Mi experiencia con porteros de discoteca es más bien escasa, por no decir nula. No sería justo, por lo tanto, permitirme opinar sobre su comportamiento como si me avalase cierto conocimiento directo. Sin embargo, sí puedo opinar en función de la realidad que con cierta frecuencia asoma a los medios de comunicación y a la realidad social del día a día.
Con esos elementos, no me parece descabellado asegurar que, por lo general, los porteros de discoteca son seres más bien cortos de entendederas, ligeros de manos y muy diferentes al amparo de la noche que bajo la claridad del día. Esta última característica los acerca, curiosamente, a otros muchos grupos ciudadanos. Por lo general, la noche transforma a las personas y no sólo en función de mitos como el del hombre-lobo y la mujer-pantera. No.
Estos individuos, lejanos en mi opinión a lo que las personas que conozco calificamos como seres humanos, estos individuos, digo, suelen moverse en un ámbito difuso entre el orden, la dictadura, la prepotencia y la impunidad. Sólo ceden ante alguien con menos sensatez que ellos mismos y no sacan su lado peterpan hasta que se ven en comisaría o ante el juez.
El último caso lo hemos vivido este mismo fin de semana en Madrid. Un joven de 18 años ha sido asesinado, aparentemente, por un trío de estos animales en un alarde de demostración de lo que es mantener el orden en un local con cientos de personas. Sean cuales sean las condiciones en las que se produjeron los hechos, no cabe ninguna duda de que los porteros se comportaron como lo que son y actuaron siguiendo los dictados de quienes les han contratado. He ahí el meollo del asunto.
Sin embargo hay un elemento mucho más difícil de abordar, máxime en las actuales y dramáticas circunstancias. Pero no me resisto a hacerlo, aunque pongo por delante que bajo ningún concepto quiero que se entremezcle con la animalidad de esos tres energúmenos y supuestos homicidas. ¿Puede alguien explicarme que hace un chaval de 18 años en un local de copas o discoteca, a las cinco de la mañana?. En mi opinión, tal situación es una buena demostración de la degradación en la que está cayendo nuestra sociedad.
Si hay alguien que siga este blog más o menos habitualmente, ya habrá visto que soy muy crítico con la juventud actual. Pero este tipo de comportamientos me parece especialmente escandaloso. Nos hemos acostumbrado a que sea normal que estemos de copas, emborrachándonos vamos, hasta la puta hora de la noche. Se ha convertido en un jolgorio nacional lo de agarrarse un pedo, embolingarse o coger el puntito. Y nos parece lo más normal del mundo. Aún más, lo hemos exportado como un elemento añadido al sol y playa tradicional de nuestra oferta turística. Me parece absolutamente degradante.
Pero claro, si esta situación la extendemos a los menores (o a los que acaban de dejar de serlo) llega a producirme nauseas por no decir que me cabrea extraordinariamente. Mis amigos, mis compañeros de trabajo y mi familia me ha tenido que aguantar más de un acceso de cabreo cuando surge este tema. Ni me ha parecido nunca, ni me parece, ni creo que nunca me parezca normal. Y no lo siento. Beber no creo que sea el problema. Beber sin control, sí. Siempre. Beber a determinadas edades, más. Por mucho que los niñatos se empeñen en “controlar”, cuando se bebe no se controla nada. Nadie. Nunca. Y beber a ciertas horas y en ciertos lugares, son oposiciones claras a tener problemas.
Lo curioso del caso. Lo raro siempre, es que se vayan evitando los problemas. Que sean sólo una excepción. En mi opinión, es casi un milagro, aunque no creo en ellos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No estoy puesta en el asunto... ni siquiera en lo de beber (jeje)... He bebido hasta el ahogo y nunca me he metido con nadie... (no por falta de ganas, ya sabes). Lo que no sabemos, creo, es si el matón bebió... Si los matones bebieron, mejor dicho. Lo idignante es que el local estuviera abierto con la cantidad de denuncias que había contra él. Madrid se ha convertido en una selva de amiguitos. UN BESOTE!!!!!!!!
Publicar un comentario