jueves, 31 de julio de 2008

A DOS VELAS

A ver si nos vamos concienciando todos. No es que lo diga el Ministro Qué, es que, en este país tenemos que ahorra energía. No hay más remedio. Energía, agua, dinero. Tenemos que ahorrar, puñetas, que es muy sano, nos garantiza un buen futuro y nos evitará más de un disgusto. Pero vamos al ahorro de energía.
Ya puestos, Miguel Qué podía haber pensado, además de en el ahorro, en la industria nacional. En España no tenemos empresas dedicadas a la fabricación de bombillas (si acaso, alguna planta de manufactura) pero si tenemos una importante industria de cererías. Apostemos por ellas leche.
Sustituyamos tantas bombillas de mucha potencia y más consumo por hermosas velas. Además, ahora hay unos artesanos realmente interesantes. No sólo las hacen con olores, algo ya muy visto, sino con vistosas formas y colores, con multitud de tamaños, con una o varias mechas,… Vamos, que tenemos de sobra para elegir.
Véanle el lado positivo, los muchos lados positivos. Además de iluminarse y ahorrar energía, también adornarán su domicilio matando hasta tres pájaros de un tiro con un sólo gasto, más modesto incluso. Y más lados positivos. Que intimidad, que ambiente acaramelado logran, que atmósfera incomparable. Que se lo digan al gran Stanley Kubrick que removió Roma con Santiago hasta lograr una óptica apropiada para poder rodar las escenas de interior de Barry Lyndon con la única luz de las velas que iluminaban el decorado.
Y aún podemos seguir ahorrando. Apaguen las calderas y los radiadores y los aires acondicionados. Recurran a las tradicionales chilabas que, ya se sabe, lo mismo quitan el frío que el calor. Y, además, potenciamos las buenas relaciones con nuestro puñetero vecino del sur, que buena falta nos hace.
Ya sé, ya sé que más de uno pensará que soy un mal demagogo. Lo acepto. Pero, si nos ponemos serios, no puedo por menos que decir que este plan, como otras iniciativas anunciadas, propuestas, aprobadas por este y por otros gobiernos me dan risa sino fuese por qué nos toman por tontos.
No hay capacidad en Europa para garantizar que las bombillas de bajo van a sustituir a las incandescentes en un plazo razonable. Aún más, los gobiernos podrían hacer algo para que los fabricantes se concentrasen en las nuevas bombillas, pero no lo hacen. Quizás tenga algo que ver con que no se pueden inmiscuir en los principios empresariales de esas compañías fabricantes. Tal vez tenga algo que ver con los propios intereses de esos mismos gobiernos.
Como cuando nos multan sin miramientos por exceso de velocidad pero siguen autorizando que se fabriquen vehículos cada vez más y más potentes, más y más rápidos, sabiendo que no se pueden utilizar en nuestras carreteras. Déjense de leches y limiten la velocidad de los vehículos. Ah, esperen un momento. Eso no, porque se pierden ingresos por impuestos y por multas. Me cachis, en eso no habíamos caído.
Miren, estos planes quedan muy bien sobre el papel que, como ya se sabe, lo aguanta todo (miren sino este texto absolutamente menor, que se queda aquí redactado sin mayores problemas). Hacemos un diseño de alumno de primaria, lo presentamos con buenas palabras y mejores maneras y nos convertimos en adalides de la protección del medio ambiente y de lo políticamente correcto.
Pues va a ser que no. No nos tomen el pelo. Que, por cierto, se corta a tijera y no consume energía.

lunes, 28 de julio de 2008

UNA SONRISA EN SOLEDAD

Si algo no se le puede negar al Presidente del Gobierno es que sonríe. Sonrie mucho, sin remilgos, expontáneamente. No es necesario ni que le den una razón o una excusa. El sonríe y luego ya se verá. No se si le venía de antes o es una habilidad que ha ido desarrollando a medida que ganaba confianza pero lo cierto es que ha llegado a acumular un catálogo de sonrisas de lo más variado. Sin llegar, eso sí, a la carcajada aznariana que tanto nos irrita a muchos españoles.
A lo que vamos, Zapatero sonríe y sonríe mucho. Pero me temo que esta legislatura le veremos sonrisas hasta ahora desconocidas. De momento, ya le hemos visto esa sonrisa de sobrado que se le puso el día que no obtuvo el respaldo suficiente, en primera votación, para ser investido presidente. Era una sonrisa como diciendo, que bueno que soy, que estoy no os lo esperabais ninguno y aquí voy yo, rumboso como pocos, a hacerme un hueco en los libros de historia. Esa sonrisa hizo pensar a más de uno aquello de "de que coño se ríe este tío".
También hemos tenido ocasión de verle sonreir cuando se vió obligado a acudir al Congreso a dar explicaciones sobre la crisis económica y las medidas que el Gobierno, el suyo, pensaba adoptar ante ella. En aquella ocasión se le puso un cierto gesto risueño. En plan "pero que cabroncetes que sois". Como si se lo estuviese diciendo a los diputados de todos los partidos, menos al PP. A todos esos diputados y partidos que, durante ocho años, habían estado haciendo causa común con él y con sus tesis, acorralando al PP incluso en la oposición.
Pero que cabroncetes, debió pensar de nuevo Zapatero cuando volvió a verse en soledad, pese a sus 5 diputados más. Pero, en esa ocasión, su sonrisa era más relajada. Primero porque esta vez era Solbes el que tenía que mojarse (ya ves tú lo que al Vicepresidente el importa eso a estas alturas) y segundo, porque acababa de llegar a grandes e importantes acuerdos de estado con Rajoy. Toda una novedad.
Pero hoy, hoy ha tenido que sacar todo su catálogo de sonrisas almidonadas para recibir uno por uno a los portavoces parlamentarios. Y, uno por uno, le han ido helando más si cabe la sonrisa. Desde el diplomático Durán, a la dispuesta Barcos, pasando por los belicosos Herrera y Llamazares o su ex amiga y compañera Rosa Díez. Dicen que Sonsoles ha llamado al masajista facial a media tarde. Temerosa estaba la mujer de que José Luis se quedase con el gesto encasquillado durante las vacaciones.
No pierdas el número de teléfono, le diría yo a la señora de Moncloa. Mucho me temo que la vuelta de las vacaciones va a ser pródiga en sonrisas forzadas y gestos circunspectos. Es más, no me extrañaría que, por primera vez en años, los fotógrafos le tuvieran que decir al Presidente del Gobierno "Presidente, sonría, por favor" o aquello más castizo de "PA TA TA".
¡Qué cosas tiene quedarse sólo! Si te sonríes pareces tonto y si no, pareces un tríste naufrago de Forges.

jueves, 24 de julio de 2008

NUESTRO RATO PARA NOSOTROS

Eramos tres y los tres estábamos de acuerdo. Los tres necesitamos un margen para nosotros mismos. Un tiempo, unos momentos, de los que no damos cuentas a nadie. Que hacemos exactamente eso que queremos, como queremos y porque queremos. Sin preocuparnos de más. No tienen por qué ser acciones excepcionales. Basta con que sea aquello que deseamos, que necesitamos hacer en ese momento.
Uno habla de hacerse un sandwich, ponerse cómodo y verse una película. Otro prefiere darse un baño, tranquilamente, relajadamente, con su punto de espumita, quizás con algo de música suave (clásica, si se da el caso). El tercero recuerda los grandes momentos pasados con un libro, cómodamente sentado en un rincón de su terraza, con un largo café con hielo, mucho hielo, al alcance de la mano. Momentos maravillosos. Tanto más, porque se disfrutan en soledad.
¡Cuánta incomprensión despiertan semejantes anhelos en otras personas!. ¡Cuánto más, cuando se trata de las personas más cercanas al solitario!. Es comprensible.
Hay otras personas, que no estaban representadas en esa charla, que necesitan estar siempre rodeados de familiares, amigos, compañeros,... necesitan el contacto, el compartir. La vida se les hace cuesta arriba sin alguien cerca. No es mejor ni peor. Es una necesidad íntima de cada uno. Luego, también los hay que se manifiestan en un sentido y en su contrario dependiendo del momento y de la circunstancia.
Horas después de esa charla, sigo dándole vueltas al tema. Un tema que con cierta frecuencia asalta mis pensamientos. Inquietos por naturaleza. No son sencillas las relaciones humanas. No lo son con uno mismo, cuanto más con terceros y cuartos. Quién no se ha dicho alguna vez a sí mismo que no se soporta. Por qué habían pues de soportarnos los demás. Por qué tenemos que estar siempre dando explicaciones, justificando nuestras acciones. Por qué no somos un poco más comprensivos. Por qué tratamos de imponer nuestros pareceres a los que comparten su vida con nosotros.
Cuanta dificultad. Cuantas escusas nos inventamos para alcanzar ese momento para nosotros solos. Cuantos esfuerzos dedicamos a envolver, enmascarar, lo que de verdad queremos hacer en lugar de decirlo claramente. Probablemente, si lo dijésemos el otro no lo comprendería. Pero, en muchos casos, ni siquiera lo intentamos. Que difícil es llegar a un punto de acuerdo y equilibrio sin tener que llegar al nivel desquiciante de tener que normativizarlo todo.
Que difícil es la convivencia.

martes, 22 de julio de 2008

JUSTICIA, ¿QUÉ JUSTICIA?

