Cocinar es una actividad esencialmente generosa. Altruista podríamos decir.
Quien cocina, y lo hace con gusto, con delectación, con alegría y disfrutando de lo que hace suele tener un objetivo final. Que todos aquellos que prueben esos platos los disfruten. Que los disfruten, al menos, con la misma intensidad que él o ella durante su elaboración.
Me gusta la buena cocina, pero nunca seré un cocinero. Es cierto que tampoco me he esmerado ni me he interesado por ese campo. Me defiendo, hago cositas, nunca pasaría hambre ni me alimentaría a base de platos pre-cocinados, pero no soy lo que se entiende por un cocinillas. Y mira que lo lamento.
Recuerdo que siendo adolescente me dio por hacer posters y he d decir que no se me daba del todo mal. Hace arroz con leche más que digno, natillas (de sobre, eso sí), bizcochos, magdalenas,… Precisamente, haciendo magdalenas en una ocasión, se me echó el tiempo encima y puse el horno a más temperatura. Las magdalenas salieron espectaculares. Las saqué y las puse a enfriar mientras nos íbamos no sé dónde. Al volver, descubrí que todas las magdalenas se habían quedado chafadas. Habían perdido todo su volumen.
Mi abuela, sabia ella, aclaró mi incertidumbre ante tal fenómeno. Le has puesto demasiado fuego, la levadura ha actuado demasiado rápido dejando huecas las magdalenas y cuando han reposado, pues se han venido abajo. En la cocina, hijo mío, hay que tener paciencia. Las cosas, mucho mejor, a fuego lento. No se me ha olvidado esa anécdota, si bien es cierto que en alguna otra ocasión mi exceso de ímpetu me ha llevado a hacer alguna comida a fuego demasiado vivo con los resultados desastrosos que cabe esperar.
No me consta que en los fogones se cierren negocios, se tejan acuerdos o se recompongan amistades como sí ocurre en las mesas, ante los platos que salen de esos fogones. Sin ir más lejos, hace unos meses dos insignes políticos nacionales protagonizaron una de las comidas más breves de la que se tiene noticia. A penas un par de frases fueron suficientes. Y eso que el convocante fue el mismo que, tras seleccionar uno de los mejores restaurantes de Madrid, soltó las dos frases (como quien suelta lastre) y se marcho del reservado.
No deja de ser curioso que ese mismo político haya diseñado una de las estrategias propias de la cocina de la abuela. Ese fuego lento que sirve para hacer los mejores guisos quiere aplicárselo él al presidente del Gobierno. Está convencido que cuanto más se prolongue la agonía de Zapatero durante esta legislatura, más son sus posibilidades de llegar a La Moncloa y mejor un hipotético resultado. No está dispuesto, pues, a forzar la máquina; a echarle más leña a la caldera; a poner un piñón más en su pedaleo. Él quiere subir al trantrán, como lo hacía su admirado (y el nuestro) Miguel Induráin. Descolgando adversarios, forzando la máquina pero en su justa medida y llegando en solitario por eliminación.
A fuego lento, los guisos salen mejor, sabrosos, exquisitos, como sólo saben hacerlos las abuelas y algunas madres. Pero claro, te puedes quedar sin gas, se te pueden ir los comensales, se te puede secar el puchero,… O tienes la mejor de las manos y el tino cogido o mejor, dedícate a otra cosa.
jueves, 23 de abril de 2009
lunes, 20 de abril de 2009
NO LO ENTIENDO
Es evidente que no me gusta hablar de mí pero, en este caso, voy a hacer una excepción.
La mayor parte del tiempo que pasé en el colegio, lo hice en un centro del que guardo el mejor de los recuerdos desde entonces. Un colegio concertado y dependiente del Arzobispado de Santiago. Para los mal pensados, he de decir que se trata de un centro más liberal que la mayoría de los colegios públicos, con un catálogo de profesores de lo más variado y competente. Un colegio, en definitiva, de esos en los que te enseñan a ser persona, tanto y más que materias como matemáticas, latín, dibujo o química, que también me enseñaron.
Pasé, en ese colegio, casi toda la década de los 80. Nunca, en esos casi diez años, compartí pupitre con alumnos del sexo opuesto. Eso, visto desde ahora, no me parece ni bueno ni malo. Es un hecho. Otro hecho es que, en esa década, si conocí a multitud de alumnos que estudiaban internos en el colegio. Era, para ellos, una vida difícil. Vivían alejados muchas semanas, a veces trimestres enteros, de sus familias. En la mayor parte de los casos, se trataba de miembros de familias modestas dedicadas a la pesca (la mayoría) o a la agricultura.
Lo que era común a todos ellos es que su lengua materna era el gallego. Es más, en muchos casos era la materna y la paterna. Nunca habían oído otra. Nunca se había expresado en otra. En algunas ocasiones, la crueldad de los críos nos llevaba a los de “la ciudad” a hacer burla y chascarrillo de ellos. Tarde, les pido perdón por ello. Los más, aprendían pronto a defenderse con el español, por necesidad, sobre todo. Los menos, se fueron del colegio sin ver ese idioma como algo suyo.
Lo que más me llama la atención, visto desde estos años que vivimos, es que todo se desarrollaba con la mayor de las normalidades. Ellos no se sentían diferentes por hablar en gallego y, desde luego, no se les prohibía. Los demás, nos manejábamos indistintamente en uno u otro idioma, todo fuese por lograr que la convivencia fuese la mejor. Alguno había que sólo se sabía expresar en español y tampoco se sintió traumatizado por ello. Lo importante, insisto, era convivir, estudiar, aprender y salir hacia delante de la mejor manera posible, y lo logramos.
En cuanto a los maestros, también había para todos los gustos, como en botica. Los había galleguistas que sólo hablaban en gallego. Los había que saltaban de uno a otro idioma como si tuviesen el baile de san vito. Y alguno había que se aferraba al español como único elemento seguro. Pero ninguno tuvo ningún problema con ningún alumno por el idioma que utilizaban. Se entendían y eso era lo más importante.
Ahora, no dejo de leer casos de críos a los que se les obliga a utilizar tal lengua o se les prohíbe utilizar tal otra. Se habla de cuatro modelos en algunas autonomías. Se busca agudizar diferencias para crear supuestos idiomas que nunca habían existido más allá de ser la forma de entenderse en una determinada comarca o conjunto de pueblos. Y no salgo de mi asombro. Pongo por delante que con un principio absolutamente egoísta, no tengo ni voy a tener hijos, me da lo mismo lo que pase con el puñetero sistema educativo de este país (no es cierto, pero podría perfectamente serlo). Pero no entiendo que algo que los hombres crearon para entenderse, haya quienes están empeñados en retorcerlo hasta que sirva, justamente, para distinguirse.
No lo entiendo.
Iba a decir que tampoco entiendo esa obsesión recurrente, que vuelve estos días, contra los colegios no mixtos. Ya he dicho que yo, como miles de españoles durante generaciones (y no hablo de la prehistoria, sino de hace 20 años) hemos estudiado y aprendido sin personas del sexo opuesto en el mismo centro. Y no hemos salido ni más raros ni más asociales que los de centros mixtos.
Pero claro, comparado con el tema de la lengua, me parece este un asunto absolutamente menor. Si no fuese porque suele ser munición lanzada contra los centros más o menos ligados al ámbito religioso, tengo que añadir.
No lo entiendo.
No entiendo esa manía de mantener batallas siempre con los más débiles como conejillos de indias.
La mayor parte del tiempo que pasé en el colegio, lo hice en un centro del que guardo el mejor de los recuerdos desde entonces. Un colegio concertado y dependiente del Arzobispado de Santiago. Para los mal pensados, he de decir que se trata de un centro más liberal que la mayoría de los colegios públicos, con un catálogo de profesores de lo más variado y competente. Un colegio, en definitiva, de esos en los que te enseñan a ser persona, tanto y más que materias como matemáticas, latín, dibujo o química, que también me enseñaron.
Pasé, en ese colegio, casi toda la década de los 80. Nunca, en esos casi diez años, compartí pupitre con alumnos del sexo opuesto. Eso, visto desde ahora, no me parece ni bueno ni malo. Es un hecho. Otro hecho es que, en esa década, si conocí a multitud de alumnos que estudiaban internos en el colegio. Era, para ellos, una vida difícil. Vivían alejados muchas semanas, a veces trimestres enteros, de sus familias. En la mayor parte de los casos, se trataba de miembros de familias modestas dedicadas a la pesca (la mayoría) o a la agricultura.
Lo que era común a todos ellos es que su lengua materna era el gallego. Es más, en muchos casos era la materna y la paterna. Nunca habían oído otra. Nunca se había expresado en otra. En algunas ocasiones, la crueldad de los críos nos llevaba a los de “la ciudad” a hacer burla y chascarrillo de ellos. Tarde, les pido perdón por ello. Los más, aprendían pronto a defenderse con el español, por necesidad, sobre todo. Los menos, se fueron del colegio sin ver ese idioma como algo suyo.
Lo que más me llama la atención, visto desde estos años que vivimos, es que todo se desarrollaba con la mayor de las normalidades. Ellos no se sentían diferentes por hablar en gallego y, desde luego, no se les prohibía. Los demás, nos manejábamos indistintamente en uno u otro idioma, todo fuese por lograr que la convivencia fuese la mejor. Alguno había que sólo se sabía expresar en español y tampoco se sintió traumatizado por ello. Lo importante, insisto, era convivir, estudiar, aprender y salir hacia delante de la mejor manera posible, y lo logramos.
En cuanto a los maestros, también había para todos los gustos, como en botica. Los había galleguistas que sólo hablaban en gallego. Los había que saltaban de uno a otro idioma como si tuviesen el baile de san vito. Y alguno había que se aferraba al español como único elemento seguro. Pero ninguno tuvo ningún problema con ningún alumno por el idioma que utilizaban. Se entendían y eso era lo más importante.
Ahora, no dejo de leer casos de críos a los que se les obliga a utilizar tal lengua o se les prohíbe utilizar tal otra. Se habla de cuatro modelos en algunas autonomías. Se busca agudizar diferencias para crear supuestos idiomas que nunca habían existido más allá de ser la forma de entenderse en una determinada comarca o conjunto de pueblos. Y no salgo de mi asombro. Pongo por delante que con un principio absolutamente egoísta, no tengo ni voy a tener hijos, me da lo mismo lo que pase con el puñetero sistema educativo de este país (no es cierto, pero podría perfectamente serlo). Pero no entiendo que algo que los hombres crearon para entenderse, haya quienes están empeñados en retorcerlo hasta que sirva, justamente, para distinguirse.
No lo entiendo.
Iba a decir que tampoco entiendo esa obsesión recurrente, que vuelve estos días, contra los colegios no mixtos. Ya he dicho que yo, como miles de españoles durante generaciones (y no hablo de la prehistoria, sino de hace 20 años) hemos estudiado y aprendido sin personas del sexo opuesto en el mismo centro. Y no hemos salido ni más raros ni más asociales que los de centros mixtos.
Pero claro, comparado con el tema de la lengua, me parece este un asunto absolutamente menor. Si no fuese porque suele ser munición lanzada contra los centros más o menos ligados al ámbito religioso, tengo que añadir.
No lo entiendo.
No entiendo esa manía de mantener batallas siempre con los más débiles como conejillos de indias.
domingo, 19 de abril de 2009
BRADLEE, HOOVER, RAMÍREZ Y MÁS
John Edgar Hoover fue EL directo del FBI. Lo creó en su forma definitiva en 1924 y nadie le hizo sombra hasta que murió en 1972. Casi 50 años que le sirvieron para acumular más poder real que nadie en Estados Unidos ni antes ni después. Sólo una vez estuvo a punto de salir de su despacho para siempre. Fue, como no, durante la presidencia de JFK. Las relaciones de los Kennedy con los poderes fácticos de Washington no eran buenas. Con Hoover no era una excepción. Y los Kennedy tomaron la decisión de cesarlo.
Como otras muchas veces, cometieron el error de comentarlo con uno de sus periodistas de confianza, Ben Bradlee, quien, ni corto ni perezoso, lo publicó. Evidentemente era un notición. 40 años después de crear una de las instituciones más respetadas por entonces en Estados Unidos, Hoover era una auténtica avispa en los calzones de cualquier Presidente. Cuatro o cinco años antes, el propio Hoover había convencido a Hollywood para que se rodase una película a la mayor gloria del propio FBI, o sea, a la mayor gloria del propio Hoover.
Así surgió La historia del FBI un digno trabajo de Mervyn LeRoy en el que sobresale, como siempre, un portentoso James Stewart y una no menos encantadora Vera Miles. A pesar de todo ello, Hoover había conseguido proteger su intimidad hasta límites insospechados. Había logrado que se le temiese mucho más que qué se le admirase y tenía más que cubierto su dosis de ego. Pero quería seguir así.
El mismo día que Bradlee publicó que la administración Kennedy iba a destituir al director del FBI, el propio JFK compareció ante la prensa y nombró a Hoover Director Vitalicio del FBI en reconocimiento a su labor impagable. El entusiasmo de los demócratas estadounidenses duró escasamente unas horas. El entusiasmo de Bradlee, unido a su orgullo por la exclusiva, duró menos aún.
El propio Ben Bradlee les contó esta anécdota a Carl Bernstein y Bob Woodward durante una de sus múltiples conversaciones mientras duró la investigación del Watergate entre 1972 y 1974. Al menos, así lo cuentan los dos periodistas de The Washington Post en su libro Todos los hombres del presidente y así lo incluyó Alan J. Pakula en la película del mismo título.
De esta anécdota se puede sacar fácilmente la conclusión de que, muchas veces, casi siempre en mi opinión, es preferible tener calma que ser el primero. Eso, no lo entienden los que suspiran por los focos y por el reconocimiento. Pero no deja de sorprenderme que le pase a alguien que conoce tan bien la historia del Watergate como Pedro José Ramírez.
El director de El Mundo no dudó en lanzarse contra el director del CNI, Alberto Saiz, justo en los días previos a que se cumpliese su mandato de cinco años. No digo yo que no hubiese elementos suficientes para poner en cuestión la renovación de confianza en Saiz, pero a Ramírez le perdió la pasión. Y el Gobierno, parece que el propio Zapatero en persona, confirmó a Saiz en el puesto. Parece que, incluso, contra el criterio de la ministra de Defensa, que es, formalmente, la encargada de proponer el nombre del Director del CNI.
A todas estas, sólo me cabe una duda. Quizás el bueno de Ramírez conoce tan bien como yo creo el Watergate y lo que ha hecho es jugar sobre seguro. Seguir la pauta de su admirado Ben Bradlee, pero esta vez voluntariamente. Todo ello con el objetivo de consolidar a Alberto Saiz al frente del CNI. Quizás le parece una buena forma de abrir otra vía de agua en el Gobierno. Quizás cree que es la persona más indicada, o la menos mala de las posibles, para el cargo. Quizás es un favor que le hace a su amigo José Bono en pago de algún otro favor o como adelanto de favores futuros. Quién lo sabe. Sólo el tiempo nos lo dirá.
Puestos a mal pensar, y aunque alguno de mis amig@s me digan que estoy como una regadera, hay otra desconfianza de esta misma semana que no me resisto a poner por escrito. Resulta que con 24 horas de diferencia, dos pilares del estado como el Gobernador del Banco de España y el Fiscal General de Estado le pegan un meneo al propio estado. Teniendo en cuenta que el primer meneo, el más serio y el que creo que más llega y preocupa a los ciudadanos fue el del Gobernador, no puedo dejar de pensar que, tal vez, el Fiscal General lo único que hizo fue tratar de distraer la atención.
Sí, ya se, me paso de rebuscado. Pero claro, teniendo en cuenta que por el medio estaba la policía, o sea, el Ministerio de Interior, o sea, Alfredo Pérez Rubalcaba,… No digo más, que se me entiende todo.
Como otras muchas veces, cometieron el error de comentarlo con uno de sus periodistas de confianza, Ben Bradlee, quien, ni corto ni perezoso, lo publicó. Evidentemente era un notición. 40 años después de crear una de las instituciones más respetadas por entonces en Estados Unidos, Hoover era una auténtica avispa en los calzones de cualquier Presidente. Cuatro o cinco años antes, el propio Hoover había convencido a Hollywood para que se rodase una película a la mayor gloria del propio FBI, o sea, a la mayor gloria del propio Hoover.
Así surgió La historia del FBI un digno trabajo de Mervyn LeRoy en el que sobresale, como siempre, un portentoso James Stewart y una no menos encantadora Vera Miles. A pesar de todo ello, Hoover había conseguido proteger su intimidad hasta límites insospechados. Había logrado que se le temiese mucho más que qué se le admirase y tenía más que cubierto su dosis de ego. Pero quería seguir así.
El mismo día que Bradlee publicó que la administración Kennedy iba a destituir al director del FBI, el propio JFK compareció ante la prensa y nombró a Hoover Director Vitalicio del FBI en reconocimiento a su labor impagable. El entusiasmo de los demócratas estadounidenses duró escasamente unas horas. El entusiasmo de Bradlee, unido a su orgullo por la exclusiva, duró menos aún.
El propio Ben Bradlee les contó esta anécdota a Carl Bernstein y Bob Woodward durante una de sus múltiples conversaciones mientras duró la investigación del Watergate entre 1972 y 1974. Al menos, así lo cuentan los dos periodistas de The Washington Post en su libro Todos los hombres del presidente y así lo incluyó Alan J. Pakula en la película del mismo título.
De esta anécdota se puede sacar fácilmente la conclusión de que, muchas veces, casi siempre en mi opinión, es preferible tener calma que ser el primero. Eso, no lo entienden los que suspiran por los focos y por el reconocimiento. Pero no deja de sorprenderme que le pase a alguien que conoce tan bien la historia del Watergate como Pedro José Ramírez.
El director de El Mundo no dudó en lanzarse contra el director del CNI, Alberto Saiz, justo en los días previos a que se cumpliese su mandato de cinco años. No digo yo que no hubiese elementos suficientes para poner en cuestión la renovación de confianza en Saiz, pero a Ramírez le perdió la pasión. Y el Gobierno, parece que el propio Zapatero en persona, confirmó a Saiz en el puesto. Parece que, incluso, contra el criterio de la ministra de Defensa, que es, formalmente, la encargada de proponer el nombre del Director del CNI.
A todas estas, sólo me cabe una duda. Quizás el bueno de Ramírez conoce tan bien como yo creo el Watergate y lo que ha hecho es jugar sobre seguro. Seguir la pauta de su admirado Ben Bradlee, pero esta vez voluntariamente. Todo ello con el objetivo de consolidar a Alberto Saiz al frente del CNI. Quizás le parece una buena forma de abrir otra vía de agua en el Gobierno. Quizás cree que es la persona más indicada, o la menos mala de las posibles, para el cargo. Quizás es un favor que le hace a su amigo José Bono en pago de algún otro favor o como adelanto de favores futuros. Quién lo sabe. Sólo el tiempo nos lo dirá.
Puestos a mal pensar, y aunque alguno de mis amig@s me digan que estoy como una regadera, hay otra desconfianza de esta misma semana que no me resisto a poner por escrito. Resulta que con 24 horas de diferencia, dos pilares del estado como el Gobernador del Banco de España y el Fiscal General de Estado le pegan un meneo al propio estado. Teniendo en cuenta que el primer meneo, el más serio y el que creo que más llega y preocupa a los ciudadanos fue el del Gobernador, no puedo dejar de pensar que, tal vez, el Fiscal General lo único que hizo fue tratar de distraer la atención.
Sí, ya se, me paso de rebuscado. Pero claro, teniendo en cuenta que por el medio estaba la policía, o sea, el Ministerio de Interior, o sea, Alfredo Pérez Rubalcaba,… No digo más, que se me entiende todo.
jueves, 16 de abril de 2009
DÉMOSLE TIEMPO
Entre los líos que le montan, los que se monta él solito, los que surgen y los que se encuentra por el camino, Zapatero debe estar pensando Quién me mandaría a mi meterme en esta historia. Cuando no es la crisis “que nos han mandado de Estados Unidos y que nos está afectando a todos, aunque a nosotros menos porque estábamos mejor preparados”, son los periodistas (aliados con algunos “amigos” de dentro del partido) que le joden la foto con Obama filtrando el cambio de gobierno.
De vez en cuando, el propio Zapatero decide que es mejor no tocar lo que no funciona y cambiar lo que va razonablemente bien. Y es entonces cuando manda a Ramón Jauregui a Bruselas de ayuda de cámara de López Aguilar. Como si Aguilar necesitase ayuda de cámara en el europarlamento. Como si Alonso fuese sobrado para subirse los calcetines él solito en el Congreso.
Y cuando todos, yo por lo menos, pensábamos que nada más le podía pasar al tío que sólo mira padelante va y se le redondea la semana. La vice-versa Salgado empeñándose en reunirse con todos los agentes sociales para preparar el camino y va MAFO y dispara todas las alarmas sobre el modelo de pensiones. No es que nos vayamos a ir todos al paro y no vayamos a poder pagar nuestras hipotecas. Es que, si nos descuidamos, tampoco vamos a ver un duro de nuestras pensiones. Lo cual quiere decir que ya podemos ir desempolvando el monopoly para poder ver algún billetito.
Claro, fue hablar el Gobernador del Banco de España y to quisque se ha tirado sobre el tema. La oposición a frotarse las manos sobre el fuego amigo. Los ministros, el de Trabajo, por ejemplo, a decir que no sabe en que se basa Fernández-Ordóñez para decir esas cosas. Pos, hijo mío, en los que obran en poder del Banco de España. Qué pa eso es el supervisor. Anda que si lo hubiese dicho yo, vale, pero él tiene elementos y obligaciones para decir ese tipo de cosas.
Pero espérense vuesas mercedes, que hoy mismo va el bueno de Conde y deja de ser Cándido para ponerse Pumpido y decirle a la Policía que no colabora suficiente con la Fiscalía. La Guardia Civil sí, que ya se sabe que es benemérita, pero la Policía no. Vaya por dios. Llamada de teléfono al canto. Hola, soy Velázquez. Ah, muy bien, me gustan mucho tus Meninas y tus Hilanderas, le dice Conde-Pumpido a su interlocutor. No, que no te enteras, que soy el director general de la Policía y la Guardia Civil. De las dos, sabes, y que dice mi mano derecha que ha estado hablando con la izquierda y que de qué vas. Uy, perdón, creo que la he metido yo también. Pues sí, la has metido, pero no te preocupes, que es la norma estos días.
Y menos mal que el presidente de Deportes de España todavía no ha metido mano en el asunto. Démosle tiempo.
De vez en cuando, el propio Zapatero decide que es mejor no tocar lo que no funciona y cambiar lo que va razonablemente bien. Y es entonces cuando manda a Ramón Jauregui a Bruselas de ayuda de cámara de López Aguilar. Como si Aguilar necesitase ayuda de cámara en el europarlamento. Como si Alonso fuese sobrado para subirse los calcetines él solito en el Congreso.
Y cuando todos, yo por lo menos, pensábamos que nada más le podía pasar al tío que sólo mira padelante va y se le redondea la semana. La vice-versa Salgado empeñándose en reunirse con todos los agentes sociales para preparar el camino y va MAFO y dispara todas las alarmas sobre el modelo de pensiones. No es que nos vayamos a ir todos al paro y no vayamos a poder pagar nuestras hipotecas. Es que, si nos descuidamos, tampoco vamos a ver un duro de nuestras pensiones. Lo cual quiere decir que ya podemos ir desempolvando el monopoly para poder ver algún billetito.
Claro, fue hablar el Gobernador del Banco de España y to quisque se ha tirado sobre el tema. La oposición a frotarse las manos sobre el fuego amigo. Los ministros, el de Trabajo, por ejemplo, a decir que no sabe en que se basa Fernández-Ordóñez para decir esas cosas. Pos, hijo mío, en los que obran en poder del Banco de España. Qué pa eso es el supervisor. Anda que si lo hubiese dicho yo, vale, pero él tiene elementos y obligaciones para decir ese tipo de cosas.
Pero espérense vuesas mercedes, que hoy mismo va el bueno de Conde y deja de ser Cándido para ponerse Pumpido y decirle a la Policía que no colabora suficiente con la Fiscalía. La Guardia Civil sí, que ya se sabe que es benemérita, pero la Policía no. Vaya por dios. Llamada de teléfono al canto. Hola, soy Velázquez. Ah, muy bien, me gustan mucho tus Meninas y tus Hilanderas, le dice Conde-Pumpido a su interlocutor. No, que no te enteras, que soy el director general de la Policía y la Guardia Civil. De las dos, sabes, y que dice mi mano derecha que ha estado hablando con la izquierda y que de qué vas. Uy, perdón, creo que la he metido yo también. Pues sí, la has metido, pero no te preocupes, que es la norma estos días.
Y menos mal que el presidente de Deportes de España todavía no ha metido mano en el asunto. Démosle tiempo.
martes, 14 de abril de 2009
A POR EL ÁLBUM
Es incuestionable. Zapatero ha imprimido un rotundo cambio de ritmo a su gobierno.
Hasta ahora se venían haciendo una o dos fotos al día. Después de los nuevos nombramientos, un día con menos de media docena de posados es un día perdido.
Lo curioso es que en las fotos están saliendo los mismos. Justo aquellos que son más conocidos. Los ignotos lo son en grado sumo. Tal es así que ni los propios encargados de preparar los actos saben que existen y que son ministros. Cabe la posibilidad, nunca desdeñable, de que sean personas tan trabajadoras como discretas a las que no les gustan los focos. Pero, en ese caso, no se entiende como ha llegado a ministro de Zapatero.
Decía Napoleón que él quería a los mejores soldados pero que además tuviesen suerte. Zapatero ni siquiera quiere a los mejores ministrables. Le basta con que tengan tendencia hacia las cámaras y propensión a dejarse retratar en casi cualquier posición o circunstancia.
Las fotografías son la obsesión de Zapatero. No descartemos pues que desgaje del ministerio de Cultura una nueva cartera de Fotografías e Imágenes en su próxima remodelación. Y, si la crisis no ha quedado atrás, siempre puede dejarla en secretaría de estado y hacerla depender directamente de Moncloa. ¿Se imaginan esa tarjeta de visita: “José Luis Rodríguez Zapatero. Presidente del Gobierno, con secretaría de estado de Deportes y secretaría de estado de Fotografías”. Impresionante.
En otras ocasiones he escrito sobre las fotos y su relación con Zapatero. Creo que daría para una tesis. Me imagino su casa, la suya privada, como esas casas de las estrellas que siempre tienen reservada una mesita, aparador o estantería en la que se ha generado un altarcillo compuesto de decenas de fotos. Aquí la de la graduación, aquí con mis niñas, la de la primera investidura, la primera con Obama (y a la mierda la que me hizo Bono con Bush, tirando de móvil),… No creo que recurra a esos marcos horribles de plata, con repujados. Es más de los clips minimalistas del Ikea.
A lo que iba. Lo llamativo es que Zapatero tenga esa obsesión por las fotos, al menos ahora, donde le esté pidiendo a todo el mundo que se mueva. ¿Es que no se ha dado cuenta que las fotos son estáticas por definición?. A lo mejor alguno de sus vicepresidentes debería decírselo. Claro, cabe la posibilidad de que no le encuentren en ningún sitio. A lo mejor, el presidente está como loco moviendo las distintas fotos por todo el complejo de La Moncloa, como si se tratasen fichas del parchís. Paquí, pallá. Estas las junto. Estas las separo. Cualquiera le corta el ritmo.
Y en septiembre, la gran sorpresa. Elena Salgado se presenta en el Congreso con un bonito álbum de Hoffman, de esos que puedes componer por internet con las fotos que más te gustan. Ese álbum con el que la nueva vice pretenderá cumplir el trámite de los presupuestos generales del estado. Es más, es posible que así, Zapatero encuentre apoyos parlamentarios para no quedarse sin presupuestos para 2010.
Hasta ahora se venían haciendo una o dos fotos al día. Después de los nuevos nombramientos, un día con menos de media docena de posados es un día perdido.
Lo curioso es que en las fotos están saliendo los mismos. Justo aquellos que son más conocidos. Los ignotos lo son en grado sumo. Tal es así que ni los propios encargados de preparar los actos saben que existen y que son ministros. Cabe la posibilidad, nunca desdeñable, de que sean personas tan trabajadoras como discretas a las que no les gustan los focos. Pero, en ese caso, no se entiende como ha llegado a ministro de Zapatero.
Decía Napoleón que él quería a los mejores soldados pero que además tuviesen suerte. Zapatero ni siquiera quiere a los mejores ministrables. Le basta con que tengan tendencia hacia las cámaras y propensión a dejarse retratar en casi cualquier posición o circunstancia.
Las fotografías son la obsesión de Zapatero. No descartemos pues que desgaje del ministerio de Cultura una nueva cartera de Fotografías e Imágenes en su próxima remodelación. Y, si la crisis no ha quedado atrás, siempre puede dejarla en secretaría de estado y hacerla depender directamente de Moncloa. ¿Se imaginan esa tarjeta de visita: “José Luis Rodríguez Zapatero. Presidente del Gobierno, con secretaría de estado de Deportes y secretaría de estado de Fotografías”. Impresionante.
En otras ocasiones he escrito sobre las fotos y su relación con Zapatero. Creo que daría para una tesis. Me imagino su casa, la suya privada, como esas casas de las estrellas que siempre tienen reservada una mesita, aparador o estantería en la que se ha generado un altarcillo compuesto de decenas de fotos. Aquí la de la graduación, aquí con mis niñas, la de la primera investidura, la primera con Obama (y a la mierda la que me hizo Bono con Bush, tirando de móvil),… No creo que recurra a esos marcos horribles de plata, con repujados. Es más de los clips minimalistas del Ikea.
A lo que iba. Lo llamativo es que Zapatero tenga esa obsesión por las fotos, al menos ahora, donde le esté pidiendo a todo el mundo que se mueva. ¿Es que no se ha dado cuenta que las fotos son estáticas por definición?. A lo mejor alguno de sus vicepresidentes debería decírselo. Claro, cabe la posibilidad de que no le encuentren en ningún sitio. A lo mejor, el presidente está como loco moviendo las distintas fotos por todo el complejo de La Moncloa, como si se tratasen fichas del parchís. Paquí, pallá. Estas las junto. Estas las separo. Cualquiera le corta el ritmo.
Y en septiembre, la gran sorpresa. Elena Salgado se presenta en el Congreso con un bonito álbum de Hoffman, de esos que puedes componer por internet con las fotos que más te gustan. Ese álbum con el que la nueva vice pretenderá cumplir el trámite de los presupuestos generales del estado. Es más, es posible que así, Zapatero encuentre apoyos parlamentarios para no quedarse sin presupuestos para 2010.
lunes, 13 de abril de 2009
TENER EL BOLETÍN
Dejar el poder siempre es duro.
Dejarlo porque los votantes te han retirado su confianza, más duro todavía.
Dejarlo porque los votantes te han retirado la confianza después de 30 años y cuando te creías más un régimen que un gobernante, tiene que ser inaguantable.
Cuando Felipe González tuvo que hacer el traspaso de poderes en 1996 la cosa fue difícil. Es bien cierto que la relación personal entre González y Aznar era muy mala. Pero, no es menos cierto que el PSOE hizo toda una campaña tratando de deslegitimar la llegada del PP al poder. El argumento era sencillo. Su victoria electoral había sido pírrica, los pactos que habían tenido que cerrar tan complejos como costosos, y la solidez casi inexistente. Era cuestión de meses, sino de semanas, que Aznar tuviese que convocar elecciones. Pero Aznar agotó la legislatura y logró una imposible mayoría absoluta para el PP que terminó por arruinar su carrera política y su legado.
Ocho años después, ocurrió algo parecido. En ese caso, la mala relación entre Aznar y Zapatero se había asentado en las horas previas a la jornada electoral. El PP gestionó de pena la masacre del 11-M y terminó perdiendo el poder. La respuesta fue sencilla. Zapatero era un presidente accidental. No tenía legitimidad ni capacidad de aguantar. Más pronto que tarde habría elecciones y los populares recuperarían lo que era suyo por derecho. Se equivocaron. ZP agotó la legislatura, fagocitó a buena parte de sus socios de esos años y mejoró sus resultados electorales.
Podríamos seguir con los ejemplos. Qué decir del traspaso de poderes entre CiU y el PSC. Pero no hace falta. Ese tipo de reacciones apocalípticas están casi en el guión. El problema es que la vena católica del PNV le lleva, con demasiada frecuencia, a sobre-actuar. Y en esas anda desde el mismo 1 de marzo. “Ibarretxe va a seguir siendo el Lehendakari de todos los vascos” dijo ayer Iñigo Urkullu en el Aberri Eguna. Supongo que sí, igual que los presidentes del gobierno de España no dejan de serlo. Igual que los dictadores nunca dejan de serlo. Pero lo cierto es que, de aquí a unas semanas, Ibarretxe, que seguirá siendo Lehendakari, no tendrá el Boletín Oficial para ejercer de Lehendakari.
Ahí se acabará su pataleta. Seguirán liderando esa parte de la sociedad vasca ligada al PNV, que no es poca sociedad, pero nada más. Podrán ponerle todos los impedimentos que quieran al gobierno de Patxi López, que lo harán, pero no tendrán el Boletín y su margen de maniobra será pequeño. Deberían aprender de su amigo Artur Mas. Que, como se descuide, ganará las terceras elecciones de su vida y se irá a su casa invicto, pero sin haber gobernado nunca. Lo cual, además de ser un hecho histórico, no deja de tener su coña.
Dejarlo porque los votantes te han retirado su confianza, más duro todavía.
Dejarlo porque los votantes te han retirado la confianza después de 30 años y cuando te creías más un régimen que un gobernante, tiene que ser inaguantable.
Cuando Felipe González tuvo que hacer el traspaso de poderes en 1996 la cosa fue difícil. Es bien cierto que la relación personal entre González y Aznar era muy mala. Pero, no es menos cierto que el PSOE hizo toda una campaña tratando de deslegitimar la llegada del PP al poder. El argumento era sencillo. Su victoria electoral había sido pírrica, los pactos que habían tenido que cerrar tan complejos como costosos, y la solidez casi inexistente. Era cuestión de meses, sino de semanas, que Aznar tuviese que convocar elecciones. Pero Aznar agotó la legislatura y logró una imposible mayoría absoluta para el PP que terminó por arruinar su carrera política y su legado.
Ocho años después, ocurrió algo parecido. En ese caso, la mala relación entre Aznar y Zapatero se había asentado en las horas previas a la jornada electoral. El PP gestionó de pena la masacre del 11-M y terminó perdiendo el poder. La respuesta fue sencilla. Zapatero era un presidente accidental. No tenía legitimidad ni capacidad de aguantar. Más pronto que tarde habría elecciones y los populares recuperarían lo que era suyo por derecho. Se equivocaron. ZP agotó la legislatura, fagocitó a buena parte de sus socios de esos años y mejoró sus resultados electorales.
Podríamos seguir con los ejemplos. Qué decir del traspaso de poderes entre CiU y el PSC. Pero no hace falta. Ese tipo de reacciones apocalípticas están casi en el guión. El problema es que la vena católica del PNV le lleva, con demasiada frecuencia, a sobre-actuar. Y en esas anda desde el mismo 1 de marzo. “Ibarretxe va a seguir siendo el Lehendakari de todos los vascos” dijo ayer Iñigo Urkullu en el Aberri Eguna. Supongo que sí, igual que los presidentes del gobierno de España no dejan de serlo. Igual que los dictadores nunca dejan de serlo. Pero lo cierto es que, de aquí a unas semanas, Ibarretxe, que seguirá siendo Lehendakari, no tendrá el Boletín Oficial para ejercer de Lehendakari.
Ahí se acabará su pataleta. Seguirán liderando esa parte de la sociedad vasca ligada al PNV, que no es poca sociedad, pero nada más. Podrán ponerle todos los impedimentos que quieran al gobierno de Patxi López, que lo harán, pero no tendrán el Boletín y su margen de maniobra será pequeño. Deberían aprender de su amigo Artur Mas. Que, como se descuide, ganará las terceras elecciones de su vida y se irá a su casa invicto, pero sin haber gobernado nunca. Lo cual, además de ser un hecho histórico, no deja de tener su coña.
martes, 7 de abril de 2009
SÓLO UNO ES FELIZ
Zapatero siempre ha querido a personas de más o menos relumbrón a su lado. Gente de esa que se suele etiquetar como “profesionales de prestigio”. Caras y nombres que concitan un cierto reconocimiento. Lo hizo en su primer gabinete con personas como María Jesús Sansegundo, con Carmen Cafarell (aunque no como ministra). Lo hizo en las sucesivas remodelaciones con nombres como César Antonio Molina, Bernat Soria, Mercedes Cabrera o Cristina Garmendia.
Ninguno de ellos ha aportado nada a los sucesivos ejecutivos. No han aportado aplomo, no han aportado energía, no han aportado iniciativas, no han aportado más que su cara. Poco bagaje para un gobierno de España. Ahora, Zapatero incorpora dos nuevas caritas: Ángel Gabilondo y Ángeles González-Sinde. De no ser tan laico, habría que pensar que el presidente ha buscado convertirse, a sí mismo, en el protagonista de un cuadro de Murillo, rodeado de angelotes.
Muchas caras, muchos nombres y mucho peso político. Al menos, nominalmente. Tres de los cuatro máximos dirigentes del partido (Chaves, Zapatero y Blanco) están en el ejecutivo. A ellos hay que sumar alguien tan cercano al presidente que éste ha utilizado para un roto y para un descosido, con la misma fortuna. Ninguna. Trinidad Jiménez mantiene las cuotas: la femenina, la de la sonrisa y la de la incapacidad (sobre todo para las responsabilidades que le han tocado en suerte).
Especialmente importante me parece que no sólo no se reduzcan las carteras , ocasión única ha perdido Zapatero de aplicar coherencia a la situación de crisis. Sobran, así a bote pronto, la mitad de las carteras (los ministros sobran casi todos). Igualdad, Cultura, Vivienda, Sanidad, Ciencia e Innovación,… Me parece lógico que Zapatero haya incumplido una de sus promesas más celebradas de las últimas semanas. Nada del ministerio de Deportes. Menos mal. Mira que podría ser lógico porque el deporte es de lo poco que le da alegría a este país. Pero no, Zapatero es lógico y no crea ese ministerio. Hasta ahí llega su cordura. Primero porque, no reduciendo el número de ministerios, por qué no crear uno más. Qué más da. Segundo porque, válgame el cielo, deportes pasa a depender directamente de Moncloa. A tomar por culo la racha gloriosa de nuestro deporte. Ya pronostico que Nadal no acabará como número 1 mundial, ni logrará el Gran Slam. Pronostico que España no ganará la Copa Confederaciones y ya veremos si se clasifica para el mundial de Sudáfrica. Ni Alonso, ni Pedrosa, ni Lorenzo, ni Bautista lograrán ningún cetro mundial. Nuestros ciclistas no darán que hablar. Los Lakers no llegarán a la final de la NBA… Un desastre vamos.
Un último apunte. Ojalá me equivoque, pero Elena Salgado no es la persona. Todos los dirigentes políticos, todos, se han cansado de decir que una de las claves de la actual crisis económica es la confianza. La falta de confianza, para ser exactos. Todos se han cansado de repetir, Zapatero también, que hay que recuperar la confianza para poder salir de la crisis. Pues, Salgado no ofrece esa confianza. Nadie duda, yo por lo menos no lo hago, de que es una persona trabajadora. Pero no basta. Es tajante, intransigente y con un punto prepotente que no conviene, sobre todo, cuando no se tiene ese algo más ofrece el ser respetado por las personas con las que tienes que tratar.
Está muy bien contar con la confianza, no sólo de quien te nombra, sino de tu antecesor y de algunos de los más importantes miembros del gobierno (de la Vega y Rubalcaba entre ellos) pero no es suficiente. Salgado será, ya lo ha sido, pero ahora de forma superlativa, un nuevo bluff de Zapatero. Un bluff que nos explotará a todos en los morros. Una lástima.
Lo peor de todo es que en todo este sainete, sólo hay una persona completamente satisfecha. Y no me refiero al presidente, mosqueado porque alguien le ha torcido sus planes y su estrategia (obligándole a improvisar algunos cambios más, Sinde, por ejemplo, para no parecer que todo se había desvelado el domingo) y le ha cambiado el ritmo de su cambio. Tampoco me refiero a los cinco entrantes. Felices, sí, pero responsabilizados y pendientes del reto que han asumido, por muy irresponsables que sean. La única persona completamente feliz es, y lo será en los próximos días, Pedro Solbes. Muy triste.
Ninguno de ellos ha aportado nada a los sucesivos ejecutivos. No han aportado aplomo, no han aportado energía, no han aportado iniciativas, no han aportado más que su cara. Poco bagaje para un gobierno de España. Ahora, Zapatero incorpora dos nuevas caritas: Ángel Gabilondo y Ángeles González-Sinde. De no ser tan laico, habría que pensar que el presidente ha buscado convertirse, a sí mismo, en el protagonista de un cuadro de Murillo, rodeado de angelotes.
Muchas caras, muchos nombres y mucho peso político. Al menos, nominalmente. Tres de los cuatro máximos dirigentes del partido (Chaves, Zapatero y Blanco) están en el ejecutivo. A ellos hay que sumar alguien tan cercano al presidente que éste ha utilizado para un roto y para un descosido, con la misma fortuna. Ninguna. Trinidad Jiménez mantiene las cuotas: la femenina, la de la sonrisa y la de la incapacidad (sobre todo para las responsabilidades que le han tocado en suerte).
Especialmente importante me parece que no sólo no se reduzcan las carteras , ocasión única ha perdido Zapatero de aplicar coherencia a la situación de crisis. Sobran, así a bote pronto, la mitad de las carteras (los ministros sobran casi todos). Igualdad, Cultura, Vivienda, Sanidad, Ciencia e Innovación,… Me parece lógico que Zapatero haya incumplido una de sus promesas más celebradas de las últimas semanas. Nada del ministerio de Deportes. Menos mal. Mira que podría ser lógico porque el deporte es de lo poco que le da alegría a este país. Pero no, Zapatero es lógico y no crea ese ministerio. Hasta ahí llega su cordura. Primero porque, no reduciendo el número de ministerios, por qué no crear uno más. Qué más da. Segundo porque, válgame el cielo, deportes pasa a depender directamente de Moncloa. A tomar por culo la racha gloriosa de nuestro deporte. Ya pronostico que Nadal no acabará como número 1 mundial, ni logrará el Gran Slam. Pronostico que España no ganará la Copa Confederaciones y ya veremos si se clasifica para el mundial de Sudáfrica. Ni Alonso, ni Pedrosa, ni Lorenzo, ni Bautista lograrán ningún cetro mundial. Nuestros ciclistas no darán que hablar. Los Lakers no llegarán a la final de la NBA… Un desastre vamos.
Un último apunte. Ojalá me equivoque, pero Elena Salgado no es la persona. Todos los dirigentes políticos, todos, se han cansado de decir que una de las claves de la actual crisis económica es la confianza. La falta de confianza, para ser exactos. Todos se han cansado de repetir, Zapatero también, que hay que recuperar la confianza para poder salir de la crisis. Pues, Salgado no ofrece esa confianza. Nadie duda, yo por lo menos no lo hago, de que es una persona trabajadora. Pero no basta. Es tajante, intransigente y con un punto prepotente que no conviene, sobre todo, cuando no se tiene ese algo más ofrece el ser respetado por las personas con las que tienes que tratar.
Está muy bien contar con la confianza, no sólo de quien te nombra, sino de tu antecesor y de algunos de los más importantes miembros del gobierno (de la Vega y Rubalcaba entre ellos) pero no es suficiente. Salgado será, ya lo ha sido, pero ahora de forma superlativa, un nuevo bluff de Zapatero. Un bluff que nos explotará a todos en los morros. Una lástima.
Lo peor de todo es que en todo este sainete, sólo hay una persona completamente satisfecha. Y no me refiero al presidente, mosqueado porque alguien le ha torcido sus planes y su estrategia (obligándole a improvisar algunos cambios más, Sinde, por ejemplo, para no parecer que todo se había desvelado el domingo) y le ha cambiado el ritmo de su cambio. Tampoco me refiero a los cinco entrantes. Felices, sí, pero responsabilizados y pendientes del reto que han asumido, por muy irresponsables que sean. La única persona completamente feliz es, y lo será en los próximos días, Pedro Solbes. Muy triste.
lunes, 6 de abril de 2009
DE DONDE NO HAY, NO SE PUEDE SACAR
No se trata de parecer que se hacen cosas. Ni siquiera de parecer que se hacen bien. Hay que hacer cosas. Y, además, hacerlas bien. Y si a ello se suma que se vende bien lo que se ha hecho, miel sobre hojuelas. Pero no es el caso.
Los más condescendientes ya están preparando el terreno para cuando tome posesión el nuevo gobierno. Tendrá nuevo brío, dicen. Servirá para afrontar la parte más dura de la crisis, dicen. Como si hasta ahora estuviéramos jugando al parchís en lugar de hacerle más y más agujeros a la correo de la cintura. Dará la impresión de que Zapatero se lo toma por fin en serio, dicen. Triste consuelo. El presidente se rodea de pesos pesados con perfil político, dicen. Y es mucho decir. Pero es que, además, parecería que con eso basta para hacer las cosas y hacerlas bien.
Como si Chaves fuese algo más que una fábrica de parados y un sumador de afiliados y votos para el PSOE. Como si Blanco fuese algo más que un urdidor de estrategias para ganar elecciones, aunque alguna ya ha perdido. Como si Elena Salgado hubiese demostrado una capacidad para el acuerdo y la negociación cuando el gobierno es lo que necesita, tanto como el respirar.
Con esos mimbres, es muy posible que Zapatero y el ejecutivo cojan aire para un par de semanas, poco más. Es posible que sobrevivan y dejen de agitarse como patos mareados. Pero, más pronto que tarde, estaremos en las mismas o peor. Más pronto que tarde miraremos en todas direcciones buscando soluciones. Más pronto que tarde pediremos algo más del presidente. Y nos encontraremos que, de donde no hay no se puede sacar. Pero tendremos que aguantar el tirón otros dos años y medio, más o menos.
Los más condescendientes ya están preparando el terreno para cuando tome posesión el nuevo gobierno. Tendrá nuevo brío, dicen. Servirá para afrontar la parte más dura de la crisis, dicen. Como si hasta ahora estuviéramos jugando al parchís en lugar de hacerle más y más agujeros a la correo de la cintura. Dará la impresión de que Zapatero se lo toma por fin en serio, dicen. Triste consuelo. El presidente se rodea de pesos pesados con perfil político, dicen. Y es mucho decir. Pero es que, además, parecería que con eso basta para hacer las cosas y hacerlas bien.
Como si Chaves fuese algo más que una fábrica de parados y un sumador de afiliados y votos para el PSOE. Como si Blanco fuese algo más que un urdidor de estrategias para ganar elecciones, aunque alguna ya ha perdido. Como si Elena Salgado hubiese demostrado una capacidad para el acuerdo y la negociación cuando el gobierno es lo que necesita, tanto como el respirar.
Con esos mimbres, es muy posible que Zapatero y el ejecutivo cojan aire para un par de semanas, poco más. Es posible que sobrevivan y dejen de agitarse como patos mareados. Pero, más pronto que tarde, estaremos en las mismas o peor. Más pronto que tarde miraremos en todas direcciones buscando soluciones. Más pronto que tarde pediremos algo más del presidente. Y nos encontraremos que, de donde no hay no se puede sacar. Pero tendremos que aguantar el tirón otros dos años y medio, más o menos.
domingo, 5 de abril de 2009
ZAPATERO SE SUICIDA
A veces la historia tiene estas cosas. Te da la ocasión de ver como el primer ministro de tu país se suicida ante las cámaras. Ver como alguien se suicida tiene que ser tremendo, pero si ese alguien es el presidente del gobierno de tu país y, además, lo hace ante todos los medios de comuniciación y en la era de internet, la experiencia es simplemente rotunda. Quizás por eso Zapatero, tan necesitado de contundencia y de gestos históricos, ha sido el hombre.
Después de trabajarse durante cinco años la foto de una reunión con el presidente de Estados Unidos, después de suplicar y hacer el ridículo durante meses ante el mesías Obama, después de hacerse 11.000 kilómetros sólo para regalarle los oídos en directo a Joe Biden, después de quemar hasta el achicharramiento a uno de sus mejores hombres, el mejor probablemente en lo que a política internacional se refiere, va este mentecato y filtra que... ¡dentro de dos días! va a hacer una crisis de gobierno.
Siendo todo ello malo, negativo y sorprendete para los estrategas de Moncloa, se entiende, resulta mucho peor, para el conjunto de los ciudadanos, el fondo de la crisis. No descarto tener que comerme mis palabras como ya le ha ocurrido a algún insigne columnista, pero no me resisto a decir “que error, que inmenso error”. Primero por el momento. Antes de Navidades escribí un texto en el que criticaba la posibilidad de una crisis de gobierno que, por entonces, era un insistente rumor en Madrid. Una de las razones era, entonces, que el ejecutivo todavía no había cumplido un año. Ahora, ya lo ha cumplido, y sigo pensando que no es razón ni tiempo suficiente.
Claro que Maleni tiene que irse a su casa, como era tiempo ya de que se fuese (y se ha ido) Bermejo. Claro que Solbes lleva meses, más de un año para ser exactos, amagando con largarse. Claro que más de la mitad del gobierno, bastante más, pide a gritos ser relevados a la de ya. Corrijo, en muchos casos basta con mandarlos a casa y cerrar sus departamentos. El problema es que eso no lo va a hacer Zapatero. Claro que mantendrá a Aido y su desigualdad. Claro que mantendrá a Espinosa y su ministerio de ambiente y medio. Claro que seguirá Garmendia, Corredor, Sebastián, Cabrera,... Sí, todos esos son apellidos de ministr@s aunque muchos de ustedes no se lo crean o no lo recuerden.
Pero hay más cosas que me asaltan a la cabeza como si de una estampida de bisontes se tratase. Por qué hacer los cambios ahora. Y con ahora no me refiero sólo a estas vísperas de semana santa e inmediatamente después de la foto con Obama. No se puede entender porque, a 2 meses justos parta las europeas se aborda este cambio. Algunos sesudos, más avispados y mejor informados que yo dicen que es el momento, para llegar con brío a las elecciones. Y yo digo, después de perder las gallegas no es un mal menor perder las europeas y pensar en medio largo plazo. En 2010 hay catalanas, con un difícil panorama y en 2011 municipales y autonómicas. Para entonces, la senda de la salida de la crisis debería ser ya un camino abonado, casi asfaltado.
Pero, claro, si las elecciones europeas se plantean como un reto, con un gobierno renovado, y salen mal, que más argumentos le quedan a Zapatero. Tendrá que agrontar la presidencia europea del primer semestre de 2010 sin más parapetos ni protecciones. El único argumento que le quedará será él mismo. A lo mejor cree tanto en sí mismo que no le importa jugársela. Ya veremos. A mi me resulta sorprendente por no decir patético.
Y todo, cuando el PP tampoco es que esté precisamnete pletórico. No se veía una necesidad imperiosa. Los verdaderos problemas los tiene ahora el gobierno en el parlamento y ninguna crisis, y mucho menos esta, le van a valer para nada al ejecutivo y a su presidente. Mientras no diseñe otra estrategia y no cambie al pusilánime que tiene en la cámara baja, no tiene nada que hacer. Alonso es como el criador de canarios que se conforma con oirlos cantar en su casa, aunque cada vez que los saca a una convención, sus animalitos se quedan mudos.
Una cosa buena, positiva, se me ocurre decir de lo sabido hasta ahora. Zapatero ha demostrado una sorprendete habilidad para hacer un PSOE a su medida. Ya noquedan barones. A todos se los ha quitado de enmedio sin demasiado ruido. Incluso el presidente del partido socialista se ha tenido que plegar, finalmente, a Zapatero. Qué pasará ahora en el califato. Si había que menear Andalucía, que mejor que hacerlo entre semana santa y la feria de abril.
Lo dicho, Zapatero se ha suicidado ante las cámaras. No podemos perder de vista ese cuerpo inerte.
Después de trabajarse durante cinco años la foto de una reunión con el presidente de Estados Unidos, después de suplicar y hacer el ridículo durante meses ante el mesías Obama, después de hacerse 11.000 kilómetros sólo para regalarle los oídos en directo a Joe Biden, después de quemar hasta el achicharramiento a uno de sus mejores hombres, el mejor probablemente en lo que a política internacional se refiere, va este mentecato y filtra que... ¡dentro de dos días! va a hacer una crisis de gobierno.
Siendo todo ello malo, negativo y sorprendete para los estrategas de Moncloa, se entiende, resulta mucho peor, para el conjunto de los ciudadanos, el fondo de la crisis. No descarto tener que comerme mis palabras como ya le ha ocurrido a algún insigne columnista, pero no me resisto a decir “que error, que inmenso error”. Primero por el momento. Antes de Navidades escribí un texto en el que criticaba la posibilidad de una crisis de gobierno que, por entonces, era un insistente rumor en Madrid. Una de las razones era, entonces, que el ejecutivo todavía no había cumplido un año. Ahora, ya lo ha cumplido, y sigo pensando que no es razón ni tiempo suficiente.
Claro que Maleni tiene que irse a su casa, como era tiempo ya de que se fuese (y se ha ido) Bermejo. Claro que Solbes lleva meses, más de un año para ser exactos, amagando con largarse. Claro que más de la mitad del gobierno, bastante más, pide a gritos ser relevados a la de ya. Corrijo, en muchos casos basta con mandarlos a casa y cerrar sus departamentos. El problema es que eso no lo va a hacer Zapatero. Claro que mantendrá a Aido y su desigualdad. Claro que mantendrá a Espinosa y su ministerio de ambiente y medio. Claro que seguirá Garmendia, Corredor, Sebastián, Cabrera,... Sí, todos esos son apellidos de ministr@s aunque muchos de ustedes no se lo crean o no lo recuerden.
