viernes, 18 de julio de 2008

NO ESTÁ, AUNQUE LE VEMOS



Son dos de las personas más importantes de nuestra historia reciente.

Sin ellos, la España de la que hoy disfrutamos no sería, ni mucho menos, igual. Hubo más, pero ellos dos, Don Juan Carlos y Adolfo Suárez, merecen un lugar de privilegio.

La imagen fue tomada este jueves, en los jardines de la residencia donde el presidente del Gobierno apurar sus sorbos de vida. Una vida sin recuerdos. Ha olvidado quien es. Peor aún. Ha olvidado quién fue. No sabe ni donde vive, ni como es la España del siglo XXI. No reconoce ni a sus hijos, ni a sus nietos. Cuanto más para recordar a ese hombre, más alto y más mayor que él, que le posa su mano derecha en su hombro.

La fotografía fue tomada por su hijo y, como casi todas las imágenes llamadas a ocupar un lugar en la historia, tiene una serie de valores que, probablemente, no estaban en la intencionalidad del fotógrafo. O sí. Para empezar, bien podría tratarse de uno de los miles de paseos que ambos dieron durante años buscando la forma de devolver el armazón democrático a España. La Zarzuela es pródiga en recuerdos de ese tipo. Recuerdos que sólo se conservan en la memoria de sus protagonistas y que, en este caso, cojean de un 50 por ciento.

El gesto afectuoso, próximo, casi fraternal se repitió en no pocas ocasiones... hace más de tres décadas. Y, en general, las expresiones más contundentes partían del mismo. De Don Juan Carlos. Suárez, castellano de Ávila, nunca ha sido especialmente efusivo.

Más allá de la imagen, el gesto entre ambos, además de afecto, parece traslucir cierta complicidad. Cierta confidencia. Como cuando pergeñaron cada uno de los pasos que había que dar para desmontar la dictadura desde la ley. Y en que orden y con que precauciones había que hacerlo. Parece que Don Juan Carlos le esté diciendo "habla con Torcuato", "no te fías de los militares", "que sabemos del secuestrado", "cuando vas a legalizar al PCE", o cualquiera de las miles y miles de decisiones que se tuvieron que adoptar.

¡Ay, como se echan de menos esos años!. Esta misma semana, no recuerdo muy bien a cuento de que, oí en la radio que alguien decía que los años de la transición fueron muy duros. Que ahora los idealizamos mucho, pero que había que haber estado allí para entender que no todo era de color de rosa. Seguro que es así. Seguro que la distancia nos hace ver esos años como si nada se hubiese hecho mal. Como si sus protagonistas fueran políticos infalibles. Y seguro que nos equivocamos. Pero, ¡ay, como se echan de menos aquellos años!, al menos por lo que a sus políticos se refiere.

Veo y reveo la foto que ilustra este post y no puedo dejar de pensar que habrían hecho Suárez y el Rey y el resto de los políticos de la transición ante un individuo como el Lehendakari de los desafíos. Vienen a mi cabeza las imágenes de Don Juan Carlos en Guernica en enero de 1981. Como demostró a los asesinos lo que es la dignidad con una sonrisa en los labios. Como se puso a esos tipos en su sitio sin dar un paso atrás. Sin abandonar el lugar propio en ningún instante.

No puedo dejar de pensar que lo que aquellos hombres de hace más de tres décadas tejieron con paciencia, con habilidad, con generosidad y con renuncias, es lo que ahora este individuo quiere destrozar... por un prurito personal. Él, pero no sólo él. Otros muchos también andan buscándole las cosquillas al queso gruyere para ver si los agujeros terminan por dominar a la pieza.

Y, mientras yo miro y remiro la fotografía, me doy cuenta de que uno no puede hacer nada o casi nada, aunque quisiera. Y el otro ni quiere ni puede porque no sabe. Porque no recuerda. Porque no está, aunque le veamos.

No hay comentarios: