Si algo no se le puede negar al Presidente del Gobierno es que sonríe. Sonrie mucho, sin remilgos, expontáneamente. No es necesario ni que le den una razón o una excusa. El sonríe y luego ya se verá. No se si le venía de antes o es una habilidad que ha ido desarrollando a medida que ganaba confianza pero lo cierto es que ha llegado a acumular un catálogo de sonrisas de lo más variado. Sin llegar, eso sí, a la carcajada aznariana que tanto nos irrita a muchos españoles.
A lo que vamos, Zapatero sonríe y sonríe mucho. Pero me temo que esta legislatura le veremos sonrisas hasta ahora desconocidas. De momento, ya le hemos visto esa sonrisa de sobrado que se le puso el día que no obtuvo el respaldo suficiente, en primera votación, para ser investido presidente. Era una sonrisa como diciendo, que bueno que soy, que estoy no os lo esperabais ninguno y aquí voy yo, rumboso como pocos, a hacerme un hueco en los libros de historia. Esa sonrisa hizo pensar a más de uno aquello de "de que coño se ríe este tío".
También hemos tenido ocasión de verle sonreir cuando se vió obligado a acudir al Congreso a dar explicaciones sobre la crisis económica y las medidas que el Gobierno, el suyo, pensaba adoptar ante ella. En aquella ocasión se le puso un cierto gesto risueño. En plan "pero que cabroncetes que sois". Como si se lo estuviese diciendo a los diputados de todos los partidos, menos al PP. A todos esos diputados y partidos que, durante ocho años, habían estado haciendo causa común con él y con sus tesis, acorralando al PP incluso en la oposición.
Pero que cabroncetes, debió pensar de nuevo Zapatero cuando volvió a verse en soledad, pese a sus 5 diputados más. Pero, en esa ocasión, su sonrisa era más relajada. Primero porque esta vez era Solbes el que tenía que mojarse (ya ves tú lo que al Vicepresidente el importa eso a estas alturas) y segundo, porque acababa de llegar a grandes e importantes acuerdos de estado con Rajoy. Toda una novedad.
Pero hoy, hoy ha tenido que sacar todo su catálogo de sonrisas almidonadas para recibir uno por uno a los portavoces parlamentarios. Y, uno por uno, le han ido helando más si cabe la sonrisa. Desde el diplomático Durán, a la dispuesta Barcos, pasando por los belicosos Herrera y Llamazares o su ex amiga y compañera Rosa Díez. Dicen que Sonsoles ha llamado al masajista facial a media tarde. Temerosa estaba la mujer de que José Luis se quedase con el gesto encasquillado durante las vacaciones.
No pierdas el número de teléfono, le diría yo a la señora de Moncloa. Mucho me temo que la vuelta de las vacaciones va a ser pródiga en sonrisas forzadas y gestos circunspectos. Es más, no me extrañaría que, por primera vez en años, los fotógrafos le tuvieran que decir al Presidente del Gobierno "Presidente, sonría, por favor" o aquello más castizo de "PA TA TA".
¡Qué cosas tiene quedarse sólo! Si te sonríes pareces tonto y si no, pareces un tríste naufrago de Forges.
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