John Edgar Hoover fue EL directo del FBI. Lo creó en su forma definitiva en 1924 y nadie le hizo sombra hasta que murió en 1972. Casi 50 años que le sirvieron para acumular más poder real que nadie en Estados Unidos ni antes ni después. Sólo una vez estuvo a punto de salir de su despacho para siempre. Fue, como no, durante la presidencia de JFK. Las relaciones de los Kennedy con los poderes fácticos de Washington no eran buenas. Con Hoover no era una excepción. Y los Kennedy tomaron la decisión de cesarlo.
Como otras muchas veces, cometieron el error de comentarlo con uno de sus periodistas de confianza, Ben Bradlee, quien, ni corto ni perezoso, lo publicó. Evidentemente era un notición. 40 años después de crear una de las instituciones más respetadas por entonces en Estados Unidos, Hoover era una auténtica avispa en los calzones de cualquier Presidente. Cuatro o cinco años antes, el propio Hoover había convencido a Hollywood para que se rodase una película a la mayor gloria del propio FBI, o sea, a la mayor gloria del propio Hoover.
Así surgió La historia del FBI un digno trabajo de Mervyn LeRoy en el que sobresale, como siempre, un portentoso James Stewart y una no menos encantadora Vera Miles. A pesar de todo ello, Hoover había conseguido proteger su intimidad hasta límites insospechados. Había logrado que se le temiese mucho más que qué se le admirase y tenía más que cubierto su dosis de ego. Pero quería seguir así.
El mismo día que Bradlee publicó que la administración Kennedy iba a destituir al director del FBI, el propio JFK compareció ante la prensa y nombró a Hoover Director Vitalicio del FBI en reconocimiento a su labor impagable. El entusiasmo de los demócratas estadounidenses duró escasamente unas horas. El entusiasmo de Bradlee, unido a su orgullo por la exclusiva, duró menos aún.
El propio Ben Bradlee les contó esta anécdota a Carl Bernstein y Bob Woodward durante una de sus múltiples conversaciones mientras duró la investigación del Watergate entre 1972 y 1974. Al menos, así lo cuentan los dos periodistas de The Washington Post en su libro Todos los hombres del presidente y así lo incluyó Alan J. Pakula en la película del mismo título.
De esta anécdota se puede sacar fácilmente la conclusión de que, muchas veces, casi siempre en mi opinión, es preferible tener calma que ser el primero. Eso, no lo entienden los que suspiran por los focos y por el reconocimiento. Pero no deja de sorprenderme que le pase a alguien que conoce tan bien la historia del Watergate como Pedro José Ramírez.
El director de El Mundo no dudó en lanzarse contra el director del CNI, Alberto Saiz, justo en los días previos a que se cumpliese su mandato de cinco años. No digo yo que no hubiese elementos suficientes para poner en cuestión la renovación de confianza en Saiz, pero a Ramírez le perdió la pasión. Y el Gobierno, parece que el propio Zapatero en persona, confirmó a Saiz en el puesto. Parece que, incluso, contra el criterio de la ministra de Defensa, que es, formalmente, la encargada de proponer el nombre del Director del CNI.
A todas estas, sólo me cabe una duda. Quizás el bueno de Ramírez conoce tan bien como yo creo el Watergate y lo que ha hecho es jugar sobre seguro. Seguir la pauta de su admirado Ben Bradlee, pero esta vez voluntariamente. Todo ello con el objetivo de consolidar a Alberto Saiz al frente del CNI. Quizás le parece una buena forma de abrir otra vía de agua en el Gobierno. Quizás cree que es la persona más indicada, o la menos mala de las posibles, para el cargo. Quizás es un favor que le hace a su amigo José Bono en pago de algún otro favor o como adelanto de favores futuros. Quién lo sabe. Sólo el tiempo nos lo dirá.
Puestos a mal pensar, y aunque alguno de mis amig@s me digan que estoy como una regadera, hay otra desconfianza de esta misma semana que no me resisto a poner por escrito. Resulta que con 24 horas de diferencia, dos pilares del estado como el Gobernador del Banco de España y el Fiscal General de Estado le pegan un meneo al propio estado. Teniendo en cuenta que el primer meneo, el más serio y el que creo que más llega y preocupa a los ciudadanos fue el del Gobernador, no puedo dejar de pensar que, tal vez, el Fiscal General lo único que hizo fue tratar de distraer la atención.
Sí, ya se, me paso de rebuscado. Pero claro, teniendo en cuenta que por el medio estaba la policía, o sea, el Ministerio de Interior, o sea, Alfredo Pérez Rubalcaba,… No digo más, que se me entiende todo.
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