Hace años, durante la parte más tensa de la guerra fría, había una revista que publicaba en portada, en todos sus números, un termómetro. En él, media cual era el riesgo que cada mes (era una publicación mensual) existía de que se desencadenase un conflicto nuclear. Era, insisto, una revista. Prestigiosa, pero una revista. Y, además, lo publicaba todos los meses. Cuando aumentaba el riesgo, cuando se mantenía y cuando descendía.
En Estados Unidos, como se encargan de recordarnos numerosos columnistas estos días, se publica semanalmente el nivel de alerta terrorista. Un nivel que viene también dado por una escala de colores que recuerda, y mucho, a un termómetro. Cuando el otro día, el ministro de Interior dijo, así, sin más, que había un serio riesgo de atentado de ETA, en forma de bomba y/o de secuestro (hemos sabido después) no se movía en estos parámetros.
Tradicionalmente, los cambios de año, los acontecimientos destacados o los momentos de máxima visibilidad, sobre todo internacional, son escaparate para los asesinos. Tradicionalmente, el nivel de alerta se eleva en esos casos. Pero se suele hacer de forma discreta y se hace público cuando están tomadas las posiciones.
Si Rubalcaba tenía información fiable (y si no la tiene él, ya me dirás quién puñetas la va a tener) debería haber puesto en alerta a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Haber hablado con los escoltas y los grupos de seguridad privada, con los consejeros de Interior de las comunidades autónomas, con las personas amenazadas,… Debería haber alertado a todos los que se ven más directamente afectados por la amenaza de los terroristas. Y luego, cuando todas las medidas hubiesen sido tomadas, haber alertado a la ciudadanía, o no.
Pero no lo ha hecho así.
He de decir que llevo unos días, desde que Rubalcaba habló, dándole vueltas, sin hallar respuesta, a la razón que le ha llevado a actuar así. Y hoy he leído, de pie, que es como se le tiene que leer, a Florencio Domínguez en La Vanguardia. Y, cómo casi siempre, me ha llevado por unos derroteros que no se me hubiesen ocurrido a mi solito.
Dice Florencio, y de esto sabe, que la izquierda radical asesina está bastante “acojonada” (traduzco yo) por la presión que ejerce el ministerio con Rubalcaba al frente. Dice que se sienten acorralados, amenazados, asfixiados. Y dice Florencio que las palabras del ministro iban dirigidas a Batasuna. Qué es una forma de decirles que sabe en lo que andan y que es mejor que no lo intenten porque se van a arrepentir.
A la tesis, lógicamente, cabría contraponer diversos argumentos. Si sabe lo que van a hacer, que los trinque y listo el bote. Si lo sabe, que lo evite. Lo sepa o no lo sepa, no se acaba de entender porque les da opciones. Pero también es cierto que sembrar el desconcierto, la duda, la incertidumbre, la cizaña, puede dar buenos resultados. Veremos.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
lunes, 28 de diciembre de 2009
VUELA QUE ALGO QUEDA
No creo que a estas alturas valga de mucho, pero aviso, lo que sigue no es una inocentada. Hace 5 años, en 2004, miles de aves fueron anilladas en el Delta del Ebro. Entre esas aves había ejemplares de flamenco. Ya sabes, esas zancudas rosas con un gran pico curvo y negro. El pasado día de Navidad, una de esas aves fue localizada en Central Park, allá, en Nueva York.
Lo que me sorprende, visto como está la cosa, no es que el ave haya llegado hasta allí. Volar es lo que tiene. Te pones a darle a las alas y cuando te das cuenta has recorrido 5.000 kilómetros, has cruzado todo un océano y te entran unas ganas locas de descansar un rato. Lo que me sorprende es que, tal y como está la cosa, un objeto volante, no identificado y de procedencia europea intente entrar en Estados Unidos y no hayan despegado, de cualquier base militar un comando de F-18 para derribarlo.
Muy curioso.
A todas éstas, mira una cosa, si siguen apretando la cuestión de viajar en avión con restricciones, prohibiciones, impedimentos y desaparición de compañías, que de todo hay, vamos a dejar lo del mundo globalizado sólo para internet. Todos los que saben un poco de la seguridad en los vuelos aseguran que las medidas adoptadas después el 11-S no sirven, en realidad, para nada. Que son más disuasorias que otra cosa. Pero lo cierto es que sirven para dos cuestiones: una, cabrear a los viajeros; dos, alentar la prepotencia de los agentes (sean oficiales o no) encargados de aplicar esas medidas.
