suprimibles. Lo que más me llama la atención es que la instantánea fue captada y distribuída por varias agencias y colocada por varios medios (casi todos) en sus resúmenes de esa jornada o de la semana. No salgo de mi asombro.
Pero, claro, si hay países que se pasan una semana hablando de como tienen que tener las tetas las candidatas al parlamento europeo y el resto de sus vecinos se suman (nos sumamos) a ese interesantísimo debate, está todo dicho. Todos hemos tenido fotografías de tetas o de culos entre nuestros iconos en uno u otro momento de nuestras vidas. Pero cuando hablamos de trabajo y de trabajar por la mejora de un país, no le veo el interés. Como dice mi padre, no hay que confundir el culo con las teémporas.
El primero se corresponde con la etapa en la que el PP apuraba los argumentos para ganar las elecciones a Felipe González. Loyola, apasionada del deporte, se fue a las rías bajas gallegas a practicar uno de los ejercicios veraniegos que más le gustaba, el surf (su favorito era el submarinismo, la verdad). Aquella foto de la ruda parlamentaria embutida en un traje de neopreno y subida a una tabla velada fue objeto de más de un chascarrillo entre políticos y periodistas. Ella, con esa seguridad que dan las fuertes convicciones, no hizo el menor caso.
El segundo es más reciente, de su etapa en el ministerio. Alguien cercano a ella la convenció para que posase para unas fotos del Magazine de El Mundo de una guisa poco habitual en una mujer como ella. Demasiado pintada, sentada en el suelo y reclinada sobre su brazo, como si estuviese en una fiesta romana. Aquella foto no era inocente. Puede ser que no causase gran efecto ni en ella, ni en su entorno, ni en la gente que podía votarla (de hecho, meses después ganó las elecciones europeas). Pero mi impresión fue que aquella imagen se la podía haber ahorrado. No le aportó nada a su vida política ni a su vida personal. Sobraba.
Sabe, el que tiene la paciencia de acercarse a este cuaderno con cierta frecuencia, que tengo una cierta tendencia a estudiar las imágenes de los periodicos y llevo una semana dandole vueltas a la famosa foto de los culos. Supongo que no tengo que dar más detalles de a que imagen me refiero. Si alguien quiere hacer el ejercicio puede poner en google imágenes la palabra "culo" y ver el resultado. Encontrará una variedad casi infinita, pero no la fotografía tomada en las escalinatas de La Zarzuela.
Si esa es la foto que queda de una cumbre bilateral, igual que si la imagen que quedó de aquella cumbre del G-8 fue la de Bush y Aznar con los píes sobre la mesa, es que esas cumbres son perfectamente suprimibles. Lo que más me llama la atención es que la instantánea fue captada y distribuída por varias agencias y colocada por varios medios (casi todos) en sus resúmenes de esa jornada o de la semana. No salgo de mi asombro.
Pero, claro, si hay países que se pasan una semana hablando de como tienen que tener las tetas las candidatas al parlamento europeo y el resto de sus vecinos se suman (nos sumamos) a ese interesantísimo debate, está todo dicho. Todos hemos tenido fotografías de tetas o de culos entre nuestros iconos en uno u otro momento de nuestras vidas. Pero cuando hablamos de trabajo y de trabajar por la mejora de un país, no le veo el interés. Como dice mi padre, no hay que confundir el culo con las teémporas.
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