No se trata de parecer que se hacen cosas. Ni siquiera de parecer que se hacen bien. Hay que hacer cosas. Y, además, hacerlas bien. Y si a ello se suma que se vende bien lo que se ha hecho, miel sobre hojuelas. Pero no es el caso.
Los más condescendientes ya están preparando el terreno para cuando tome posesión el nuevo gobierno. Tendrá nuevo brío, dicen. Servirá para afrontar la parte más dura de la crisis, dicen. Como si hasta ahora estuviéramos jugando al parchís en lugar de hacerle más y más agujeros a la correo de la cintura. Dará la impresión de que Zapatero se lo toma por fin en serio, dicen. Triste consuelo. El presidente se rodea de pesos pesados con perfil político, dicen. Y es mucho decir. Pero es que, además, parecería que con eso basta para hacer las cosas y hacerlas bien.
Como si Chaves fuese algo más que una fábrica de parados y un sumador de afiliados y votos para el PSOE. Como si Blanco fuese algo más que un urdidor de estrategias para ganar elecciones, aunque alguna ya ha perdido. Como si Elena Salgado hubiese demostrado una capacidad para el acuerdo y la negociación cuando el gobierno es lo que necesita, tanto como el respirar.
Con esos mimbres, es muy posible que Zapatero y el ejecutivo cojan aire para un par de semanas, poco más. Es posible que sobrevivan y dejen de agitarse como patos mareados. Pero, más pronto que tarde, estaremos en las mismas o peor. Más pronto que tarde miraremos en todas direcciones buscando soluciones. Más pronto que tarde pediremos algo más del presidente. Y nos encontraremos que, de donde no hay no se puede sacar. Pero tendremos que aguantar el tirón otros dos años y medio, más o menos.
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