1986, Estados Unidos bombardea Libia. En EE UU el presidente es Ronald Reagan, en Libia ya dicta Muhamar el Gadafi. En realidad lo hace desde 17 años antes. Reagan esta apurando su segundo y último mandato. Más cerca del periodo conocido como pato cojo que de otra cosa. Es una de las cosas que diferencia a las democracias occidentales de los regímenes árabes.
Gadafi financia, incentiva, promueve y ampara a distintos grupos terroristas. No es Al Qaede ni Bin Laden, pero podemos considerarlo un digno antecedente. En buena medida, es también un digno antecedente del eje del mal. Pero los bombardeos sobre Trípoloi son contestados y criticados por toda una corriente de pensamiento.
Reagan dejó el poder tras su segundo mandato. Gadafi sigue sometiendo a Libia a sus caprichos.
Una de las personas que criticó aquellos bombardeos fue el encargado, 13 años después, de ordenar los bombardeos sobre el Belgrado de Slobodan Milosevic. Serbia era, por entonces, otro apestado internacional. Llevaba casi una década poniendo en cuestión la estabilidad de Europa. No llegaba a los niveles de riesgo internacional de Libia, primero o de Iraq, más tarde. Pero era una china en el gran zapato mundial.
Pese a todo, aquellos bombardeos de la OTAN también fueron criticados y cuestionados. Una de las diferencias entre ambos casos es que Milosevic fue detenido 2 años después y trasladado al Penal Internacional de La Haya. No es poca cosa que la llamada justicia internacional empezase a tomar cuerpo. Las cosas, con diplomacia y presiones cruzadas, podían completar las acciones militares o armadas para encauzar los conflictos hacia la solución.
Serbia no es, 10 años después, una democracia consolidada, pero ha hecho más en ese tiempo que Libia en los 25 años transcurridos desde aquellos bombardeos. No hay que ser simplistas. Hay más diferencias y hay más elementos que han confluido en una y en otra evolución. Pero una cosa si tienen en común esos dos momentos históricos. Un amplio grupo de personas se opusieron a ambas actuaciones alegando mil razones humanitarias, de derecho internacional y de justicia que en realidad escondían un único elemento común, no les gustaba que EE UU estuviese detrás de ellas. Seamos claros, no les gusta la política de EE UU. Punto.
En 2003 tuvieron ocasión de volver a demostrar sus ideas cuando George W. Bush se empeñó en acabar con el régimen de Sadam Husein con la inestimable colaboración de Blair, Aznar y Barroso. Y lo hicieron, claro. Sin miramientos.
Por eso, entre otras cosas, estos días no puedo dejar de preguntarme qué ha cambiado para que esas mismas personas (o sus herederos ideológicos) estén incentivando, animando, azuzando a la comunidad internacional, con EE UU a la cabeza, a actuar en la actual revuelta de Libia. Qué ha pasado para que destruir parte del sistema defensivo de Libia ahora esté bien. Qué ha pasado para que derrocar a Gadafi hoy sea más legítimo y precise menos explicaciones que haberlo hecho con Sadam hace 8 años. Qué ha cambiado.
Curiosamente esos mismos grupos han iniciado una campaña para tratar de asentar la idea de que en Libia no hay una guerra civil sino un duro proceso de exterminio de la oposición. No pongo en cuestión que el pueblo libio tiene derecho a defenderse y a deshacerse del tirano, pero eso es una guerra civil y me gustaría saber que razones respaldan que la comunidad internacional apoye a los rebeldes que no se pudiese aplicar a los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado. A no ser que acomodamos los argumentos a nuestros intereses concretos y particulares exactamente igual que hizo Bush con las pruebas falsas contra Sadam Husein.
Da la sensación de que contra EE UU se vive mejor o que se vive mejor cuando tenemos a alguien a quién culpar y contra el que dirigir nuestras críticas. Alguien a quién culpar de los fracasos, de la inactividad o del exceso de actividad. Alguien que pueble nuestros peores pesadillas para permitirnos seguir viviendo en nuestros mejores sueños.
domingo, 13 de marzo de 2011
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