Nos plantean una ecuación de tercer grado donde, sin ninguna duda, la incógnita principal es la "z".
Insigne letra que, en general, todo el mundo desprecia porque es la última del vocabulario, porque se asocia a esa colección de apellidos demasiado comunes (Fernández, González, Pérez, Hernández,...) o porque los niños, cuando empiezan a hablar, o la utilizan mal (como sustitutiva de la "s") o no saben pronunciarla. Es una de esas letras poco queridas, omnipresentes pero voluntariamente ignoradas, que en cada zona de España se pronuncia de una forma distinta. Una letra que descompone más que compone.
Y, ahora, nos la presentan como elemento sustancial de futuro; como armazón de lo que será la España de los próximos años, como anclaje de nuestras aspiraciones más legítimas. Y todo ello, con una sonrisa (o zonriza, diría mi tierno sobrinito de un par de años, parafraseando al ínclito Guille de Mafalda). Pero yo no puedo evitar acordarme de El Proceso de Kafka y su señor K, el protagonista. Ese hombre sometido a un juicio sumarísimo sin saber, en ningún momento por qué, para qué, por qué él, qué puede hacer. Y pienso yo, ¿y si nuestro señor Z tampoco sabe por qué, para qué, por qué él, qué puede hacer?.
Es posible que ese hombre, pegado a una sonrisa como el personaje de Quevedo estaba pegado a una nariz (la "z" otra ve"z") superlativa, sólo sea una incógnita a despejar para resolver la ecuación. Un ser que consigue que a la mitad de los españoles "lez duela el odgullo" como dice el tal Guille en una de las más celebradas tiras de Quino. Y de repente me doy cuenta de que la "z" también es la letra que en los comics se utiliza para simbolizar que el personaje está dormido ("zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz") y me pregunto, ¿será qué nos quiere dormir?.
Lo que sí sé es que hace cuatro años, con una "z" y una "p" montaron un eslogan publicitario que ayudó a distraer la atención de los debates propiamente políticos y, talmente como si nos hubiesen anestesiado, nosotros (los votantes) pensamos en otras cosas. Ahora, cumpliendo las reglas de la publicidad que dicen que si una campaña funciona, púlela, pero no la cambies, los estrategas de turno han pulido aquel ZP y lo han dejado reducido a la mínima expresión Z con la esperanza de que vuelva a funcionar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario