domingo, 30 de noviembre de 2008

VA DE SÍMBOLOS

Noviembre se ha despedido con una de esas semanas donde casi toda la información pivota sobre un elementos común. En este caso, el elemento común son los símbolos. Individualmente considerados, desde luego.

Para empezar, nos encontramos con esa sentencia que ordenaba retirar los crucifijos de los colegios públicos. Como era de esperar, se ha liado una de padre y muy señor mío, nunca mejor dicho. Estoy bastante de acuerdo con esa observación que cuestiona la decisión judicial por ser incoherente con otros ámbitos de la vida pública de España. Por ejemplo, no se entiende muy bien porque en los colegios hay que quitarlos y, sin embargo, se mantienen en la mesa de la jura de los ministros en Zarzuela; o por qué siguen presidiendo las salas de los tribunales de justicia.

Ya he dicho en alguna ocasión que no soy partidario de los símbolos y, en concreto los religiosos, me molestan bastante. Para poner el toro en suerte, he de decir que yo estudien en un colegio con marcado carácter religioso (tanto es así que tenía una dependencia jerárquica del arzobispado), que estaba dirigido y subdirigido por curas y donde, pese a todo, se respiraba un muy agradable ambiente, podríamos llamar, abierto, avanzado, tolerante. Todavía es el día de hoy que recuerdo con agrado mis polémicas discusiones con Don Andrés (uno de los subdirectores y cura al mismo tiempo) sobre diversos aspectos del mundo religioso y católico. Estoy seguro de que su buena voluntad y su paciencia eran la clave para que un día sí y otro también, le dinamitase las clases con observaciones y preguntas que terminaban por desviar el curso de su planificación. Hace años que no hablo con él. Siempre me pareció más tolerante de fachada que de interior, pero me gustaría agradecerle que me permitiese ampliar el ámbito y los contrincantes de mis, ya por entonces, afanes polemistas.

A pesar de lo dicho, y aunque lo he intentado varias veces, no consigo recordar si en las aulas había o no crucifijos. Sí recuerdo que había una capilla, a la que no era necesario acudir. De hecho yo sólo recuerdo haber estado un par de veces en mis casi 10 años de permanencia en el centro. También recuerdo que cuando se aproximaban las edades claves (primera comunión, confirmación,... ) había un día en el que hacían un ofrecimiento de ayuda, asesoramiento, para los que, voluntariamente querían acercarse a esos pasos. Yo, que siempre he sido un poco "a mi aire" no quise saber nada ni de una fecha ni de la otra, y no pasó nada, ni me insistieron, ni me trataron peor, ni me marginaron. Si tengo el recuerdo de que al negarme yo a hacer la primera comunión, una de las profesoras que yo tenía por entonces (de religión y de música) cuyo nombre no recuerdo, aunque si su apodo, que me guardo por el respeto que me merece, aquella profesora, digo, se interesó en alguna ocasión por mi rebeldía. Y, el último día del curso, se acercó a mi para hacerme saber que si iba a las misiones, creo que a América Latina. Siempre he estado seguro de que aquella buena mujer se fue por propia vocación, pero no dejo de pensar que tuvo algo que ver una cierta sensación de fracaso, al darse cuenta de que mi camino iba por otros derroteros. Tampoco de ella he vuelto a saber nada. Queda claro que no soy precisamente propenso a seguir la pista de personas con las que he tenido trato. Aunque creo que estoy desvariando bastante, quiero decir que no entiendo por qué tiene que haber crucifijos en las aulas y en otros muchos sitios, pero tampoco entiendo esa prioridad repentina por retirarlos. Parecería que si quitamos los crucifijos, de buenas a primeras vamos a salir de la crisis, o algo así.

Otra de símbolos vino también de los tribunales. Esta tiene algo más de enjundia, pero me parece igual de tonta. En esta ocasión es la obligatoriedad de que ondee la bandera española en el parlamento vasco. El PNV lleva 30 años negándose a ello. Y, como decía mi abuela, "para que se jorobe el coronel no como rancho". Como no quieren poner la española, tampoco ponen la ikurriña. Tócate los ... Mejor ninguna que todas, no vaya a ser que el verde, rojo y blanco de la vasca se contamine con el gualda de la española y la liemos. Por cierto, la europea, que sí colocan sin miramientos, también tiene amarillo y, además, azul. A ver si vamos a completar el arco iris y a hacer puñetas Euskal Herria.

Pero el gran símbolo de la semana es algo tan pueril como unos calcetines. Sí señores, sí. Si hay alguien que no ha visto la imagen, la reproduzco.
Ya es raro que no la hayan visto porque es de las más repetidas en los últimos tres días. A favor y en contra. Y, sin ir más lejos, la imagen la distribuyó la agencia británica Reuters. Ahí es nada.
Son las atléticas piernas de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, luciendo un atuendo de lo más informal fruto de la azarosa salida de India, el pasado miércoles por la noche. Los zapatos de verano eran los apropiados para su visita a Bombay y los calcetines se los facilitaron en el vuelo de vuelta como en todos los de largo recorrido. La ausencia de medias delata la precipitación del momento.
Como digo, ha habido reacciones favorables, neutrales y críticas. Según como le caiga el personaje a cada quien. Desde los que alaban su suerte y su entereza para volver y relatar momentos tan duros hasta los que le critican que saliese corriendo del fregao terrorista hasta los que, directamente, la acusan de tratar de sacarle partido a una situación como esa. Yo, sinceramente, entiendo que se viniese y entiendo que, aunque ella quisiera quedarse, todos los que iban con ella le recomendasen que volviese a Madrid cuanto antes. Lo que ya me parece menos entendible es la prisa por comparecer ante los medios, la prisa por demostrar su sufrimiento a la par que su entereza y esa cuidada pose de desaliño que, sabiendo como actúa la presidenta madrileña, me cuesta creer que sea tan improvisada como algunos medios nos quisieron colar el jueves y el viernes.
Es curioso. Estoy seguro de que esa imagen de los calcetines gordos bajo zapatito de verano se convertirán en un símbolo, tan efímero como las corbatas para mujeres o las faldas para hombres, pero serán un símbolo. Pero seguro que nunca llegan a los tribunales. Entre otras cosas porque los símbolos son potestad de la sociedad civil. Cuando se convierten en elemento de pleito o en arma arrojadiza, dejan de ser símbolos y se convierten en munición.

lunes, 24 de noviembre de 2008

CONTADORES DE CUENTOS

Escribir todos los días, o cada dos días e, incluso, una vez a la semana, en los periódicos es una tarea complicada. No siempre hay temas a los que dedicar unas líneas. No siempre se tiene la mente lúcida para componer frases que resulten interesantes para el lector. No siempre hay algo que aportar a la actualidad del día. No pretendo yo ponerme a la altura de los columnistas de la prensa española, aunque trato de mantener este blog con un cierto nivel de interés. No sé si lo consigo, pero lo intento.
Hay ocasiones en las que tengo la impresión, como seguidor de la prensa diaria, que faltan ideas, falta originalidad. Es un poco como lo que pasa en el cine moderno. Que todo se vuelve hacer nuevas versiones llenas de efectos especiales y parafernalia técnica que no logran ocultar la falta de talento. Estos últimos días me ha llamado la atención la coincidencia de dos autores dispares, firmantes de medios aún más dispares. El domingo, Gonzalo López Alba en Público y hoy mismo Ignacio Camacho en ABC abordan la misma cuestión, con matices ligeramente diferentes y objetivos diametralmente opuestos. La cuestión es la importancia que ha cobrado, en la actualidad política moderna, el construir una historia que contar para tener éxito.
El ejemplo paradigmático, en eso coinciden los dos, es Barack Obama. Ambos coinciden también en darle cierto crédito, más Ignacio que Gonzalo, a las creaciones cuentistas de Zapatero. El principio, es sencillo. Lejos de principios, de valores, e ideas, lo que prima en la política actual es construir una buena historia que sea fácil y rápidamente asimilable por los electores a los que se “utiliza” como si fueran compradores.
No deja de llamarme la atención que este mismo fin de semana hemos tenido un buen ejemplo de todo lo contrario y ni uno ni otro han echado el lazo a ese ejemplo tan a mano.
Se celebró el sábado el congreso de Nuevas Generación en Madrid. Nuevas Generaciones es el criadero de cachorros del PP. En el caso de Madrid, más valdría decir que es el criadero de los cachorros liberales de Esperanza Aguirre. El re-elegido presidente, Pablo Casado, es un autentico portento de los mensajes directos y sencillos asentados sobre valores inamovibles. Dice que no se avergüenza de ser liberal y me parece cojonudo pero, al mismo tiempo, incluyó, en la ponencia del congreso, la idea de que había que suprimir el salario mínimo interprofesional. Eso son principios, vive dios.
Este mismo chavalote no tuvo reparos en lanzarle una merecida andanada al Che Guevara en la clausura del Congreso del PP en Madrid hace un par de meses. Pero claro, luego se le fue la mano. Dijo, por ejemplo, que los jóvenes españoles son manipulables por el Gran Hermano de Ferraz. Dijo que la izquierda sólo está con la memoria histórica, el aborto, la eutanasia y la muerte. Dijo que había que eliminar el IRPF para los mileuristas y, al mismo tiempo, que los jóvenes querían pagar las pensiones de sus padres. Dijo más cosas, algunas, incluso, cargadas de sentido. Pero claro, cuando se quiere hacer méritos y máxime si se hace en un congreso de partido, pasan estas cosas.
Se olvida uno de construir una historia y se puede caer en la histeria. Que se lo digan a uno de sus jefes. A ese que fue uno de los mejores presidentes que ha tenido el gobierno de España, durante una temporada, y uno de los peores, durante otra buena temporada. De lo que no cabe duda es de que es el peor ex presidente. Ni se acaba de ir, ni termina de dedicarse a otras labores, ni deja de tutelar… Una joya vamos.
Él, Aznar, si ha sabido construir una historia para contar. Se puede resumir, más o menos, en “después de mi, el desastre”. El desastre en el gobierno y el desastre en el PP. Eso, también le acerca a los políticos de referencia, esos que cuentan historias. En cuanto rascas un poco en los personajes, te quedas sin nada. En la historia de Aznar, no hay na de na, salvo él mismo dándole cuerda al cuento.

jueves, 20 de noviembre de 2008

UNA DOBLE MORAL QUE APESTA

Si una persona tiene una enfermedad mental, no se toma la medicación y mata a alguien no se puede hablar de inseguridad ciudadana. Es más, si una mujer es maltratada, no denuncia a su agresor y al final, este termina matándola, tampoco se puede habar de inseguridad ciudadana. Estas perlas de la reflexión política, predestinadas al mármol, que diría mi admirado Carlos Herrera, fueron pronunciadas por la Delegada del Gobierno en Madrid, Soledad Mestre, hace poco más de un mes. Lo dijo tras finalizar una Junta Local de Seguridad en la que Mestre se comprometió a poner todo de su parte para favorecer y respaldar la candidatura olímpica de Madrid 16.
En esa misma comparecencia pública, la Delegada del Gobierno en Madrid aseguró que en el último año había menos delitos en la capital. Que había menos faltas. Que se habían producido más detenciones. Pero, pese a todo, se iba a aumentar el número de efectivos patrullando las calles. Poco más de un mes después, la misma Soledad ha vuelto a comprometerse a poner más policías, no sólo en las calles, también en los locales de ocio nocturno.
La intención declarada de Mestre se suma a la del resto de administraciones madrileñas que llevan una semana volcándose con familiares, amigos, compañeros y profesores del difunto Álvaro Ussía, asesinado por una panda de desquiciados vestidos de matones de la noche. No deja de llamarme la atención tanta hiperactividad al respecto. Alguien, sin duda, a tocado a arrebato. No sólo son las administraciones. Buena parte de la prensa se ha lanzado sobre ese cadáver y esos asesinos con toda la saña de la que son capaces. Me escama.
No se trata de poner a todos al mismo nivel. Los asesinos, cuando se demuestre, son los que son y actuaron como actuaron. Los dueños de la discoteca no deben tener la conciencia muy tranquila, si es que tienen conciencia. Algo debe reconcomer a las administraciones que tanta actividad han desarrollado en estos días. Un pronóstico, pasará la semana, llegará el fin de semana y el próximo lunes se habrá calmado la cosa.
Quienes no han demostrado ni el más leve asomo de autocrítica son los padres, en general, españoles. Ni los jóvenes, igualmente, en general. Se han dicho y hemos oído estos días cosas que claman al cielo. Pero han corrido como el agua de un arroyo, sin estancarse. Sin generar consecuencias.
Han dicho los compañeros de colegio de Álvaro que en la discoteca les dejaban pasar, aunque fuesen menores. Y no ha pasado nada. Nadie ha pedido explicaciones a las asociaciones de clubes de ocio por ese comportamiento tan conocido como que los domingos se juega la liga de fútbol en 10 ciudades españolas. Pero, aún más, no se ha oído, yo al menos no he oído, a nadie que ponga el grito en el cielo porque los jóvenes españoles entren en locales reservados para mayores. Y lo hagan a altas horas de la madrugada, sabiendo (de hecho es el objetivo) que van a consumir alcohol. Todo parece normal y en su sitio.
Alguien se imagina que en lugar de en una discoteca algo parecido hubiese ocurrido en un local de sadomasoquismo, que los hay, o en uno de intercambio de parejas, que los hay, o en un local de homosexuales, que también los hay. Seguro que ese mismo director de colegio y esos mismos alumnos, aparentemente tan formalitos, con sus dignos uniformes, se habrían lanzado contra la depravación de ese tipo de locales. Pero como hablamos de alcohol y no de sexo “diferente” pues no pasa nada.
Con absoluta normalidad estamos escuchando que estos chicos, Álvaro entre ellos, son muy buena gente, que no se metían en líos, que eran caballerosos y amables,… les suenan ese tipo de afirmaciones. Son las mismas, o muy parecidas, que oímos cada vez que hay un caso de violencia doméstica, o cuando un padre o una madre mata a sus hijos y se suicida, o no. “Quién se iba a esperar algo así” asegura la vecina o el vecino de turno, ávido de notoriedad en los informativos de toda España. Pero no pasa nada.
Aquí, como en casi todas las cosas, hay una doble moral que apesta. Mis chicos, mis amigos, la gente que tengo cerca, son gente sana. Sólo buscan divertirse, pero no hacen daño a nadie. Y con esa aseveración parece que hemos exorcizado todos los problemas.
Pues no, nuestros menores beben y no deberían, lo dice la ley. Nuestros jóvenes hacen del alcohol, el tabaco y las drogas la única forma de entretenimiento y no deberían, van contra su salud y, en muchos casos, también contra la ley. Nuestros padres hacen constante dejación de sus obligaciones como tales y consienten todo o casi todo a sus hijos con el “loable” propósito de integrarlos en un grupo (de degenerados, añado yo) y que no se sientan desplazados. Todos miramos hacia otro lado hasta que alguien mata a alguien. Y luego, esos mismos que han olvidado sus obligaciones reclaman sus derechos. Los tienen, pero no hay derechos sin obligaciones.

lunes, 17 de noviembre de 2008

NADA, NADIE, NUNCA

Mi experiencia con porteros de discoteca es más bien escasa, por no decir nula. No sería justo, por lo tanto, permitirme opinar sobre su comportamiento como si me avalase cierto conocimiento directo. Sin embargo, sí puedo opinar en función de la realidad que con cierta frecuencia asoma a los medios de comunicación y a la realidad social del día a día.
Con esos elementos, no me parece descabellado asegurar que, por lo general, los porteros de discoteca son seres más bien cortos de entendederas, ligeros de manos y muy diferentes al amparo de la noche que bajo la claridad del día. Esta última característica los acerca, curiosamente, a otros muchos grupos ciudadanos. Por lo general, la noche transforma a las personas y no sólo en función de mitos como el del hombre-lobo y la mujer-pantera. No.
Estos individuos, lejanos en mi opinión a lo que las personas que conozco calificamos como seres humanos, estos individuos, digo, suelen moverse en un ámbito difuso entre el orden, la dictadura, la prepotencia y la impunidad. Sólo ceden ante alguien con menos sensatez que ellos mismos y no sacan su lado peterpan hasta que se ven en comisaría o ante el juez.
El último caso lo hemos vivido este mismo fin de semana en Madrid. Un joven de 18 años ha sido asesinado, aparentemente, por un trío de estos animales en un alarde de demostración de lo que es mantener el orden en un local con cientos de personas. Sean cuales sean las condiciones en las que se produjeron los hechos, no cabe ninguna duda de que los porteros se comportaron como lo que son y actuaron siguiendo los dictados de quienes les han contratado. He ahí el meollo del asunto.
Sin embargo hay un elemento mucho más difícil de abordar, máxime en las actuales y dramáticas circunstancias. Pero no me resisto a hacerlo, aunque pongo por delante que bajo ningún concepto quiero que se entremezcle con la animalidad de esos tres energúmenos y supuestos homicidas. ¿Puede alguien explicarme que hace un chaval de 18 años en un local de copas o discoteca, a las cinco de la mañana?. En mi opinión, tal situación es una buena demostración de la degradación en la que está cayendo nuestra sociedad.
Si hay alguien que siga este blog más o menos habitualmente, ya habrá visto que soy muy crítico con la juventud actual. Pero este tipo de comportamientos me parece especialmente escandaloso. Nos hemos acostumbrado a que sea normal que estemos de copas, emborrachándonos vamos, hasta la puta hora de la noche. Se ha convertido en un jolgorio nacional lo de agarrarse un pedo, embolingarse o coger el puntito. Y nos parece lo más normal del mundo. Aún más, lo hemos exportado como un elemento añadido al sol y playa tradicional de nuestra oferta turística. Me parece absolutamente degradante.
Pero claro, si esta situación la extendemos a los menores (o a los que acaban de dejar de serlo) llega a producirme nauseas por no decir que me cabrea extraordinariamente. Mis amigos, mis compañeros de trabajo y mi familia me ha tenido que aguantar más de un acceso de cabreo cuando surge este tema. Ni me ha parecido nunca, ni me parece, ni creo que nunca me parezca normal. Y no lo siento. Beber no creo que sea el problema. Beber sin control, sí. Siempre. Beber a determinadas edades, más. Por mucho que los niñatos se empeñen en “controlar”, cuando se bebe no se controla nada. Nadie. Nunca. Y beber a ciertas horas y en ciertos lugares, son oposiciones claras a tener problemas.
Lo curioso del caso. Lo raro siempre, es que se vayan evitando los problemas. Que sean sólo una excepción. En mi opinión, es casi un milagro, aunque no creo en ellos.

TODO PUEDE SER

Me acuerdo cuando era crío y jugábamos en la calle en la que vivíamos. Tenía, aquella, calle, ciertas ventajas. En realidad eran tres calles que tenían la forma de la letra griega pi. Las dos calles que hacían las patas de esa letra eran calles sin salida y la tercera, tenía poco tráfico. Con estas características, a pesar de vivir en toda una capital de provincia, una de las importantes, podíamos jugar en la calle con cierta tranquilidad. Que experiencia tan encantadora.
Me acuerdo de esos detalles, a estas alturas, y me acuerdo de que una de las cuestiones más importantes era decidir a que jugábamos. Si eramos muchos, no había demasiado problema. Sólo hacía falta una pelota y nos poníamos a jugar al fútbol. Si el número se reducía, empezaban los problemas. Con frecuencia, cuanto menos éramos, más difícil era ponernos de acuerdo. Parece una contradicción, pero no lo es. Cuando sólo coincidíamos cuatro o cinco, los problemas eran enormes. No sólo no teníamos pelota. Más de uno estaba harto del fútbol y proponía el escondite. Otro, más belicoso, prefería los vaqueros o, directamente, las peleas. No faltaban quien tenía la esperanza de que fuesen pasando los minutos mientras discutíamos a que jugar. Que pasase el tiempo hasta llegar el momento de volver para casa.
Este fin de semana me he acordado de aquellos días. Se ha celebrado una Asamblea de Izquierda Unida en la que, de hacer caso a los datos, ha habido más compromisarios que votantes obtuvieron el 9 de marzo. Pero, no sólo eso, un partido que ronda peligrosamente la condición de extraparlamentario se permite el lujo de tener cinco candidaturas diferentes para dirigir el futuro. Y no sólo. Se permite el lujo de cerrar la Asamblea sin decidir nada. Con frecuencia hay quien defiende que la ausencia de candidaturas es poco democrático. Que la pluralidad es lo más democrático, para que haya donde elegir. Miren ustedes, si la democracia es esto, yo me mantengo al margen. Sinceramente.
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Y mientras escribo estas líneas, llega la noticia de la detención de Garikotzi Aspiazu "Txeroki". Me alegro. Hemos llegado al momento, yo por lo menos, en que el alborozo de las detenciones de asesinos se mitiga. Hace 16 años, recuerdo que pasé un fin de semana de euforia desbocada cuando se anunció la operación de Bidart y la caída del colectivo Artapalo. Ya se que Txeroki no es Pakito, ni Txelis, ni Fiti. Ya lo sé. Pero es quien dirigía ahora los comandos. El que ponía el nombre en la diana. El más buscado. El que dio orden de disparar en Capbreton. Y, sin embargo, casi no me he inmutado al conocer su detención. O algo va mal, o me estoy volviendo insensible. Todo puede ser.

jueves, 13 de noviembre de 2008

DERECHOS Y OBLIGACIONES, POR FAVOR

Las llamadas a la oficina del Defensor del Profesor han aumentado un 50 por ciento el último año.
Los profesores denuncian, cada vez más, agresiones cometidas por los padres.
De hecho, casi dos de cada 10 agresiones contra los profesores las cometen los progenitores.
Los insultos, las amenazas y las agresiones físicas están a la orden del del día.
Cada día 10 llamadas y, evidentemente, no están todas las que son.
Cualquiera diría que unos (los padres) y otros (los alumnos) tengan que resarcirse de otras épocas en las que eran los profesores los que caneaban a los estudiantes. Me recuerda demasiado a otras situaciones que estamos viviendo y que podríamos calificar de ajuste de cuentas con la historia, cuando no de venganza con retardo. Los homosexuales o las mujeres queriendo sacudirse siglos de sometimiento a base de imponerse por qué sí. Vencidos que quieren ser vencedores a costa de imponer una no justicia. Nacionalistas que, tras exprimir la burra, quieren deshacerse de ella como si fuese la causa de todos sus males.
En este caso, es un poco más dramático porque da la impresión de que los ahora padres quieren devolverle ese cachete, esa bofetada, al maestro de entonces, en el profesor de hoy que, probablemente, sufrió los mismos castigos que él. Como para no entender nada, salvo que el profesor se convierte en un punchimbol obligado a aprobar a los becerros sin molestar demasiado.
Pero no sólo eso. Ayer mismo hemos conocido una historia de esas que me pone los pelos de punta. Por dos razones, una porque demuestra que esta sociedad tiene la firme voluntad de idiotizar a nuestros menores como si de ello fuésemos a sacar algo en limpio para el bien común. La otra, porque esta tendencia empieza a extenderse a otros ámbitos, si cabe, más peligrosos.
Un juez acaba de reconocer que un crio de dos años tiene derecho a una pensión mensual de 3.500 euros. Agárrense los machos y vuelvan a leer. 3.500 euros al mes para un mocoso de dos años. No contento con eso, y por si quedaban dudas, su señoría no tiene empacho en aclarar que la razón de tal cantidad de moneditas pal nene viene dada porque no tiene por qué renunciar a la asistenta, a la ropa de marca cara, a los regalas tipo play station y a los lujos que le serían propios si sus papis no se hubiesen separado.
Pongo por delante, para que nadie me llame torticero, que el papá del agraciado ha confirmado unos ingresos que rondan el millón y medio de euros al año. Dicho lo cual, si el papá tuviese unos ingresos de 600 euros mensuales, mucho más próximo a la realidad del español medio, a que el señor juez no hubiese tenido los huevos necesarios para decir que el niño se tenía que conformar con 200 eurillos. No, seguro que no. Le habría dicho al buen hombre, "búsquese la vida, trabaje un poquito o un muchito, pero al niño le pasa usted 800 ó 900 euros que es lo que necesita para vivir.
Pero, sobre todo, volvemos a lo que ya he dicho alguna vez en este mismo lugar. Donde coño está escrito que los niños sólo tienen derechos. Cuando, en que momento llega la hora de imponerles obligaciones. Con profesores reducidos a esparrings mal pagados, me quedo sin respuestas.

¡QUÉ TORMENTO!

El Papa Julio II se pasea arriba y abajo. Mira al techo sin ver nada. Al menos, nada de lo que quiere ver. Busca y rebusca entre las maderas, pero el resultado es siempre el mismo. Envuelto en su estola de piel natural, para mitigar los rigores del invierno romano, el Santo Padre, más padre que santo, empieza a calentarse, también por dentro. En uno de sus bien conocidos, y poco santos, ataques de cólera, Julio II ruge sirviéndose de la voz grave y bien modulada de Rex Harrison "¿cuándo lo acabareis?". De entre los tablones, en un escorzo tan difícil como los que gusta dibujar, en una mezcla de artista y anatomista, la figura del gran Buonarotti cobra las facciones barbadas de Charlton Heston (vaya por dios) y responde "cuando lo acabe".
El irregular Carol Reed dio uno de sus últimos coletazos de mención en esa interesante película llamada "El tormento y el éxtasis". El catálogo gestual, oral y de todo tipo que despliega Rex Harrison es suficiente para sostener un entramado, interesante por lo demás. Preciosista en muchos casos. Muy interesante para entender ciertos comportamientos tanto artísticos como de los mecenas de cada época. El mejor Renacimiento, en este caso.
Estos días me he acordado varias veces de esa escena y de esa película. La lucha entre la capacidad creativa de Miguel Ángel y las múltiples complicaciones que azuzaban al Papa es de lo más interesante. Julio II tenía dinero, mucho dinero. Tenía todas las posibilidades de contratar y poner a su servicio a los mejores artistas. Pero también tenía la obligación de preservar su estado y la obsesión de ampliar sus dominios. Era más jefe de estado que papa, si eso se puede delimitar con la perspectiva del tiempo.
Miguel Ángel era un hombre tan genial como artista como intratable en lo personal. Y, sobre todo, no quería pintar. Eso era para otros. Como todo ser humano orgulloso, era incapaz de iniciar una conversación sin terminarla en discusión y eso a pesar de contar, en muchos casos, con argumentos de suficiente solidez a su favor.
Estos días, decía, me he acordado varias veces de los diálogos de esas películas. Aquello era el Renacimiento. Otras pautas sociales, políticas y de todo tipo reglaban el día a día. Pero en todos los rincones del mundo saben hoy, 500 años después, quien era Miguel Ángel y en casi todos se sabe quien era Julio II. Ay! el paso de los años que cruel es. Nadie se acordará de otros migueles pasadas unas décadas y la nueva cúpula será utilizada en campañas publicitarias o ni eso. Pero nuestros descendientes de dentro de 500 años seguirán extasiándose con la Sixtina. ¿Qué hermosura!. ¿Qué tormento!.

domingo, 9 de noviembre de 2008

ENHORABUENA, PRESIDENTE

Hay que reconocerlo sin ambages, sin matices, sin medias tintas. Zapatero lo ha conseguido. Estará en la Cumbre de Washington, tendrá voz (y a través de él, España), tendrá voto (y España). Será la primera vez que nuestro país estará en una Cumbre de esas características en siglos y es un éxito que hay que reconocer al presidente. Es bien cierto que había una cierta sintonía en el sentido de que España debía estar, aunque no era mi caso, pero Zapatero a conseguido que lo que él entendía que debía de ser, sea.
Dicho lo cual, y no por marear la perdiz, tengo que añadir que, además de seguir pensando como pensaba cuando hace unos días escribí otro post en relación con este asunto, ahora me corroen ciertas dudas. No, dudas no. Certezas. La factura que Francia nos va a poner por delante va a ser de órdago. No lo duden. Nunca los franceses nos han tratado bien de balde. Nunca nos han dejado asomar la cabeza en el mundo sin cobrárnoslo a precio de oro. Y, ahora, que además nos dejan su silla, no va a ser una excepción. No me cabe ninguna duda de que vamos a estar pagando la factura de la sillita de Zapatero durante décadas. Ríete tú de la deuda de Gallardón con sus túneles de la M-30.
Todavía hoy, si me apuran, estamos pagando la factura que Mitterrand nos pasó al cobro por iniciar la colaboración en la lucha contra ETA en la segunda mitad de los 80. Todavía. ¿Se imaginan, pues, a cuanto va a ascender el cheque que esconde la sillita?. Los 2.600 euros por silla de esas que Belloch primero compró y cuyo pedido tuvo que anular, para el ayuntamiento de Zaragoza son fruslerías.
Pero, todavía hay una cosa que me molesta tanto o más. Se habrán fijado en que, como todas las cumbres decisivas del mundo, la del próximo sábado en Washington es sólo la que lanza el proceso. Vendrán más, muchas más. Y, para entonces, Sarkozy no tendrá silla que ceder. ¿Qué juegos malabares hará entonces para estar presente? ¿Qué otros cheques pagará de buen grado con el dinero de todos nosotros? ¿Cuántos culos al aire dejará para tapar sus vergüenzas?. ¿O es qué, al final, renunciará a seguir insistiendo cual plañidera?.
No lo sé, pero sigue sin gustarme lo que está pasando, como está pasando y la imagen que está dando España.

viernes, 7 de noviembre de 2008

PA PA NA TAS

La democracia americana es, estos días, el foco de todas las alabanzas. En todo el mundo se elogia el ejemplo dado por los estadounidenses, no sólo en la jornada del martes, sino en todo el último año. Curiosamente, y salvo que me haya equivocado yo, es la misma democracia que con casi idéntica unanimidad criticaban hace cuatro años con motivo de la re-elección de Bush. Es el mismo sistema de primarias, el mismo sistema de campaña, el mismo sistema electoral. Todo igualito, salvo el resultado.
Consciente de que criticar el sistema de Estados Unidos es una osadía, me he resistido a escribir, hasta ahora. Pero no he podido aguantarme más. Estoy un poco harto del famoso elogio perpetuo al sistema de primarias de los dos grandes partidos. Primero, no es verdad que sea una elección de los militantes de los partidos. Dejando al margen los casos de los estados que celebran “caucus” (sistema asambleario), en las primarias se anota quién quiere y en el partido que quiere. Se elogia que no sean los partidos (los aparatos de los partidos) los que escogen a los candidatos. Loable alabanza. Lástima que en el caso de los Estados Unidos sean las empresas, vía financiación de las correspondientes campañas, las que decidan quien va a poder empezar o seguir con su campaña. Al final, los ciudadanos escogen entre quienes las empresas quieren que escojan. No está mal como principio democrático.
Después llega ese democratísima momento en el que son sólo los dos grandes partidos los que tienen opciones reales de optar a un resultado digno porque, los demás posibles candidatos porque, dejando de lado casos pintorescos como el de Ross Perot (que puso la pasta de su bolsillo), no tienen garantizados unos mínimos. Y más. Los electores no eligen al presidente, por mucho que ellos se crean lo contrario, sino que escogen a un colegio de electores que, por lo demás, llevan un mandato imperativo (cosa que no ocurría en las primeras elecciones estadounidenses, allá por finales del XVIII y primeros del XIX). Resumiendo, los electores no saben lo que escogen, o sí, y el colegio electoral no puede decidir lo que escoge, porque se reúnen para ejecutar lo que otros les han dicho que tienen que ejecutar. Todo muy democrático.
Pero podemos seguir. El senado se renueva por tercios cada seis años. Un tiempo razonable para poder desarrollar una labor legislativa sin demasiados condicionantes externos. Sin embargo, la cámara de representantes se renueva cada dos años. Con lo cual, teniendo en cuenta el sistema antes descrito de elecciones, los congresistas están permanentemente más pendientes de su re-elección que de hacer lo mejor para el país. Muy democrático.
Y más. Formalmente se elige a un presidente y un vicepresidente. Bonito tandem o ticket o como quieran llamarlo pero la realidad es que el vicepresidente, en Estados Unidos, es poco más que un lindo florero, permanentemente esperando encontrar una mesa con tapete en la que colocarse. Véase: esperar a que al presi le de un aire y tener que ejercer de…, esperar a que haya un empate en una votación en el senado para que su voto de calidad valga para algo, esperar a que pasen los ocho años de presidencia del jefe para poder optar tu a sustituirlo, sin demasiadas garantías, la verdad. En los últimos 40 años sólo Bush padre pasó de vice a presi, y luego pasó lo que pasó.
Soy consciente de que todo este razonamiento tiene un punto demagógico. Queda dicho. Pero no se puede ser tan papanatas. No podemos ser tan tontos de creer siempre que lo de fuera es mejor. No está demasiado bien cambiar nuestros argumentos en función de que queramos elogiar o criticar algo. No podemos limitarnos a creer que lo que hacen otros está bien y lo nuestro mal y luego, cuando aplicamos esa fórmula alternativa, tampoco nos gusta el resultado. La clave, no nos equivoquemos, está en que nosotros, todos y cada uno de nosotros, nos comportemos con máximo espíritu democrático. Esa sí es la clave. Por cierto. Si el sistema de EE UU se caracteriza por algo es por la absoluta falta de participación de los ciudadanos. Fíjense que, en España, por ejemplo, una participación de poco más del 60 por ciento es considerada un desastre sin paliativos. Y lo es. Pues bien, la exitosísima jornada electoral del 4 de noviembre en EE UU se saldó con una participación de poco más del 60 por ciento. Pero, allí, ese dato se considera histórico. Papanatismo. Y que conste que no soy, ni mucho menos, antiamericano. Que conste que me gusta su sistema, aunque creo que es mejorable. Pero no podemos ser tan papanatas.

domingo, 2 de noviembre de 2008

EL ESCENARIO IMPOSIBLE

¿Y si al final gana McCain?.
No se olvide de que las elecciones presidenciales en Estados Unidos aún no se han celebrado. Son este martes, 4 de noviembre, la madrugada del 5 para nosotros en España. No pierda de vista que, aunque parece que Barack Obama es el sucesor de W. Bush, los votantes todavía no han decidido. Todo parece indicar que Obama será el ganador. Un ganador casi arrollador. Tan arrollador que podría pasar a la historia por su rotundo triunfo tanto o más que por ser el primer presidente mulato de Estados Unidos. Analistas, políticos, prensa. No sólo en Estados Unidos, sino en casi todo el mundo la unanimidad es sospechosa. Pero, claro, puede pasar que no gane Obama. O sea, que gane McCain. Y, ¿entonces qué?.
Evidentemente, si la victoria es para el demócrata se habrán cumplido los pronósticos, el cambio generacional será completo, el giro copernicano de la política estadounidense será total y el mundo encarará una nueva etapa lleno de optimismo. ¿O no?. Si gana el demócrata, el republicano completará su mandato en la cámara y, probablemente, se retire con la dignidad de sus más de 70 años, su vida dedicada al ejercito y a la política, la sensación de haber superado la casi infranqueable barrera de presentarse a unas elecciones presidenciales y haber sido derrotado por el elegido.
De ser así las cosas, McCain podrá retirarse con la sensación de haber cumplido casi todos sus objetivos y Obama abrirá toda una nueva era política y social en Estados Unidos y en el mundo que nadie, y mucho menos él, sabe a donde nos va a llevar.
Pero, insisto en la pregunta. ¿Y si al final gana McCain?.
Lo más probable es que la carrera de Barack Obama se haya acabado para siempre, antes incluso de haber echado a andar de verdad. Habrá sido el interruptus más escandaloso de la historia. La ilusión más efímera. La nada absoluta. McCain, por el contrario, habría culminado un camino, un proceso, lógico con todos sus peldaños. Mientras que Obama habría culminado en porrazo el más osado vuelo sin motor desde Ícaro.
No pretendo prejuzgar ni manifestar mi opinión, por una vez. Sólo me planteo esa pregunta, máxime conociendo esa máxima, tan americana, de “todo para el vencedor”. Por cierto, ¿alguien se ha parado a pensar en el respaldo efusivo de Zapatero a Obama?. La historia debe estar temblando en los cuarteles de invierno.