Pero hay más cosas que me asaltan a la cabeza como si de una estampida de bisontes se tratase. Por qué hacer los cambios ahora. Y con ahora no me refiero sólo a estas vísperas de semana santa e inmediatamente después de la foto con Obama. No se puede entender porque, a 2 meses justos parta las europeas se aborda este cambio. Algunos sesudos, más avispados y mejor informados que yo dicen que es el momento, para llegar con brío a las elecciones. Y yo digo, después de perder las gallegas no es un mal menor perder las europeas y pensar en medio largo plazo. En 2010 hay catalanas, con un difícil panorama y en 2011 municipales y autonómicas. Para entonces, la senda de la salida de la crisis debería ser ya un camino abonado, casi asfaltado.
Pero, claro, si las elecciones europeas se plantean como un reto, con un gobierno renovado, y salen mal, que más argumentos le quedan a Zapatero. Tendrá que agrontar la presidencia europea del primer semestre de 2010 sin más parapetos ni protecciones. El único argumento que le quedará será él mismo. A lo mejor cree tanto en sí mismo que no le importa jugársela. Ya veremos. A mi me resulta sorprendente por no decir patético.
Y todo, cuando el PP tampoco es que esté precisamnete pletórico. No se veía una necesidad imperiosa. Los verdaderos problemas los tiene ahora el gobierno en el parlamento y ninguna crisis, y mucho menos esta, le van a valer para nada al ejecutivo y a su presidente. Mientras no diseñe otra estrategia y no cambie al pusilánime que tiene en la cámara baja, no tiene nada que hacer. Alonso es como el criador de canarios que se conforma con oirlos cantar en su casa, aunque cada vez que los saca a una convención, sus animalitos se quedan mudos.
Una cosa buena, positiva, se me ocurre decir de lo sabido hasta ahora. Zapatero ha demostrado una sorprendete habilidad para hacer un PSOE a su medida. Ya noquedan barones. A todos se los ha quitado de enmedio sin demasiado ruido. Incluso el presidente del partido socialista se ha tenido que plegar, finalmente, a Zapatero. Qué pasará ahora en el califato. Si había que menear Andalucía, que mejor que hacerlo entre semana santa y la feria de abril.
Lo dicho, Zapatero se ha suicidado ante las cámaras. No podemos perder de vista ese cuerpo inerte.
miércoles, 1 de abril de 2009
TE ACUERDAS...
Ha llegado el momento, pero parece que ninguno nos hemos dado cuenta. Nada que ver con la frenética actividad preparatoria de hace 6 meses. Ni con la intensa avalancha de propuestas de entonces. Ni con la imparable sucesión de ruedas de prensa. Ni con las declaraciones conjuntas sobre propuestas coordinadas. Nada de nada. Si nos descuidamos, se pasa la cumbre y ni nos enteramos.
También es muy diferente la situación que nos rodea. Hace semanas que las bolsas no se acuestan con cara de pasmo y se despiertan con agujetas de tanto colorado acumulado. Hace semanas que no se anuncian planes de rescate, que no tenemos quiebras de empresas, que nadie anuncia inyecciones de capitales como si fuesen bolsas de gominolas,… Insisto, muchas cosas han cambiado.
Ni siquiera la anhelada presencia en Europa de Barack Obama ha servido de aldabonazo. Ha venido, entre otras cosas, para la cumbre y casi nadie se acuerda. Quién más quién menos hace su agenda. Quién más quién menos vende su próximo encuentro con él. Y todo ello eclipsa el hecho de que el mesías negro del siglo XXI está en Londres para la cumbre del G-20.
Uy, perdón. Incluso a mi ha estado a punto de ocurrirme. Si me descuido, acabo esta anotación y no hablo de lo que quería hablar. Del motivo que me ha llevado a empezar a escribir.
Cuando acabó la primera versión de este encuentro, allá por noviembre del año pasado, en Washington (que lejos queda, puñeta), se dijo que se habían sentado las bases para no se qué, y que ahora, en abril y en Londres, se empezarían a concretar las cosas. Además, de esta forma, quedaba tiempo suficiente para prepararlo todo, para que cuajasen las medidas tomadas de urgencia y todas aquellas otras que se adoptasen a continuación.
Pero lo cierto es que ni sabemos que se haya adelantado nada concreto, ni tenemos claro que las medidas adoptadas permitan sacar conclusiones, ni parece que estemos en condiciones de mirar al futuro con optimismo. Que le vamos a hacer. Es posible que la pérdida de protagonismo del pequeño Napoleón haya influido. Su hiperactividad no ha tenido, esta vez, válvula de escape. Es posible que la grisura habitual del nuevo anfitrión, porque mucho que se apellide Brown (marrón), de nombre Gordon, esté en el origen de tanto atemperamiento. Es más que posible que la concéntrica personalidad de Obama absorba tanta energía como si se tratase de un agujero negro (y no es un chiste fácil) y todo lo demás, fuera de él, no exista. O quizás es un poco de todo eso. O nada, y yo estoy desvariando como de costumbre.
De una cosa sí estoy seguro. Esta segunda cumbre del milenio más parece una excusa para que los coleguitas arreglen algunas de sus cosas particulares y/o bilaterales. Ah!, sí, y una razón, como otra cualquiera para que los mismos descerebrados de siempre vuelvan a liarla con la pegatina de progresistas y políticamente correctos en el pecho. Eso, nunca cambia.
También es muy diferente la situación que nos rodea. Hace semanas que las bolsas no se acuestan con cara de pasmo y se despiertan con agujetas de tanto colorado acumulado. Hace semanas que no se anuncian planes de rescate, que no tenemos quiebras de empresas, que nadie anuncia inyecciones de capitales como si fuesen bolsas de gominolas,… Insisto, muchas cosas han cambiado.
Ni siquiera la anhelada presencia en Europa de Barack Obama ha servido de aldabonazo. Ha venido, entre otras cosas, para la cumbre y casi nadie se acuerda. Quién más quién menos hace su agenda. Quién más quién menos vende su próximo encuentro con él. Y todo ello eclipsa el hecho de que el mesías negro del siglo XXI está en Londres para la cumbre del G-20.
Uy, perdón. Incluso a mi ha estado a punto de ocurrirme. Si me descuido, acabo esta anotación y no hablo de lo que quería hablar. Del motivo que me ha llevado a empezar a escribir.
Cuando acabó la primera versión de este encuentro, allá por noviembre del año pasado, en Washington (que lejos queda, puñeta), se dijo que se habían sentado las bases para no se qué, y que ahora, en abril y en Londres, se empezarían a concretar las cosas. Además, de esta forma, quedaba tiempo suficiente para prepararlo todo, para que cuajasen las medidas tomadas de urgencia y todas aquellas otras que se adoptasen a continuación.
Pero lo cierto es que ni sabemos que se haya adelantado nada concreto, ni tenemos claro que las medidas adoptadas permitan sacar conclusiones, ni parece que estemos en condiciones de mirar al futuro con optimismo. Que le vamos a hacer. Es posible que la pérdida de protagonismo del pequeño Napoleón haya influido. Su hiperactividad no ha tenido, esta vez, válvula de escape. Es posible que la grisura habitual del nuevo anfitrión, porque mucho que se apellide Brown (marrón), de nombre Gordon, esté en el origen de tanto atemperamiento. Es más que posible que la concéntrica personalidad de Obama absorba tanta energía como si se tratase de un agujero negro (y no es un chiste fácil) y todo lo demás, fuera de él, no exista. O quizás es un poco de todo eso. O nada, y yo estoy desvariando como de costumbre.
De una cosa sí estoy seguro. Esta segunda cumbre del milenio más parece una excusa para que los coleguitas arreglen algunas de sus cosas particulares y/o bilaterales. Ah!, sí, y una razón, como otra cualquiera para que los mismos descerebrados de siempre vuelvan a liarla con la pegatina de progresistas y políticamente correctos en el pecho. Eso, nunca cambia.
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