martes, 23 de junio de 2009

EL FUEGO

Veo, en la distancia, como se preparan las hogueras de San Juan, San Joan, San Xoan o cómo coño quieran llamarlas ahora. Los recuerdos se agolpan en mi cabeza. Recuerdo esos primeros años cuando los más mayores tenían que levantar algunos adoquines de mi calle para plantar la guía en torno a la cual construir la hoguera. Recuerdo aquel monigote siempre coronando la pila de madera, cartón, papel y malos augurios.
Dicen, los que saben de simbología, que el fuego es reparador. Es un hecho que el fuego tiene una atracción hipnótica para mucha gente, para los más pequeños, especialmente. Muchas veces me ha contado mi madre que desde muy chico me gustaba jugar con cerillas. Con esa pedagogía eficaz (que, precisamente por serlo, se está perdiendo) me dejó que “jugase” con el fuego hasta que, impepinablemente, me quemé. Dice, mi madre, que entonces dejé de jugar. Pero no perdí la fascinación.
Hay dos elementos que, en determinadas circunstancias, producen una atracción magnética sobre mí. Uno es el fuego. Llamas grandes, con varios colores alternándose sin ninguna lógica aparente. Creciendo y decreciendo. Cambiando de forma. Curiosamente, el otro es el agua. Esa agua escanciada con la violencia de las olas. Ribeteada de espuma de varios tonos y diversas espesuras. Me encanta el batir del mar con formas tan cambiantes que es imposible memorizarlas. En ambos casos se trata de una experiencia visual (también sonora, pero sobre todo visual) que no se puede retener en la memoria.
Puedes acordarte del momento y las circunstancias en las que viste ese incendio o ese batir del mar embravecido. Pero no puedes recordar qué forma tenían las olas o las llamas. Qué catálogo de colores envolvió dicha experiencia. Que sonidos le ponían acordes. Lástima.
Sí recuerdo que la tradición marca que hay que saltar la hoguera como culminación del rito de expiación. A los críos, al menos entonces, nos ponían unas brasas acotadas para poder imitar a los mayores que, unos metros más allá se afanaban en cruzar las llamas. Bajas, sí, pero llamas. Los cativos los mirábamos deseando que pasasen pronto tantos solsticios como fuese necesario para ocupar ese lugar. ¡Ay, media vida queriendo que pase rápido el tiempo para que llegue pronto la otra media en la que queremos que el tiempo pase cadencioso, ya que no puede detenerse!.
Recuerdo ese penetrante olor a sardinas asadas a la brasa, a pan de hogaza empapado en aceite. A brasas, sobre todo a brasas. Olor a fuego.
Y recuerdo un no entender que podía nacer o iniciarse de las llamas. Por más que los mayores te lo explicaban no eras capaz de entenderlo. El fuego era destrucción, no creación. Qué le vamos a hacer, es lo que tiene la simbología. Y el pelele ese que corona el palo de guía es el símbolo de todo lo que quieres dejar atrás. Pues vale, pero yo quiero dejar atrás otro año que no me han regalado el scalextric. Qué puñetas tiene eso que ver con un pelele que, además, todos los años iba vestido con un mono de trabajo y una boina. Incomprensible.
Ahora que recuerdo y que, incluso, puedo creer que entiendo lo del simbolismo, no tengo ningún sitio cerca donde se celebren las hogueras como entonces. Ahora que tendría unas cuantas cosas y unas cuantas personas que echar, sim-bo-li-ca-men-te desde luego, al fuego reparador del verano, ahora resulta que no tengo llamas. Vaya por dios. Espero que llegue el día en que una cosa y la otra encajen como piezas de puzle.

miércoles, 10 de junio de 2009

¿LEYES PARA QUÉ?