Ha caído uno de los tipos más indeseables de la reciente historia. Ha costado y, muy probablemente, terminaremos sabiendo que razones han llevado a las autoridades serbias a poner en manos del Tribunal Penal Internacional a Radovan Karadzic. Pero lo verdaderamente importante es que este criminal de guerra tendrá que rendir cuentas, ante la justicia, de buena parte de sus delitos, de sus crímenes de guerra.
Han pasado 12 años desde que acabó la guerra de Bosnia y los menos avezados tendemos a pensar que la situación en esa zona de la vieja Europa está casi normalizada. Pero, al volver a ver las imágenes de archivo de este individuo, no puedo dejar de acordarme de aquellos casi cuatro años de guerra. Del cerco a Sarajevo, de las matanzas de civiles musulmanes, de los bombardeos constantes sobre población civil desamparada, de los meses y meses de pasividad de la diplomacia europea, de la inacción internacional, de la colaboración de ese otro criminal que murió en La Haya esperando sentencia, del papelón que jugaron los cascos azules en la cruel matanza de casi 10.000 bosnios en Srebrenica, de la inane declaración de enclaves protegidos que hizo la ONU y que valió para lo que suelen valer las pomposas declaraciones de las Naciones Unidas. Para nada.
Este tal Karadzic, de la mano del todavía prófugo y no menos criminal, Ratko Mladic, se enseñorearon del mundo sin que el mundo se diese por aludido hasta que la vergüenza nos azotó a todos en la jeta. Pero no fue un azote liviano. Ni siquiera fue un sólo azote. Estos dos tipejos, con la protección de Belgrado, nos estuvieron abofeteando sin misericordia durante meses y se paseaban por el mundo como si fuesen ciudadanos.
Muchos gestos diplomáticos, muchas declaraciones de condena, mucho paripé, pero ellos siguieron a lo suyo hasta conseguir que Bosnia-Herzegovina fuese una nada inviable e ingobernable que se sostiene por la presencia internacional y poco más. Ahora, la comunidad internacional empezará a decir que se hace justicia, que más vale tarde que nunca, que al final, todos los criminales tienen que dar pagar por los crímenes que han cometido.
Pero yo no puedo estar de acuerdo. Claro que me alegro de verle ante el juez y sabiendo que va a pasar el resto de sus días entre rejas (tal y como le ocurrió a Rudolf Hess, pongo por caso) pero la comunidad internacional, y muy especialmente los países europeos, no debería sacar pecho. Más vale que se estén calladitos y no digan nada. Que sea juzgado y que cumpla su condena. Decenas y decenas de muertos no pueden ser pagados con un mal entendido sentimiento de éxito por una detención que llega muy tarde y que no va a servir para casi nada.
No se trata de venganza. No. Se trata de que por bien que se hagan las cosas ya es tarde y este tipejo ha podido hacer lo que nadie debería poder hacer. Este tipejo ha podido vivir en libertad los 12 años que ninguna de sus miles de víctimas ha podido vivir. Aún más, el tal Karadzic va a poder seguir viviendo, aunque sea entre rejas, la vida que ninguna de sus miles de víctimas va a poder recuperar nunca.
Maldito sea Radovan Karadzic. Maldito sea el todavía prófugo Ratko Mladic. Y malditos sean todos los que no hicieron nada por evitar que estos tipos hicieran lo que hicieron. La justicia será justicia pero joder, que amarga sabe a veces.

viernes, 18 de julio de 2008

NO ESTÁ, AUNQUE LE VEMOS



Son dos de las personas más importantes de nuestra historia reciente.

Sin ellos, la España de la que hoy disfrutamos no sería, ni mucho menos, igual. Hubo más, pero ellos dos, Don Juan Carlos y Adolfo Suárez, merecen un lugar de privilegio.

La imagen fue tomada este jueves, en los jardines de la residencia donde el presidente del Gobierno apurar sus sorbos de vida. Una vida sin recuerdos. Ha olvidado quien es. Peor aún. Ha olvidado quién fue. No sabe ni donde vive, ni como es la España del siglo XXI. No reconoce ni a sus hijos, ni a sus nietos. Cuanto más para recordar a ese hombre, más alto y más mayor que él, que le posa su mano derecha en su hombro.

La fotografía fue tomada por su hijo y, como casi todas las imágenes llamadas a ocupar un lugar en la historia, tiene una serie de valores que, probablemente, no estaban en la intencionalidad del fotógrafo. O sí. Para empezar, bien podría tratarse de uno de los miles de paseos que ambos dieron durante años buscando la forma de devolver el armazón democrático a España. La Zarzuela es pródiga en recuerdos de ese tipo. Recuerdos que sólo se conservan en la memoria de sus protagonistas y que, en este caso, cojean de un 50 por ciento.

El gesto afectuoso, próximo, casi fraternal se repitió en no pocas ocasiones... hace más de tres décadas. Y, en general, las expresiones más contundentes partían del mismo. De Don Juan Carlos. Suárez, castellano de Ávila, nunca ha sido especialmente efusivo.

Más allá de la imagen, el gesto entre ambos, además de afecto, parece traslucir cierta complicidad. Cierta confidencia. Como cuando pergeñaron cada uno de los pasos que había que dar para desmontar la dictadura desde la ley. Y en que orden y con que precauciones había que hacerlo. Parece que Don Juan Carlos le esté diciendo "habla con Torcuato", "no te fías de los militares", "que sabemos del secuestrado", "cuando vas a legalizar al PCE", o cualquiera de las miles y miles de decisiones que se tuvieron que adoptar.

¡Ay, como se echan de menos esos años!. Esta misma semana, no recuerdo muy bien a cuento de que, oí en la radio que alguien decía que los años de la transición fueron muy duros. Que ahora los idealizamos mucho, pero que había que haber estado allí para entender que no todo era de color de rosa. Seguro que es así. Seguro que la distancia nos hace ver esos años como si nada se hubiese hecho mal. Como si sus protagonistas fueran políticos infalibles. Y seguro que nos equivocamos. Pero, ¡ay, como se echan de menos aquellos años!, al menos por lo que a sus políticos se refiere.

Veo y reveo la foto que ilustra este post y no puedo dejar de pensar que habrían hecho Suárez y el Rey y el resto de los políticos de la transición ante un individuo como el Lehendakari de los desafíos. Vienen a mi cabeza las imágenes de Don Juan Carlos en Guernica en enero de 1981. Como demostró a los asesinos lo que es la dignidad con una sonrisa en los labios. Como se puso a esos tipos en su sitio sin dar un paso atrás. Sin abandonar el lugar propio en ningún instante.

No puedo dejar de pensar que lo que aquellos hombres de hace más de tres décadas tejieron con paciencia, con habilidad, con generosidad y con renuncias, es lo que ahora este individuo quiere destrozar... por un prurito personal. Él, pero no sólo él. Otros muchos también andan buscándole las cosquillas al queso gruyere para ver si los agujeros terminan por dominar a la pieza.

Y, mientras yo miro y remiro la fotografía, me doy cuenta de que uno no puede hacer nada o casi nada, aunque quisiera. Y el otro ni quiere ni puede porque no sabe. Porque no recuerda. Porque no está, aunque le veamos.

jueves, 17 de julio de 2008

METÁMOSLE LA PAZ Y LA LIBERTAD EN LA CABEZA

Es la ley, estúpido.
No se me ocurre otra respuesta que darle a ese desquiciado en el que se ha convertido el Lehendakari visionario. Juan José Ibarretxe ha perdido toda capacidad de análisis de la realidad. Bueno, en realidad, hay otra opción. Sigue sabiendo muy bien donde están los límites pero prefiere mantener la actual estrategia de tensión con el estado, con la ley, con la democracia y con más de la mitad de la población del País Vasco. Piensa que, quizás, ese es el camino para seguir siendo el referente político del PNV, el candidato a la presidencia del Gobierno vasco y el Lehendakari más contestado de la historia.
No deja de ser curioso que cada vez que va a mearse sobre el estado de derecho lo haga arropado por todos y cada uno de los miembros de su gobierno. No estaría de más que tomásemos todos buena nota de esas adhesiones inquebrantables. Pero, al final, es la ley. La misma que les permite a ellos plantear cualquier reforma, llevarla al parlamento vasco y aprobarla. La misma ley que les convierte en Lehendakari, consejeros,… Es la misma ley que les confiere el autogobierno que tanto ansían y que, torticeramente, dicen que ha quedado suspendido de facto por tratar de que se cumpla esa misma ley.
No deja de ser curioso, por no utilizar expresiones más duras, que estos mismos políticos, con el mesías de Llodio a la cabeza, hayan olvidado que se pasó de la dictadura a su autogobierno con la ley en la mano. De la ley a la ley. Que no quieran y no les interese entender que la ley les permite dar los mismos pasos que ellos quieren dar a base de volteretas, desplantes y amenazas. Sólo necesitan sumar las mayorías necesarias para dar los pasos que quieren dar. Pero no tienen esa mayoría.
¿Por qué no se quejan cuando esa misma ley les otorga la representación mayoritaria en el parlamento vasco y les permite gobernar a sus anchas una Comunidad Autónoma como el País Vasco?. ¿Por qué no denuncian esa misma ley que les permite seguir con sus juegos ilegales de cara a sus seguidores más radicales?. ¿Por qué no protestan tanto cuando la misma ley, y los mismos tribunales, les da la razón ante el mismo estado central al que tanto odian y al que quieren destrozar sin miramientos?.
Es la manga ancha y la doble vara de medir que les hace “imprescindibles” desde hace 40 años. Y no aprendemos.
Quiere la casualidad que una noticia haya coincidido con otra que podrían tener vínculos interesantes. El mismo martes se presentaba un pintoresco casco de la mano, nada menos, que de la Dirección General de Tráfico. El no menos pintoresco Director General, Pere Navarro, avaló con su presencia la recomendación oficial de utilizar un casco de inspiración budista que nos convierte en mensajeros de paz.
No se crean que he enloquecido (aunque quizás sí, nunca se sabe). El Gobierno propone a los motoristas que utilicen ese casco porque, con su carga de energía positiva, nos hace mejores conductores y nos convierte en un dechado de virtudes en nuestras carreteras, tan dramáticamente golpeadas por los accidentes y las muertes constantes.
Pues bien, yo propongo que le metamos el casco en la cabeza a este Ibarretxe a ver si, de esa manera, le convertimos en un mensajero de paz (y no en un mesías de la discordia). A ver si, de esa forma, le entra en la cabeza que las buenas vibraciones tienen que ser para todos y no sólo para los que se ponen detrás de él como efigies inanimadas y faltas de cerebro. A ver si, con ese casco, la paz le entra en la cabeza y se da cuenta que la paz y la libertad no se imponen. Se respeta y punto. Y los dirigentes tienen que respetarlas más que nadie.
Y, en su defecto, siempre saldremos ganando al no verle la cara a ese tipo del gesto permanentemente crispado, la expresión perennemente hosca y la amenaza siempre dibujada sobre sus ojos tan chiquitos como llenos de odio y de mala leche. A ver si la paz y la libertad, para todos, le entran de una vez en la cabeza y las lleva siempre en la cabeza… como el casco.

martes, 15 de julio de 2008

ALGO HAY QUE HACER Y HAY QUE HACERLO YA

Vamos a hablar de la crisis. No es por hurgar en la desgracia que nos golpea a todos. Es que es inevitable. Las grandes empresas empiezan a temblar y los civiles de a pie no podemos dejar de pensar que si ellas tiemblan como los edificios durante un terremoto en Japón, nosotros nos vamos a ir a hacer puñetas como le ocurrió a Perú este año o a las preciosas casas de adobe de Bam hace unos años.
Uno de los buques insignia del boom inmobiliario de los últimos años a topado con el iceberg y empieza a hundirse. Y no hay orquesta que toque en cubierta para mitigar el desastre. No puede pagar sus deudas, presenta suspensión de pagos y la solución no se ve en el horizonte. Desastre. Peor todavía es el presagio de que sólo es el primer escalón de una larga y dura escalera que todavía no sabemos adonde nos lleva.
Después de citar, por primera vez, la palabra crisis, el presidente del Gobierno ha vuelto a desaparecer. Tres viajes internacionales en 4 días (viajes que valen para sumar a la estadística, pero poco más) y poca actividad real cuando la sociedad más se lo reclama. El Gobierno en su conjunto parece más pendiente de que no se note que existe que en afrontar la situación. No se si por estar de vacaciones o porque, pero me he acordado esta mañana de aquel famoso anuncio de hace años de ¿dónde está Curro?.
Tendrá que ver también, supongo, con la obsesión que tiene este gobierno por la publicidad, por vender bien las cosas aunque sólo haya venta y no producto. Me acuerdo ahora de una película, menor, sin duda, en la que se lanzaba una impresionante campaña de publicidad sin tener un producto que vender. Eso era lo de menos. Los protagonistas eran agentes de publicidad y querían demostrar la pericia propia de su oficio aún sin tener nada que les respaldase. Era "Pijama para dos" y Rock Hudson desplegaba una capacidad de seducción (en todos los sentidos) similar a la que ha demostrado el encantador de La Moncloa en repetidas ocasiones.
Ahora, me barrunto una maldad que voy a compartir con vosotros. Después de meses (largos meses) de desencuentros, la prioridad de Zapatero para el postpuesto encuentro con Rajoy en La Moncloa es, según se ha encargado de filtrar el Gobierno, acordar una solución para la maltrecha justicia española, empezando por renovar los máximos órganos: Constitucional y Poder Judicial. Loable propósito, vive dios, pero mucho me temo que esconde una trampa. Pactan por un lado para ocultar la situación económica. Ya se que no es un análisis brillante ni original. De acuerdo. Pero sí le veo un punto interesante a la cosa.
Sí todo va por ese camino, Mariano Rajoy se habrá salido con la suya aplicando una de sus máximas estratégicas más reconocidas: dejar pasar el tiempo para que las cosas se caigan de maduras. Nada de invernaderos, recogida temprana, cámaras frigoríficas o forzar la cosecha. Que la naturaleza obre su milagro. El desgaste es el que es pero, si cuaja, Rajoy aparecerá (volviendo al mundo de la publicidad) como aquel otro gran protagonista de una campaña de publicidad que nos azotó dos navidades seguidas con el "hola, soy Edu, Feliz Navidad". El presidente del PP podrá remedarle diciendo "hola, soy Mariano, lo he vuelto a conseguir". Y, además, no dudará en añadir que ahora la cuestión es la crisis y el Gobierno tampoco está haciendo nada. Se cierra el argumento... por ahora.
Lo malo, o lo peor, de todo esto es que las cosas, al tiempo que maduran, van dando pasos hacia la putrefacción. Y no pocas veces, la fruta se pudre en el árbol si no se recoge a tiempo. No todo cae de maduro y ahí se puede estar jugando con fuego. Sobre todo, porque en el caso de la renovación de los órganos de la justicia hay una alternativa que es la que se está produciendo todos estos meses. La cosa sigue funcionando aunque sea con unos órganos en funciones o prorrogados o como queramos llamarlos. Pero en el caso de cada uno de los ciudadanos no hay prórrogas que valgan.
O tenemos soluciones y superamos cuanto antes la crisis y las consecuencias para cada uno de nosotros o el hostión puede ser de los que hacen época. No valen globos sondas, no valen esperas, no valen juegos tácticos, no valen planteamientos interesados a medio o largo plazo. Sólo valen soluciones. Medidas que afronten la situación de cara. Y no es fácil. No se, no tengo conocimientos para ello, si hay que recortar o mantener políticas sociales. No se si hay que subir o bajar impuestos, inyectar liquidez, recortar tipos, flexibilizar el mercado de trabajo o favorecer los despidos. Pero algo hay que hacer y ya. No pronto, no. Ya.

lunes, 14 de julio de 2008

CUESTIÓN DE COLAS

Nunca me ha gustado hacer cola. La hago, cuando no queda más remedio. En ese caso, soy de lo más respetuoso. No muestro síntomas de impaciencia. No bufo cual si fuera un bisonte. Procuro pasar el tiempo entretenido, lo cual no me resulta difícil. No salto de una cola a otra, en el caso de tener ocasión. No pido que me guarden la vez mientras voy a hacer otras cosas. Vamos, que soy un colero más, disciplinado y tranquilo. Pero no me gusta hacer cola.
Es cierto que, si tengo la posibilidad, rasco cualquier alternativa para pasar de la cola. Una actitud que me ha traído más de un disgusto. Y no es que yo sea especialmente beligerante. Aunque, si tengo que encararme con alguien, tampoco pongo demasiados remilgos.
De todas formas, la esencia de la cuestión es que no me gusta hacer cola y eso, en la actual sociedad en la que vivimos, es un problema en si mismo. Somos un conjunto humano que parece tener una tendencia natural a hacer cola. Y esta tendencia natural deviene en dos grupos de personas con actitudes claramente diferentes a la hora de ponerse a la cola. Unos, los que parecen buscar ese agrupamiento humano, no siempre ordenado, como si necesitasen sentirse parte de algo. Otros, los que dedican más tiempo a protestar y quejarse, sembrando la cizaña (o, al menos, intentándolo) en todos los miembros de la cola.
Una y otra actitud me producen parecida desazón. Y no lo digo porque me vea afectado, personalmente por semejantes actitudes. No. En muchas ocasiones me he situado como mero espectador para seguir, visualmente, el comportamiento de un grupo de humanos ante una cola y de decir que me desazona, en general.
Siempre existe el que empieza a revolotear buscando la mejor estrategia para evitar la cola, colarse, vamos. Son movimientos animales. Previsibles, en general. Desacompasados. Va y viene. Parece que hace una cosa cuando, en realidad, está pensando en hacer otra, sin ser consciente de que es incapaz de organizar dos cosas simultáneas en su cabeza. Y se le nota. Lo más curioso es que suele terminar por desistir de su intento.
Luego está el protestón profesional. El que pretende acumular bajas en la cola a base de hacerla invivible para así acortar su espera. Suele tener más éxito que el espécimen anterior, aunque termina con tal cuajada en las venas que no se si le compensa el limitado éxito alcanzado. Lamentable.
Los más curiosos son los resignados. Asumen la cola como quien asume que todos los días tiene que beber agua, dormir x horas, aguantar a su jefe, a su mujer/marido, a sus compañeros,... Se le ve en la cara que el cuerpo le pide salir de esa cola pero, o bien no puede o no se atreve.
Y siempre, siempre, te encuentras con el feliz de estar en la cola. Es como si la cosa más importante que tuviese que hacer en la vida es estar en la cola. Como si fuese su único nexo con la sociedad de la que se siente partícipe. No le vale con vivir, con comer, con trabajar o con ir al médico. No. Para formar parte de la sociedad tiene que hacer cola. Bendita obligación que les hace sentir vivos.
Estos últimos son los que me producen mayor perplejidad. No deja de ser curioso las obligaciones que se ponen algunas personas para dotar de contenido una vida insulsa, anodina, vacía. La esencia de las personas es ser personas. Y, para ello, sólo nos necesitamos a nosotros mismos. Pero estos individuos, alejados (en mi opinión de la esencia de ser persona) necesitan algo mayor y más difuso para encontrarse a gusto. Necesitan gente alrededor. Necesitan sentirse entendidos y aceptados por otras personas. Como si esos otros individuos externos, a los que no volverán a ver nunca, fuesen los autorizados intérpretes de su cualidad humana. Como si fuesen expendedores de certificados de humanidad.
Que vida más triste la suya, aunque no se den cuenta. Deberían mirar hacia ellos mismos y descubrir toda la riqueza que las personas in di vi du al men te tenemos en nuestro interior, aunque en algunos casos, nunca llegamos a descubrir.

jueves, 3 de julio de 2008

ZAPATERO, FANEY DESCANGALLADO

Zapatero sabía perfectamente lo que le esperaba en el congreso de los diputados el miércoles. Sabía lo que le iban a decir, como se lo iban a decir, sabía lo que le iban a exigir,... Con todos los datos en su poder, con todo el margen que siempre otorga el reglamento al gobierno en este tipo de sesiones, con la conciencia clara de que le iban a dar a fondo, ¿por qué no planteó una estrategia?. Lo mejor que se puede decir de Zapatero, en este caso, es que preparó una exposición inicial tan soporífera que se durmieron hasta sus palmeros.
No se cortó un pelo. Desgranó medios datos y un listado de medidas, repetidamente planteadas en las últimas semanas, que no produjeron ningún efecto entre sus señorías. El entusiasmo era palpable entre los socialistas que no tenían claro cuando aplaudir y que, las pocas veces que lo hicieron, lo hicieron con mínima intensidad.
Tres cosas se pueden decir de la intervención de Zapatero. Primero, no ofreció nada nuevo y se limitó a pedir confianza en sí mismo, en su gobierno y en que la situación mejorará. Un acto de fe absoluto. Lástima que la fe que los españoles podemos tener en Zapatero empieza a agotarse a pasos agigantados. Segundo, que las políticas sociales se van a mantener a toda costa. Si por políticas sociales se entiende las pensiones, el paro, las ayudas de todo tipo (becas, desgrabaciones por hijo, ayudas por familiares a cargo,...) es una afirmación de perogrullo. Si por políticas sociales se entiende los 400 euros, la capitalización para los inmigrantes que sean repatriados o el canon a los autodenominados creadores, me da la risa para no cabrearme.
Tercero, la socialdemocracia, como principio rector de su acción de gobierno, ha vuelto. Este último punto pasa a engrosar la larga lista de afirmaciones del presidente del gobierno tan hueras como innecesarias e insustanciales. Tan pronto es de izquierdas bajar los impuestos, como dejar de fumar, como que el estado tenga superavit, como bajar las retenciones de forma lineal a toda la población, como apostar por el tipo único en el IRPF. Todas ellas, y muchas más, son afirmaciones hechas por el propio Zapatero.
Un cuarto elemento me gustaría destacar del debate del miércoles. No es la primera vez, ni será la última, que el gobierno se ve sólo en el congreso. Pero sí es la primera que se le ve un poco faney descangallado. Que se le va a hacer. Todos los grupos le criticaron su pasividad, inactividad, fallo de diagnóstico,... Todos le ofrecieron distintas medidas para adoptar. Todos ellos le tendieron la mano para colaborar entre todos a superar la crisis. Y Zapatero pecó de soberbio.
No sólo despreció las aportaciones de más, ignoró la mano de tendida de todos y sostuvo sin enmendar sus posiciones. Se permitió tirar de soberbia electoral para recordarle a Rajoy que había perdido las elecciones, a Llamazares que estaba tan sólo que su grupo es él o a Rosa Díez que eran tan poquita cosa que ni le iba a contestar. Mal camino. Fue el propio Llamazares quien le diagnosticó el síndrome de La Moncloa y Zapatero debería tomar nota.
No se yo si el diagnóstico va bien encaminado, pero ante la duda, debería tomar nota no vaya a ser que muera de éxito. Cierto es que Zapatero ha demostrado inmejorables capacidades para salir indemne de los terremotos más graves. Es más, puede hacerle pagar al más pintado las culpas y lanzar al más fiel de sus escuderos al pozo más hondo y más amargo que podamos imaginar. Así ha labrado su carrera y no le va mal. Pero todo se acaba. Nadie ni nada es eterno y bien hará el presidente en darse cuenta de que el 9 de marzo no sólo se inició otra legislatura.

martes, 1 de julio de 2008

EL ARMARIO

En pleno inicio de la temporada de rebajas, la sociedad española se convierte en la "sociedad del armario". Los precios por los suelos o hasta un 70 por ciento rebajados nos llaman a voces a que renovemos nuestro fondo de armario. Bueno, el fondo y el no tan fondo. Cambielo todo parece ser la consigna. Una forma como otra cualquiera de decirnos que como no compremos no saben que van a hacer con tanto género acumulado.
Se lamentan los comerciantes de que no han colocado ni un triste fular en estos últimos meses. Pero ellos no desesperan y se muestran confiados. La paga extra debe hacer milagros, también para ellos.
Pero mi incredulidad es enorme. ¿A qué coño se refieren cuando hablan de fondo de armario?. ¿Qué clase de armario tiene esta gente, por dios?. Los armarios de mi casa tienen el fondo justo justito para que entre una camisa, una chaqueta o un pantalán. Vamos que el fondo se toca con la mano sin dificultades, con la nariz, si me apuras. Es casi imposible perder algo en el fondo de mis armarios.
Pero esta gente, no sólo tienen armarios con fondo si no que en ese fondo caben cantidad de cosas. Toda mi ropa para ser exactos.
Las utilidades de los armarios son muchas más. Sin ir más lejos, también estos días se disparan las demandas para que la gente salga del armario. Que salgan ellas, que salgan ellos, que salgan olles. Todo el mundo fuera. Y no porque haya mejorado el tiempo, no. Es más, casi te obligan a salir y te afean la conducta si no sales. Parecería que media España está metida en el armario. No se sabe si en el fondo, con esa ropa imprescindible, o en primera línea, ansiosos por salir a la carrera en cuanto alguien tire de la puerta hacia fuera.
Pensando pensando, el armario es un pozo sin fondo. Fijense, los que no están dentro del armario y los que no tienen lleno el fondo de ropa imprescindible, aprovechan su capacidad para esconder en él sus cadáveres. O, al menos, lo intentan. Que se lo digan a Rajoy con Aznar, o a Zapatero con la crisis. Empujan y en empujan para poder cerrar la puerta del armario, con llave, eso sí, tratando de vencer la resistencia del cadáver de turno. Sin tener en cuenta que, en muchos casos, "los muertos que ellos matan, gozan de buena salud".
Lo dicho, en nuestra sociedad, no tener armario es como tener un culo sin raja. Da lo mismo que sea de puerta abatible o corredera. Que tenga llave o no. Que esté vestido o esté diáfano. Lo importante es tener un armario. Sin armario, no eres nada.