Noviembre se ha despedido con una de esas semanas donde casi toda la información pivota sobre un elementos común. En este caso, el elemento común son los símbolos. Individualmente considerados, desde luego.
Para empezar, nos encontramos con esa sentencia que ordenaba retirar los crucifijos de los colegios públicos. Como era de esperar, se ha liado una de padre y muy señor mío, nunca mejor dicho. Estoy bastante de acuerdo con esa observación que cuestiona la decisión judicial por ser incoherente con otros ámbitos de la vida pública de España. Por ejemplo, no se entiende muy bien porque en los colegios hay que quitarlos y, sin embargo, se mantienen en la mesa de la jura de los ministros en Zarzuela; o por qué siguen presidiendo las salas de los tribunales de justicia.
Ya he dicho en alguna ocasión que no soy partidario de los símbolos y, en concreto los religiosos, me molestan bastante. Para poner el toro en suerte, he de decir que yo estudien en un colegio con marcado carácter religioso (tanto es así que tenía una dependencia jerárquica del arzobispado), que estaba dirigido y subdirigido por curas y donde, pese a todo, se respiraba un muy agradable ambiente, podríamos llamar, abierto, avanzado, tolerante. Todavía es el día de hoy que recuerdo con agrado mis polémicas discusiones con Don Andrés (uno de los subdirectores y cura al mismo tiempo) sobre diversos aspectos del mundo religioso y católico. Estoy seguro de que su buena voluntad y su paciencia eran la clave para que un día sí y otro también, le dinamitase las clases con observaciones y preguntas que terminaban por desviar el curso de su planificación. Hace años que no hablo con él. Siempre me pareció más tolerante de fachada que de interior, pero me gustaría agradecerle que me permitiese ampliar el ámbito y los contrincantes de mis, ya por entonces, afanes polemistas.
A pesar de lo dicho, y aunque lo he intentado varias veces, no consigo recordar si en las aulas había o no crucifijos. Sí recuerdo que había una capilla, a la que no era necesario acudir. De hecho yo sólo recuerdo haber estado un par de veces en mis casi 10 años de permanencia en el centro. También recuerdo que cuando se aproximaban las edades claves (primera comunión, confirmación,... ) había un día en el que hacían un ofrecimiento de ayuda, asesoramiento, para los que, voluntariamente querían acercarse a esos pasos. Yo, que siempre he sido un poco "a mi aire" no quise saber nada ni de una fecha ni de la otra, y no pasó nada, ni me insistieron, ni me trataron peor, ni me marginaron. Si tengo el recuerdo de que al negarme yo a hacer la primera comunión, una de las profesoras que yo tenía por entonces (de religión y de música) cuyo nombre no recuerdo, aunque si su apodo, que me guardo por el respeto que me merece, aquella profesora, digo, se interesó en alguna ocasión por mi rebeldía. Y, el último día del curso, se acercó a mi para hacerme saber que si iba a las misiones, creo que a América Latina. Siempre he estado seguro de que aquella buena mujer se fue por propia vocación, pero no dejo de pensar que tuvo algo que ver una cierta sensación de fracaso, al darse cuenta de que mi camino iba por otros derroteros. Tampoco de ella he vuelto a saber nada. Queda claro que no soy precisamente propenso a seguir la pista de personas con las que he tenido trato. Aunque creo que estoy desvariando bastante, quiero decir que no entiendo por qué tiene que haber crucifijos en las aulas y en otros muchos sitios, pero tampoco entiendo esa prioridad repentina por retirarlos. Parecería que si quitamos los crucifijos, de buenas a primeras vamos a salir de la crisis, o algo así.
Otra de símbolos vino también de los tribunales. Esta tiene algo más de enjundia, pero me parece igual de tonta. En esta ocasión es la obligatoriedad de que ondee la bandera española en el parlamento vasco. El PNV lleva 30 años negándose a ello. Y, como decía mi abuela, "para que se jorobe el coronel no como rancho". Como no quieren poner la española, tampoco ponen la ikurriña. Tócate los ... Mejor ninguna que todas, no vaya a ser que el verde, rojo y blanco de la vasca se contamine con el gualda de la española y la liemos. Por cierto, la europea, que sí colocan sin miramientos, también tiene amarillo y, además, azul. A ver si vamos a completar el arco iris y a hacer puñetas Euskal Herria.
Pero el gran símbolo de la semana es algo tan pueril como unos calcetines. Sí señores, sí. Si hay alguien que no ha visto la imagen, la reproduzco.

Ya es raro que no la hayan visto porque es de las más repetidas en los últimos tres días. A favor y en contra. Y, sin ir más lejos, la imagen la distribuyó la agencia británica Reuters. Ahí es nada.
Son las atléticas piernas de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, luciendo un atuendo de lo más informal fruto de la azarosa salida de India, el pasado miércoles por la noche. Los zapatos de verano eran los apropiados para su visita a Bombay y los calcetines se los facilitaron en el vuelo de vuelta como en todos los de largo recorrido. La ausencia de medias delata la precipitación del momento.
Como digo, ha habido reacciones favorables, neutrales y críticas. Según como le caiga el personaje a cada quien. Desde los que alaban su suerte y su entereza para volver y relatar momentos tan duros hasta los que le critican que saliese corriendo del fregao terrorista hasta los que, directamente, la acusan de tratar de sacarle partido a una situación como esa. Yo, sinceramente, entiendo que se viniese y entiendo que, aunque ella quisiera quedarse, todos los que iban con ella le recomendasen que volviese a Madrid cuanto antes. Lo que ya me parece menos entendible es la prisa por comparecer ante los medios, la prisa por demostrar su sufrimiento a la par que su entereza y esa cuidada pose de desaliño que, sabiendo como actúa la presidenta madrileña, me cuesta creer que sea tan improvisada como algunos medios nos quisieron colar el jueves y el viernes.
Es curioso. Estoy seguro de que esa imagen de los calcetines gordos bajo zapatito de verano se convertirán en un símbolo, tan efímero como las corbatas para mujeres o las faldas para hombres, pero serán un símbolo. Pero seguro que nunca llegan a los tribunales. Entre otras cosas porque los símbolos son potestad de la sociedad civil. Cuando se convierten en elemento de pleito o en arma arrojadiza, dejan de ser símbolos y se convierten en munición.