miércoles, 29 de agosto de 2007

LAS PENAS DEL CORAZÓN

Un te quiero, una caricia y un adiós. Es la forma en la que Nino Bravo se despedía a mediados de los años 70 en una de sus inolvidables canciones. Una de esas referencias espirituales de la juventud de la transición que ahora sólo mantenemos unos pocos en la memoria. Una tierna forma de hacer frente a una ruptura, una despedida, más o menos forzada, una separación inevitable y dolorosa. Una de esas despedidas que los actuales líderes socialistas no tendrán con la que fuera contrincante de Zapatero en el Congreso de la renovación post-felipista celebrado en julio de 2000.
Rosa Diez deja su formación, o al menos eso parece, después de años de desencuentros. Ella se sentirá tan aliviada como dolida y sus hasta ahora compañeros, tan contentos. Deja un partido que la hizo Consejera del Gobierno Vasco (inolvidables sus campañas de promoción turística que para muchos pusieron a Euskadi en el mapa de los touroperadores), contertulia y polemista de reconocida valía, eurodiputada combativa y defensora de la alianza constitucionalista contra los asesinos. Parafraseando a Felipe González, "hay que ser constitucionalista antes que socialista". Ese parece ser el convencimiento de Rosa que le ha llevado a desprenderse de la rosa que ya le hacía llagas en las manos.
Dicen que se incorpora al nuevo proyecto político impulsado por Basta Ya, una de esas aventuras pseudo-políticas que abundan en España cuando la política se encona. Un viaje que a mi me recuerda al que en su momento hizo otro socialista vasco, Ricardo García Damborenea. Para los frágiles de memoria (y para los que, como mi amigo paulfrank, muchas gracias por ser el primero en demostrarme que alguien se interesa por estos escritos, no les gusta demasiado la política) recordaré que "Ramborenea", como era conocido en los duros años 80, fue secretario general de los socialistas vizcaínos y uno de los más activos miembros del partido. Un personaje que, según él mismo reconoció, participó en la gestación de los GAL para luchar contra los asesinos. Un hombre que, después de acusar directamente a Felipe González de estar detrás de la guerra sucia contra ETA. Pese a ser uno de los estandartes del socialismo vasco durante años, Damborenea dejó el PSE, se convirtió en "amigo" preferente del PP de Aznar en los primeros 90 (incluso fue la estrella invitada en varios mítines de los populares) y terminó fundando el partido Democracia Socialista que se presentó a las elecciones con un resultado que es mejor no mencionar.
En algún otro escrito anterior he dejado mi opinión sobre la dictadura de los partidos políticos en la democracia española. Dentro de ese dominio asfixiante, podemos encuadrar también el hecho de que fuera de los partidos no hay vida, o ésta es efímera. Unos son flor de un día (un día de elecciones, se entiende) y otros de dos o tres, pero todos tienen un recorrido tan escueto como los fuegos artificiales. No es un deseo, es una realidad. A la nueva formación, aún "no nata", y a sus integrantes, comenzando por Rosa Diez, les deseo lo mejor porque la variedad de opciones siempre es saludable para una democracia. Pero estoy persuadido de que serán una bella palmera en el firmamento de las urnas que se disolverá, con coletazos mortecinos y olor a pólvora quemada, antes de que se den cuenta.


Seguro que las cabezas visibles de este proyecto (Rosa, Savater, Gorriarán,...) tendrán vida después de ese momento, pero quien de verdad saldrá ganando es la partitocracia española (el PSOE en este caso) que, casi sin esfuerzo, habrá soltado lastre. Seguro que en este largo viaje, a Rosa las penas también le duelen en el corazón.

1 comentario:

Butzer dijo...

Siempre viene bien una nueva alternativa ante estos dos partidos y su asfixiante manera de hacer política.Saludos.