miércoles, 24 de octubre de 2007

LA CULPA ES DEL "OTRO"

Más, mucho más, de media España quiere que la Ministra de Fomento se vaya.
Esta mujer, arrogante, tiesa y correosa donde las haya (a la par con la Ministra Salgado, otra tal) llegó al Ministerio con mal pie y, cada día, no hace más que enterrarlo un poco más. Sabido es que el de Fomento (o Infraestructuras, o Obras Públicas, o como quiera que se llame en cada momento) es un Ministerio propicio para el lucimiento y el éxito del tenedor de la cartera. Pero, no es menos cierto, que cuando el tenedor se empeña en que no (o cuando las circunstancias se confabulan para que no), no hay nada que hacer.
Vienen a mi memoria dos ejemplos claramente diferentes de lo que digo. En los dos gobiernos que Gallardón presidió en la Comunidad de Madrid, Luis Eduardo Cortés (ahora de nuevo en el ojo del huracán) demostró todo el partido que se puede sacar a esta cartera gracias a ampliaciones y obras públicas bien planificadas y mejor ejecutadas, siempre al servicio de los ciudadanos y del interés general. Un testigo que, con gran acierto, retomó su sucesora en la Puerta del Sol. Hasta tres consejeros tuvo Esperanza Aguirre en su primer gobierno. Francisco Granados primero (aupado a la secretaría general del Partido Popular), María Dolores de Cospedal después (llamada a dirigir el mismo partido en Castilla-La Mancha) y Elvira Rodríguez finalmente (es ministra, presidenta de la Asamblea y con un futuro político nacional todavía por escribir).
En el lado opuesto, no me puedo olvidar del ínclito Enrique Barón o el no menos ínclito Abel Caballero. Ambos, por distintos motivos, tuvieron que lidiar con etapas claramente olvidables del Ministerio de Obras Públicas. Barón, que heredó el gafe que había dejado vacante Fernando Morán en la mesa del Consejo de Ministros, se empeñó a fondo en liarla. Nadie le echó de menos cuando se fue a Europa, ese refugio dorado para políticos en fase de olvido. El destino de Caballero fue menos lujoso (en su Galicia natal) pero igual de exitoso (nada de nada, nada al cuadrado).
Y se ve que la Álvarez, con todos sus redaños por delante, ha pensado que mejor ser fiel a la tradición socialista en la cartera; quizás porque las tradiciones hay que respetarlas o cargárselas, no hay termino medio. Y ahora, nos encontramos con otra tradición: la de sostenella y no enmendalla, tan propia de nuestros políticos. Reacios a dimitir. Opuestos a reconocer sus errores. Apóstoles de "la culpa es del otro, siempre del otro" (el de antes, el de después, el de al lado, pero siempre de otro).
Que nadie tenga ninguna duda de que no va a dimitir ni la van a dimitir. No. Maleni seguirá firme dando que hablar y si el PSOE vuelve a ganar en marzo (y sólo en ese caso) la Álvarez tendrá que hacer la maleta y buscarse otro destino. Pero no se puede decir que, a 5 meses de las próximas elecciones, no tiene sentido cesar o ser destituido. Ejemplos recientes tenemos en el Gobierno de España, aunque por circunstancias bien diferentes.
Quién no se acuerda de que Javier Solana tuvo que dejar Exteriores en diciembre de 1995, a sólo cuatro meses de las generales?. Bien es cierto que dimitía para irse de Secretario General de la OTAN, pero dimitió. Y se echó mano de Carlos Westendorp, el hombre para todo.
Más reciente y más sonora fue la dimisión de Manuel Pimentel en febrero de 2000, con la campaña electoral ya en marcha. Una dimisión que no fue tal ante el Presidente del Gobierno, como parece de recibo, sino ante los medios de comunicación. Una dimisión que dolió y mucho a Aznar y a buena parte del PP y que avanzó lo que fue la segunda legislatura aznarista, cada vez más lejana de la moderación que le dio la mayoría absoluta. Pero ahí estaba la cantera económica de los populares en forma del "abisinio" Juan Carlos Aparicio. Un hombre tranquilo que terminó siendo sacrificado por mor de la huelga general del 20J y terminó regresando a los cuarteles de invierno de Burgos.
Con lo antedicho, lo mejor para todos sería que Magdalena Álvarez se fuese, motu propio, a su casa. Pero no lo hará. Se empeñará en que la culpa es del otro, se quedará y, si Zapatero vuelve a ser Presidente, se encontrará con un retiro dorado en algún refugio político de relumbrón y con poco mando. Un destino donde seguirá haciendo de las suyas.
Insisto, mucho mejor, váyase.

1 comentario:

El Piojo dijo...

Brillante artículo, quizá el que más de los que he venido leyendo hasta ahora que han sido todos. Lo que más me llama la atención, si estar en desacuerdo con su conclusión final, es que se quede usted en la guinda y no busque usted pastel que ha de haberlo, ¡vive dios! ya que falta el primer ministro que, al estilo Felipe II, haga todo por sí mismo. Aparte de
esto haré una pregunta de algo que nunca entendí. Si va mal un equipo de fútbol y, como es palpable, no es el entrenador, o no sólo, el que falla sino que existen serias dudas sobre los que "ejecutan" el juego, ¿por qué no se le ocurre a nadie pedir responsabilidades a éstos? ¿por qué resulta suficiente y ejemplificador el corte de la cabeza visible y punto?
La señora ministra, como dice, ha pecado de arrogante y altanera, pero sépalo usted señor mío, lo ha hecho rodeada de arrogantes que, en su arrogancia, han buscado la forma de que acabe en un callejón con poca salida. O más bien, una sola decente. Dimitir pero depurar las responsabilidades de todo el mundo en el asunto para dejar las cosas, no revanchistas sino justamente en su sitio. Como bien dice, ni lo uno ni lo otro, pero NADIE y no sólo esta pobre y mediocre ministra que ha usado, como tantos, la altanería y la histrionicidad (valga el palabro) para proteger tal mediocridad, dimite o se hace responsable de nada en este País de países. Viendo como van los acontecimientos y a la espera del desenlace final, echo mano del sabio refranero español y digo aquello de que “más sabe el diablo, que lo es y así lo ha demostrado en este caso, por viejo que por diablo”