Va de heridas. Va de Generales, soldados, coroneles,... Va de estrategias, tácticas, vanguardias, retiradas. Va de victorias, derrotas. Va de batallas y guerras.
El hombre es un animal bélico por naturaleza. La guerra, la confrontación, es su estado natural. Pasada la época de las guerras, por aquello de que la próxima puede ser la última, nos hemos conformado con sucedáneos. Juegos (o videojuegos) de guerra, deportes en los que volcamos toda nuestra agresividad, desde el lenguaje mismo. Y la política. Hacía mucho tiempo que no oía y leía tantos términos bélicos fuera de contexto.
Me viene a la cabeza una frase atribuída a Napoleón según la cual quería a sus "generales con suerte". En el caso de un partido político, también es de desear que los "generales" tengan suerte. Pero, claro, si la suerte de los "generales" políticos la marca el líder de ese partido... se juega con cartas marcadas, como en los barcos del Mississippi. Y así no vale.
Con suerte o sin ella, lo más importante (en casi todo en la vida) es aprender. Aprender de los que te rodean, aprender de tus errores y de los errores ajenos. Aprender. El mejor conductor puede tener un accidente, que se lo digan a Alonso. El mejor tenista puede perder un partido, que se lo digan a Federer. El mejor General perder una batalla e, incluso, una guerra... que se lo digan al propio Napoleón.
El problema no es fallar, perder, equivocarse. El problema es no aprender.
A Gallardón le cuesta aprender de sus errores políticos. No aprendió lo importante que es la estructura de partido para los tiempos difíciles. Cuando se gana y se manda, el partido cierra filas, cuando vienen mal dadas, el partido se retuerce y si no lo controlas, te puedes quedar fuera. Así le ha pasado más de una vez a Gallardón. Y él, que fue el Secretario General más joven que nunca haya tenido el PP, no se ha enterado de eso. Él, que encadena unos resultados electorales que nadie en su partido puede igualar (salvo algún alcalde de pueblo, ya se sabe, los pueblos son otra cosa), no es consciente de lo importante que es tener algo más que el núcleo de pretorianos en el que apoyarse. Él, vapuleado varias veces por su "hermana" Esperanza, a cuenta, precisamente, del partido, no ha tomado nota.
Probablemente a Gallardón le pasa como a su mentor, Fraga. A Don Manuel, no le tosía nadie. Probablemente, una de las pocas veces que le llevaron la contraria fue en su propia casa de Perbes hace ahora 20 años. El Fundador aportaba por Isabel Tocino, los mozuelos por José María Aznar. El patriarca anfitrión cedió y el PP terminó llegando al poder. Cuando la caga, a Gallardón pocos se atreven a toserle. Así, él y los suyos esperan a que escampe y a que el animal político que lleva dentro alcance otro logro para olvidarse de las heridas sufridas. Pero ese no es un planteamiento inteligente. Igual que no lo es fiarlo todo a apoyos como el de Fraga.
Mejor haría, Gallardón, en buscar un equipo de estrategas de verdad. En diseñar una operación a medio largo plazo con verdadero cuajo y a dejarse aconsejar, aunque en ocasiones no le guste lo que le dicen. Y si esos consejor pasan porque él nunca sea Presidente del Gobierno, que lo asuma. Fraga nunca lo fue. Y como siga siendo su único apoyo serio en el PP, lo va a tener muy crudo.
A Gallardón no se le puede olvidar que en las encuestas alcanza unos resultados envidiables, entre otras cosas, porque es la opción preferida por muchos... en segunda opción. Cuando el encuestador, al que no le cuesta nada, incluye su nombre entre las respuestas posibles, sale Gallardón. Pero a la hora de imprimir las papeletas de verdad, su nombre no puede estar siempre en todas, sobre todo, porque su partido no está por la labor.
Y sin papeleta impresa no hay Gallardón que valga.
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