Nunca, jamás, en ningún país y en ninguna circunstancia se ha abortado un plan terrorista, criminal o delictivo en los controles de los aeropuertos. Nunca. Pero ahí seguimos mostrando nuestros calcetines remendados, sujetando los pantalones con los dientes o tratando de explicar en otro idioma que no es el nuestro que maldita la hora en la que se nos ocurrió colocarnos un piercing en la misma punta del capullo. Ese piercing que ahora está haciendo saltar las alarmas.
No te creas. Si tu, en lugar de estar pensando en que te vas de vacaciones, o que vuelves de vacaciones. Que llegas tarde a una reunión de trabajo o que estás a punto de cerrar el negocio de tu vida. Si en lugar de eso te vieses en la tesitura de tener una gorra de plato, un uniforme azul y una porra y pudieses hacer que los demás se quitasen el cinto y se descalzasen, a buenas horas te ibas a reprimir por el mero hecho de que no valiese para nada.
Naranjas de la china. Por mucho que los flamencos, los rosas con alas y zancos, pueden volar libremente tu no vas a hacer dejación de tus obligaciones, faltaría más. Vale que los estadounidenses de norteamérica del norte no sean capaces de sellar sus fronteras, por mucho que presuman de ello. Pero a mí me han dado una porra y voy a manejarla antes de que me manden a la ídem.
Perdón, he perdido el hilo. En cualquier caso, me gustaría añadir que, a este paso, lo de los vuelos va a ser de chiste. Los controladores, los pilotos, el personal de cabina y el de tierra te montan un gori cuando quieren y te jo… fastidian tus planes. Las compañías venden más billetes de los que caben en el avión, cambian los precios cuando quieren, te cobran los suplementos que les sale de las narices y suspenden vuelos en cuanto ven las orejas al lobo. Los organismos gestores de los aeropuertos te obligan a estar 2 ó 3 horas antes y te obligan a hacer todo tipo de majaderías antes de subir al avión y después de bajar.
Y nosotros, pobres estúpidos, seguimos volando. No tenemos arreglo.
Lo que me sorprende, visto como está la cosa, no es que el ave haya llegado hasta allí. Volar es lo que tiene. Te pones a darle a las alas y cuando te das cuenta has recorrido 5.000 kilómetros, has cruzado todo un océano y te entran unas ganas locas de descansar un rato. Lo que me sorprende es que, tal y como está la cosa, un objeto volante, no identificado y de procedencia europea intente entrar en Estados Unidos y no hayan despegado, de cualquier base militar un comando de F-18 para derribarlo.
Muy curioso.
A todas éstas, mira una cosa, si siguen apretando la cuestión de viajar en avión con restricciones, prohibiciones, impedimentos y desaparición de compañías, que de todo hay, vamos a dejar lo del mundo globalizado sólo para internet. Todos los que saben un poco de la seguridad en los vuelos aseguran que las medidas adoptadas después el 11-S no sirven, en realidad, para nada. Que son más disuasorias que otra cosa. Pero lo cierto es que sirven para dos cuestiones: una, cabrear a los viajeros; dos, alentar la prepotencia de los agentes (sean oficiales o no) encargados de aplicar esas medidas.
Nunca, jamás, en ningún país y en ninguna circunstancia se ha abortado un plan terrorista, criminal o delictivo en los controles de los aeropuertos. Nunca. Pero ahí seguimos mostrando nuestros calcetines remendados, sujetando los pantalones con los dientes o tratando de explicar en otro idioma que no es el nuestro que maldita la hora en la que se nos ocurrió colocarnos un piercing en la misma punta del capullo. Ese piercing que ahora está haciendo saltar las alarmas.
No te creas. Si tu, en lugar de estar pensando en que te vas de vacaciones, o que vuelves de vacaciones. Que llegas tarde a una reunión de trabajo o que estás a punto de cerrar el negocio de tu vida. Si en lugar de eso te vieses en la tesitura de tener una gorra de plato, un uniforme azul y una porra y pudieses hacer que los demás se quitasen el cinto y se descalzasen, a buenas horas te ibas a reprimir por el mero hecho de que no valiese para nada.
Naranjas de la china. Por mucho que los flamencos, los rosas con alas y zancos, pueden volar libremente tu no vas a hacer dejación de tus obligaciones, faltaría más. Vale que los estadounidenses de norteamérica del norte no sean capaces de sellar sus fronteras, por mucho que presuman de ello. Pero a mí me han dado una porra y voy a manejarla antes de que me manden a la ídem.
Perdón, he perdido el hilo. En cualquier caso, me gustaría añadir que, a este paso, lo de los vuelos va a ser de chiste. Los controladores, los pilotos, el personal de cabina y el de tierra te montan un gori cuando quieren y te jo… fastidian tus planes. Las compañías venden más billetes de los que caben en el avión, cambian los precios cuando quieren, te cobran los suplementos que les sale de las narices y suspenden vuelos en cuanto ven las orejas al lobo. Los organismos gestores de los aeropuertos te obligan a estar 2 ó 3 horas antes y te obligan a hacer todo tipo de majaderías antes de subir al avión y después de bajar.
Y nosotros, pobres estúpidos, seguimos volando. No tenemos arreglo.
sábado, 26 de diciembre de 2009
UNA LÁSTIMA DE SUDOKU
Seguro que sabes perfectamente que es un sudoku. Es más, estoy convencido de que has hecho más de uno. Ya sabes, 9 cuadros, 9 números, 9 combinaciones. Sencillo. Lo mejor de todo es que sabes cuales son los elementos. Sólo tienes que buscarles el sitio. Pero tiene su aquel.
Últimamente se ha puesto de moda aplicar el término sudoku a demasiadas cosas. Los presupuestos (sobre todo los del Gobierno) son un sudoku. La financiación autonómica fue y es un sudoku. Llegar a fin de mes es un sudoku. Como casi siempre, yo no estoy de acuerdo en la aplicación del término. En realidad, en todos estos casos, no sabemos de qué elementos partimos. Nos falta la certeza que es la premisa del verdadero sudoku. Más bien, en esos casos, se trata de la cuadratura del círculo. Algo imposible. Pero esa es una expresión manida. Antes se utilizaba también lo de la alquimia (como sinónimo de imposible) pero ahora también está pasado de moda. Ahora todo es un sudoku.
Pero sí creo que es aplicable, este término, a otra situación cada vez más común. Cuando los políticos, los periodistas y hasta el común de los mortales vamos a opinar sobre algo o a juzgar algo, en realidad partimos de unas premisas y las ajustamos sin considerar el fondo real de lo que juzgamos. Da lo mismo. Nosotros lo reducimos todo a esos 9 cuadraditos pegue o no pegue.
Lo que tantas veces se ha llamado la reducción al absurdo. O los apriorismos. Pero elevado a la enésima potencia porque nos afecta a todos. Qué le vamos a hacer. En lugar de absorber lo que nos rodea y aprender de ello. En lugar de estar abiertos a otras opiniones y aprender de todo o de casi todo, reducimos lo que nos rodea a nuestra estrecha mente.
Esta misma semana ha pasado con el mensaje del Rey por Nochebuena, era de esperar. Ha pasado con la sentencia contra dos periodistas (sus compañeros, de medio o no, en contra; los juristas, progresistas o conservadores, a favor). Ha pasado con los últimos trámites parlamentarios. Ha pasado con las candidaturas a los Globos de Oro. Está pasando con los balances del año…
Una lastima
Últimamente se ha puesto de moda aplicar el término sudoku a demasiadas cosas. Los presupuestos (sobre todo los del Gobierno) son un sudoku. La financiación autonómica fue y es un sudoku. Llegar a fin de mes es un sudoku. Como casi siempre, yo no estoy de acuerdo en la aplicación del término. En realidad, en todos estos casos, no sabemos de qué elementos partimos. Nos falta la certeza que es la premisa del verdadero sudoku. Más bien, en esos casos, se trata de la cuadratura del círculo. Algo imposible. Pero esa es una expresión manida. Antes se utilizaba también lo de la alquimia (como sinónimo de imposible) pero ahora también está pasado de moda. Ahora todo es un sudoku.
Pero sí creo que es aplicable, este término, a otra situación cada vez más común. Cuando los políticos, los periodistas y hasta el común de los mortales vamos a opinar sobre algo o a juzgar algo, en realidad partimos de unas premisas y las ajustamos sin considerar el fondo real de lo que juzgamos. Da lo mismo. Nosotros lo reducimos todo a esos 9 cuadraditos pegue o no pegue.
Lo que tantas veces se ha llamado la reducción al absurdo. O los apriorismos. Pero elevado a la enésima potencia porque nos afecta a todos. Qué le vamos a hacer. En lugar de absorber lo que nos rodea y aprender de ello. En lugar de estar abiertos a otras opiniones y aprender de todo o de casi todo, reducimos lo que nos rodea a nuestra estrecha mente.
Esta misma semana ha pasado con el mensaje del Rey por Nochebuena, era de esperar. Ha pasado con la sentencia contra dos periodistas (sus compañeros, de medio o no, en contra; los juristas, progresistas o conservadores, a favor). Ha pasado con los últimos trámites parlamentarios. Ha pasado con las candidaturas a los Globos de Oro. Está pasando con los balances del año…
Una lastima
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