La próxima vez que salgas a la calle, que camines por tu ciudad, que pases un rato en un parque, fíjate bien. Fíjate en algo a lo que seguro que nunca le habías prestado atención. Te darás cuenta de que hay, en todos los rincones, decenas de personas retorciéndose de dolor. Gimiendo y gritando sin poder soportar su sufrimiento. Te darás cuenta de que esos espacios públicos están llenos de gente que ha salido de sus casas para morirse en público, a la vista de todos, con el mayor de los sufrimientos.
No pretendas llevarlos a su hogar, o al de algún familiar. No intentes siquiera llevártelos a tu casa y, mucho menos, llames a una ambulancia para que sean conducidos a un hospital donde les atiendan convenientemente. No. Tampoco preguntes si hay un médico cerca que pueda aconsejarte si con tal o cual analgésico se le va a pasar, en parte, el dolor que le retuerce. No. Todo eso sería lamentable y desconsiderado.
Por si no te habías dado cuenta. En esta sociedad nuestra, en este país, miembro cuasi clandestino del G-20 por la gracia de Zapatero y sus muchachos, se muere en público, con gran dolor y alargando innecesariamente la vida con el único propósito de sufrir más, pasarlo peor y que se vea.
Sólo así se entiende que una comunidad autónoma se haya visto en la necesidad de aprobar una ley en la que se establezca el derecho a morir sin dolor, con privacidad y sin alargar la vida artificialmente. Sólo así se explica que algún medio de comunicación y varios grupos de avanzados ciudadanos consideren que todo ello son Avances Sociales. Manda rosas a Sandra que se va de la ciudad.
Creo, sin temor a equivocarme, que en alguna otra Comunidad Autónoma (quizás en el mismísimo gobierno de España) se está preparando otra ley para garantizar que todos los españoles tenemos derecho a tener dos orejas y cinco dedos en cada mano. Creo haber oído que en otra están pensando en garantizar, también por ley, que todos tenemos derecho a tener una pareja (hombre o mujer) con quién compartir la vida y la hipoteca. Y puestos a legislar, sería posible contemplar la posibilidad de reconocer derechos como el de visitar las pirámides de Egipto antes de cumplir los 40 o probar el caviar beluga, al menos, una vez en la vida.
Siempre he oído en mi casa que cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas. Estos, que ni son diablos, ni tienen rabo y sí tienen muchas cosas que hacer, o no saben, o no entienden o nos toman por tontos. Aplicando un poquito de demagogia, tampoco mucha, podría decir que está muy bien eso de tener derecho a morir sin dolor. Ahora, si estás simplemente enfermo, pero no de morirte, te jodes y sufres todo el dolor que puedas aguantar y más, por no saber cuáles son tus prioridades. Podría decir que, si quieres una habitación en el hospital para ti sólo, ya te puedes poner a morir, porque, de lo contrario, si eres un simple enfermo, por muy jodido que te encuentres, ya sabes, a compartir la estancia con todos los que la dirección considere oportunos, enfermos y familiares de. Y eso, todo eso, es pensar y defender la sanidad pública. Que construir hospitales y ambulatorios es privatizarla. ¿Te enteras?.
Insisto, si no fuese tan preocupante, causaría risa. Pero claro, buena parte de la culpa la tenemos nosotros mismos, que no hacemos más que juzgar el comportamiento de nuestros múltiples gobiernos aplicando, entre otros criterios, el de comprobar cuantas leyes se han aprobado. Como si el mero hecho de aprobar leyes fuese un síntoma del buen gobierno. Para leyes como estas, por favor, mejor que se tomen vacaciones.
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