¿A quién le importa si cumplen 50 años, o 60, o los años que quieran cumplir?. ¿Qué más da?. ¿Qué más da que sean 35 o 65?. ¿Qué más da que la fecha sea el 31 de julio, el 27 de noviembre o el 14 de marzo?. No importa nada.
No importaba demasiado en su momento, pero ahora, desde hace un par de décadas, no importa absolutamente nada. Por no importar, no nos va a importar ni la fecha exacta en la que desaparezcan.
Molesta, y mucho. Duele, enormemente, que sigan destruyendo nuestra vida. Que sigan matando a nuestros seres queridos. Que sigan causándonos dolor y que no se den cuenta de que no lo van a conseguir. No dejo de preguntarme si es tan difícil darse cuenta con 18, 20, 25 años de algo y no con 35 ó 40. No dejo de preguntarme si es tan diferente la perspectiva que se tiene estando en la clandestinidad o estando en la cárcel. Supongo que tiene mucho más que ver con el hecho de tener una pistola en el bolsillo. Con el hecho de que te regalen el oído una panda de mentecatos que no quieren, para ellos, la vida que te instan a tener a ti.
Las dinámicas de grupo son siempre perversas. El otro día volví a ver “El viaje de Arián” una película normalita, sin muchas pretensiones, en la que se pretende hacer una aproximación al mundo que rodea a ETA y a sus comandos y a sus terroristas. Seguro que tiene muy poco que ver con la realidad, pero es curioso que la Arián del título sea una persona perfectamente normal, creativa y sensible, que se ve atrapada en una red por su juventud y por una serie de personas que se la van ganando poco a poco hasta inculcarle una sensación de odio que no encaja demasiado con ella pero que ella asume como propia.
Pero llama mucho más la atención que esa Arián tenga tiempo de darse cuenta del error y de rectificar, también a tiempo. No voy a contar el final, obviamente, pero acaba como tiene que acabar. Quizás por eso, quien se asoma a ETA termina matando y en la cárcel. Ese es, desde hace un par de años, el mensaje que no se cansa de repetir el sibilino Rubalcaba. Ese mensaje unido a otros igual de obvios, igual de simples, pero creo que igual de eficaces.
Supongo que nadie, a estas alturas, pensará que el Ministro de Interior improvisa sus ruedas de prensa y las cosas que dice. Lleva las frases y, sobre todo, las ideas, perfectamente estructuradas. Y son mensajes diseñados tanto para impactar entre nosotros como para empapar a los etarras. ¿O es qué nos creemos que habrá más de uno que se lo piense después de que el Ministro amenazase, por cuarta vez en menos de un año, con que no sabemos quién es el nuevo número 1 de ETA, pero ya lo estamos buscando para ponerlo en la cárcel?. Claro que cala.
El problema es que mientras vamos metiéndoles barrotes por el culo a esos hijos de puta, ellos van a seguir matando. Tenemos que darnos prisa, para que nuestras muertes sean las menos posibles. Pero tenemos que tener la tranquilidad de saber que siempre seremos más, de que siempre tendremos más razón y de que cuanto más tiempo pase, más de ellos estarán muchos años en prisión.
En sus manos está.
viernes, 31 de julio de 2009
martes, 28 de julio de 2009
NO TENGO GANAS DE ESCRIBIR
No tengo mucha disculpa. Ya se que no es este un cuaderno de referencia y de verdad que me gustaría darle un lavado de cara pensando en la nueva temporada y en ese puñado de fieles que todavía lo leen, aunque no lo comenten desde hace meses. Pero, como decía, no tengo disculpa por haber faltado a mi compromiso de escribir, al menos, una vez por semana. Y no es que no haya habido motivos. No.
Positivos, como el inicio de las vacaciones, los éxitos deportivos (menos que en veranos anteriores) y alguna otra cosilla; y negativos, sobre todo en el ámbito político que, como sabeis, tanto me gusta. La verdad es que nuestros políticos se empeñan, cada año, en hacer más breves las vacaciones de todos. Con lo mucho que les agradecemos cuando se quitan de en medio y nos dejan prestar atención a otras cuestiones. Pero, desde hace ya unos años, se empeñan en ocupar también el terreno veraniego. Y son un coñazo, la verdad.
Además, este año, se están empeñando en cuestiones especialmente obtusas, aunque no por ello menos importantes. No vaya a ser que yo me explique mal. Que si Gurtel por aquí, que si financiación autonómica por allá, que si sentencia del estatut por un lado, que si viaje de Moratinos a Gibraltar por otro,... La verdad es que se hace muy pasado seguir la actualidad. Se te quitan las ganas.
Por ejemplo, me parece bochornoso y deplorable el viaje de Moratinos al peñón, esa verguenza con la que los españoles nos hemos acostumbrado a convivir y a ver que remedio nos queda. La verdad es que este ministrillo, uno de los 3 ó 4 que se mantienen con Zapatero desde el principio y el único si atendemos a aquel comité de sabios que ZP constituyó en enero de 2004 para preparar su asalto a Moncloa, ese ministrillo, digo, no ha hecho nada a derechas (a izquierdas si se quiere).
Se le conocen más fracasos y resvalones que otra cosa pero, eso si, con buena cara, con una cierta sonrisa. Sólo me consta que haya perdido las formas hace bien poco y fue con motivo de otro viaje, esta vez a Guinea Ecuatorial. En aquellas ocasión perdió los papeles porque una periodista, una buena periodista, dijo lo que todos sabemos sobre la dictadura de Obiang. Pero a Moratinos se le calentó la boca. Era más importante ponerse una pinza en la nariz porque los negocios son lo más importante.
Vaya por dios, ministro. Eso es más viejo que el cagar o que el follar pagando. Pero es ustede un progresista de esos que defiende las esencias y los principios antes que los dineros y las cuentas de resultados. O es que se le había olvidado. Vaya por dios.
Lo dicho, quizás va siendo hora de que haya otro cambio de gobierno. Pero claro, con la presidencia española de la UE a las puertas, el relevo de Moratinos tendrá que esperar. Quizás para entonces, nos libremos de las ministra de medio y medio, que también está con el presi desde el principio. E, incluso, es posible que nos quitemos de en medio a las dos vices, últimas supervivientes del desembarco del 14-M en Moncloa. En ese caso, sólo quedará ZP. Y la crisis, que, o mucho cambian las cosas o seguirá azotándonos en julio de 2010. Justo dentro de un año. Justo cuando hayamos entregado el bastón de mando de los 27. Justo cuando estemos a 10 meses de las municipales y autonómicas de 2011 y a poco más de media legislatura.
Menuda pereza. A ver si puede ser que de aquí a septiembre tenga tiempo, ganas e ideas para escribir de alguna otra cosa. Ustedes seguro que lo agredecen... y yo, también.
Positivos, como el inicio de las vacaciones, los éxitos deportivos (menos que en veranos anteriores) y alguna otra cosilla; y negativos, sobre todo en el ámbito político que, como sabeis, tanto me gusta. La verdad es que nuestros políticos se empeñan, cada año, en hacer más breves las vacaciones de todos. Con lo mucho que les agradecemos cuando se quitan de en medio y nos dejan prestar atención a otras cuestiones. Pero, desde hace ya unos años, se empeñan en ocupar también el terreno veraniego. Y son un coñazo, la verdad.
Además, este año, se están empeñando en cuestiones especialmente obtusas, aunque no por ello menos importantes. No vaya a ser que yo me explique mal. Que si Gurtel por aquí, que si financiación autonómica por allá, que si sentencia del estatut por un lado, que si viaje de Moratinos a Gibraltar por otro,... La verdad es que se hace muy pasado seguir la actualidad. Se te quitan las ganas.
