jueves, 24 de julio de 2008

NUESTRO RATO PARA NOSOTROS

Eramos tres y los tres estábamos de acuerdo. Los tres necesitamos un margen para nosotros mismos. Un tiempo, unos momentos, de los que no damos cuentas a nadie. Que hacemos exactamente eso que queremos, como queremos y porque queremos. Sin preocuparnos de más. No tienen por qué ser acciones excepcionales. Basta con que sea aquello que deseamos, que necesitamos hacer en ese momento.
Uno habla de hacerse un sandwich, ponerse cómodo y verse una película. Otro prefiere darse un baño, tranquilamente, relajadamente, con su punto de espumita, quizás con algo de música suave (clásica, si se da el caso). El tercero recuerda los grandes momentos pasados con un libro, cómodamente sentado en un rincón de su terraza, con un largo café con hielo, mucho hielo, al alcance de la mano. Momentos maravillosos. Tanto más, porque se disfrutan en soledad.
¡Cuánta incomprensión despiertan semejantes anhelos en otras personas!. ¡Cuánto más, cuando se trata de las personas más cercanas al solitario!. Es comprensible.
Hay otras personas, que no estaban representadas en esa charla, que necesitan estar siempre rodeados de familiares, amigos, compañeros,... necesitan el contacto, el compartir. La vida se les hace cuesta arriba sin alguien cerca. No es mejor ni peor. Es una necesidad íntima de cada uno. Luego, también los hay que se manifiestan en un sentido y en su contrario dependiendo del momento y de la circunstancia.
Horas después de esa charla, sigo dándole vueltas al tema. Un tema que con cierta frecuencia asalta mis pensamientos. Inquietos por naturaleza. No son sencillas las relaciones humanas. No lo son con uno mismo, cuanto más con terceros y cuartos. Quién no se ha dicho alguna vez a sí mismo que no se soporta. Por qué habían pues de soportarnos los demás. Por qué tenemos que estar siempre dando explicaciones, justificando nuestras acciones. Por qué no somos un poco más comprensivos. Por qué tratamos de imponer nuestros pareceres a los que comparten su vida con nosotros.
Cuanta dificultad. Cuantas escusas nos inventamos para alcanzar ese momento para nosotros solos. Cuantos esfuerzos dedicamos a envolver, enmascarar, lo que de verdad queremos hacer en lugar de decirlo claramente. Probablemente, si lo dijésemos el otro no lo comprendería. Pero, en muchos casos, ni siquiera lo intentamos. Que difícil es llegar a un punto de acuerdo y equilibrio sin tener que llegar al nivel desquiciante de tener que normativizarlo todo.
Que difícil es la convivencia.

No hay comentarios: