Es la ley, estúpido.
No se me ocurre otra respuesta que darle a ese desquiciado en el que se ha convertido el Lehendakari visionario. Juan José Ibarretxe ha perdido toda capacidad de análisis de la realidad. Bueno, en realidad, hay otra opción. Sigue sabiendo muy bien donde están los límites pero prefiere mantener la actual estrategia de tensión con el estado, con la ley, con la democracia y con más de la mitad de la población del País Vasco. Piensa que, quizás, ese es el camino para seguir siendo el referente político del PNV, el candidato a la presidencia del Gobierno vasco y el Lehendakari más contestado de la historia.
No deja de ser curioso que cada vez que va a mearse sobre el estado de derecho lo haga arropado por todos y cada uno de los miembros de su gobierno. No estaría de más que tomásemos todos buena nota de esas adhesiones inquebrantables. Pero, al final, es la ley. La misma que les permite a ellos plantear cualquier reforma, llevarla al parlamento vasco y aprobarla. La misma ley que les convierte en Lehendakari, consejeros,… Es la misma ley que les confiere el autogobierno que tanto ansían y que, torticeramente, dicen que ha quedado suspendido de facto por tratar de que se cumpla esa misma ley.
No deja de ser curioso, por no utilizar expresiones más duras, que estos mismos políticos, con el mesías de Llodio a la cabeza, hayan olvidado que se pasó de la dictadura a su autogobierno con la ley en la mano. De la ley a la ley. Que no quieran y no les interese entender que la ley les permite dar los mismos pasos que ellos quieren dar a base de volteretas, desplantes y amenazas. Sólo necesitan sumar las mayorías necesarias para dar los pasos que quieren dar. Pero no tienen esa mayoría.
¿Por qué no se quejan cuando esa misma ley les otorga la representación mayoritaria en el parlamento vasco y les permite gobernar a sus anchas una Comunidad Autónoma como el País Vasco?. ¿Por qué no denuncian esa misma ley que les permite seguir con sus juegos ilegales de cara a sus seguidores más radicales?. ¿Por qué no protestan tanto cuando la misma ley, y los mismos tribunales, les da la razón ante el mismo estado central al que tanto odian y al que quieren destrozar sin miramientos?.
Es la manga ancha y la doble vara de medir que les hace “imprescindibles” desde hace 40 años. Y no aprendemos.
Quiere la casualidad que una noticia haya coincidido con otra que podrían tener vínculos interesantes. El mismo martes se presentaba un pintoresco casco de la mano, nada menos, que de la Dirección General de Tráfico. El no menos pintoresco Director General, Pere Navarro, avaló con su presencia la recomendación oficial de utilizar un casco de inspiración budista que nos convierte en mensajeros de paz.
No se crean que he enloquecido (aunque quizás sí, nunca se sabe). El Gobierno propone a los motoristas que utilicen ese casco porque, con su carga de energía positiva, nos hace mejores conductores y nos convierte en un dechado de virtudes en nuestras carreteras, tan dramáticamente golpeadas por los accidentes y las muertes constantes.
Pues bien, yo propongo que le metamos el casco en la cabeza a este Ibarretxe a ver si, de esa manera, le convertimos en un mensajero de paz (y no en un mesías de la discordia). A ver si, de esa forma, le entra en la cabeza que las buenas vibraciones tienen que ser para todos y no sólo para los que se ponen detrás de él como efigies inanimadas y faltas de cerebro. A ver si, con ese casco, la paz le entra en la cabeza y se da cuenta que la paz y la libertad no se imponen. Se respeta y punto. Y los dirigentes tienen que respetarlas más que nadie.
Y, en su defecto, siempre saldremos ganando al no verle la cara a ese tipo del gesto permanentemente crispado, la expresión perennemente hosca y la amenaza siempre dibujada sobre sus ojos tan chiquitos como llenos de odio y de mala leche. A ver si la paz y la libertad, para todos, le entran de una vez en la cabeza y las lleva siempre en la cabeza… como el casco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario