No pretendo poner en duda los éxitos y méritos de Iker Casillas. Es, sin duda, el mejor portero de España y, probablemente, del mundo. Es de esos pocos futbolistas que concentran tanta admiración como respeto. Que son igual de admirados por los jóvenes aficionados que por los que ven el fútbol desde que se jugaba con pañuelo en la cabeza y borceguís en los pies. Hace años que sostiene al Real Madrid y a la Selección Nacional, en muchos casos, en solitario. Es digno de admirar y no me extiendo, que Raúl del Pozo lo ha hecho hoy mucho mejor de lo que yo podré hacerlo nunca.
Sin embargo, no hay que olvidar que son muchos los futbolistas que han caído en el engaño del doping. Engaño para ellos, que obtienen unos resultados mucho mejores de lo que en realidad son capaces. Y engaño para los aficionados, que han creído que era deporte lo que en realidad era química y medicina. Hay hombres que han pagado su culpa y tratan de recuperar el crédito perdido. Los hay de los que nunca más se supo. Y también tenemos algunos que se esfuerzan por demostrar que ellos no han faltado y que todo ha sido un error. Pero el engaño está y es.
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Pido perdón.
Cuando se escribe, hay que ser sincero. De lo contrario, corres el riesgo de que nunca más se te crea. Lo que he dicho de Casillas en el primer párrafo lo suscribo plenamente. Decir, a continuación, lo que he dicho en el segundo párrafo es una barrabasada. Es uno de los peores ejercicios periodísticos y retóricos que se pueden hacer. No se relaciona un párrafo con el otro, pero puestos así, en su continuidad escrita, se genera una conclusión implícita nefasta.
Es un ejercicio muy utilizado por los retóricos. Uno de los mejores ejercicios de este estilo que se me vienen a la cabeza es el que incluyó Shakespeare en el monólogo de Marco Antonio en su célebre "Julio César".
Algo parecido es lo que han hecho varios medios de comunicación hoy a propósito de las heridas sufridas por un "presunto" etarra. En este país y en esta época, no tenemos ningún derecho a dudar de nuestras fuerzas de seguridad. Mucho menos, cuando hablamos de terroristas. Claro que la Guardia Civil cometió tropelías hace 80 años. Claro que ha habido casos de comportamiento inadecuado en momentos concretos. De ahí a poner en cuestión que la detención y el trato al "presunto" etarra no haya sido el "democrático" hay un trecho. Y que un medio de comunicación utilice este subterfugio para justificar un editorial y todo el planteamiento del día me parece despreciable.
Así, sin retórica.
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