Por ejemplo, me parece bochornoso y deplorable el viaje de Moratinos al peñón, esa verguenza con la que los españoles nos hemos acostumbrado a convivir y a ver que remedio nos queda. La verdad es que este ministrillo, uno de los 3 ó 4 que se mantienen con Zapatero desde el principio y el único si atendemos a aquel comité de sabios que ZP constituyó en enero de 2004 para preparar su asalto a Moncloa, ese ministrillo, digo, no ha hecho nada a derechas (a izquierdas si se quiere).
Se le conocen más fracasos y resvalones que otra cosa pero, eso si, con buena cara, con una cierta sonrisa. Sólo me consta que haya perdido las formas hace bien poco y fue con motivo de otro viaje, esta vez a Guinea Ecuatorial. En aquellas ocasión perdió los papeles porque una periodista, una buena periodista, dijo lo que todos sabemos sobre la dictadura de Obiang. Pero a Moratinos se le calentó la boca. Era más importante ponerse una pinza en la nariz porque los negocios son lo más importante.
Vaya por dios, ministro. Eso es más viejo que el cagar o que el follar pagando. Pero es ustede un progresista de esos que defiende las esencias y los principios antes que los dineros y las cuentas de resultados. O es que se le había olvidado. Vaya por dios.
Lo dicho, quizás va siendo hora de que haya otro cambio de gobierno. Pero claro, con la presidencia española de la UE a las puertas, el relevo de Moratinos tendrá que esperar. Quizás para entonces, nos libremos de las ministra de medio y medio, que también está con el presi desde el principio. E, incluso, es posible que nos quitemos de en medio a las dos vices, últimas supervivientes del desembarco del 14-M en Moncloa. En ese caso, sólo quedará ZP. Y la crisis, que, o mucho cambian las cosas o seguirá azotándonos en julio de 2010. Justo dentro de un año. Justo cuando hayamos entregado el bastón de mando de los 27. Justo cuando estemos a 10 meses de las municipales y autonómicas de 2011 y a poco más de media legislatura.
Menuda pereza. A ver si puede ser que de aquí a septiembre tenga tiempo, ganas e ideas para escribir de alguna otra cosa. Ustedes seguro que lo agredecen... y yo, también.
viernes, 17 de julio de 2009
¿CREAR O DESTRUIR?
Es mucho más fácil criticar, desmontar, arruinar que apoyar, construir, crear.
No es que me dé por el pesimismo. Ni mucho menos, me encuentro más positivo y optimista de lo que en mi suele ser habitual, que ya es mucho. Es una realidad que me parece difícilmente cuestionable y que, esta misma semana, nos ofrece algunos ejemplos más que interesantes.
Da lo mismo que una persona, cualquiera que sea su profesión, la desempeñe con el mejor de los resultados durante años y años. Da lo mismo. Es suficiente que meta la pata en una ocasión para que sea considerado como un torpe, como poco. Y digo como poco porque, a medida que la importancia y/o repercusión de su labor profesional aumente, será tachado de incapaz, de inútil, de riesgo para la comunidad o de asesino sin consideraciones edulcoradas de por medio.
Si alguien es capaz de hacer algo que a ti no se te había ocurrido o que tú no puedes hacer, no trates de aprender y, mucho menos, busques sus puntos débiles para desmontar su aportación. No, para qué. Directamente acúsalo de estar cogiendo algo a lo que no tiene derecho, o de poner en riesgo a los que están a su alrededor o, simplemente, de querer acabar con todas aquellas personas (tú incluida) que no son capaces de hacer lo que él hace.
Evidentemente, no es comparable el trabajo de un panadero, pongo por caso, que el de un médico o el de un enfermero. El primero puede hacernos enormemente felices con un buen pan o un mejor dulce. Incluso puede intoxicarnos con una mala mezcla (involuntariamente) o con un veneno (a conciencia colocado) pero, a priori, nuestra vida no está en sus manos. En el caso de los profesionales, sí. Es inevitable. Estudian y se preparan para ello. A decir de todos los expertos, dichos profesionales, en España, están muy por encima de la media internacional.
Poco, casi nunca, la verdad, nos acordamos de ellos cuando salvan vidas, o miembros, o nos evitan un dolor insoportable. Pero vale con que cometan un error para que nos lancemos sobre ellos como posesos. Claro que hay negligencias difíciles de perdonar o comportamientos claramente criminales (vale con acordarnos de aquel anestesista Maeso que contagió a miles centenares de personas la hepatitis y que fue condenado por ello) pero también hay errores que, cuando hablamos de la salud y la vida de las personas, pueden tener consecuencias definitivas.
Todos deberíamos pensarlo cuando nos ponemos en manos de un centro de salud, ambulatorio, hospital, clínica o lo que sea. Todos. Ellos para procurar que no se produzca ningún error y nosotros para no buscar culpables donde sólo hay responsables, que creo que no es exactamente lo mismo.
Escribe hoy, en ABC, mi admirado Carlos Herrera un artículo sobre las fobias. No sobre las irracionales que casi todos sentimos en algún momento (a las alturas, a estar solos, a estar con demasiada gente, a un examen,…) sino a las que muchos se esfuerzan por manifestar para criticar a alguien cuando no quieren hacer el esfuerzo de contra-argumentar mejor.
El caso de la enfermera del Gregorio Marañón que estaba cuidando de Rayan y que equivocó las vías de alimentación y la polémica y cruce de acusaciones generados por el nuevo sistema de financiación (más bien de reparto de dineros) son ejemplos de esto que digo.
Algún medio decía el otro día que la enfermera “había asesinado” al neonato. Me parece tremendo. No conozco de nada a la buena señora pero no puedo creer que se haya equivocado a propósito. Cargar contra ella como si fuese una criminal me parece increíble, no menos increíble que los que aprovechan la ocasión para criticar la gestión del hospital, la de la propia Comunidad de Madrid o el sistema de selección y preparación de los enfermeros. Alguno está desquiciado.
Sobre el reparto de dineros, ya aviso que me voy a quedar en la superficie, pero es que es uno de los elementos clave, bajo mi punto de vista. Cuando las Comunidades Autónomas sólo recibían la pasta querían cogestionar. Luego, el 15 % les parecía poco, el 33 % tampoco era suficiente. Y ya aviso (y no es que sea muy listo) el 50 % tampoco va a ser la solución. Por cierto, cuantos recordamos que alguna Comunidad Autónoma haya bajado su tipo del IRPF o haya bajado, en su tramo, los impuestos del tabaco o el alcohol?. Más bien pocas o casi ninguna (la de Madrid recientemente, como para pitorrearse del nuevo sistema) pero tampoco lo han subido. Y podrían haberlo hecho si tanto necesitaban más dinero.
Lo dicho, destruyendo, criticando y desmontando se vive mejor que aportando, creando, construyendo.
No es que me dé por el pesimismo. Ni mucho menos, me encuentro más positivo y optimista de lo que en mi suele ser habitual, que ya es mucho. Es una realidad que me parece difícilmente cuestionable y que, esta misma semana, nos ofrece algunos ejemplos más que interesantes.
Da lo mismo que una persona, cualquiera que sea su profesión, la desempeñe con el mejor de los resultados durante años y años. Da lo mismo. Es suficiente que meta la pata en una ocasión para que sea considerado como un torpe, como poco. Y digo como poco porque, a medida que la importancia y/o repercusión de su labor profesional aumente, será tachado de incapaz, de inútil, de riesgo para la comunidad o de asesino sin consideraciones edulcoradas de por medio.
Si alguien es capaz de hacer algo que a ti no se te había ocurrido o que tú no puedes hacer, no trates de aprender y, mucho menos, busques sus puntos débiles para desmontar su aportación. No, para qué. Directamente acúsalo de estar cogiendo algo a lo que no tiene derecho, o de poner en riesgo a los que están a su alrededor o, simplemente, de querer acabar con todas aquellas personas (tú incluida) que no son capaces de hacer lo que él hace.
Evidentemente, no es comparable el trabajo de un panadero, pongo por caso, que el de un médico o el de un enfermero. El primero puede hacernos enormemente felices con un buen pan o un mejor dulce. Incluso puede intoxicarnos con una mala mezcla (involuntariamente) o con un veneno (a conciencia colocado) pero, a priori, nuestra vida no está en sus manos. En el caso de los profesionales, sí. Es inevitable. Estudian y se preparan para ello. A decir de todos los expertos, dichos profesionales, en España, están muy por encima de la media internacional.
Poco, casi nunca, la verdad, nos acordamos de ellos cuando salvan vidas, o miembros, o nos evitan un dolor insoportable. Pero vale con que cometan un error para que nos lancemos sobre ellos como posesos. Claro que hay negligencias difíciles de perdonar o comportamientos claramente criminales (vale con acordarnos de aquel anestesista Maeso que contagió a miles centenares de personas la hepatitis y que fue condenado por ello) pero también hay errores que, cuando hablamos de la salud y la vida de las personas, pueden tener consecuencias definitivas.
Todos deberíamos pensarlo cuando nos ponemos en manos de un centro de salud, ambulatorio, hospital, clínica o lo que sea. Todos. Ellos para procurar que no se produzca ningún error y nosotros para no buscar culpables donde sólo hay responsables, que creo que no es exactamente lo mismo.
Escribe hoy, en ABC, mi admirado Carlos Herrera un artículo sobre las fobias. No sobre las irracionales que casi todos sentimos en algún momento (a las alturas, a estar solos, a estar con demasiada gente, a un examen,…) sino a las que muchos se esfuerzan por manifestar para criticar a alguien cuando no quieren hacer el esfuerzo de contra-argumentar mejor.
El caso de la enfermera del Gregorio Marañón que estaba cuidando de Rayan y que equivocó las vías de alimentación y la polémica y cruce de acusaciones generados por el nuevo sistema de financiación (más bien de reparto de dineros) son ejemplos de esto que digo.
Algún medio decía el otro día que la enfermera “había asesinado” al neonato. Me parece tremendo. No conozco de nada a la buena señora pero no puedo creer que se haya equivocado a propósito. Cargar contra ella como si fuese una criminal me parece increíble, no menos increíble que los que aprovechan la ocasión para criticar la gestión del hospital, la de la propia Comunidad de Madrid o el sistema de selección y preparación de los enfermeros. Alguno está desquiciado.
Sobre el reparto de dineros, ya aviso que me voy a quedar en la superficie, pero es que es uno de los elementos clave, bajo mi punto de vista. Cuando las Comunidades Autónomas sólo recibían la pasta querían cogestionar. Luego, el 15 % les parecía poco, el 33 % tampoco era suficiente. Y ya aviso (y no es que sea muy listo) el 50 % tampoco va a ser la solución. Por cierto, cuantos recordamos que alguna Comunidad Autónoma haya bajado su tipo del IRPF o haya bajado, en su tramo, los impuestos del tabaco o el alcohol?. Más bien pocas o casi ninguna (la de Madrid recientemente, como para pitorrearse del nuevo sistema) pero tampoco lo han subido. Y podrían haberlo hecho si tanto necesitaban más dinero.
Lo dicho, destruyendo, criticando y desmontando se vive mejor que aportando, creando, construyendo.
lunes, 6 de julio de 2009
UN BANQUILLO
Hay una tierra, tan cercana como próxima cuyo presidente, hasta hace sólo unas semanas, era un tío mal encarado. Eso sería lo de menos, lo de más es que, además, era un tío estaba obsesionado con bordear la ley y con convertirse en el moisés de su pueblo. Aquel individuo, hoy afortunadamente desaparecido del mapa, dicho sea de modo metafórico, aquel individuo, digo, hace seis meses se vio obligado a sentarse en el banquillo.
Él, que se había sentado a charlar con todos, incluidos los asesinos, y no por obligación, como le gustaba decir, sino por puro convencimiento, él no se sentía cómodo en esa silla que le habilitó la justicia. Es curioso, pero siempre que oigo la palabra banquillo pienso en un objeto más bien incómodo, poco dado al lujo y en nada favorecedor de los necesarios procesos mentales de los humanos.
En el caso de este ex presidente, no había peligro. Por cómodo que hubiese sido el banquillo no hubiese favorecido la reflexión del personaje. Cosa de la presencia o ausencia de neuronas. De donde no hay, no se puede sacar. Si hubiese podido pensar, tal vez se hubiese dado cuenta de que cuando un cargo público se sienta (le sientan, para ser exactos) en un banquillo, no puede seguir siendo cargo público.
Da lo mismo que le condenen o que le absuelvan. Da lo mismo que la acusación sea saltarse un semáforo o haber matado a mil personas. La condena será diferente pero él, o ella, no puede seguir llamándose cargo público. En el caso de este individuo que nos ocupa, obviamente, se resistió hasta el final. No dimitió, faltaría más. Y, al final, cuando fue archivado el caso sin ni siquiera celebrarse la vista oral, apeló a todas esas circunstancias para defenderse y defender su decisión de no dimitir.
Error, grave error. Un cargo público y, mucho más, un cargo electo, no puede defenderse a base de declararse inocente. Cuando la justicia te lleva al banquillo sólo cabe esperar a la celebración del juicio y el veredicto final. No es de recibo esperar a ser condenado y que la Guardia Civil vaya a buscarte a tu despacho para esposarte y llevarte al trullo.
Entre otras muchas cosas, porque la política no es un trabajo ni una profesión. Es un servicio, o al menos eso dicen ellos. Los políticos (las personas, se entiende) no son lo importante. Lo importante es el proyecto. Y, antes que nada, están los ciudadanos.
¿O no?
Él, que se había sentado a charlar con todos, incluidos los asesinos, y no por obligación, como le gustaba decir, sino por puro convencimiento, él no se sentía cómodo en esa silla que le habilitó la justicia. Es curioso, pero siempre que oigo la palabra banquillo pienso en un objeto más bien incómodo, poco dado al lujo y en nada favorecedor de los necesarios procesos mentales de los humanos.
En el caso de este ex presidente, no había peligro. Por cómodo que hubiese sido el banquillo no hubiese favorecido la reflexión del personaje. Cosa de la presencia o ausencia de neuronas. De donde no hay, no se puede sacar. Si hubiese podido pensar, tal vez se hubiese dado cuenta de que cuando un cargo público se sienta (le sientan, para ser exactos) en un banquillo, no puede seguir siendo cargo público.
Da lo mismo que le condenen o que le absuelvan. Da lo mismo que la acusación sea saltarse un semáforo o haber matado a mil personas. La condena será diferente pero él, o ella, no puede seguir llamándose cargo público. En el caso de este individuo que nos ocupa, obviamente, se resistió hasta el final. No dimitió, faltaría más. Y, al final, cuando fue archivado el caso sin ni siquiera celebrarse la vista oral, apeló a todas esas circunstancias para defenderse y defender su decisión de no dimitir.
Error, grave error. Un cargo público y, mucho más, un cargo electo, no puede defenderse a base de declararse inocente. Cuando la justicia te lleva al banquillo sólo cabe esperar a la celebración del juicio y el veredicto final. No es de recibo esperar a ser condenado y que la Guardia Civil vaya a buscarte a tu despacho para esposarte y llevarte al trullo.
Entre otras muchas cosas, porque la política no es un trabajo ni una profesión. Es un servicio, o al menos eso dicen ellos. Los políticos (las personas, se entiende) no son lo importante. Lo importante es el proyecto. Y, antes que nada, están los ciudadanos.
¿O no?
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