jueves, 18 de octubre de 2007

LA CALLE, PUNTO DE DESENCUENTRO

La calle siempre ha sido un punto de encuentro.
Cuando éramos críos quedábamos, jugábamos, nos peleábamos y nos enamorábamos en nuestra calle.
Luego, en el instituto y en la universidad, quedábamos con los compañeros en la calle. Aún más, hacíamos la vida en la calle, nuestro salón privado. En los pueblos y en muchos barrios periféricos de nuestras grandes ciudades, los más mayores siguen saliéndose a la calle, en las noches de verano, a tomar el fresco y compartir la charla.
Ahora, en esta España con más aristas que curvas, la calle corre el riesgo de convertirse en otro punto de desencuentro.
A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría ponerle a una calle el nombre de Adolf Hitler, o de Pol Pot, o de Francisco Franco, o de Fidel Castro, o de... Pero la última novedad es cambiar los nombres de calles que recuerdan, aunque sea remotamente, a lugares relacionados con la guerra civil. Nada de calle Brunete, o calle Belchite, o calle Teruel,... Así, sólo con los nombres geográficos. Vale que eliminemos nombres como calle de la Batalla del Ebro, pero calle Brunete!. Y a este paso, llegaremos a borrar las que se llaman calle Madrid (donde también hubo una cruel batalla).
Más de uno pensará, ¡coño, cambiamos los nombres por números, como en Estados Unidos, y todo arreglado!. A no, de eso nada. Imaginemos: calle del trece, ¡no, que trae mala suerte!, calle del siete, ¡nooo, que son los pecados capitales!, calle del cuarenta, ¡no, que son los años que duró la dictadura de Franco!, calle noventa y ocho, ¡no, que es el año del fin del imperio!,... Así no hay caso.
Lo mejor va a ser quitar las calles de en medio. Fuera calles. Y tú donde vives,... en mi casa y punto.

1 comentario:

Jelou dijo...

"Sembrao, has estao sembrao". Y sigue la cuenta de polémicas artificiales que no solucionan nada y engorrinan mucho. Qué país, madredediós!