La próxima vez que salgas a la calle, que camines por tu ciudad, que pases un rato en un parque, fíjate bien. Fíjate en algo a lo que seguro que nunca le habías prestado atención. Te darás cuenta de que hay, en todos los rincones, decenas de personas retorciéndose de dolor. Gimiendo y gritando sin poder soportar su sufrimiento. Te darás cuenta de que esos espacios públicos están llenos de gente que ha salido de sus casas para morirse en público, a la vista de todos, con el mayor de los sufrimientos.
No pretendas llevarlos a su hogar, o al de algún familiar. No intentes siquiera llevártelos a tu casa y, mucho menos, llames a una ambulancia para que sean conducidos a un hospital donde les atiendan convenientemente. No. Tampoco preguntes si hay un médico cerca que pueda aconsejarte si con tal o cual analgésico se le va a pasar, en parte, el dolor que le retuerce. No. Todo eso sería lamentable y desconsiderado.
Por si no te habías dado cuenta. En esta sociedad nuestra, en este país, miembro cuasi clandestino del G-20 por la gracia de Zapatero y sus muchachos, se muere en público, con gran dolor y alargando innecesariamente la vida con el único propósito de sufrir más, pasarlo peor y que se vea.
Sólo así se entiende que una comunidad autónoma se haya visto en la necesidad de aprobar una ley en la que se establezca el derecho a morir sin dolor, con privacidad y sin alargar la vida artificialmente. Sólo así se explica que algún medio de comunicación y varios grupos de avanzados ciudadanos consideren que todo ello son Avances Sociales. Manda rosas a Sandra que se va de la ciudad.
Creo, sin temor a equivocarme, que en alguna otra Comunidad Autónoma (quizás en el mismísimo gobierno de España) se está preparando otra ley para garantizar que todos los españoles tenemos derecho a tener dos orejas y cinco dedos en cada mano. Creo haber oído que en otra están pensando en garantizar, también por ley, que todos tenemos derecho a tener una pareja (hombre o mujer) con quién compartir la vida y la hipoteca. Y puestos a legislar, sería posible contemplar la posibilidad de reconocer derechos como el de visitar las pirámides de Egipto antes de cumplir los 40 o probar el caviar beluga, al menos, una vez en la vida.
Siempre he oído en mi casa que cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas. Estos, que ni son diablos, ni tienen rabo y sí tienen muchas cosas que hacer, o no saben, o no entienden o nos toman por tontos. Aplicando un poquito de demagogia, tampoco mucha, podría decir que está muy bien eso de tener derecho a morir sin dolor. Ahora, si estás simplemente enfermo, pero no de morirte, te jodes y sufres todo el dolor que puedas aguantar y más, por no saber cuáles son tus prioridades. Podría decir que, si quieres una habitación en el hospital para ti sólo, ya te puedes poner a morir, porque, de lo contrario, si eres un simple enfermo, por muy jodido que te encuentres, ya sabes, a compartir la estancia con todos los que la dirección considere oportunos, enfermos y familiares de. Y eso, todo eso, es pensar y defender la sanidad pública. Que construir hospitales y ambulatorios es privatizarla. ¿Te enteras?.
Insisto, si no fuese tan preocupante, causaría risa. Pero claro, buena parte de la culpa la tenemos nosotros mismos, que no hacemos más que juzgar el comportamiento de nuestros múltiples gobiernos aplicando, entre otros criterios, el de comprobar cuantas leyes se han aprobado. Como si el mero hecho de aprobar leyes fuese un síntoma del buen gobierno. Para leyes como estas, por favor, mejor que se tomen vacaciones.

martes, 9 de junio de 2009

MIRANDO AL FUTURO INMEDIATO

En España, las elecciones no las gana el partido de la oposición, las pierde el partido del Gobierno. Repasemos la historia de estos 30 años largos de democracia y veremos que no hay duda. UCD destrozó su capital político a base de quemar al jefe, dividir las fuerzas y permitir que los traidores se fuesen llevándose un poquito, cada uno, del botín. Felipe fue dejándose jirones de su traje de super-líder, en forma de colaboradores de todo pelo, hasta quedarse más desnudo que Lady Godiva, pero con menos pelo. El PP de Aznar pegó dos o tres traspiés serios y terminó encontrándose con un muro de frente que le devolvió a la realidad fría y dura de la oposición. Algo parecido podríamos decir de los cambios en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Veamos, si no, los casos de Jordi Pujol, en su lento y agónico perder diputados hasta dejar el Palau; o el progresivo deterioro del PSOE en la Comunidad de Madrid, hasta abrir la puerta a Gallardón; o el abrupto adiós de la coalición PP-PAR en Aragón a cuenta del agua; o…
Aceptando esa premisa, se entiende un poco mejor el error estratégico del PP durante la pasada legislatura. No era viable ganar las elecciones. El camino era hacer lo posible para que el PSOE zapateril las perdiese, pero no se hizo. O no se hizo bien, al menos. Y se pagaron las consecuencias hacia fuera (nueva derrota electoral) y hacia dentro (inestabilidad grave entre las familias del partido). El acoso pre-congresual de la pasada primavera disipó las dudas. Rajoy se puso manos a la obra. Primero en casa y luego sentando las bases de la alternativa. Sin prisa pero sin pausa. Colocando elementos que fuesen fagocitando los puntos clave a la espera de que llegue el momento, que llegará.
Es cierto, indudable, incluso, que las circunstancias, en forma de crisis económica muy aguda, ayudaron. Aún más, el optimismo patológico de Zapatero ayudó de una manera definitiva. Y así, poco a poco, sin prisas, asentando bien los pies antes de dar otro paso, asegurándose (como hacen los escaladores) de que el apoyo es firme antes de continuar la ascensión, ha ido tejiendo su red el nuevo PP de Rajoy. Es inevitable que haya traspiés. Se dejó liar en el Debate sobre el Estado de la Nación y no reaccionó con firmeza ante el cambio de gobierno. Pero ha ido avanzando. Lo malo de esta tarea es que nunca está completa. Nunca se llega a rematar la faena. Es un inconcluso infinito y eso desgasta masivamente.
Rajoy y los suyos tienen que perseverar. Cometer los menores errores posibles. Tratar de que el Gobierno Zapatero siga desorientado y a tirones, perdiendo gota a gota las próximas elecciones durante los tres años (o menos) que quedan. No hay otra. Sabiendo que, la inercia de las cosas juega, en principio, a su favor.
Por el contrario, además de superar el colapso que los datos le han producido, Zapatero haría bien en pensar en dos cosas. Primero, que esa inercia va como va y que para invertirla tiene que aplicar algo más que sonrisas, promesas de un nuevo modelo económico ecológico, purgas internar con guante de seda y acusaciones dantescas contra el adversario. Y segundo, el calendario que se le viene encima es poco propicio, incluso aunque la economía mejora de forma inmediata, cuanto más si no mejora.
Ahora viene casi un año de calma electoral en España. Todo un lujo se atendemos a nuestro calendario habitual. Ese es un buen respiro que, de coincidir con el inicio de la recuperación hacia mediados de 2010 sería un tanto a favor del socialista. De lo contrario, nos plantamos en el otoño con las catalanas en el horizonte y con la crisis creando más parados. Esa confluencia (que no será planetaria pero sí muy real) puede dar paso a una victoria de CiU suficiente para gobernar en Cataluña. Consecuencia, Zapatero sigue sin socio parlamentario, pierde su segundo gobierno autonómico, gotea votos necesarios (imprescindibles) y transmite la sensación creciente de vulnerabilidad. Todo ello, con el semestre europeo ya cumplido sin grandes logros en cartera, más allá de la confluencia interestelar que cambiará el rumbo zaratustraico de la historia de la humanidad.
Sin tiempo para tomar aire ni apagar los pequeños incendios que le rodeen, Zapatero tendrá que pensar en municipales y autonómicas con más cosas que perder qué que ganar. Ninguna de las Comunidades del PP está en juego y algunas del PSOE sí. Ninguna gran capital del PP estará en juego y alguna del PSOE sí. El resultado global puede ser, por primera vez en 8 años, favorable al PP, con todo lo que eso supone de presión histórica para un gobierno que afrontaría los últimos 10 meses de legislatura con el aliento caliente del adversario en la nuca. Con la imposibilidad absoluta de cometer errores. Con el peligro añadido de que Andalucía, con las elecciones convocadas para la misma fecha de las generales, pudiese cambiar de color por primera vez en la historia. Demasiados elementos.
Entiendo, perfectamente, que casi todos penséis “largo me lo fiáis” pero las cosas son así y ningún logro que merezca ser recordado se consigue con prisas o acelerando los plazos. Por eso, no entiendo tanta presión. Tanto “moción de censura ya”, “que presente una cuestión (que no moción) de confianza inmediatamente”, “así n podemos seguir, que convoque elecciones”. Sinceramente, creo que lo mejor que nos puede pasar es aguantar el tirón. Resistir es vencer, salvo para Zapatero.
Pero claro, mis previsiones suelen ser siempre erróneas. ¿En qué me equivocaré esta vez?.

