Estamos en pleno consejo de guerra. Preside un general del ejército de tierra. Una impulsiva abogado protesta por una de las decisiones del tribunal, que toma nota de la protesta. La abogado, no contenta, protesta enérgicamente. Horas después, trabajando en la jornada del día siguiente, uno de los compañeros de la defensa le echa en cara su actitud a la letrado. Ah, le dice, protesto enérgicamente, eso es otra cosa. No basta con protestar. Si lo haces enérgicamente, la protesta es más protesta.
Algunos hombres buenos, los de la banca española, tan impoluta, debieron acordarse de esas escenas este lunes. Zapatero les volvía a reunir y protestaba enérgicamente por su actitud ante la crisis. No sólo les insistía en que deben hacer circular el dinero entre las familias y las empresas. El presidente de la guitarra feliz les sentaba, esta vez, en una mesita con forma de U. Era como decirles, no os pongáis cómodos que la cosa pinta muy fea y vosotros tenéis parte de la culpa. Tengo para mí que a los banqueros se la suda tanto la enérgica protesta del presidente como al general la de la abogado de la peli.
Hablando de enérgicas protestas, este fin de semana he repasado las distintas informaciones aparecidas sobre la movilización de buena parte de la población en varios países europeos. Son cada vez más los ciudadanos que empiezan a echarle un pulso a sus respectivos gobiernos por la situación que estamos viviendo. Todo parece indicar que es sólo el principio de una agitación que irá a más a medida que pasen las semanas y los meses y la cosa no mejore.
Y, pensando pensando, no deja de llamarme la atención que uno de los pocos países que sigue anestesiado es el nuestro. El nuestro, que es el que más parados acumula, de largo, en toda la UE. El nuestro, que tan afectado se está viendo por la crisis económica. El nuestro, para el que cada nueva previsión es como un nuevo mazazo del martillo pilón en el que se ha convertido la realidad. Ese país en el que todo parece tranquilo en cuanto el aprendiz de brujo toma la palabra.
Paso por el programita de televisión sin hacerse un arañazo siquiera y mira que las circunstancias eran las propias de la más dura aventura de Indiana Jones. Pero el tío de la varita mágica la agitó en forma de disculpas más o menos compungidas y ahí se acabó todo. Le bastó decir que él no había engañado (nadie le acuso de ello, por cierto). Admitió que tal vez se había equivocado, pero engañado no. Tal vez tenía en mente esa E de su última creación mediática que funciona como placebo. Y por eso todas las palabras clave le salían con la segunda vocal.
De todas formas, si engañó está claro que debería ser expulsado de forma inminente. Si se equivocó habría que pedirle muchas, pero muchas explicaciones. Enérgicas explicaciones diría yo. Y, en cualquier caso, este país llamado España, debería estar pensando en algo ejemplificador para que el gobierno no piense que la estulticia se ha apoderado de nosotros y que una mentira es equivalente a una verdad, por el mero hecho de que sea el brujito el que la diga.
Estamos?.
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