lunes, 8 de junio de 2009

Y DIGO YO

Dicen que ha ganado el PP estas elecciones, pero que no ha barrido. Dicen que ha sido una derrota del PSOE pero sin humillación. Dicen que ni Rajoy coge suficiente aire ni Zapatero se queda del todo sin él. Y digo yo, nadie se da cuenta de que en España, salvo casos muy concretos (como en 1982 o en 2004) nunca se producen vuelcos espectaculares. Es que nadie se ha parado a pensar que, cuando en 1994 el PP le sacó 10 puntos al PSOE, los socialistas llevaban 5 años jugando a la defensiva, con críticas desde todos los lados (empezando por los propios sindicatos, con su huelga general del 14-D) y no como ahora, que Zapatero sólo se encuentra con críticas serias desde hace poco más de seis meses.

Para muchos, Rajoy ha perdido una oportunidad y Zapatero ha salvado los muebles con dignidad. Y digo yo, Rajoy ha obtenido los mejores resultados allí donde más problemas le han surgido en la vertiente judicial. Valencia y Madrid, Madrid y Valencia son pedernal puro para los populares. Nada que ver con Cataluña y Andalucía que tantas alegrías le han dado a Zapatero. Pero no sólo. Rajoy y su equipo consolida resultados más que interesantes en lugares como Murcia (más del 60 por ciento de los votos y más de 30 de diferencia con el PSOE), Cantabria (donde vuelve a ser la primera fuerza en el filo del 50 por ciento), Castilla-La Mancha (donde vuelve a superar el 50 por ciento y le saca 15 al PSOE). Zapatero, efectivamente, ha salvado los muebles pero a costa de quemar casi todas las naves: el cambio de gobierno (con todos los pesos pesados incluídos), el adelantamiento del debate sobre el estado de la nación, el anuncio del cambio de modelo económico,...

Dicen, los mismos que llevan semanas centrando la campaña y pre-campaña en asuntos nacionales, que estas elecciones eran europeas y que no hay que trasladarlas al panorama nacional. Y digo yo, es cierto, pero si es así, por qué no se habla más de europa. Es una contradicción tan flagrante como incomprensible. Casi tanto como criticar al PSOE y a Zapatero de haber agudizado extraordinariamente el carácter personalista desde que está en La Moncloa. Y digo yo, alguien se ha parado a pensar que le pasaría al PSOE si no fuese por Zapatero. A lo mejor perdía otro millón de votos. Hace años, el PSOE era una máquina de ganar elecciones fuese quien fuese el candidato. Si además el candidato era bueno, la cosa ya era de aurora boreal. Ahora, el gran tirón lo tiene Zapatero.

Y una cosa más. Alquien se ha parado a pensar en un detalle tan menor como que, detrasladar estos datos a una generales Izquierda Unida se quedaría fuera del Congreso por primera vez en democracia. Sí amigos sí. Gaspar Llamazares aporta el único diputado a los antiguos comunistas. Un solitario diputado por Madrid que sería inviable, toda vez que UPyD se ha convertido en la tercera fuerza en esta comunidad. Y Cayo cayó en la cuenta pero no se calló.

lunes, 1 de junio de 2009

COSAS DE NIÑOS

Tengo muy mala memoria. Para las cosas que me sucedieron de crio, más. En ocasiones me doy cuenta de que sólo tengo fogonazos y el recuerdo reconstruido de cosas que, en realidad, no están en mi cabeza sino que las he oído contar a mis padres, a mis tíos, a mis abuelos. Tengo un muy buen amigo que, sin embargo, guarda un vívido recuerdo de cantidad de cosas que le ocurrieron con 6, 7, 8 años. ¡Incluso con menos!. Me parece increíble. Lo peor de todo es que, además, el cabrón es capaz de contarlo de manera sublime.
Uno de esos recuerdos que han ido poniendo en mi cabeza, pero de los que no guardo ninguna referencia directa, tiene que ver con estas semanas que se avecinan. Dicen mis padres que teniendo yo 2, 3 ó 4 años, no recuerdo, llegó el momento en el que se pudieron ir de vacaciones. Ahora resulta casi sorprendente que una familia pueda pasar todo ese tiempo sin irse de vacaciones, no ya de verano, de vacaciones, sin más apelativos. Pero ocurría, vaya que sí ocurría. Irse de vacaciones era algo tan irreal, tan fuera de lo que tenía lugar en el mundo de las personas normales de los primeros 70 que aquel pequeñajo no sabía cómo encajar ese asunto de las vacaciones en su pequeño mundo esquematizado y cuadriculado.
Quizás, por eso, ya montados en el pequeño Mini Morris (el de verdad, no esa versión retro que ha puesto BMW en el mercado con gran éxito), aquel niño empezó a tratar de encajar las piezas y en un determinado momento dijo (o al menos dicen que dijo) “mira mamá, mamá, las vacaciones, ahí están”. Una madre lo entiende casi todo y lo perdona casi todo. Y la mía entendió perfectamente lo que quería decir yo e, inevitablemente, aplaudió la ocurrencia. Así son las madres.
¡Ah, si las vacaciones fuesen un lugar!, quizás todo sería más sencillo. Años después, le he oído muchas veces a mi padre, que sabe latín (literal y metafóricamente), decir aquello de que las vacaciones no es holgar sino cambiar de actividad. Se lo he oído desde bien tiernecito, en esos años en los que todos los niños piensan en jugar todas y cada una de las horas de los tres meses de verano, conscientes, como por ciencia infusa, de que nunca más volverán esos momentos. Él nos lo repetía a mi hermano y a mí como para concienciarnos de que no hay nada mejor en esta vida que estar haciendo cosas. Unas veces por obligación, otras porque nos apetece. Unas veces porque debemos y otras porque queremos. La clave está en cambiar de actividad.
No sé yo si al bueno del presidente sus mayores le dijeron cosas parecidas, pero lleva unos días muy pesado con la matraca del cambio de actividad. “Tenemos que cambiar de actividad, de modelo productivo”. Y se va a Andalucía a decirlo. Le alabo el gusto. No estaría de más que los dirigentes de España y los de Andalucía en concreto se aplicasen a cambiar el modelo productivo de esa región. Si después de 30 años sometiendo a los andaluces a base de subsidios, limosnas y favores, son capaces de ponerlos a todos a trabajar, este país se mete en el G7 por derecho.
Pero mucho me temo que Zapatero, cuando era cani, también creyó ver un día, en lontananza, las vacaciones. Y seguro que sus padres le rieron la ocurrencia. El problema es que, ahora, que no es un niño, sigue viendo cosas en lontananza que nadie más ve. En más de una ocasión también me dijo mi padre aquello de “cuando era un niño pensaba y obraba como un niño y cuando fui hombre, pensé y obre como hombre”. Pero hay quién no se ha enterado, todavía, de que hace años que dejó atrás su infancia.
O tal vez sí. ¡Qué lástima!, ¡qué drama!.